tag:blogger.com,1999:blog-71785869587602455832024-02-19T18:14:33.185+01:00Los Mundos de EspeLa vida dentro de un gramófonoLos Mundos de Espehttp://www.blogger.com/profile/00107238301790438718noreply@blogger.comBlogger324125tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-3283783994422039142018-10-25T22:00:00.000+02:002018-10-26T08:56:36.813+02:00Delirios y tangos<div style="text-align: justify;">
Hace unos días que tu rostro me persigue por las esquinas de ese tango profundamente seductor que me reconoció una noche paraguaya entre anhelos y despertares. Mi alma está sedienta de apremios, como antaño, cuando caminábamos de la mano de un atardecer cristiano y vulnerable. Dame un beso lastimero, como aquellos que cantaba Gardel. Dame una mejilla sudorosa, tras horas de pasión casi arrepentida, con alcobas vacías a lo Sabina. Dame un instante de placer bohemio, de esos que afloran en el corazón de los insatisfechos. </div>
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Arrastro un pie, y luego otro. Me quito el sombrero, y peleamos por él entre giros y bemoles. Compongo un desastre que se estrella catastróficamente contra tu muslo, aún anhelante. Me desvías por el buen camino, tras todos los esfuerzos que me costó sacarte esa sonrisa trémula. Te odio, y te quiero, y te sigo extrañando en una noche de inquietudes y pesares. Cómo me gusta ese hoyuelo tuyo tras cuatro hamburguesas infranqueables. Ay, mi diminuto armario de más de un millón de pesares. Me inspiras, y me sabes a melocotón entre los enjambres que acompañan tus más pequeños ademanes. La prosa nunca fue lo mío, pero definitivamente sí los manjares de la carne, que te esfuerzas por disimular entre calambres de otras edades. </div>
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¿Sabías acaso del divorcio de los alemanes? Tus amigos me mostraron tus virtudes y me enseñaron a amar, Francia me dejó un gran champagne, los italianos un irrefrenable sentimiento de odio hacia aquellos ademanes, tan ajenos a mi mediterránea España. Otro giro, y gano yo. Dame otro beso que no me acuerdo de cómo sabías tras tres caladas. Se entremezclan la cordura y la fama. Tú me inspiras, como Jobs a la tecnología precaria. Me recuerdas a las dietas de los bajos fondos, esos que juré respetar. Y entre la neblina y la muchedumbre, sólo un fa. Cómo te quiero, vida mía. Te adoro más que los perros a la noche, más que Spielberg a Ryan. Más que los argentinos a vos. Convulsiono como una ingrata. </div>
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Me pongo mis delicadas perlas y me visto de fulana. Ya sabes cuánto me gusta deleitarme con las más astutas nimiedades. Sólo tú lo sabes. Te debía un escrito, y tuyo es. Porque sólo tú sabes cómo, y sólo tú sabes dónde. También sabes por qué, aunque sólo tú sabes también por qué eso no es en absoluto importante. Mi cabeza da vueltas, como en un <i>Vie en Rose</i> descompasado y estridente que nadie entendería, ni siquiera tú. Te gané una vez más, frente a ti, dos extraños bailando en una pista vacía. Ya no lloro ni una lágrima. Me volviste fría al comprobar que ya no necesitaba ripiar por un amor que rechacé, que ya no volverá. </div>
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Las piernas vuelan a placer, la mente gira entre la muchedumbre, los ojos se centran en un pecho amplio y firme. Mi hueco -siempre mi hueco- me muestra el amor que, de cuando en cuando, me convierte en muchacha inocente y artista. Un dedo, un símbolo, un arpegio que me devuelve a la vida de mi siglo postmoderno y frugal. Teclea con precisión, observa con criterio y vuelve a mí. Porque estoy aquí, expectante de ese maldito beso que sigo esperando. Ayer me limité a devolverte la mirada desde el otro lado del ruedo, y aún estoy aquí postrada esperando que las manos me guíen en un escrito delirante de besos a medianoche, de pasos a mediodía. Pescado o carne. Esa es la cuestión.</div>
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Vislumbro tus ojos, óculos penetrantes, que me animan a seguir escribiendo a camino entre Cela y Silvio. Hoy es noche de tango. Dame un sí en el bandoneón que me embriague toda una semana, que me recuerde que la gasa de nuestro amor no murió si no ayer, sino mañana. </div>
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Pon el despertador a las dos, que la alondra cantará y Cookie querrá un poco de ese mismo amor. No huyas, no sientas terror, que Dios clamará por tu perdón. Ay mi cumparsita, que tanto has luchado por moverte entre lazos y apremios, entre palabras y comprensiones incomprensiones. Entre preguntas de antiguos amores descarriados. Qué lástima que tu cabeza no siga esta locura. Qué pena que el olvido no pueda siquiera salvarme. </div>
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Desde el balcón recuerdo cada gesto, y esa manera tan seductora de comer chocolate. De bailar bajo el neón desbordante. De acariciar a extraños intocables. Verborrea. Eso es lo más frustrante. No me quites el sombrero, que nos mira mi madre.</div>
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Llámame algún día, o al menos, ámame entre manjares. Que hoy sólo deliro entre los de tu clase. Me cortaste un pelo, o solo medio. Sólo el tango lo sabe. Dame ese anillo y abre. Delírame. Sólo abre.</div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-60773322849524662082018-07-31T21:08:00.002+02:002018-10-26T09:01:58.552+02:00Lucas<div style="text-align: justify;">
Eran poco más de las seis de la mañana, y el mundo entero estaba patas arriba. Lucas suspiró de nuevo, casi con desánimo, dejándose llevar -una vez más- por la avariciosa sensación de tomarse una copa más. No se acordaba de la última vez que amanecía sin resaca, pero tampoco le importaba mucho. </div>
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Reptó medio inconsciente hasta la cocina y descubrió que ya sólo quedaba una litrona de cerveza que unos días antes había abandonado a medias, vencido por la borrachera, ya sin gas y con cierto sabor a nevera.</div>
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Se sentía deprimido y algo rancio, como el ambiente de su salón, viciado por el humo y el olor concentrado a whisky barato. Cogió un disco al azar de la estantería y lo metió dentro del reproductor. Tenía ganas de animarse un poco y olvidarse de la abulia que le consumía desde hacía ya más de diez meses. Se tumbó en el sofá, esperando a que sonara la primera canción, con la esperanza de que se tratara de algún <i>hit</i> del verano del 82. Pero se sorprendió sobremanera cuando se encontró con uno de los más -tétricos y deliciosos- nocturnos de Chopin. Movió la cabeza al son de la melodía, como lo hacen los macillos del piano. Dio un sorbo a aquel brebaje repugnante y disfrutó de cada nota, sintiéndose de nuevo un niño, cuando merendaba en casa de su abuela pan con chocolate. Cuando jugaba al escondite y la emoción le perseguía, cuando el viento tenía ese ligero punto placentero. Y se planteó una vez más qué era la muerte, para qué servía, por qué estábamos vivos. Nunca entendió lo que que era la vida, ni falta que le hacía...</div>
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Y de nuevo se acordó de Laura, aquella chica de mirada penetrante que le conquistó el corazón en su juventud, a pesar de que la cosa nunca llegó a mayores. Recordaba su sonrisa inquieta, y su forma maravillosa de oler los bombones antes de dar el primer mordisco. Se acordó de Laura, y se maldijo por no haber tenido la valentía de invitarla aquel mes de julio a tomar un helado y dar un paseo juntos. </div>
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Ahora Lucas se enfrentaba a la peor de sus suertes. Había pasado gran parte de su vida adulta cuidando de una mujer enferma. Se había casado con ella, aunque aún no recordaba muy bien por qué. Hizo acopio de todas sus fuerzas por recordar el día en que la había conocido, sentada en un parque con un vestido fino de algodón. Parecía una mujer delicada, aire fresco, como hierba recién cortada. Salieron juntos apenas unos meses antes de que ella le dijera que padecía de leucemia. Fueron unos años muy duros, en los que él se sintió responsable de ella. Era tan vulnerable y estaba tan sola y tan enferma, que no se le ocurrió nada mejor que proponerle matrimonio para aliviar -de alguna forma- su pena. Y así pasaron los días, y los meses, hasta que María murió, un frío día de diciembre. Él sostuvo su mano hasta el final, y al entierro no fue nadie más que su antiguo jefe y una prima lejana de Almería. Quisieron decir que todo se había celebrado en la más estricta intimidad, pero sólo él sabía que nadie más quiso ir al entierro de una enferma solitaria y terminal. </div>
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Nadie sabía mucho de ella. Sólo que era una pobre alma hundida, abandonada a su suerte nada más nacer, criada en un orfanato de monjas desde los primeros tres días de vida hasta que conoció a Lucas, que juró cuidarla hasta el día de su muerte. Y él sólo sentía que lo único que había hecho en su vida era velar a una moribunda durante años, con sus altibajos y sus miedos, y quedarse con una mísera pensión de viudedad que al menos cubriría los gastos de su más que evidente alcoholismo. </div>
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Lo que Lucas no se atrevía a decir, ni siquiera a sí mismo, era que siempre había odiado a esa mujer. Le hizo gracia los dos primeros días, cuando acababa de asumir que jamás llegaría a nada con Laura. Pero nunca la había amado y quizá por eso la odiaba. Era su penitencia. Odiaba su forma de vestir, odiaba su manera de hablar, pero sobre todo, detestaba el olor que se quedaba en la habitación después de hacer el amor. Siempre pensó que rompería con ella antes de dar un paso más, pero en el momento en que María le confesó su enfermedad, le pareció inhumano abandonarla. Aún conservaba ese extraño sentido del honor que había heredado de su padre y que le impedía decir a una mujer en su lecho de muerte que se negaba a ser su esposo, aunque fuera sólo por unos días.</div>
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Y así llevaba casi un año, arrepintiéndose de sus decisiones, rezando a todos los dioses en los que creía - y en los que no- por que le dieran la paz que no sabía encontrar dentro de sí mismo. Y así llevaba también la misma cantidad de tiempo, si no más, pensando en la única mujer a la que había amado y había dejado escapar, por otra a la que había llegado a odiar por un sentimiento ridículo y antiguo. Y la culpabilidad le carcomía por dentro por decir esas palabras de una difunta, de su esposa, porque no era capaz de verbalizarlos en voz alta.</div>
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Quiso alejar todos esos pensamientos, y se centró en el nuevo nocturno que sonaba en el ya malgastado gramófono. Al fin y al cabo, era lo único que le quedaba de su mujer. Y con cada bemol y cada arpeggio se fue quedando dormido, como cada noche, en un plácido sueño etílico. Pero toda la culpabilidad y toda la pena acababan yéndose, aunque fueran unas horas, para no volver hasta el día siguiente. </div>
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Y entonces la música dejó de sonar. Y Lucas durmió.</div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-42072765133286592092018-01-28T18:27:00.001+01:002018-01-28T18:30:55.913+01:00Ir sola a por hamburguesasHe oído que ayer fuiste sola a por hamburguesas. Pero tú eres mi otra mitad. He conocido a muchos hombres en este impasse. Quizá peco de libertina, o puede que de liberal. Pero, al fin y al cabo, qué es lo que importa. Dan igual todos los poetas, los ligues de una noche, y todas las copas de champagne francés (cava? En serio?). Cualquier persona que te ofrezca cava no merece la pena. Tengo óvulos fuertes, como mis abuelas. Tengo sentimientos fuertes, como mis padres. Y tengo alumnos fuertes, como mi cartera de clientes. Da igual que bebas tanquerai o london. Al fin y al cabo, siempre estás tú al final. Soy un asno en el amor. Como decía Shakespeare....losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-27815394796851995872017-08-30T19:24:00.001+02:002017-08-30T19:24:51.759+02:00A mi Churri<div style="text-align: justify;">
Sólo hoy, porque te quiero, puedo devanarme los sesos buscando una serie de adjetivos que describan este enamoramiento loco -casi maternal- que te acompaña. Recuerdo el día en que naciste. Fui a verte al hospital, y alguien me ofreció a escondidas una caja de lenguas de gato. Tenías los ojos cerrados, como con miedo a mostrárselos al mundo. Pero los abriste así, sin previo aviso, y me miraste embelesada, sabiendo de manera tácita que jamás te haría daño. </div>
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Con manos diminutas, y un gesto malhumorado, rebusqué en tus pensamientos alguna idea de qué soñabas, sin lograr apenas resultados. Y es que estás ahí, en realidad siempre has estado. Recuerdo los pucheros que hacías al saberte sola en el salón, o los berridos después de la siesta. Recuerdo cómo encontrabas mis cosas bajo la cama antes de una buena juerga -a mi manera-. Y recuerdo, sobre todo, los momentos que compartimos tras muchos días en vela. <i>Buenas noches, que duermas bien y hasta mañana.</i> Noche tras noche, día tras día...</div>
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Este año te vi vestirte de gala, como tantas veces antes. Pero ahora es distinto, porque ya nunca más saldrás de mi casa. Con traje verde -verde Esperanza-, y mirada aún inocente, como tus alas, decidiste viajar lejos, romper un poco mi alma. Y por eso te quiero, y por eso me embalsamas. Porque sólo tú -sólo tú- sabes bien cómo me atrapas. Porque sólo tú sabes que a él también le quiero, y que le perseguiré hasta el fin del mundo si de alguna forma te mata. Porque en poco más de un mes celebraremos juntos tu boda. Y porque me alegro tanto por ti, que no hay forma posible de explicarlo sin lanza. </div>
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Dime cuándo te veo, que tu ausencia me exalta. Dime cuándo te veo, hermana, que te echo de menos. Algo me falta en el alma. </div>
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P. D. Estoy deseando ser bi-tía! Tiempo te falta!</div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqpn0K9AniKUs01GPyFP0Hq4Az1pJ7PzMdI3JMavnThnwPyo4625WH50z-cni675905WbehNaKMMWqR4dVdPBRLtwdUZNmDFGE8HTKODU65RnkscCPuYgajgnAUwDwHV5L_0GpDzFcXLgN/s1600/IMG_1756.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqpn0K9AniKUs01GPyFP0Hq4Az1pJ7PzMdI3JMavnThnwPyo4625WH50z-cni675905WbehNaKMMWqR4dVdPBRLtwdUZNmDFGE8HTKODU65RnkscCPuYgajgnAUwDwHV5L_0GpDzFcXLgN/s320/IMG_1756.JPG" width="320" /></a></div>
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losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-1416251296810294662017-06-25T14:10:00.000+02:002017-06-25T14:11:24.283+02:006. Raquel y Piluca<div style="text-align: justify;">
Para leer la primera parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/raquel.html" target="_blank">aquí (1. Raquel y Pablo).</a></div>
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Para leer la segunda parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/2-raquel-y-marta.html" target="_blank">aquí (2. Raquel y Marta).</a><br />
Para leer la tercera parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/3-raquel-y-juan.html" target="_blank">aquí (3. Raquel y Juan).</a><br />
Para leer la cuarta parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/4-raquel-y-olga.html" target="_blank">aquí (4. Raquel y Olga).</a><br />
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Para leer la quinta parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/5-raquel-y-oliver_69.html" target="_blank">aquí (5. Raquel y Oliver).</a></div>
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Raquel trató de tranquilizarse, aunque no sabía muy bien cómo. Siempre había pensado que conseguiría superar todo aquello de alguna manera mágica, que Dios o sus padres le mandarían la fuerza necesaria para enfrentarse a un problema para el que obviamente ella no estaba preparada, aunque en aquel momento, con Pablo al otro lado de la puerta poseído por los celos, pensó que probablemente moriría allí, sola y angustiada, y que nadie acudiría a socorrerla. </div>
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- No pienso abrirte la puerta -dijo ella, profundamente asustada-.</div>
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- Raquel, ábreme. Sabes que no voy a hacerte daño -sus palabras sonaban sinceras, aunque su tono no decía lo mismo-.</div>
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- Pablo, me das miedo.</div>
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- ¿Que te doy qué? -dijo él, incrédulo-. ¿Te montas en el coche de un tío al que no conoces de nada, y el que te da miedo soy yo? ¿Qué demonios te está pasando? -increpó Pablo, con un tono de voz mucho más alto de lo normal, en el que se notaba su angustia, su miedo y, sobre todo, su rabia-. Por favor, déjame entrar. Sólo quiero hablar. Te quiero más que a mi vida, haría cualquier cosa por ti, y lo sabes. Sólo quiero comprobar que estás bien y que ese hombre no te ha hecho nada. Necesito un abrazo. Te juro que no voy a hacer nada. Ya estoy mucho más tranquilo, pero necesito saber que estás bien.</div>
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Raquel se lo pensó dos segundos, pero él había dicho las palabras mágicas. Probablemente no había nadie en el mundo que la conociera mejor, y él sabía qué decir en cada momento para conseguir que ella bajara la guardia. Se acercó a la puerta lentamente, con todas sus alertas gritándole a viva voz que no le dejara entrar, pero se sentía muy sola, muy débil y, sobre todo, muy querida, así que giró la llave las dos vueltas necesarias para abrir, giró el pomo, y dejó entreabierta la puerta a modo de invitación. Él se quedó en el umbral, mirándola a lo lejos, esperando una palabra de aliento que le indicara que deseaba su compañía. Estuvieron así unos cinco minutos, en un tira y afloja visual, en el que ella no daba su brazo a torcer, y Raquel dudaba hasta de sí misma. Finalmente se deshizo de sus corazas, se dio la vuelta, y le indicó con la mano que pasara. En realidad, hacía mucho frío en la calle.</div>
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- ¿Quién era ese y por qué has salido de su coche?</div>
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- Un tío con el que he tenido una cita.</div>
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- ¿Un tío con el que has qué...?</div>
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- No te pongas tan alarmista. Ya te conté que me había apuntado a la casamentera, y éste es el primer chico con el que he quedado. Quiero apostar por esta nueva relación. Parece un hombre serio, y sobre todo, parece dispuesto a apostar por mí...</div>
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- ¿Que parece dispuesto a qué? -Pablo estaba alucinado. Nunca pensó que ella hubiese hablado en serio respecto al <i>Oráculo de Delfos</i>, y sin lugar a dudas no pensó que fuera capaz de quedar con otro que no fuera él. La rabia le consumía por dentro y empezó a golpear con todas sus fuerzas el sofá-. ¿Cómo se llama? ¿Te has acostado con él? ¿Os habéis besado? ¿Estás enamorada? -lo decía mientras golpeaba con fuerza todo lo que estaba a su alcance, dejando a Raquel con un sentimiento de inferioridad brutal, y un pánico instintivo a perder la vida-.</div>
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- Pablo, para -gritó Raquel, profundamente asustada-. ¡Para! -volvió a gritar-.</div>
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- ¿Es que no te das cuenta? Estoy perdiendo al amor de mi vida delante de mis narices y no puedo hacer nada -y entonces siguió rompiendo cosas en el salón, para la desesperación de Raquel, y la angustia de Pablo-. Yo te quiero. Te quiero más de lo que he querido a nadie. Estoy dispuesto a renunciar a mis hijos, a mi mujer, a mi dinero. Lo único que quiero es acostarme contigo cada noche, y mirarte a la cara cuando te levantas. Quiero darte besos a diario en ese diminuto lunar que tienes al lado del ombligo. Quiero ver cómo das el primer sorbo de café por las mañanas y suspiras de placer. Quiero comprarte zapatos caros porque disfrutas sintiendo el cuero en tus plantas al caminar. Quiero llevarte a los mejor hoteles del mundo y satisfacer todas tus necesidades. Quiero que seas feliz. Raquel, déjame hacerte feliz.</div>
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Y entonces Raquel se rompió de nuevo, abandonándose al placer de saberse querida. Se entregó a Pablo sin pensar, sin siquiera saber. Pero en realidad Pablo la quería. Pablo conocía sus secretos más oscuros, y la quería a pesar de todo, y se convenció a sí misma de que aquello era lo mejor, se convenció de que nadie la querría como Pablo. Y se fundió en sus brazos aquella noche, irremediablemente, una vez más.</div>
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Raquel se despertó con un desasosiego que se salía de sí misma. No se podía creer que hubiese perdonado a Pablo una vez más, a pesar de su arranque de ira. Sabía que se estaba traicionando a sí misma, y se arrepintió -una vez más- de haberse dejado llevar por la falsa ilusión del amor cuando, en el fondo de sí misma, sabía que eso era cualquier cosa menos amor. Entonces decidió llamar a Piluca, su amiga de la infancia, para compartir las noticias con ella. </div>
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Piluca se había casado hacía pocos meses y estaba embarazada de gemelos. Aunque no siempre había sido así. Piluca era para Raquel un ejemplo de superación. Hacía años ella también había estado en el hoyo de una relación complicada pero, a pesar de todo, había conseguido salir de ella, recuperar sus emociones, y encontrar a un hombre maravilloso con el que formar una familia. En el fondo sentía un poco de envidia, aunque se alegraba profundamente por ella. Sólo Raquel sabía lo muchísimo que Piluca merecía todo aquello. </div>
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Habían quedado esa misma tarde para tomar unas copas, aunque al llegar al bar de turno, Raquel se lamentó profundamente del plan al saber que su amiga se tomaría un té con leche. Y entonces se compadeció de sí misma, sintiéndose patética, pidiendo un gintonic después de comer para aligerar su lengua y el dichoso té para cuidar a las criaturas que se gestaban en el vientre de Piluca.</div>
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- Pero bueno, Raquel, ¿a qué vienen estas prisas? -empezó Piluca, en cuanto les trajeron sus bebidas-.</div>
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- Estoy muy triste. Me siento atrapada.</div>
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- ¿Pablo otra vez? - Piluca sabía lo de su aventura desde el principio. Piluca era su amiga del alma, su alma gemela, su confidente, y siempre compartía con ella hasta el más íntimo de sus secretos-.</div>
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- Sí -dijo, sin saber muy bien qué más añadir-. Ayer se volvió loco. Quedé con un tío y, cuando volví a casa, él nos estaba esperando escondido. Vio cómo me despedía de él, y no pudo resistir que le diera un beso delante de sus narices. Empezó a dar puñetazos a todo lo que tenía por delante y... -Raquel no fue capaz de continuar-.</div>
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Sus amigas ya habían empezado a formar sus propias familias y estaban ocupadas en otras cosas, y ella estaba atrapada en una relación que no sólo no le hacía feliz, sino que le hacía sufrir muchísimo. No sabía muy bien cómo romper con todo aquello y sabía que en el fondo, muy en el fondo, era una víctima de sí misma. Tenía un miedo intrínseco a la soledad del que se sentía incapaz de librarse, y seguía manteniendo la llama de lo que -quizá- un día fue, pero nunca más sería. Buscaba una vida normal, como la de todas las personas que le rodeaban, y por algún motivo incomprensible, no se sentía merecedora de conseguirlo. A cambio se conformaba con una cama caliente y un hombro sobre el que llorar que tenía que compartir con otra mujer que, a pesar de todo, era una señora de los pies a la cabeza.</div>
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- Sabes que siempre te apoyaré en todo lo que decidas -continuó Piluca- pero esta relación va a acabar contigo. Yo te voy a ayudar decidas lo que decidas. Pero no te rindas. Siempre has sido una mujer excepcional con aires de <i>femme fatale</i>. Sólo tienes que recordarlo.</div>
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- Ya... Efectivamente, se me ha olvidado. Ya no sé poner posturas seductoras, ni mirar a un hombre como antes. Se me ha olvidado lo que era que te mirasen como si fueras el mejor postre de un menú. Simplemente, he perdido mi esencia...</div>
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- Pues eso no puede ser. A ver, cuéntame lo de Oliver, y ya verás como sacamos muchas más cosas en claro...</div>
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Y entonces Raquel se sintió -un poco- como en los viejos tiempos, cuando hablaba con su amiga de sus ligues, y se reían durante horas ridiculizando antiguas historias de novios perversos en la cama, o aduladores de sus miembros, o simplemente panolis incompetentes. Raquel siempre había pensado que lo mejor del sexo era compartir la experiencia con sus amigas. Y ellas se habían pasado unas tres horas hablando de sexo. Quizá la vida no fuera tan mala, al fin y al cabo.</div>
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(Continuará...)</div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-58342253107226603392017-05-25T12:44:00.002+02:002017-06-25T14:11:14.960+02:005. Raquel y Oliver<div style="text-align: justify;">
Para leer la primera parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/raquel.html" target="_blank">aquí (1. Raquel y Pablo).</a></div>
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Para leer la segunda parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/2-raquel-y-marta.html" target="_blank">aquí (2. Raquel y Marta).</a><br />
Para leer la tercera parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/3-raquel-y-juan.html" target="_blank">aquí (3. Raquel y Juan).</a><br />
Para leer la cuarta parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/4-raquel-y-olga.html" target="_blank">aquí (4. Raquel y Olga).</a><br />
<br />
Raquel se decidió por fin a entrar en su casa. Giró el pomo con mucho cuidado ya que prefería tantear cómo estaban las cosas antes de enfrentarse a la inminente bronca que la esperaba al otro lado de la puerta. Cuando cruzó el umbral, todo parecía bastante tranquilo, y siguió en silencio. Se fijó en que en la consola de la entrada había un montón de cartas apiladas, y se detuvo a hojearlas, no porque fueran asuntos urgentes -de hecho, sólo recibía facturas de los suministros y promociones del banco-, sino por hacer un poco más de tiempo. Al instante, notó las enormes y fuertes manos de Pablo rodearle la cadera desde atrás, y encajar deliberadamente la pelvis de Raquel contra la suya. Le dio un beso en la nuca, y ella empezó a plantearse -una vez más- si estaba haciendo lo correcto.<br />
<br />
- Hola, cariño -dijo susurrando él ¿Es que acaso no se había dado cuenta ya, después de tres años largos, que odiaba que la llamase así?- ¿Qué has hecho en todo el día? -continuó, y giró a Raquel hacia él, como si fuera una pluma, para poner las bocas de ambos más cerca de lo que a ella le hubiera gustado-.<br />
- Bueno... -había llegado el momento. No sabía ni por dónde empezar, pero estaba dispuesta a ser sincera con él-. Ayer, como te dije, estuve liada. Al final acabé en un bar tomándome unas copas, y...<br />
- ¿Unas copas? -la interrumpió deliberadamente-. Pero si odias el alcohol. Y... -se inclinó sobre ella de nuevo, oliendo su pelo como un sabueso de caza- ¿Has fumado? -desde que Raquel empezó a salir con Pablo, años atrás, ella había decidido dejar de fumar, al menos delante de él, ya que -para su desgracia- estaba saliendo con un hombre de la brigada antitabaco. Ahora Pablo la miraba de manera inquisidora, como un padre cuando regaña a su hija por haber hecho algo realmente malo-. Repito, ¿has estado fumando?<br />
<br />
Raquel le miraba fijamente a los ojos, sin saber muy bien qué decir. No entendía por qué se sentía tan intimidada por Pablo, pero la realidad era que ella intentaba hablar y lo único que le salía era un ligero balbuceo, más parecido a la carantoña de un bebé que a la respuesta de una mujer adulta.<br />
<br />
- Verás, Pablo -empezó dubitativa-, como sabes llevo unos días muy nerviosa. No es que haya vuelto a fumar pero sí que he fumado un par de pitillos de vez en cuando.<br />
- Pero, cariño -y ahí iba otra vez. Si seguía así le iba a costar mucho menos darle puerta-, me prometiste que jamás volverías a fumar. Las promesas están para cumplirlas. Creo que tu palabra no tiene ya mucho valor para mí.<br />
- Y tú me dijiste que dejarías a tu mujer y te vendrías a vivir conmigo y aún estoy esperando a que cumplas tu promesa.<br />
<br />
Pablo, que hasta ese momento seguía rodeándole la cintura con los brazos, le apartó las manos enseguida, dejando a Raquel hundida y sintiéndose realmente mal ¿De verdad era un delito tan grave? Pero si no le estaba haciendo daño a nadie, como mucho a sí misma.<br />
<br />
- Raquel, a veces resultas tan inmadura -dijo él, confundiéndola aún más-. ¿Cómo voy a dejar a Marta si tú no paras de dejarme sin ofrecerme un futuro real?<br />
- Quizá si viera que quieres un futuro conmigo no rompería contigo tan a menudo -Raquel se arrepintió al instante de pronunciar aquellas palabras. Lo último que quería era alentar de alguna manera a Pablo a seguir al pie del cañón-. En fin, -trató de cambiar de tema lo más rápido posible- ¿tú qué has hecho en todo el día?<br />
- Esperarte. Como siempre -Pablo ya estaba de un humor de perros, pero Raquel estaba en racha, y le habían vuelto las pocas fuerzas que le quedaban para enfrentarse a su amante y explicarle de una vez que no estaba dispuesta a seguir siendo la querida de nadie-.<br />
- ¿No te has ido a ver a tus hijos hoy?<br />
- No me apetecía. ¿Me vas a decir de una vez dónde has estado? Y ya de paso, ¿por qué no me dices también dónde estuviste anoche? Bueno, dónde, y con quién.<br />
Raquel no era muy de rezar, pero se acordó de una oración que le había enseñado su madre cuando ella era aún una niña. La recitó mentalmente porque pensaba, de manera también inocente, que de alguna forma alguien -Dios, alguno de sus padres, la energía- le mandaba fuerza para enfrentarse a las situaciones complicadas.<br />
- Ayer estuve en un bar a las afueras. Me tomé un par de copas y volví a casa -tampoco había necesidad de contarle todo, por lo que omitió el encuentro con su mujer y la llamada a Juan-. Cuando llegué, hicimos el amor -se sentía asqueada al recordarlo-, esta mañana me he levantado con una resaca descomunal porque, aunque no era alcohol del malo, sí que bebí mucho, y efectivamente fumé todo lo que me aguantaron los pulmones. No podía verte esta mañana porque necesitaba pensar en lo nuestro, así que me he ido a hurtadillas, me he tomado unos mil cafés y luego... -se tomó un respiro antes de continuar- me he apuntado a una casamentera.<br />
- ¿Que has hecho qué?<br />
- Lo que oyes -ya había lanzado la bomba-. Me he apuntado a una casamentera. Estoy harta de ti, de tus promesas, y de que lo nuestro no avance. Estoy harta porque te he entregado los mejores años de mi vida y tú no paras de hacerme perder el tiempo. Así que se supone que en cuanto tengan a un candidato compatible conmigo, me llamarán para comunicármelo y tendremos una cita.<br />
<br />
A Pablo se le iban a salir los ojos de las órbitas. Simplemente cogió su gabardina, que estaba perfectamente colgada en el perchero de la entrada, y abrió la puerta para marcharse. Cuando estaba a punto de salir, y sin girarse siquiera para mirarla a los ojos, dijo con la voz entrecortada:<br />
<br />
- En el fondo no eres más que una pobre niña mimada, que no para de jugar con la gente a su antojo. Lo único que me consuela es que, como zorra, no tienes desperdicio.<br />
<br />
Y se fue, sin permitirle añadir ni una sola palabra más.<br />
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Raquel se quedó ensimismada al principio, y a los pocos minutos rompió a llorar desconsoladamente. Era consciente de que merecía algo mucho mejor que eso, y no entendía por qué no terminaba de creérselo. Sintió deseos de llamarle para disculparse por haberle hecho daño, y a la vez quiso correr hasta la cocina para coger un cuchillo, por si aparecía de repente, y clavárselo profundamente entre dos costillas. Con Pablo siempre era todo así de intenso, y puede que estuviera enganchada a esa relación que la hacía sufrir cada día, cada instante, cada milésima de segundo de su vida.<br />
<br />
Se pasó la mañana como una zombie, yendo de un lado a otro sin rumbo fijo, sin siquiera saber muy bien qué hacer. Pensó en llamar a Piluca, su amiga de la infancia, pero tampoco estaba de humor para escuchar una reprimenda más. Las últimas palabras de Pablo resonaban en su cabeza como un martillo y, en el fondo, gracias a cosas como esta, al final siempre acababa dejando a Pablo.<br />
<br />
Se sirvió una copa más de vino, consciente de que esa era la peor resaca de toda su vida. Subió al primer piso dispuesta a ver compasivamente los grandes clásicos románticos de Hollywood, y se ensimismó recordando a nivel mental sus escenas favoritas. Pensó en que quizá podría empezar por <i>Lo que el Viento se Llevó</i>. Se disponía a buscar la caja para poder meter la película en el reproductor, cuando recibió un mensaje de lo más desconcertante:<br />
<br />
<i>El Oráculo de Delfos se enorgullece de presentarle a su pretendiente: Oliver es un joven de 37 años, rubio, alto y de ojos azules. Está soltero y ha demostrado modales exquisitos. Le encanta la música y el deporte, tiene hábitos de vida saludables y un trabajo estable. Está deseando enamorarse y formar su propia familia.</i><br />
<br />
Raquel tuvo que leer el mensaje varias veces ¿Aquello era una broma? ¿Había resultado que la casamentera no era más que un mercado de carne, en el que presentas una candidatura con logros y cualidades? ¿Y qué demonios le habrían dicho al tal Oliver de ella?<br />
<br />
No tuvo tiempo de pensar mucho más, porque mientras se hacía las mil y una preguntas, le llamó su primer pretendiente del momento, con el que estuvo hablando más de una hora, y acto seguido decidieron quedar esa misma tarde para conocerse y salir de dudas. Raquel pensó que algo malo tendría que tener ese chico porque, al menos sobre el papel, parecía el hombre perfecto para ella. Se sentía nerviosa, un poco frívola, y casi adolescente. Comió algo, decidió dejar de beber, se dio una ducha, y empezó a ponerse guapa para Oliver.<br />
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<br />
A las seis en punto Raquel ya había llegado a la cafetería que habían acordado, pero no había ni rastro de él. Detestaba la impuntualidad, odiaba que le hicieran esperar, pero sobre todo, no podía soportar que no hubiera llegado él antes, ansioso, expectante, deseando conocerla en persona.<br />
<br />
Al cabo de 10 minutos, él se presentó, y Raquel comprendió entonces dónde estaba el fallo de aquel hombre. De rubio no tenía nada porque estaba más calvo que una bola de billar, aunque al menos sí que era alto y tenía los ojos azules. Ella le explicó que él era el primer chico con el que quedaba y le contó que estaba nerviosa, a lo que él contestó amablemente que no iba a permitir que su encuentro fuera tenso, así que se esforzaría por tranquilizarla y hacerla reír. Entonces Raquel sintió alivio, y se centró únicamente en disfrutar.<br />
<br />
Descubrió que su curioso acompañante era extranjero pero estaba viviendo en Madrid por trabajo. Tenía un ligero acento británico que le recordaba un poco a Mark Darcy, y vivía solo en una zona de moda del centro. Así, de primeras, le pareció un tipo normal y -siendo sincera consigo misma- era lo único que buscaba. El encuentro duró lo que tardó en acabarse el café y, aproximadamente una hora más tarde, él la acompañó hasta su coche, comportándose siempre como un caballero y, prometiéndole que la llamaría para una segunda cita.<br />
<br />
Efectivamente cumplió su palabra, y al cabo de un par de semanas, la invitó a una diminuta marisquería de las afueras en la que todo el mundo parecía conocerle bien. No sabía si sería el dueño o solo un cliente habitual, pero les dieron un trato preferente, y Raquel se sintió entusiasmada por tanta atención. Pudieron hablar de cultura, de los últimos viajes a los que habían ido, de trabajo, de expectativas. Y parecía que todo marchaba estupendamente. A Raquel le pareció un hombre adecuado y Oliver debió de pensar lo mismo porque en ningún momento puso objeción alguna.<br />
<br />
Tras la cena, se tomaron una copa en un chillout estupendo, en el que servían ginebras premium de importación con tónicas de autor y, una vez más, Raquel supo reconocer el esfuerzo de Oliver por impresionarla. Siguieron hablando, como si las palabras salieran solas, despedidas, como si ambos quisieran exprimir el momento, como si fuera la última vez que pudiesen tener una cita. Y ya, a eso de las cuatro de la madrugada, él la llevó por sorpresa a un local de bailes latinos, y se pegó a ella un poco más de la cuenta para enseñarle los pasos del merengue y la bachata.<br />
<br />
Hacía años que Raquel no había salido hasta tan tarde con alguien, de hecho hacía años que nadie la había visto bailar. Y se sintió bien. Ya no estaba nerviosa, sino feliz, porque aún era joven, y había mundo más allá de su enorme casa, más allá de su ridícula sequía artística y, sobre todo, más allá de Pablo.<br />
<br />
Unos dos o tres días después de la salida con Oliver, volvieron a quedar. Esta vez para una cena más tranquila en un diminuto italiano que había elegido Raquel. Hacían una pasta casera deliciosa, y probablemente el mejor tiramisú del mundo. La cena fue bien, aunque algo había cambiado. Quizá la energía no era la misma, quizá simplemente la vez anterior habían estado un poco achispados, o puede que solo era que la cosa no funcionaba. Comieron rápido, él pidió los restos para llevar -lo que a Raquel le pareció profundamente ruin-, y se ofreció a llevarla a casa. Ella aceptó, se montó en su deportivo de soltero, y unos diez minutos después ya estaba en casa. Miró el reloj y se sorprendió de que no fueran ni las diez de la noche aún. Y entonces Raquel no pudo evitar pensar en Pablo, en cómo siempre la acompañaba a casa, en su manera de pedir en los restaurantes la comida que a ella le gustaba, en las noches que aparecía en su casa con un ramo gigante de rosas frescas. Pensó en los momentos que había vivido con él, y le pesaron en el alma. Sintió cómo se le resquebrajaba el aliento, cómo se iba partiendo por dentro, cómo se liberaba de todas sus ansias. Pensó en llamarle, pero aquella última frase aún le carcomía en la conciencia. Entonces oyó cómo alguien aporreaba la puerta de su casa. Se asustó, y salió corriendo hacia la entrada.<br />
<br />
- ¿Quién anda ahí? -preguntó con voz temblorosa, asustada-.<br />
- Soy yo, ábreme -era Pablo, que gritaba entre agresivo y moribundo desde el otro lado. No paraba de dar golpes con todas sus fuerzas y, por un momento, Raquel pensó que iba a echar la puerta abajo-. Acabo de ver que salías de un cochazo con un tío. ¿Y ese quién era?<br />
<br />
(Para leer la siguiente parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/06/raquel-y-piluca.html" target="_blank">aquí</a>)</div>
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Para leer la primera parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/raquel.html" target="_blank">aquí (1. Raquel y Pablo).</a></div>
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Para leer la segunda parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/2-raquel-y-marta.html" target="_blank">aquí (2. Raquel y Marta).</a><br />
Para leer la tercera parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/3-raquel-y-juan.html" target="_blank">aquí (3. Raquel y Juan).</a></div>
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Raquel se despertó en mitad de la noche, y le costó un poco centrarse en recordar todo lo que había pasado el día anterior. Le dolían aún los pies a rabiar y tenía una resaca descomunal. Se prometió a sí misma que no volvería a beber en su vida. Ya puestos, se prometió no volver a beber, ni a fumar, ni a caer en las redes de Pablo, ni de Juan, ni de cualquier otro galán que se le cruzara por el camino. Se sentía fatal.</div>
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Salió de la cama, aún completamente desnuda, y fue a trompicones hasta el cuarto de baño que se encontraba en la habitación contigua. Se miró en el espejo y sintió lástima de sí misma al comprobar que parecía que le hubieran pegado una paliza. Tenía todo el maquillaje corrido, el rímel le llegaba casi hasta la barbilla, y tenía unas ojeras tan grandes que parecía un oso panda. Abrió el grifo y se inclinó sobre el lavabo para dar un par de sorbos largos de agua. Tenía muchísima sed y sentía la lengua acartonada. Oyó que Pablo la llamaba desde el dormitorio para que volviera a la cama, pero decidió fingir que no le había oído deliberadamente, cerró la puerta de un golpe, se tapó con la bata de seda que estaba colgada en la pared y se sentó en el retrete para tratar de ordenar sus pensamientos. </div>
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Lo único que le consolaba era que no había llegado a quedar con Juan la noche anterior. Eso hubiera sido uno de los peores errores de su vida, pero no por el hecho de verle, sino por sus intenciones al haberle llamado. Sintió alivio al saber que aún le quedaba algo de cordura a pesar de su insistencia en hundirse muy profundamente en el hoyo de la insensatez y la soledad. </div>
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Se incorporó de nuevo, dispuesta a no tirar todo por la borda, y se dio una ducha de una hora. Necesitaba relajarse, sentir el agua caliente aligerando el profundo dolor que le estaba matando la espalda, notar cómo el chorro caía desde su cabeza hasta sus pies, y cómo los problemas parecían irse también por el desagüe. Cuando salió, se envolvió con la toalla, tratando de cubrir su cuerpo al máximo, y volvió al dormitorio para vestirse lo más rápido posible. Una vez en la habitación, anduvo a hurtadillas para evitar despertar a Pablo porque sabía que si la viera prácticamente desnuda la haría volver a la cama y, a decir verdad, era lo último que necesitaba en aquel momento: sexo por culpabilidad.</div>
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Se puso la ropa interior a toda pastilla, y se decidió por unos vaqueros y una camiseta ancha. No sabía lo que haría ese día, pero estaba claro que no se iba a ir a una gala de etiqueta, por lo que pasó de todo, salió de la habitación, bajó las escaleras de dos en dos, cogió su bolso de piel de serpiente y se fue de casa, consciente de que Pablo la llamaría de un momento a otro para hacerle el clásico interrogatorio de <i>¿a dónde has ido un martes a las seis de la mañana?</i>, a lo que ella respondería lo primero que le viniese a la mente para evitar decir la verdad -una vez más-. Entonces le mandó un mensaje explicándole que necesitaba estar tranquila y pasar un día a solas, y acto seguido apagó el móvil. Tenía ganas de irse al aeropuerto y coger el primer avión que saliese, pero se dio cuenta de que no estaba viviendo el argumento de una película americana, y sabía también que los problemas no se solucionaban huyendo de ellos. </div>
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Necesitaba un café, pero no quería ir al bar de la esquina porque no le apetecía encontrarse a ningún conocido o vecino y tener que ser educada con todo aquel que se cruzara en su camino, por lo que callejeó durante unos diez minutos hasta que dio con una cafetería decente que estaba abriendo en aquel momento. Ese día no se sentía como una diva digna de tacones y barras, así que se abandonó a toda la humildad que fue capaz de reunir, y se sentó en una silla baja, normal, de las de toda la vida, y se puso las gafas de sol ya que estaba amaneciendo y la luz empezaba a destrozarle las corneas. Pidió un café con leche y el periódico del día. Necesitaba distraerse de sus diálogos internos negativos, y no se le ocurrió mejor forma de hacerlo que leyendo las verdaderas tragedias del mundo. Era una niña malcriada sintiéndose así de mal cuando la gente moría de enfermedades horribles, o en la guerra, o incluso de hambre. Y su único problema era que no conseguía tomar las decisiones acertadas en su vida, lo que le producía una constante y molesta sensación de infelicidad. Abrió el periódico al azar, y se sorprendió al descubrir que aún existía la sección de ofertas de empleo. Echó un vistazo por curiosidad. Raquel no había trabajado en su vida. Sus padres habían fallecido en un accidente de avión cuando ella era muy joven, dejándole una herencia multimillonaria con la que podría vivir mil años a todo trapo. Eso sí, odiaba hablar de ello, y casi nadie lo sabía, por eso trataba de vivir de la manera más austera posible. Y por eso también había dado carpetazo años atrás a Milo, el canalla cazafortunas del Nuevo Mundo.</div>
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Siguió leyendo el diario, sin prestar demasiada atención a las noticias, centrándose básicamente en los titulares y poco más. Se sorprendió también al descubrir que había páginas enteras con publicidad. Pensaba que los anunciantes ya no se planteaban los medios tradicionales pero, al fin y al cabo, puede que el mundo no fuera tan moderno como Raquel pensaba. Estaba leyendo por encima una noticia cuando un publirreportaje en la página contigua llamó su atención. Se llamaba <i>El Oráculo de Delfos</i> y, aunque a Raquel siempre le había parecido que la antigua mitología griega era una idiotez, también le apetecía saber de qué iba aquel artículo. Descubrió con curiosidad y recelo que la dueña de aquel gabinete amoroso juraba que podía presentarte a tu pareja ideal en pocos meses. Se sintió atraída por la idea de que el amor fuera tan fácil, y una vez más, se agarró como un clavo ardiendo a ese nuevo planteamiento. Arrancó disimuladamente la hoja del periódico en la que estaba el número y los datos de contacto de <i>El Oráculo de Delfos</i>, y decidió llamarles más adelante, puede que ese mismo día cuando abriesen la oficina. Al fin y al cabo, no tenía nada que perder. </div>
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Tres cafés más tarde, le pidió al dueño del bar si le dejaba llamar desde su teléfono fijo. No tenía la más mínima intención de encender su móvil, ya que se encontraría con un millón de llamadas de Pablo y no le apetecía hablar aún con él, y sintió cierta nostalgia al recordar aquella época en la que la ciudad estaba plagada de cabinas y no tenía la necesidad de andar pidiendo favores a nadie. </div>
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Oyó la voz de un hombre al otro lado de la línea, y tras una breve introducción absolutamente estándar, pidió cita para media hora más tarde. La oficina no estaba muy cerca, pero podía coger un taxi y llegar a tiempo. Colgó, agradeció al dueño su amabilidad, le pagó sus múltiples cafés, y salió a la calle haciendo movimientos casi espasmódicos con la intención de conseguir un maldito taxi en la menor cantidad de tiempo posible, y unos diez minutos más tarde estaba sentada en un comodísimo asiento de cuero marrón, con la mirada perdida, y la ilusión renovada. Se sintió ligeramente alocada, como antes, y le encantó descubrir a esa Raquel que podía improvisar cualquier plan en cuestión de segundos. El trayecto se le pasó volando, y casi sin darse cuenta, estaba en la puerta de <i>El Oráculo de Delfos</i>. No sabía muy bien qué hacer. Se sentía un poco ridícula. Era joven y aún estaba de buen ver, no tenía hijos ni ningún tipo de carga, tenía dinero en la cuenta y suficientes amigos. Y aún así, no se sentía capaz de encontrar una pareja con la que compartir su vida de una manera plena, equilibrada, y sobre todo, normal. Se tomó un par de segundos más para respirar profundamente, y cuando se sintió preparada, llamó al telefonillo. Inmediatamente una voz la invitó a pasar. Ella empujó la puerta y se encaminó altiva y expectante a su siguiente aventura.</div>
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No habían pasado ni cinco minutos cuando Raquel se dio cuenta de que se encontraba en el sitio correcto. Después de subir andando las escaleras hasta el segundo piso, se presentó y la pasaron a un amplio despacho de lo más refinado, con un escritorio precioso de estilo inglés. Al otro lado de la mesa estaba sentada una rubia despampanante, con los ojos achispados. La señora se levantó para presentarse, le tendió la mano a modo de saludo, le ofreció un café, y al ella rechazar su amable oferta, ambas se sentaron, cada una en su lado correspondiente.</div>
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La rubia, que se llamaba Olga, tenía un ligero acento extranjero que parecía ruso, aunque no estaba segura de aquello. Empezó preguntándole cómo había conocido la agencia, y ella explicó lo del anuncio en el periódico. Tras varias preguntas de cortesía, más por romper el hielo que por curiosidad, Olga le explicó cómo funcionaba el servicio, le dio un folleto con sus tarifas, y le habló de estadísticas y resultados. Raquel no sabía si aquello sería el timo de la estampita o una empresa seria, pero en realidad no le importaba lo más mínimo. Tenía sed de aventuras, necesitaba ampliar su círculo social pero, por encima de todo, quería pasárselo bien. Así que le dio su visto bueno, firmó las cláusulas de confidencialidad, pagó la indecente cantidad que le pedían, y comenzó a responder al exhaustivo cuestionario que garantizaba el éxito en las andanzas amorosas.</div>
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- Bueno Raquel, me alegro de que te hayas animado. Ya verás cómo te vas a alegrar enseguida de haber dado el paso. Hay mucha gente que no viene porque se consideran bichos raros, o porque piensan que las personas que llaman a la agencia sí que lo son. Pero la realidad es que aquí viene gente de todas las edades y clases sociales. Te sorprendería si pudieras ver nuestra base de datos -Raquel debió poner cara de pilla, porque inmediatamente Olga añadió-: lo que obviamente no puedes hacer. Pero bueno, empecemos con la entrevista. En primer lugar, ¿qué buscas en una pareja?</div>
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Raquel se quedó pensativa. Jamás se había hecho esa pregunta a sí misma, y se dio cuenta de lo importante que hubiera sido ir allí con las cosas un poco claras. Otra vez esa impulsividad que en la mayoría de los casos se convertía en un arma de doble filo. Se limitó a improvisar y responder lo primero que le venía a la mente.</div>
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- ¿Qué busco? Mmm -suspiró, haciendo ver que se pensaba la respuesta, más por aparentar tener cierto criterio que por estar inventándose algo que decir que no fuera una estupidez-. Busco enamorarme, me encantaría encontrar a un hombre que me quisiera con locura, que me cuidara cuando me pongo mala, y que quisiera formar una familia.</div>
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- ¿Tienes claro que quieres ser madre?</div>
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- Sí -respondió, para su sorpresa, sin siquiera pestañear-.</div>
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- ¿Sabes cuántos hijos te gustaría tener?</div>
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- Pues la verdad es que no lo sé. Supongo que esas cosas hay que ir viéndolas. Creo en la paternidad responsable, por lo que tendré los hijos que me pueda permitir no sólo a nivel económico, sino también a nivel físico y emocional. No quiero sobrecargarme y acabar contratando a una interna que sea la que realmente eduque a mis hijos. Eso sí que lo tengo claro.</div>
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- Pero aún eres joven.</div>
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- Ya lo sé, pero no tiene nada que ver con eso. Puede que con dos me plante porque la situación me supera o, por el contrario, me anime y tenga seis. Quién sabe. Ya se verá...</div>
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- ¿No te planteas ser madre soltera?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sï, me lo he planteado muchas veces, pero al final siempre descubro, de una manera profundamente egoísta, que quiero que el padre de la criatura me ayude. Y si pienso con detenimiento, también quiero que se involucren en la educación de mis niños.</div>
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- Bueno, veo que tienes las cosas bastante claras. Cambiemos de tema: ¿a qué te dedicas?</div>
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- Estudié Bellas Artes en la universidad porque quería ser pintora, pero ahora mismo estoy pasando por lo que podríamos definir como un periodo de sequía artística.</div>
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- ¿Ah, sí? ¿Y en qué consiste?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Básicamente en que no puedo pintar. No paro de obligarme a sentarme frente al lienzo en blanco y todo lo que hago es pura basura, copias baratas de otros artistas, pero nada de lo que me pueda sentir orgullosa y mandar a una exposición.</div>
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- Ya veo. ¿Te había pasado esto antes?</div>
<div style="text-align: justify;">
- No, pero la sequía lleva ya unos cuantos años.</div>
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- ¿Y de qué vives?</div>
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Se hizo un silencio incómodo, y Olga se dio cuenta enseguida de que Raquel no quería responder a esa pregunta. Trató de tranquilizarla lo mejor que pudo:</div>
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<div style="text-align: justify;">
- No te preocupes. Es sólo un dato más a tener en cuenta a la hora de ver las expectativas de tu futuro marido. Hay mujeres que desean ser amas de casa y son claras desde el principio, de la misma manera que hay hombres que no quieren mantener a sus mujeres y también lo dicen.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ya... Yo tengo una pensión vitalicia. Mis padres fallecieron hace unos años y me dejaron lo suficiente para ir tirando -una vez más, no había sido del todo sincera, ni siquiera con su recién estrenada casamentera, pero no se sentía capaz de presentarse como una cuenta andante en Suiza, sino como Raquel, solitaria y evasiva, crítica incólume, artista casi retirada-.</div>
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- ¿Y cuánto te gustaría que él ganara?</div>
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- A mí eso me da igual.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y a qué te gustaría que se dedicase?</div>
<div style="text-align: justify;">
- También me da igual.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Hay alguna profesión que detestes? Por ejemplo, hace tiempo llegó una mujer que decía que detestaba a los abogados y que jamás podría estar con uno...</div>
<div style="text-align: justify;">
Raquel miró al cielo, pensando que había gente realmente estúpida por el mundo. Se limitó a sacudir los hombros para dar a entender que le importaba dos pimientos si era barrendero, economista o vendedor ambulante. Y terminó haciendo un gesto con la mano para indicar que podían continuar con el interrogatorio.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Muy bien -siguió Olga-. ¿Te gusta viajar?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Me encanta.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Sí? ¿Cuándo y a dónde te fuiste por última vez?</div>
<div style="text-align: justify;">
- El mes pasado fui a París unos cuantos días a visitar a un amigo que es el dueño de una afamada galería de arte. En realidad no hice nada de turismo. Sólo fui en busca de inspiración, y como puedes comprobar, no sirvió de mucho. Eso sí, disfruté inmensamente de la ciudad, como siempre.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ya veo. ¿Y antes de esa vez? ¿Algún gran viaje?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Claro, el verano pasado fui a la India. Recorrí el país de arriba a abajo, algunas partes de mochilera y otras en hoteles preciosos. Hay que ver los contrastes que existen dentro del mismo país. En realidad, dentro de la misma ciudad.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ya -dijo Olga-. Yo pensé lo mismo cuando estuve hace unos años. ¿Te gustó?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, aunque no es mi país favorito. De hecho, dudo mucho que vuelva.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Por qué?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ver la pobreza, sentir la miseria, me mata. No puedo soportarlo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y tienes algún destino nuevo en mente?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, este verano quería irme a Cuba, aunque no sé si lo conseguiré.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Por qué no?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Porque tengo que encargarme de unos asuntos pendientes de la herencia y voy a aprovechar el verano, que ya está a la vuelta de la esquina, para poner todo en orden.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Comprendo... Bueno -siguió-, y ¿cómo te imaginas al hombre de tus sueños?</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Que cómo qué? -Raquel se quedó pasmada, sin saber qué responder a aquello-. Pues como un príncipe azul, ¿no? Aunque soy consciente de que eso no existe.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí -dijo Olga entre risas-, pero si te imaginaras al hombre perfecto para ti, ¿cómo sería?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Pues -empezó de forma pensativa- debería ser alto y fuerte, de ojos azul intenso y cabello rubio al viento. Con una personalidad arrebatadora, de esas que te arrastran a hacer cosas que jamás hubieras imaginado. Me gustaría que me hablara con respeto y ternura, que desease ser padre tanto como yo, que no necesitase mi dinero, que fuera educado y de buena familia y que fuera bueno en la cama -Raquel se sorprendió a sí misma por lo superficial que estaba siendo. En realidad ella no era así en absoluto, y miró desesperada a Olga mientras apuntaba todo lo que ella iba diciendo en el ordenador. Quizá lo que Raquel estuviera describiendo fuera la contraportada de un folletín al más puro estilo de Corín Tellado, pero ella le pedía mucho más a la vida, y precisamente por eso había acabado sentada en el despacho de la casamentera contando sus miedos, sus expectativas y sus fracasos a una rubia rusa a la que no conocía de nada-. Perdona, Olga, pero si no te importa voy a empezar de nuevo. Creo que estaba nerviosa y me he dejado llevar por el momento. -Se tomó un segundo para reflexionar sobre lo que diría a continuación, y siguió hablando-. Para mí el hombre perfecto sólo tiene que tener una cosa: pasión. Pasión por la vida, pasión por su trabajo, pasión por su familia. Sólo eso: pasión.</div>
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Olga le devolvió la mirada con cierta admiración, y le hizo la que sería la última pregunta del día.</div>
<div style="text-align: justify;">
- No entiendo nada. Eres joven, guapa, rica, divertida y culta. ¿Qué hace una chica como tú necesitando de mis servicios? Te voy a ser sincera, no es lo normal recibir a clientas tan fantásticas. Creo que voy a tardar muy poco en emparejarte. De hecho, tengo ya en mente a un par de candidatos que podrían encajar contigo. Y ya sabes: somos las mujeres siempre las que decidimos cómo, cuándo y con quién.</div>
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<br /></div>
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Raquel se quedó con la última frase de Olga en la cabeza. Al terminar la entrevista, ambas se levantaron de sus respectivas sillas, y la casamentera tuvo la amabilidad de acompañarla hasta la puerta. Se dedicaron una despedida de cortesía, Raquel bajó las escaleras también andando, y al salir a la calle, vio incrédula que estaba lloviendo. Normalmente le molestaría estropearse su precioso peinado de peluquería, pero ese día se sentía liberada por primera vez en años, así que empezó a caminar, notando cómo se empapaba hasta los huesos. Anduvo la enorme distancia que le separaba de su casa, y cuando llegó a la puerta, se detuvo un momento antes de meter la llave en la cerradura. Había llegado la hora de enfrentarse a Pablo una vez más, y recordó aquellas últimas palabras de Olga: nosotras decidimos cómo, cuándo y con quién. Ya estaba lista para aplicarlo a su vida. </div>
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<br /></div>
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Para leer la siguiente parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/5-raquel-y-oliver_69.html" target="_blank">aquí</a>.</div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-32557268036867299502017-05-15T11:47:00.000+02:002017-05-19T17:39:37.044+02:003. Raquel y Juan<div style="text-align: justify;">
Para leer la primera parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/raquel.html" target="_blank">aquí (1. Raquel y Pablo).</a></div>
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Para leer la segunda parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/2-raquel-y-marta.html" target="_blank">aquí (2. Raquel y Marta).</a></div>
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<br /></div>
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Raquel estaba devastada. La única esperanza que le quedaba se había esfumado de la manera más extraña, y ahora se encontraba totalmente sola ante una situación que le venía más que grande. Siempre había imaginado que Marta sería su salvavidas en caso de necesidad porque, en realidad, estaba más sola que la una. No podía contar a nadie que estaba saliendo con un hombre casado. Era consciente de que los tiempos habían cambiado muchísimo, pero sabía que cualquiera la juzgaría enseguida sin siquiera plantearse nada más. Al menos ella se juzgaba cada día y odiaba su abominable doble vida.<br />
<br />
Anduvo lo que le parecieron kilómetros, casi vidas, hasta que se percató de que podía notar el sonido de su corazón en el empeine debido al dolor que le estaban produciendo los tacones. Se paró en seco, tratando de adivinar dónde estaba. Se había pasado más de dos horas caminando sin rumbo, sin ser siquiera consciente de a dónde se dirigía. Vio a lo lejos lo que parecía un bar y tomó la decisión de ir a comprobar si estaba abierto para poder así sentarse un rato. Según se iba acercando hasta el local veía con más claridad el cartel de la puerta, con un enorme <i>Luka's</i> dibujado en el centro, rodeado por un millón de luces de neón rosas y azules, y pensó con condescendencia que el dueño probablemente sería un nostálgico de esos que siguen enamorados de la estética de los 80. En realidad, era eso o que estaba a punto de entrar en un puticlub, y teniendo en cuenta que no tenía ni la más remota idea de dónde estaba, decidió auto convencerse de que bien podría salir Alaska del dichoso bar, porque lo último que necesitaba aquella noche era un numerito indeseado.<br />
<br />
Cuando era más joven solía vivir mil aventuras y sus amigos la miraban ojipláticos cada vez que les contaba animada sus últimos relatos. Entonces sintió una profunda pena por sí misma, y se dio cuenta de que ya no recordaba cuándo había sido la última vez que le había pasado algo digno de compartir ante unos gintonics bien cargados. ¿Qué quedaba ya de aquella chica divertida, que viajaba siempre con unas bragas de repuesto en el bolso porque sabía cuándo salía de casa pero no cuándo iba a volver? ¿Qué quedaba de la Raquel improvisada, de la Raquel cambiante, de lo que ella siempre había pensado que era Raquel? ¿Sería que se estaba haciendo mayor, o que había perdido esa esencia única y especial que la convertían en un torbellino casi inalcanzable?<br />
<br />
Llegó hasta la puerta del <i>Luka's</i> -nunca había entendido la manía estúpida de cambiar las ces por kas-, y se asomó por las ventanas para echar un vistazo y comprobar que el friki ochenteno realmente estaba por allí y no un grupo de rumanas esqueléticas explotadas por otro rumano corpulento con pinta de mafioso a la antigua usanza. Cuando se tranquilizó al ver que en realidad no había nadie, más que una camarera bastante normal y un par de mesas ocupadas por lo que parecían grupos de amigos apurando la última, abrió la puerta con la poca fuerza que le quedaba en el cuerpo, y se sentó en una silla alta frente a la barra. Cada vez que hacía eso se sentía medio Lauren Bacall, medio Rita Hayworth, y le encantaba sentirse tan sensual como cualquiera de las grandes divas del cine americano de los años 50, con esas miradas perdidas, con esos andares amanerados, con esos maravillosos besos prohibidos entre bambalinas. Cómo le hubiera gustado a Raquel ser actriz, y cambiar de personalidad, de estética, hasta de alma cada día.<br />
<br />
Se inclinó sobre la barra del bar, pensando en qué pediría mientras veía cómo la camarera se iba acercando a ella a cámara lenta.<br />
<br />
- ¿Qué le pongo?-, dijo la chica arrastrando las palabras, sin mirarla a la cara, como una autómata aburrida de la vida-.<br />
- ¿Qué me recomienda?-<br />
<br />
La chica, que no debía tener más de veinte años, sacudió los hombros y frunció los labios sin hacer ningún ruido. Raquel lo interpretó como una falta absoluta de deseo por ayudarla, más por indiferencia que por desidia, así que se dio cuenta de que no iba a echarle una mano y a seguirla en su papel improvisado de diva de los cincuenta. Salió del rol, volvió a la realidad, y fijó de nuevo la mirada en la camarera, para pedirle una copa de Hennessy, y volver a perderse en sus pensamientos. Le rogó que pusiera algo de jazz si fuera posible. Tomar cognac con los últimos éxitos comerciales era casi un sacrilegio, una falta de respeto hacia la vida. Se fijó en cada uno de sus movimientos, en cómo se dirigió hasta un antiguo tocadiscos -parecía que había acertado con la teoría del dueño nostálgico de otra era- y ponía un disco con lo mejor de Billie Holiday. Después se metió en lo que parecía un diminuto almacén y salía al instante con la botella cerrada. Se sintió afortunada al darse cuenta de que iba a estrenar el licor ella, y observó con fascinación cómo iba cayendo el líquido en la enorme copa de balón que, si bien no era la más adecuada, al menos permitiría oxigenar correctamente su bebida. Cuando terminó de servir, Raquel cogió la copa con la mano, girándola ligeramente, tratando de deleitarse con los olores que iban surgiendo con cada movimiento. Dio un sorbo y notó cómo le abrasaba toda la garganta. Entonces se dio cuenta de que ya estaba preparada para analizar su situación y trazar un nuevo plan.<br />
<br />
En el fondo sabía que era como una bomba de relojería a punto de estallar, y entendía que a los hombres les asustara ese torbellino lleno de vitalidad, lleno de emociones. Durante su juventud había estado con varios chicos de su edad hasta que se dio cuenta de que ella lo que realmente necesitaba era un hombre de verdad, con cada una de sus letras. Un hombre que supiera guiarla a lo largo de la vida, con sus altibajos emocionales, su maravilloso e impoluto caos y sus extrañísimas manías. La primera vez que descubrió aquello fue en los brazos de Milo, un argentino encantador diez años mayor que ella, que la trataba como un galán de los de antes, abriéndole las puertas y apartándole la silla en los restaurantes. La historia de Milo duró poco: al mes de empezar a salir había descubierto que el caballero andante era un cazafortunas en busca de una heredera en el viejo continente para conseguir papeles y liquidez. El día en que se dio cuenta de aquello se sintió como una auténtica idiota, pero por otro lado, agradeció al cielo haberlo descubierto a tiempo, por lo que le explicó de la manera más sincera posible que ella era más pobre que las ratas, y a él le faltó tiempo para salir corriendo en busca de otra preciosa jovencita millonaria a la que engatusar. Y así fue cómo Raquel reafirmó la teoría de su padre de que una nunca debía fiarse de un argentino.<br />
<br />
Su siguiente conquista había llegado poco tiempo después, cuando Raquel quedó fascinada ante un hombre de mundo que le doblaba la edad. No quería ni acordarse de su nombre, aunque sabía perfectamente que se llamaba Juan. Aquel hombre había sido un verdadero gimnasio espiritual para ella y, de alguna manera, le echaba de menos. Sentía que era su alma gemela -en una comunión intelectual más que física- en un universo perfecto de excentricidades solitarias. Juan llegó a su vida de la forma más extraña: Raquel estaba en la cola de la pescadería bastante acelerada, y él le había cedido su turno. Desde entonces, había empezado a ir cada semana al mercado los jueves a las cinco con la esperanza de volver a ver a aquel señor, ya que algo dentro de ella le impulsaba a querer hablar con él una vez más. A la cuarta semana iba a tirar la toalla y a cambiar su rutina, cuando coincidió de nuevo con él. Ese fue el principio de una preciosa amistad que duró un par de años, y que acabó el día en que él quiso dar un paso más en la relación. Si a ella no le hubiera pillado totalmente desprevenida, puede que se hubiera atrevido a saltar con él. Pero en el fondo sintió miedo, no sabía si a la diferencia de edad, o a la profunda admiración que le causaba. En cualquier caso, Raquel quiso desaparecer y él no se lo impidió, por lo que dio por hecho que tampoco estaba tan interesado, y al cabo de un tiempo ya estaba a otra cosa.<br />
<br />
En aquel preciso instante, con la mente ya un poco achispada tras tres tragos largos de cognac, sintió una necesidad casi olvidada de llamarle, y recordó con melancolía algo que él le había dicho cuando aún eran amigos: <i>existe una fuerza cósmica que hace que no te encuentres nunca más a tus ex, incluso aunque seáis vecinos</i>. A Juan no podía ponerle la etiqueta de ex, quizá como mucho la de ex amigo, aunque ambos sabían que habían sido mucho más que eso. Entonces cogió el teléfono y le llamó, arrepintiéndose al instante de haberlo hecho. Pero ya era tarde, y Juan había contestado al otro lado de la línea:<br />
<br />
- ¡Hola! -dijo él animosamente, con aquella voz cascada tan característica-.<br />
- Hola -contestó ella mucho menos entusiasta. No sabía ni qué decirle-. ¿Qué tal estás?<br />
- Estoy realmente bien. ¿Tú qué tal?<br />
- Yo... -dudó un instante. No sabía si quería que realmente le contara cómo estaba o preferiría una respuesta de cortesía. Optó por ir a lo seguro-. Estoy bien, sin mucha novedad.<br />
- Eso es fantástico -se hizo un silencio un poco incómodo-. Ha pasado mucho tiempo. Me alegro mucho de oír tu voz.<br />
- Yo también, la verdad. Y sí, ha pasado mucho tiempo. De hecho, si te soy sincera, he cambiado mucho.<br />
- Eso es normal. Cuando nos separamos, eras una niña. Probablemente ya seas una mujer.<br />
- No sabría qué decirte... Antes era más sabia. Al menos tenía las cosas bastante más claras...<br />
- ¿Qué te ha pasado? -preguntó él, y Raquel sintió inmediatamente el alivio de saber que aún la conocía casi mejor que ella misma-.<br />
- Nada, una relación complicada. Y que hoy te echo de menos.<br />
- ¿Complicada por qué? -probablemente no quiso dar importancia al último comentario. Juan siempre había sido un hombre sabio. O al menos, un gran conocedor de las mujeres en general y de ella en particular-.<br />
- Porque estoy saliendo con un hombre casado, lo que ya de por sí es bastante complicado. Y porque quiero dejarle y no se deja dejar.<br />
- Pues sí que parece complicado, sí. Pero... -dudó un segundo antes de seguir-. ¿Tú le quieres?<br />
Raquel se quedó callada. Notaba la respiración de Juan al otro lado del teléfono, esperando pacientemente una contestación que ni siquiera ella era capaz de responderse a sí misma en un tono de absoluta sinceridad. Suspiró lánguidamente y acabó respondiendo con la voz quebrada:<br />
- No lo sé.<br />
- Pues eso es lo primero que tienes que averiguar. Da igual que esté casado o que sea el mismísimo Papa de Roma. Lo importante es que te aclares, y así podrás vivir feliz contigo, sabiendo que estás siendo coherente, y actuando en consonancia con tus emociones y tus pensamientos. Pero si mantienes una relación complicada que ni siquiera deseas, entonces no serás feliz jamás.<br />
-Ya lo sé... -volvieron a quedarse en silencio, y ella se rindió a la única emoción que no podía controlar en aquel preciso instante-. ¿Te apetece tomarte una copa conmigo?<br />
- Claro -contestó él rápidamente-. ¿Dónde estás?<br />
- En un bar a las afueras tomándome un Hennessy. Recuerdo lo mucho que te gustaba...<br />
- Sí, aunque ya apenas bebo. Dame la dirección que llamo a un taxi y voy para allá.<br />
- Espera un momento, que voy a preguntar.<br />
<br />
Raquel llamó con la mano a la camarera para avisarla de que se acercase. Cuando estaba lo suficientemente cerca, le preguntó por la dirección del local, a lo que le respondió que estaban a punto de cerrar y que no aceptarían más clientes a esas horas. Se quedó un poco conmocionada. De todas las cosas imprevisibles que estaban sucediendo durante ese día, lo último que esperaba era que cuando por fin se había decidido a quedar con un antiguo asunto sin resolver, le dijeran que no podía ser en aquel ambiente tan rancio y perfecto a la vez para un reencuentro sin sobresaltos. Entonces apeló una vez más a la sensatez, cogió con fuerza el teléfono y dijo:<br />
<br />
- Lo siento mucho, Juan, pero están a punto de cerrar y la verdad es que yo estoy agotada. Creo que me voy a ir a casa. ¿Te parece si quedamos mejor otro día?<br />
- Claro -contestó él sin mostrar ninguna emoción-. Avísame cuando quieras.<br />
<br />
Y así, sin más, colgó el teléfono con una mezcla entre orgullo y nostalgia. Hizo un resumen de la jornada, y se dio cuenta de lo aberrante de todo el día: había quedado con la mujer de su amante para que le alejara de su lado sin obtener el más mínimo resultado, se había desollado los pies por caminar más de diez kilómetros con sus mejores zapatos de tacón, se había emborrachado en el que probablemente era el bar más cutre en el que había estado en toda su vida, y había retomado una historia moribunda que ya creía en el olvido. Se sintió un fracaso absoluto como mujer, más aún, como ser humano. Y se sintió también ridícula al saber que Pablo la había llamado unas mil veces y ella no le había cogido el teléfono. Entonces no le quedó más remedio que reconocer -reconocerse a sí misma- que tenía pánico a la soledad, y que no tenía ánimos para enfrentarse a ella. Sacó un par de billetes arrugados de la cartera y los dejó en la barra a modo de pago por su consumición, bajó del taburete de un salto, se pintó de nuevo los labios -ya pálidos tras todo el día sin retocar-, y se rindió a sus emociones. Sacó el teléfono del bolso para acabar fracasando estrepitosamente una vez más esa noche. Marcó automáticamente los números que se sabía de memoria, y contestó de la manera más dicharachera de la que fue capaz:<br />
<br />
- Hola, querido. Siento no haberte llamado antes pero he estado muy liada... Espérame despierto que ya voy para casa.<br />
<br />
Para leer la siguiente parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/4-raquel-y-olga.html" target="_blank">aquí</a>.</div>
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Me impresionan tus sorpresas, esos lienzos en blanco que me invaden, que me invitan, que me salvan. Esos pocos segundos que me recuerdan a un humo casi inerte que me trasladan a un mundo mágico, casi inimaginable. Gracias por recordarme que todas las poesías acaban en tu boca. Invítame a otro vino y luego hablamos. Dame un respiro, ayúdame a quedarme sin aliento. Atrévete a besarme como si ayer no existiese, solo un mañana. Un amanecer de color ámbar, que me desnudaba, que me medio arrastraba. Dame un poco más de ese veneno que me embriaga. No me cuentes tus inversiones, no me desparrames, no me distraigas. Que ya casi es de día -un día más- que ya me salvas. Me recuerdas a un señor, a tantos otros que casi me embalsaman. Duérmeme entre susurros, dame todas las canciones -¡todas!- que me faltan. Esta soy yo. Tómame. Y luego canta.</div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-43343231028311026982017-05-11T20:18:00.001+02:002017-05-19T17:49:24.614+02:002. Raquel y Marta<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Para leer la primera parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/raquel.html" target="_blank">aquí (1. Raquel y Pablo)</a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Sí, soy yo. ¿Quién es usted?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Soy una persona que... -dudó un segundo más de lo necesario en si decirle su nombre o no, y finalmente decidió dejarlo así. Tampoco deseaba dar más información de lo estrictamente necesario-. Tengo entendido que se llama Marta. Me gustaría hablar con usted.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- ¿Qué desea? -contestó ella un poco alterada-. ¿Pablo está bien?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Sí, sí. No se preocupe -Raquel trató de tranquilizarla-. Es sólo que considero que... </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Colgó el teléfono en un impulso irrefrenable. ¿Pero qué demonios estaba haciendo? Estaba harta de Pablo pero eso no le daba permiso para arruinarle la vida. Sus problemas conyugales eran sólo suyos, y ella ya sabía dónde se metía cuando aceptó la primera caricia de aquel malvado canalla encantador. Cogió otro cigarrillo, y se quedó sentada en el descalzador de la entrada, con la mirada perdida, sin saber muy bien qué hacer. Le hubiera encantado tener a alguien con quien contar, una mano conocida que le diera una palmada, una amiga con la que compartir todo este embrollo emocional que la tenía aprisionada en una cárcel inhumana desde hacía años. Le encantaría poder hablar con su madre, aunque era consciente de que jamás hubiera compartido el adulterio de su amante con ninguno de sus progenitores. Sus padres habían sido muy pulcros con su educación, especialmente en lo referente a la moralidad, y no estaba dispuesta a darles la noticia de que todo aquel esfuerzo no había servido absolutamente para nada, porque hay veces en que el corazón no entiende de ética. O al menos ella lo veía así.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">No entendía por qué le costaba tanto dejar a ese hombre. Se habían cumplido todas y cada una de sus predicciones. Después de hablar con él por enésima vez, todos los huesos de su cuerpo habían perdido firmeza y se había derretido en sus brazos, pero no de amor sino de desidia. No sabía decir que no a Pablo, y se descubrió una vez más calculando el periodo del ciclo menstrual en el que se encontraba. No imaginaba nada peor que la posibilidad de quedarse embarazada de ese hombre.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Volvió a calzarse los pies con sus delicadas zapatillas de tacón, se anudó mejor la bata de seda blanca, y anduvo los pocos metros que la separaban del salón, para abrir el mueble bar con forma de mapa mundi y sacar un fabuloso whisky escocés que escondía tras mil botellas de oporto y ginebra. Las dudas había que enfrentarlas a lo grande. Al menos su abuela, a la que apenas recordaba, siempre decía eso. Dio el primer sorbo y notó cómo el líquido le abrasaba la garganta. Definitivamente odiaba el whisky pero tenía que hacerse la valiente en aquel día de dudas y miedos. Al menos tenía que demostrarse a sí misma que tenía fortaleza en algo, aunque fuese solo para tragar de aquella manera la bebida de los hombres.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Una lágrima impertinente se atrevió a enturbiar aquel tortuoso momento de silencio y dudas. Qué desgraciada se sentía, y qué sola. Empezó a acordarse de algunas personas que habían formado parte de su vida y de las que ya apenas sabía nada. Qué curiosa era la vida, que te unía y te desunía a capricho, sin previo aviso, tratándote como un mero títere que reza por salir de la rutina y -desafortunadamente- lo consigue. Recordó a antiguos compañeros del colegio para los que ella apenas había sido una sombra, y a los amigos de la universidad a los que hacía años que no veía. Se acordó de Jaime, y del primer Pablo; de Lucas, de Jean Pierre, y por último, pensó en el último Pablo. ¿Realmente estaba tomando la decisión acertada? Sintió que necesitaba un beso suyo, un abrazo. Y sintió el impulso de correr rauda hasta sus brazos, una vez más, envuelta en esa maldito aura de misterio que tanto la había ayudado en el pasado, pero que ahora mismo sólo suponía una trampa para sí misma. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">En el tercer escalón se paró en seco, retrocedió sus pasos, y supo que estaba cometiendo un error garrafal -una vez más-. Corrió todo lo que pudo hasta el antiguo gramófono de su padre y puso el primer disco que encontró en la pila de autores. Entonces supo lo que debía hacer. Cogió de nuevo el teléfono, aún con dudas, pero segura de estar haciendo lo correcto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Un tono. Dos. Ninguna señal.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Volvió a intentarlo. Merecía la pena salvar su vida, y quizá -sólo quizá- la de las demás personas implicadas en aquel embrollo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Hola. ¿Quién es?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Siento molestarla de nuevo, señora. Nunca debí colgar el teléfono así. Disculpe mi mala educación. Realmente quiero hablar con usted. ¿Le importaría que nos viésemos mañana y nos tomásemos un café?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Lo siento mucho, señorita, pero no estoy segura de querer saber lo que quiere decirme. Y por supuesto no me inspira usted ningún tipo de confianza... ¿Por qué debería hablar con usted?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Porque llevo tres años acostándome con el padre de sus hijos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Raquel ya había llegado a un punto en el que estaba harta de andarse con preliminares, avisos o cualquier tipo de convencionalismo social. Estaba harta de la vida, y no le importaba si aquella mujer la creía o no, pero necesitaba tenerla de su parte, que fuera su aliada. Esa era la única manera de conseguir que Pablo desapareciese de su vida. Y necesitaba un cambio que la ayudase a avanzar, a seguir adelante, a volver a construir, a crear, a hacer cosas grandes. Necesitaba salir de esa rutina tóxica en la que se había atrapado ella sola años atrás.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Perdone, señora. Jamás pretendí darle una noticia así de esta manera. Pero realmente considero que usted debería... -no sabía cómo terminar esa frase. Incluso esto era un acto de puro egoísmo-. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- No se preocupe. Llevo un tiempo imaginándomelo, pero creo que cuando usted me llama a estas horas de la noche es porque considera que deberíamos hablarlo. ¿Sabe usted? Las mujeres tampoco tenemos muchas opciones. A los políticos les encanta decir que sí, que somos iguales, y hacen campaña proclamando las mejoras que nos propician a diario. Pero cuando una se casa con un mal hombre, no tiene mucho más que aguantarse o divorciarse. Y en realidad, ninguna de las dos opciones hace feliz a una mujer. Creo que sé lo que me va a decir, pero al menos ha tenido la valentía de dar la cara, y sólo por eso, estoy dispuesta a escuchar lo que quiera decirme. La veo mañana en el <i>Café de les Quereis</i> a las cuatro de la tarde. ¿Sabe dónde está?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Sí, señora. Allí estaré.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
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</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Raquel sintió que le debía algo al mundo. Subió las escaleras una vez más y se metió en la cama, sintiéndose como Mata Hari en su primer asalto. Abrazó a Pablo por detrás, siendo más que consciente de la traición que estaba a punto de cometer. Él se giró e hicieron el amor despacio. Raquel sabía que aquella sería la última vez, y quería atrapar aquel último recuerdo para poder llevarlo para siempre en su memoria. Puede que en realidad sólo se estuviese engañando a sí misma, mitigando el horripilante dolor agudo que provocaba la soledad, pero aquella noche todo le valía, y acostarse con Pablo era lo único que podía saciar su sed de amor, por muy efímero que fuera.</span><br />
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span style="font-family: inherit;"><br /></span></span>
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span>
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</div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Raquel llegó al <i>Café de les Quereis</i> a las cuatro menos diez. Siempre había sido puntual, pero aquel día quiso adelantarse a su compañía por miedo a que le diera plantón. Nunca se había considerado una chica guapa, y por lo que había oído, Marta había sido una diosa. Necesitaba prepararse para enfrentarse a la mujer que había conseguido una promesa de su amante. </span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Estaba absorta en sus pensamientos cuando un camarero le tocó inquisitoriamente el brazo, como obligándola a volver al mundo:</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Señorita, ¿se encuentra usted bien?</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Sí, perdone. ¿Me decía...?</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Nada, sólo le preguntaba si quería usted algo.</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Pues sí -Raquel barajó sus opciones. Era pronto para una copa y tarde para un vino. Necesitaba alcohol pero no deseaba parecer una adicta-. Un café con leche, por favor. </span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Marchando.</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">El camarero se fue raudo y pidió a gritos su café a través de un ventanuco enano que había al fondo del bar. Le resultó desagradable que se hablaran de forma tan indecorosa, pero por otro lado, sabía que probablemente jamás volvería a aquel precioso café parisino en pleno centro de Madrid. Dos minutos después tenía su bebida en la mesa, y una Marta algo agitada la miraba desde la puerta, tratando de observar cada gesto, y probablemente preguntándose qué tenía aquella jovencita que había conseguido alejar a su marido de su lado. </span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Marta se sentía herida, y ni siquiera comprendía muy bien qué hacía allí. Se suponía que debía odiar a Raquel, y en cambio sentía lástima por ella porque había caído -como tantas otras- en las garras de un empresario granuja al que no le temblaba el pulso a la hora de firmar cheques en Chanel o Dior, pero que luego no tenía ni dónde caerse muerto.</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Buenas tardes -Marta le tendió la mano a Raquel, quizá como símbolo de paz, o simplemente fuera una mujer educada y punto-.</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Buenas tardes -respondió Raquel, envuelta en un sentimiento de esperanza y vergüenza-. Por favor, tome asiento -dijo con voz temblorosa, mientras señalaba con la mano izquierda una silla vacía frente a ella-.</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Bueno, pues aquí estamos. La esposa y la amante juntas. Supongo que querrá decirme algo más aparte de lo obvio.</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Raquel dudó un instante. ¿Realmente quería decirle algo más? No había pensado jamás en el plan. Sabía que acudir a la mujer de Pablo sería efectivo, pero nunca imaginó que le preguntaría qué hacer. Suponía que ella se encargaría de llevarle a rastras hasta su casa, hacerle arrepentirse de sus malos actos, hacerle incluso lamentar haber nacido. Pero, ¿ella qué papel jugaba en aquella reprimenda?</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Pablo no me deja ir -empezó-. Le he dejado mil veces. Soy consciente de que jamás debí iniciar una relación con un hombre casado, pero ahora me siento fatal, y no consigo apartarle de mi vida. Es como una garrapata que se ha metido en mi cuerpo, en mi vida, hasta en mi casa, y no hay manera de expulsarle. Se lo he pedido, se lo he suplicado, pero no hay manera...</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Marta la escuchaba, pero lo que realmente hacía era mirarla atentamente. Se sintió muy observada, pero la dejó hacer. Era lo mínimo que podía darle.</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- Así que te acuestas con mi marido durante años y ahora pretendes que te solucione yo la papeleta. Es así, ¿no? Llevo casada con Pablo más de veinte años. Sé que él jamás me va a dejar, de la misma manera que sé que tú no has sido la primera ni serás la última. Llevo aguantando a ese hombre demasiado tiempo y le conozco mejor que nadie en el mundo, y lo siento, pero mi paciencia tiene un límite. Le quiero porque me ha dado tres hijos hermosos, pero también le odio. Probablemente por las mismas razones que tú. No te quiero ayudar con esto. Y de hecho creo que ni siquiera puedo aunque quisiera. Cuando una se mete en mitad de una relación corre el riesgo de enfrentarse a situaciones para las que no está preparada. Y creo que eso es lo que te está pasando. </span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Marta hizo amago de levantarse, y Raquel la miró ensimismada mientras cogía su bolso de imitación, y giraba sobre sí misma para irse. Dejó un billete encima de la mesa y se giró una vez más para decirle algo:</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">- No me vuelvas a llamar. No merezco esto. Pero él ahora es tuyo. Busca la manera de deshacerte de él y entonces yo lucharé como siempre por llevarle a mis brazos. Mientras tanto, es tuyo. Y por eso te invita él al café. Buenas tardes.</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Entonces Raquel se quedó ahí sentada viendo cómo Marta se alejaba, sintiéndose miserable al saberse minúscula, y siendo plenamente consciente de que jamas sería, ni por asumo, la mitad de mujer que era Marta. Y se despidió de ella haciendo un gesto casi imperceptible con la cabeza para que supiera, de alguna manera, que sí que la había ayudado.</span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div style="margin: 0px;">
<span style="color: #444444; font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Para leer la siguiente parte, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/3-raquel-y-juan.html" target="_blank">aquí</a>.</span></div>
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Raquel estaba sentada en una butaca de raso azul. No se podía creer que fuera a vivir aquella escena una vez más, como en un <i>deja vu</i> manido, que ya empezaba a resultar rancio. Había quedado de nuevo con Pablo para dejarle, pero estaba claro que no se lo iba a poner fácil. Decidió sacar la artillería pesada y encendió el antiguo gramófono de su padre rezando por que le diera todas las fuerzas que obviamente no había obtenido las mil veces anteriores. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Había conocido a Pablo años atrás, cuando ella estaba enganchada a la que sería la mejor peor relación de su vida. Con Jean Pierre había aprendido a conocerse a sí misma, a desvestirse en público, a entregarse a los sentidos, a crear formas de las que ni siquiera se sentía capaz, a abrazar a Sargent, y a Chopin, y a bailar desnuda bajo la lluvia. Definitivamente Jean Pierre le había hecho sentir mujer, pero después de haber tenido que terminar su relación tres años atrás entre lágrimas, en el despacho del comisario jefe de su ciudad, con la mitad del cuerpo de policía presionándola, decidió que jamás, nunca, ningún hombre volvería a hacerle perder de esa manera la poca dignidad que le quedaba. Y allí estaba, tres años después, mucho más vestida de lo que jamás había estado antes, tapada hasta las orejas por miedo a los indiscutibles celos patológicos de Pablo. Ya no le quería. No había ninguna duda. Llevaba tanto tiempo atrapada en aquella relación que se sintió extraña al encender el aparato y tener que hacer un esfuerzo por recordar cómo funcionaba el maldito gramófono. Decidió poner un disco antiguo de su padre, y sintió el inmediato desahogo de las notas aligeradas de la Callas, ese repiqueteo casi achispado que sólo proporciona el vino recién descorchado. Una vuelta desmentida, un atisbo de lo que podría haber sido. Definitivamente Raquel odiaba su vida. Más bien, se odiaba a sí misma. Cómo era posible que hubiera caído una vez más en las redes de un hombre encantador que le hacía sentir querida y admirada, pero al que ella ni quería ni admiraba. Se sentía muy sola, como esa vela pálida en mitad de aquella diminuta y enorme habitación. Tenía muchísimas ganas de gritar, pero ella era una señora, por lo que ni siquiera se le pasó por la mente decir algo en voz alta. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero tenía la sensación de que llevaba lo que parecían dos horas escuchando la misma canción. Puccini siempre era una apuesta segura, y sintió con una mezcla de resignación y pena que nadie la hubiera llevado aún a la ópera. Siempre supo que ella no estaba hecha para estos tiempos de indecisión y posmodernidad...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Encendió un cigarrillo, y se concentró en exhalar el humo que salía desconsolado de sus pulmones. Abrió la mejor botella de <i>champagne</i> que encontró en la amplia bodega familiar, y subió a su dormitorio. Quería estar despampanante aquella noche. Sabía que se lo merecía. Se pintó los labios de un color rojo cereza. No sabía por qué, pero siempre se sentía segura cuando llevaba los labios rojos. Se roció con su exclusivo perfume francés, y salió de nuevo de la habitación, consciente de que Pablo iba ya con bastante retraso. Se había pasado los últimos tres años de su vida esperando a aquel hombre desesperante. Dio un sorbo al <i>Dom Perignon</i> del 92, sabiendo que quizá fuera la última vez que pudiese beber un caldo tan exquisito. No entendía cómo había acabado una vez más así, indefensa, mil veces maltratada, humillada, indigna. En realidad sí que lo sabía, pero no se atrevía a reconocérselo a sí misma siquiera. Sonó el timbre, y se tomó un minuto para coger aliento. Estaba dispuesta a que esta vez fuera la definitiva, aunque ya había perdido la esperanza. Empezaba a estar segura de que acabaría casándose a la fuerza con aquel hombre al que aborrecía pero al que -inexplicablemente- era incapaz de abandonar. El timbre sonó de nuevo, y salió corriendo hacia la puerta. Tampoco deseaba empezar la conversación con el mal humor de Pablo como protagonista. Se paró un instante en el espejo del recibidor para comprobar que no se le hubiera corrido el carmín, y una vez satisfecha con su aspecto, giró el pomo y abrió la puerta. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Hola, nena -Pablo siempre había tenido ese deje absurdo a chulo de barrio que no iba nada con su personalidad-. ¿Te has puesto tan guapa para mí? -preguntó con ojos lascivos, mientras le daba un cachete en la nalga izquierda-. Acabo de hablar con un tío de Huelva que parece interesado en tu coche, así que he pensado que quizá se lo podrías vender y yo a cambio te dejo el mío. Así nos sacamos un extra para pagar la hipoteca de mi casa y quitarnos un buen pellizco...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Raquel entonces cerró los ojos y se evadió por completo de la conversación. Sentía cómo la habitación se iba alargando y ella perdía progresivamente la noción del tiempo y el espacio. Las preguntas empezaron a arremolinarse en su conciencia, y ya no sabía si asumir con resignación su cada vez más evidente destino, o ponerse a pegar gritos y echar a Pablo a patadas de la que había sido siempre la casa de sus padres. No entendía por qué tenía las cosas tan claras cuando estaba sola, y dudaba tanto cuando estaba en su presencia.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Cariño, ¿te pasa algo? -No podía soportar que la llamara <i>cariño</i>. Hasta en eso era un hortera-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Mira, Pablo, lo he estado pensando, y realmente yo no quiero seguir con esta relación. No soy feliz.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Pero por qué no eres feliz? ¿Ya vamos a empezar otra vez con esto? -la interrumpió-. Lo que te pasa es que estás nerviosa, llevas unos días durmiendo mal, y te ha entrado la fiebre del bebé. Pero igual que ha venido se irá. Estás demasiado sujeta a los convencionalismos sociales. ¿Y qué pasa si nosotros no queremos tener hijos? ¿Acaso no es mejor ser feliz que renunciar a tu propia vida para criar a una pandilla de seres babosos?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Pero es que yo sí que quiero ser madre, y contigo eso no será posible...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Mira, Raquel. Yo no te quiero convencer de que tienes que estar conmigo. Obviamente, si no me quieres, pues me voy. Pero nadie te va a querer, nadie te va a cuidar, como lo hago yo. Además, ¿te imaginas acostarte con otro? Jamás tendrías una vida sexual plena como la que yo te proporciono. Conozco hasta el último centímetro de tu piel, y...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Raquel volvió a evadirse. Se acordó de lo muchísimo que odiaba acostarse con él, y sintió lástima de sí misma. Nunca había tenido un orgasmo, pero había fingido muchísimos. No sabía si el problema era que no se relajaba durante el coito, o simplemente que era una inepta eligiendo amantes. Pero la realidad era que sus relaciones sexuales, a pesar de frecuentes, eran de pésima calidad. Y lo peor de todo era que entre sus conquistas se encontraba una larga lista de narcisistas que se creían los reyes del mambo. De repente sintió la necesidad de cambiarse por cualquiera, trasladarse a otra ciudad, a otro mundo, a otra galaxia. Se vio atrapada, como siempre, oyendo la voz de Pablo a lo lejos enumerando de nuevo sus virtudes y explicándole, como si fuera idiota, lo adecuado que era para ella. Probablemente sus motivos fueran ciertos, pero no estaba enamorada, y el odio empezaba a arremolinarse en la boca de su estómago, como en mitad de una indigestión navideña. Rezó a todos los dioses, les pidió que le dieran fuerzas, y se imaginó a sí misma levantándose con calma, cogiendo su bolso dorado, y alejándose de aquel butacón con gracia, dejando tras de sí a un Pablo atónito y un traqueteo de tacones acompasados con su insinuante -aunque seguro- contoneo de caderas. Qué bonito quedaba en su mente. Y qué alejado de la realidad estaba. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pablo siempre le había aportado seguridad, y quizá por eso le costaba tanto dejarle. En realidad, era consciente de que era un buen hombre, y probablemente jamás encontraría a nadie que la quisiera tanto como él. Pero también sabía que ella no podría quererle porque el amor hacia él -aunque egoísta- había durado los diez minutos que había tardado en olvidar a Jean Pierre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Nunca había entendido qué había visto Pablo en ella. Quizá fue su aire místico, misterioso. O puede que ese no sé qué inalcanzable del amor no correspondido. Pero había conseguido que ella sacara con él todas sus armas de mujer y se pasara los años venideros arrepintiéndose de sus dotes para la seducción. Se acordó entonces de Jean Pierre y sintió un deseo irrefrenable de llamarle. Probablemente era el único hombre al que había querido, y aún le costaba -¡aún!- no pensar en él como el artífice de su presentación en el mundo artístico. Raquel siempre supo que la vida le deparaba algo más que sentarse en una oficina de ocho a tres, y lamentó profundamente no haberse dejado llevar más. Quizá su educación chapada a la antigua le había impedido impulsarse hacia los mundos de los pintores y los músicos. Echaba de menos aquellos días en que comía a las seis de la madrugada y dormía toda la tarde porque había pasado la noche pintando. Añoraba su antigua vida y Jean Pierre -o su recuerdo- era lo único que quedaba de aquella parte de su vida. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué opinas? -dijo Pablo de nuevo, como inquiriéndola a responder-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Perdona, ¿qué decías?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Venga, cariño, que estás muy cansada. Vamos a la cama, que te voy a preparar un baño caliente y te voy a hacer un poleo calentito para que te relajes. Ya verás cómo mañana lo ves todo con otra perspectiva. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y una vez más, Raquel estaba atrapada en aquella relación que detestaba, con un hombre que la cuidaba. Había pasado de un maltratador a un cuidador patológico obsesionado con ella. Y no sabía muy bien cuál era peor. Lo que tenía claro era que se metería en la cama tras el baño, harían el amor, y a la mañana siguiente Pablo le recordaría con todo lujo de detalles el mal recuerdo de la noche anterior. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Quizá -sólo quizá- se armaría de valor y llamaría por fin a la única persona que podría rescatarla de aquel calvario. No quería recurrir a su última baza, pero estaba claro que ella sola no era capaz. Lo había intentado, y los resultados habían dejado mucho que desear.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando pareció que Pablo se había dormido, descolgó el teléfono del hall, y marcó los números que tenía guardados como un tesoro:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Dígame? -se oyó al otro lado de la línea-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Hola, buenas noches. Lamento molestarla tan tarde, pero creo que lo que tengo que contarle le puede interesar. ¿Es usted la mujer de Pablo Torres?<br />
<br />
Para leer la segunda parte, pinchar <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2017/05/2-raquel-y-marta.html" target="_blank">aquí</a>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-24013375154176267232016-10-23T20:54:00.001+02:002016-12-20T19:55:45.247+01:00Las tinieblas me pican los pies<div style="text-align: justify;">
Todo empezó en diciembre (o en marzo, ya no me acuerdo). Estabas ahí, con ese temblor acompasado que casi asomaba una puerta de mi conciencia. Estaba ahí, con una inquietud casi abominable, rogando un instante de paz tras muchos años de letargo. Puede que fuera egoísta. En realidad, siempre lo fui...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todo acabó en enero (o en octubre, no lo recuerdo). Comimos ostras en un coqueto bar a las afueras, y alguien me invitó a catar un oloroso algo picado. Cuántas veces me he acordado de esa plaza que tanto me recordaba a los jardines italianos de Velázquez, o a los infinitos muros alemanes, o a los correos descompasados de los polacos. Me quedé inmersa en un sinfín de verdades, de delirios, de mitades, de misterios inconclusos y, quizá, de tres o cuatro ventosidades. Te echo de menos. Y te revivo también con mil planes que, si bien nunca llegan al amanecer, sí que empiezan temprano. Te guardo entre mis notas, y también entre mil mares que crecieron despacio, que aminoraron su paso como la más noble de las aves. Hay que ver qué verborrea tengo...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y también cambiamos de siglo, y me deshice de aquella pesada mochila que arrastraba todos mis males. Casi 50 kilos pesaba. ¿Te acuerdas? Tampoco recuerdo aquello.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y sé que llegará el día en que te llamaré amiga, con todas sus letras, hasta con sus iniciales. Y lo sé porque hoy las musas han vuelto, porque me siento en esencia, sin vinos ni edades. Me siento poeta, como aquella otra que me torció tantos males. Y te recuerdo abierta, tendida, soñolienta. Te recuerdo perdida, rectificada, con ese diminuto hueco en el cuello con olor a Dolce&Gabbana. Y por supuesto que te recuerdo dormida, entre besos y sombras, también entre las ramas de un pasado oscuro, con algo de luz entre salas. Porque me has inspirado hasta en el título, que no podía estar más acertado, en este día de reposo y calma. La paz ha llegado tranquila, casi pausada. Pero tú siempre supiste que las tinieblas me picaban los pies. Lo supiste, y por eso simplemente callas. Te quiero amiga, amiga del alma. Te quiero más que a mi galletita, cosa complicada. Te quiero siempre, llena y sana. Te quiero amiga. Avísame cuando llegues a casa.</div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-46337226856025950372016-05-01T13:00:00.002+02:002016-05-01T13:00:25.088+02:00Querida amiga<div style="text-align: justify;">
Querida amiga:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hace apenas unos meses que te conozco, y ya has cambiado mi vida para siempre. Me encanta saber que estás en casa, esperando feliz mi llegada, anhelando una simple palabra cariñosa. Recuerdo aquel frío día de febrero, cuando nos miramos a la cara, y ambas reconocimos a la otra con un amor infinito que nos calentaba el alma. Recuerdo también la primera vez que te llevé a mi casa, ahora también la tuya, y corriste temblorosa y algo fatigada. No podía quitar los ojos de tu piel de color azabache, y esos ojos negros, hijos de penurias y esclavas. Te senté sobre mi regazo, y dormiste dos horas seguidas, como si llevaras mucho tiempo buscando un alma que te calentase...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Recuerdo también la primera vez que dije tu nombre en voz alta, y cómo me miraste ensimismada, sin saber muy bien qué hacer, pidiéndome consejo con la mirada. Y recuerdo también los días siguientes, cuando tosías, caías y a duras penas te levantabas. En la clínica no nos daban muchas esperanzas, sobre todo después de aquellas primeras noches en que te dejaron ingresada. Qué mal lo pasamos ambas, tú con tu mirada de pena, yo entre horas rezaba. Había tardado años en encontrarte, y no imaginaba mi vida sin tu alegría, sin tu diminuta cama.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pasaron un par de meses, y seguías enferma, mala. Una mañana, al alba, decidí que no podíamos seguir con esa dinámica. Recorrimos kilómetros de angustias, hasta dar con alguien que de verdad te curara. Bendito José María. Bendita su estampa.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pasamos muchos sábados de curas, de paseos, incluso de sarna. Y aquí estás a mi lado, tumbada. Tu pelo de color oro me acaricia las piernas, me reblandece el alma. Ahora me miras, más tarde suspiras, y después me alabas. Cómo te quiero, mi reina. Te quiero con toda el alma. Vamos a darnos un paseo para que estires tus diminutas patas. Pasea pequeña Cookie. Pasea que el sol te acompaña.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlklLjL7N8LbQi2o14ZeDD8WRg91xaiJVoufT3egArDMdihMI2nxP6RwK82knYNYsdCGisIBKHOHvLYn-aUApHHl3T_zLmKauqUcSfgmR_r4n_WHP4QB4Guqc33iVfL1-K6dAQFMEtaWKw/s1600/IMG_4126.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlklLjL7N8LbQi2o14ZeDD8WRg91xaiJVoufT3egArDMdihMI2nxP6RwK82knYNYsdCGisIBKHOHvLYn-aUApHHl3T_zLmKauqUcSfgmR_r4n_WHP4QB4Guqc33iVfL1-K6dAQFMEtaWKw/s320/IMG_4126.jpg" width="240" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-size: x-small;">Cookie el día que llegó a casa</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-63667064158061093232016-01-25T13:45:00.003+01:002016-01-25T13:51:22.240+01:00Valiente despedida cobarde<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: "calibri"; font-size: 11.0pt;">Cómo
gasto papeles recordándote cómo me haces hablar en el silencio. Como no te me
quitas de las ganas, aunque nadie me ve nunca contigo. Y cómo pasa el tiempo,
que de pronto son años sin pasar tú por mí, detenida…<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: "calibri"; font-size: 11.0pt;">Qué lejos suena ya todo: ese viaje fugaz a
algún pueblo recóndito extremeño, en el que soñaba ingenua con ganar – tal vez
– un mísero premio espléndido. Hoy he vuelto a Silvio, y también a ti. He
vuelto a sentirme comprendida en la distancia, una ligera palmadita en la
espalda que borrara de un plumazo esa risa nerviosa, casi histérica, cada vez
que me sabía incapaz de gestionar mis emociones. He vuelto a los valses
austriacos, a los fríos comunistas, a los trenes con sigilo, y a los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">chablis</i> abstemios que me obligan a imaginar
sabores, olores, recuerdos casi dormidos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: "calibri"; font-size: 11.0pt;">He vuelto a plantearme qué decirte. Por un
lado, quiero saber qué te pasa, qué te pasó, cómo andas. Por otro, prefiero
dejarlo estar, saber que sigo teniendo esa pequeña bola roja en mi tejado, y me
rindo a la agradable sensación que ofrece el poder no otorgado. Al fin y al
cabo, oigo rumores. No sé si serán ciertos, pero… ¿Acaso importa? <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: "calibri"; font-size: 11.0pt;">Y a pesar de los años, ya no gasto papeles
recordándote. Se quedaron todos blancos tras tu fuga. Sentí una sequía arrítmica,
entusiasta, abominable. Una inercia como nunca antes había sentido, que me
dejaba reprimida en mis sentimientos, incapaz de vomitarlos en un lienzo, en
una plaga. Sentí que recorría mares sin rumbo, volcanes en marcha, canciones
mudas de palabras plácidas. Sentí que te había dado demasiado, y allí se quedó
la parte mía, como una alfombra malgastada con el paso de los años, de los
pisotones bruscos, de los orines caninos, de los castillos normales. Sentí que
me arrebatabas un sueño, o miles de ellos, te los llevabas caminando, como si
nada hubiera cambiado, como si ayer fuera hoy y también mañana. Sentí que ya no
bastaban los gritos ni los pesares. Sólo existía un camino, y ya no eras tú,
sino ella. Cambiaste de pronombre y de alma. Te mudaste a la luna y yo me
liberé de ese miedo que me regalaste cuando aún no habíamos entrado en la
veintena. Años ha, y aún duele.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: "calibri"; font-size: 11.0pt;">Y entonces llegó alguien que me liberó de tus
males y tus formas, que me acompañó a todos los hospitales, que me dibujaba
sonrisas y borraba otras tantas. Llegó alguien que me impulsó hacia arriba y
nunca más sentí ese precipicio apremiante. Pero qué aburrida resulta la vida
cuando erradicas el arte. No sé vivir así. Simplemente, no me sale.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: "calibri"; font-size: 11.0pt;">Y me duele decirte esto, pero te quiero. Lo
supe desde aquel primer día, en que la imaginación volaba triste de mente en
mente, columpiándose entre la fobia y el miedo. Sé que siempre habrá un lugar
inmenso para ti en mi corazón, porque al fin y al cabo, yo soy parte de ti, y
tú de mí. Recuerdo aquella vez en que me aniquilaban las angustias ante la idea de
acabar siendo aquella chica gordita que compartió delirios en la época polaca
de cierto poeta… Y a lo mejor no podemos volver a sentarnos a la misma mesa, pero aún
siento esa conexión que me impulsa hacia tu lado de la cama, que me desnuda el
alma, que me motiva. Es esa sensación la que me permite retomar la pluma, en un
día como hoy, de sol y pena. Es esa energía la que, de cierta forma, me dice
que sigues con vida. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: "calibri"; font-size: 11.0pt;">Quizá sólo es que la debilidad me ha
encontrado, como en una anarquía menstruada. Quizá es que ya no me siento yo,
me siento olvidada. Quizá es que me he cansado de gastar papeles recordándote,
que ya no me hablas en el silencio. Y quizá, sólo quizá, es que aún no te me
quitas de las ganas. <o:p></o:p></span></div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-16165672311339143932013-11-20T12:58:00.001+01:002013-11-20T12:58:16.118+01:00La sorpresa del sol yaciente<div style="text-align: justify;">
Un buen merlot. Eso es lo único que podría aclarar estas líneas, aún borrosas en mi mente. Quizá esta sequía verbal ponga fin a la intensidad de mis contrariadas emociones, que se enfrentan en una batalla campal por perseguir tres mil sueños dormidos, un ápice de cordura, una canción de Sabina de fondo. Hacía tiempo que se había declarado en huelga. Ya es hora de volver a escucharle.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una frase y diez segundos contados. Nada más. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No me gustan los finales tristes. Puede que sea una romántica, o que haya consumido demasiados productos de la industria <i>made in Hollywood</i>. A veces no sé muy bien dónde está mi lugar, y otras me afano por conseguir ese extraño cosquilleo ficticio que se arremolina en mi nuca cada vez que me pienso querida, deseada, insubordinada…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un estallido de sopresa recorre un instante. Estoy sentada, doy un sorbo para pensar en mi próximo movimiento, retrasando al máximo el momento de dejar rigurosamente el vaso de nuevo sobre la mesa. Un escalofrío atraviesa mi espalda, y me doy cuenta de que el juego ha terminado. Quizá lo había alargado demasiado. Y ahí está él, ansioso, expectante. Me dice algo, aunque centro toda mi atención en alguna que otra conversación inquietante del pasado, en trescientos escritos sin importancia, en mil panolis y un canalla. Me siento un poco Mariola, asustadiza y tirana a la vez. Siempre en busca de caballeros andantes, pero una vez más, mi criterio se desbarata. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sigo sentada, y juego con un mechón de pelo rebelde que insiste en caer anárquico sobre mis ojos. Recuerdo la Piotrkowska, llena de frío, llena de Chopin. Recuerdo cierto bar en Bangkok, con sus luces de neón y sus ganas de atrapar. Le recuerdo a él, que tanto me hizo sentir mujer un día cualquiera de julio. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Vuelvo a mi escena, me olvido de ese afán heredado por vivir todo menos el presente, y me cruzo con una mirada desconcertante. Las palabras vienen a mí, arremolinándose en mi lóbulo derecho, impidiéndome gritar lo que tantas veces me hubiera gustado. Me pongo en pie. Es hora de irme, pero algo me agarrota las piernas, como en una pesadilla, como en todos esos bailes arrítmicos del pasado, como en una profunda melodía custodiada por mil horcos. Y entonces llega una caricia inesperada, sorprendente. Todo sucede como en un susurro, en la complicidad de los amantes, en la ingenuidad de los diurnos. Y me acuerdo de ese principio que un día alguien me regaló: <i>mi querida amiga y mujer fatal, de ojos preciosos y precisos</i>. Y me acuerdo también de aquella noche de hotel, rodeada de rosas y velas, en que debí claudicar para siempre. Y me centro en la hora que es, alborotada por el olor a concentración y a humanidad. Digo adiós, sin despedirme realmente.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Espero una disculpa, que aunque tímida, la espero. Pero no llega. Pasa un día, y otro, y un tercero. No hay respuestas, sólo el rastro de aquella caricia inoportuna, que aún a día de hoy es desconcertante, más por sus formas que por sus ecos. Eres tú el que hoy me ocupa, así que te escribo, aún asustada, esperando recibir a un caballero. Pero no hay más respuesta que el silencio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me abriste las puertas del mundo, quisiste iniciarme en los recovecos, llevarme a tierras oscuras, contagiarme de esa filosofía, marcarme a fuego lento. Y después, sólo queda llevarte en mis miedos. Qué final más triste. Qué disgusto tengo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Espero un poco más, me indigno, y duermo. Hablo en sueños, y me despierto contrariada por ese silencio. Y entonces pregunto a todos mis muertos, a ver si hay alguno que dé salida a mis ruegos. Sé dónde estás y sé lo que has hecho. Yo pensaba en bailes, lisonjas y afectos. Creía en tu luz, y aún creo. Una foto te sedujo. Una foto. Sólo eso.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://fotos0.mundofotos.net/2006/02_10_2006/_tinkerbell_1159818538/en-la-oscuridad.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://fotos0.mundofotos.net/2006/02_10_2006/_tinkerbell_1159818538/en-la-oscuridad.jpg" width="266" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-8339862914289201312013-07-10T11:31:00.002+02:002013-07-10T12:24:23.424+02:00Tú sabes cuándo...<div style="text-align: justify;">
Eran las 10 de la noche. Descorché un Moët, y empecé a quitarme el esmalte rojo que decoraba mis uñas. Me encantaba exhibir esa muestra de coquetería ante ti, a pesar de que no estuvieras presente en ese momento. De lejos sonaba <i>La Vie en Rose</i>. Continué de manera autómata, como cada domingo, en mi labor cuidada de hacerme la manicura, mientras bebía a pequeños sorbos aquel espumoso francés. Una pincelada, otra, y otra más. Cuando acabé con la mano derecha empecé a bailar sola, dando vueltas por el salón, soñando despierta, mientras un millón de mariposas revoloteaban alrededor de mi compás.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Empecé a reflexionar sobre cosas más profundas. Estaba entre dos mundos, entre miles, y no sabía salir de allí... No quise darle importancia. Edith Piaf estaba a mi lado invitándome a bailar un vals... Un vals, suave y lento, tierno, lleno de Esperanza -como yo-.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Te había dicho días antes, como despistada, que quería ir al carnaval de Cádiz. No estaba pensando en las chirigotas ni en los cabezudos, sino más bien en el mar, en las olas, en el Atlántico, en la mirada perdida a lo lejos, y en mi cintura rodeada por tus brazos. Cerré los ojos, como soñando, y empecé a sentir el olor salado, el viento en mi cara, las largas horas esperando una respuesta, el abandono, el éxtasis, y otra vez tus manos. Hablé contigo como si no pasara nada, como si jamás me hubieras mirado. Y tus ojos me interrogaban entre líneas, acongojados. Te inclinaste ante mí y me convidaste a bailar ese vals contigo en la playa. La lluvia caía lenta por mi espalda, por tu pelo, como en una caricia perdida en algún momento, en aquel mar embravecido, en tantas preguntas sin respuesta, en mi consentimiento, en nuestro vals. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me llevaste una vez más hasta el otro extremo, para encerrarme en un zulo de besos, pero me atraparon la rabia, la culpa y el miedo. Sentí, por primera vez, lo que era la claustrofobia, como si me faltara el aliento. No podía entender cómo la gente sobrevivía a aquello, cómo lo buscaba, cómo lo destruía... Y tomé una decisión que me llevó años. Dejé todo atrás, como abandonando el pasado. Aún dudando, aún extasiada, aún temblando. Necesitaba una señal, un adelanto. Una vuelta. Me sentía como todos los personajes de <i>El Principito</i> actuando. Las palabras se arremolinaban en mi nuca, salían disparadas, disparatadas, disputando. Otra vuelta. Estábamos llegando al clímax de la melodía, envolviendo cada grano de arena de todas las playas del universo. Yo me balanceaba, tratando de conservar el poco equilibrio que me quedaba. Mi mano rozó tu cara, en un suspiro, y la música acabó. Nos quedamos así, mirándonos. Un, dos, tres. Seguimos bailando, en silencio. Cada nota estaba en mi cabeza. Siempre quise que alguien me dedicara aquella canción, y me prometiera hasta el firmamento...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entonces te paraste en seco, como si estuvieras soñando conmigo. Y cuando estábamos llegando al acordeón, me miraste fijamente y susurraste: <i>que quieres las estrellas, pues todas para ti</i>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<br /></div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-12329826584571421932013-07-05T12:13:00.001+02:002013-07-09T20:21:21.409+02:00Tú sabes por qué...<span class="Apple-style-span" style="font-size: large;">
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</span><br />
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<span class="Apple-style-span" style="font-size: large;"><span lang="EN-US" style="font-family: Verdana; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-family: Arial;">Estaba de espaldas al mundo, y notaba cómo unos
ojos increpantes se fijaban en mí, en mis manos. Preferí no darme la vuelta y
disfrutar del regustillo de saberme admirada. <o:p></o:p></span></span></div>
<span class="Apple-style-span" style="font-size: large;">
</span><br />
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<span class="Apple-style-span" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<span class="Apple-style-span" style="font-size: large;">
</span>
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<span class="Apple-style-span" style="font-size: large;"><span lang="EN-US" style="font-family: Verdana; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-family: Arial;">Cogí algo, como despistada, y jugueteé con mi
pelo, consciente del efecto que quería provocar. Quizá estaba resultando
ridícula, pero había que intentarlo. Mi cabeza empezó a vacilar, imaginando
formas fabulosas, casi místicas, totalmente fantasiosas. No era yo, sino otra
persona jugando a seducir. Tú eras tú, con esa gracia y ese enfoque protector
que me embriagaba hasta dejarme sin aliento, que me desnudaba en sueños ante
ti, que me dirigía cabizbaja hasta tus ínfimas fantasías eróticas. Sonó
una voz en mi conciencia que me obligaba a detener ese juego al instante,
gritándome lo tonta que era por concederme ese segundo de magia. Y yo escuchaba
a la dichosa voz, más por miedo que por obediencia. Los ojos seguían
incrustados en mis movimientos, y no había nada que yo pudiera hacer para
detener ese profundo latigazo de placer al saberme querida. Mi razón y el deseo
estaban batiéndose en duelo, y ni siquiera sabía de qué lado
posicionarme... <o:p></o:p></span></span></div>
<span class="Apple-style-span" style="font-size: large;">
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="EN-US" style="font-family: Verdana; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-family: Arial;">Decidí dejarlo estar, temblando de pánico,
sabiendo que quizá estaba renunciando al amor de mi vida, consciente de que,
tal vez, te estaba haciendo un favor. De repente sentí un calor inhumano,
casi tan candente como el infierno de Asunción en enero. Salí de la habitación
sin mediar palabra, y pude adivinar en tus ojos un ápice de sorpresa, una
profunda decepción. Era tan difícil relacionarme entre silencios...Me seguiste
con la mirada, una vez más, y tus pasos siempre llegaban a donde yo estuviera.
Volqué mis frustraciones sobre un cacharro viejo, lleno de manchas de grasa
seca. Lo froté dejándome el aliento. Quizá mi piel también tenía pequeños trozos
de tomate desde hacía días y no me atrevía a rascarlos... <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="EN-US" style="font-family: Verdana; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-family: Arial;">Alguien se interpuso, mirando a ambos lados de
la partida, e intentó cortar la tensión que había en el ambiente. Quizá contó
un chiste, no lo recuerdo bien, porque yo sólo podía pensar en esos ojos que me
miraban el alma, que se deleitaban con mis manos en la mundana labor de fregar
un plato, que soñaban que acariciara su cuerpo desnudo, que lo besara, que me
hacían el amor. Pasaron mil años en el transcurso de esa mirada fiel,
inconmensurable, irremplazable, infinita. Mil años pensando, soñando, sabiendo.
Mil años con el poder de amarlos, con el poder de destruirlos. Esa mirada que
me lo daba todo en un guiño, que me lo seguía dando en un
suspiro. Entonces me di la vuelta, y yo también quise mirarte. Quise saber
quién me amaba tanto, en silencio, distante. Y mi mirada se volcó en tus
labios, y ya jamás subieron. Una fuerza sobrehumana me impulsó hasta tu mano,
suave y fuerte. Tu mano. Te acaricié suavemente, y sentí tu expectación. Tu
respiración empezó a agitarse, y tus labios -¡tus labios! - se arrugaron
gritándome callados que te diera un beso.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="EN-US" style="font-family: Verdana; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-family: Arial;">Entonces me lancé hasta tu boca, inocente y
tonta como antaño. Quise darte un beso de película, pero la timidez se apoderó
de mí. Empecé a apartarme rápidamente, y traté de pensar en un par de palabras
superfluas para disculparme por mi osadía, y así esconderme en una máscara de
locura transitoria y frivolidad. Entonces tú me agarraste con fuerza, pegándome
aún más si cabe a ti, rozando tu nariz con la mía, dejándome saber lo que
estabas pensando. Y ya nunca más me dejaste ir. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="EN-US" style="font-family: Verdana; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-family: Arial;">Me cogiste de la mano, y me miraste en serio por
primera vez. Me viste real y me hablaste del pasado. Entonces me montaste en el
coche, y me llevaste a todos lados: a la barrera de coral, a la lluvia de mayo,
a la biblia azul, al Teide y otra vez a tus brazos. Y allí me quedé, y aquí
estoy aún, a tu lado. Suspirando por los rincones, extasiándome con tus
halagos, llenándome los huecos con lisonjas y con harapos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-layout-grid-align: none; mso-pagination: none; text-align: justify; text-autospace: none; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="EN-US" style="font-family: Verdana; font-size: 11.0pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-family: Arial;">Yo estaba de espaldas al mundo, y tú te fijaste
en mí. Preferí no darme la vuelta. Prefiero seguir aquí. Tú sabes por qué...</span></div>
<!--EndFragment--></span></div>
<span class="Apple-style-span" style="font-size: large;">
<!--EndFragment--></span></div>
<span class="Apple-style-span" style="font-size: large;">
<!--EndFragment--></span>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-style-span" style="color: #222222; font-family: arial; font-size: x-small;"><span class="Apple-style-span" style="-webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-style-span" style="color: #222222; font-family: arial; font-size: x-small;"><span class="Apple-style-span" style="-webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px;"><br /></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://img.fotocommunity.com/images/Motivos/Naturaleza-muerta/Barcas-en-La-Playa-a23616325.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="http://img.fotocommunity.com/images/Motivos/Naturaleza-muerta/Barcas-en-La-Playa-a23616325.jpg" width="400" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span class="Apple-style-span" style="color: #222222; font-family: arial; font-size: x-small;"><span class="Apple-style-span" style="-webkit-border-horizontal-spacing: 2px; -webkit-border-vertical-spacing: 2px;"><br /></span></span></div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-76486183974467463282012-09-10T23:40:00.002+02:002012-09-11T09:25:33.695+02:00Mariola - Capítulo 8 - El despertar<div style="text-align: justify;">
<br />
<div style="text-align: justify;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 1</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola.html">aquí</a></b>.</div>
</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 2</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-segunda-parte.html">aquí</a></b>.</div>
</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 3</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-tercera-parte.html">aquí</a></b>.</div>
</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 4</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-cuarta-parte-el-ocaso.html">aquí</a></b>.</div>
</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 5</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-quinta-parte-la-conversacion.html">aquí</a></b>.</div>
</div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 6</b>, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/03/mariola-sexta-parte-el-encuentro.html"><b>aquí</b></a>.</div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 7</b>, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/09/mariola-septima-parte-la-caceria.html"><b>aquí</b>.</a></div>
</div>
</div>
</div>
</div>
<br />
<br />
Mariola abrió los ojos, parpadeó, y suplicó mentalmente que todo aquello no fuera más que un sueño. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Buenos días, Mariola -la voz grave, una vez más, acudía a ella-.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se cubrió de nuevo con la sábana, ocultando por completo su cabeza, como si ese simple gesto borrara la visión de aquel hombre, o la hiciese desaparecer de repente. Se tomó unos segundos para contestar, recobrando una ínfima parte de la compostura, dejando atrás cualquier resquicio de <i>femme fatale</i> que le quedara, retomando -de manera inconsciente- la actitud inocente y mojigata de la verdadera Mariola. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Aún cubierta, se animó a preguntar en un leve susurro: <i>¿cómo sabes mi nombre?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se sentía estúpida y avengonzada, y tenía al menos un millón de preguntas que le rondaban la mente, como por ejemplo, cómo había llegado hasta allí, o si había hecho algo con ese hombre. Trató de alejar esos pensamientos, reconduciéndolos hacia otros más seguros, y empezó a sentir cierto regustillo al saber que, al menos, había conseguido un hombre en su primera cacería.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Porque me lo dijiste tú, anoche. A mí, y a toda la gente del <i>Alabama</i>. </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿El <i>Alabama</i>? -preguntó contrariada-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- El local en el que estuvimos anoche.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Claro -dijo, mientras iba apartando las sábanas de su cara lentamente, atreviéndose a mirar por fin al hombre a los ojos-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Te he traído un ibuprofeno. Tómatelo -añadió, mientras se acercaba al borde de la cama, y le ofrecía una pastilla blanca y un vaso grande de agua-. ¿Te duele la cabeza?</div>
<div style="text-align: justify;">
- No mucho, la verdad. Más bien siento un malestar general, como si me hubiese ido hasta San Petersburgo corriendo... Y me duele muchísimo el pie izquierdo...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Bueno, por si te sirve de consuelo, no estás en San Petersburgo... Me llamo Francisco. Encantado de conocerte, Mariola. Otra vez.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se produjo un silencio incómodo, o al menos Mariola lo sintió así. Quería preguntar algo, lo que fuese, pero no sabía ni por dónde empezar. Gracias a Dios, él interrumpió sus pensamientos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué te apetece cenar?</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Cenar? </div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, son las nueve, y sería un poco raro tomar café y tostadas a estas horas, ¿no?</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Las nueve de la noche? -giró su muñeca para mirar la hora, pero el reloj no estaba-. ¿Sabes dónde está mi reloj?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, te lo metí en el bolso.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿En el bolso? ¿Por qué?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Porque nos cruzamos con un mendigo por la calle que te contó que tenía cinco hijos a los que alimentar y le habían despedido hacía ya dos años. Tú te pusiste a llorar y le diste tu reloj para que lo empeñara y de esa forma pudiera alimentar a su familia durante unos días. Él te miró con cara extraña, y lo tiró al suelo. Así que yo lo recogí y te lo metí en el bolso...</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y por qué no lo quiso?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Porque nadie puede ir al supermercado y cambiar diez litros de vino por un reloj.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ah, comprendo -Mariola sentía ahora una mezcla entre indignación e incredulidad-. ¿Y dónde estaba el mendigo? Igual puedo ir a buscarle y ponerle en contacto con mis <i>inquilinos</i>. Seguro que alguno de ellos, o sus parientes, pueden ofrecerle un trabajo digno para que salga de la calle y... </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Tus <i>inquilinos</i>? -la interrumpió-. ¿Es que acaso eres la propietaria de un bloque lleno de viviendas con habitantes ricos?</div>
<div style="text-align: justify;">
Mariola se tomó unos segundos para responder. El silencio se estaba tornando violento de nuevo: <i>oye Francisco, ¿tú y yo...?</i> -la duda la estaba matando. Prefería matar dos pájaros de un tiro obviando responder acerca de los enfermos, y armarse de valor para salir de dudas sobre las hipotéticas, posibles, indeseadas relaciones sexuales de la noche anterior-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Tú y yo, qué? -dijo él entre risas-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ya sabes, tú y yo... ¿hemos...? ¿nosotros...? ¿ayer...? -él la miraba muy atento, perfectamente consciente de a qué se refería, pero prefería dejarla hablar y ver cómo sus mejillas iban tornándose cada vez más y más coloradas-. ¿Pasó algo?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, pasaron muchas cosas. Eres un torbellino, Mariola, aunque he de decirte que no toleras muy bien el whiskey -la mera mención a la bebida le produjo una arcada, y por si eso fuera poco, ya había alcanzado oficialmente su grado máximo de mortificación-. Aunque puedes estar tranquila.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Pues ahora mismo siento muchas cosas menos tranquilidad. Creo que debería irme a casa. </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿No quieres saber qué pasó?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Mmm -dudó un instante-. ¿Cómo llegué hasta aquí?</div>
<div style="text-align: justify;">
- En taxi -respondió-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Pero, ¿por qué?</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué es lo último que recuerdas?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Que me pedí una copa, me fui a la sala de los VIPS, me senté, apareció Ricky, me llamó frígida, y después llegaste tú.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y ya está?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí. ¿Hay más?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Mucho más?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Pues entonces creo que no me queda más remedio que escuchar la historia...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Veamos... Me senté a hablar contigo, y me agradeciste que te quitara a Ricky de en medio. Me hablaste durante un buen rato de millones de personas sin ningún tipo de conexión aparente, y me explicaste con todo lujo de detalles cómo hacer una perfecta pedicura a una señora de más de 80 años. Luego llegó el encargado de la sala VIP con la clara intención de echarte porque había hablado con su jefe y aparentemente no podías estar allí, así que le dijiste que era muy joven para trabajar en ese ambiente. Estuviste aproximadamente una hora tratando de convencerle de que se hiciera abogado porque habías intuido que tenía una clara actitud negociadora ante la vida, y no sé cómo ni por qué, pero conseguiste que dejara su trabajo en ese mismo instante con la promesa de matricularse al día siguiente en la universidad. Se unió a nosotros y te contó que necesitaba el dinero para poder vivir porque sus padres le habían echado de casa al salir del armario, así que abriste el bolso y le diste 50 euros. Le dijiste que ese billete era un símbolo; representaba su futuro, y que lo guardara para pagar algo que realmente necesitase. El chico se levantó, no sin antes intercambiar vuestros teléfonos, y le dijiste al oído que ya no te quedaba dinero para pagar las consumiciones pero que podías fregar todas las copas de la noche a modo de pago. Al cabo de un rato apareció uno de los camareros y te ofreció trabajar en la barra durante una hora a cambio de beber gratis toda la noche. Así que aceptaste. Pero debiste interpretar mal sus palabras, porque te acercaste al DJ, y acto seguido te subiste literalmente a la barra, y empezaste a bailar de una manera un tanto... impetuosa. A mitad de tu primera actuación, tenías la atención de todo el local, lanzaste tus zapatos por los aires, y cogiste un micrófono de la cabina del DJ. Te presentaste ante todos, y explicaste que esa era la primera noche del resto de tu vida, así que querías que alguien te invitase a una copa. A los dos segundos tenías aproximadamente cien chupitos a tus pies, pero se cayeron todos cuando giraste sobre ti misma tratando de hacer lo que parecía una voltereta lateral... -Francisco comprobó que Mariola estaba totalmente encogida en la cama, posiblemente muerta de vergüenza, por lo que interrumpió el relato durante un par de segundos para que ella asimilara la historia-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Una voltereta lateral? Pero si nunca supe hacerlas... Estas cosas no suceden así en las películas...<br />
- Bueno, en realidad, depende de qué película -Mariola no contestó-. ¿Por qué no hacemos una cosa: te das una ducha, yo me encargo de que traigan algo de comida, y continúo contándote la historia cuando al menos estés más relajada?<br />
- Me parece una buena idea -contestó, mientras retiraba la sábana. Cuando sacó los pies de la cama, le sorprendió ver todo su pie vendado hasta la rodilla, y se animó a preguntar: ¿por qué tengo el tobillo vendado?<br />
- Porque te caíste y te hiciste una buena torcedura. Tuviste suerte de no rompértelo en dos.<br />
- ¿Y fui a urgencias?<br />
- Toma -dijo él, ofreciéndole una camisa de franela-, es mía, pero al menos te tapará. En el cuarto de baño encontrarás toallas limpias, y me he tomado la libertad de comprarte un cepillo de dientes. Es el verde. No tengas prisa. Cuando estés lista, te daré algo de comer. Necesitas reponerte. Fue una noche muy larga.<br />
- Gracias -fue lo único que fue capaz de responder. ¿Acaso ese desconocido pretendía que se pasease por su apartamento medio desnuda, con una de sus camisas a modo de camisón? Y lo que era aún peor: ¿por qué estaba confiando en él? No quiso darle excesiva importancia, y ni siquiera sabía si necesitaba saber el final de la historia o prefería irse a su casa a encaramarse en la cama, y devorar películas románticas hasta morir sola por un coma diabético producido por un alarmante exceso de hidratos de carbono. Barajó sus opciones durante un par de segundos, y optó por darse esa ducha. Al fin y al cabo, había decidido ser una nueva Mariola, y aunque las cosas no estaban saliendo según lo previsto, el objetivo era justo ese: experimentar, sorprenderse, y dejarse llevar.<br />
<br />
Se encerró en el cuarto de baño, se desnudó ligeramente intimidada por la posibilidad de que Francisco la estuviera espiando con alguna cámara oculta en una de las bombillas o en la cajita del algodón, pero pensó que tampoco pasaba nada por que un hombre viese a una mujer duchándose. El agua abrasaba, justo como a ella le gustaba, y al cabo de unos diez minutos empezó a sentir cómo los músculos se desentumecían. Definitivamente, necesitaba una ducha. Cuando estuvo preparada, cerró los grifos y cogió la toalla que había dejado preparada a un lado. Se enrolló con ella, y se miró al espejo. Tenía un aspecto horrible, con unas terribles ojeras moradas, patéticamente cubiertas por los restos del rímel corrido.<br />
Al cabo de un rato sintió la necesidad de cantar <i>Si tú me dices ven</i> de Los Panchos, uno de los boleros predilectos de su madre. Empezó tarareándola, mientras se desenredaba el pelo con los dedos, y se fue animando progresivamente:<i> si tú me dices ven, lo dejo todo. Si tú me dices ven, será todo para ti. Mis momentos más ocultos, también te los daré, mis secretos que son pocos, serán tuyos también...</i> Había conseguido perder la noción del espacio y el tiempo, totalmente absorta en su canción, cuando oyó que una voz grave, lejana, cantaba desde la habitación contigua, siguiendo la letra con ella: <i>Si tú me dices ven, lo dejo todo</i> -Mariola se concentró en escuchar- <i>que no se te haga tarde y te encuentres en la calle perdida, sin rumbo, y en el lodo. Si tú me dices ven, lo dejo todo... </i><br />
<br />
Sentía que, de alguna manera, la letra iba dirigida a ella. ¿Realmente la habría encontrado en la calle perdida, sin rumbo y en el lodo? La mera idea la horrorizaba. Había llegado el momento de disipar las dudas. Salió del cuarto de baño, vestida con la camisa de franela pero sin la venda. Se la había quitado para ducharse y le pareció una estupidez volver a ponérsela sin saber realmente cómo hacerlo. Se sentía extraña y tímida, pero se obligó a mantener la compostura y continuar al menos con la idea que le quedaba de la nueva Mariola. Fue directa hacia la cocina y se detuvo en la puerta, apoyándose en el quicio.<br />
<br />
- Huele fenomenal. ¿Qué es? -dijo, mientras miraba con atención los millones de platos con comida que cubrían la encimera-.<br />
- No sabía qué te apetecería, así que he llamado a todos los restaurantes de comida a domicilio de la zona. Puedes elegir entre pasta, pizza, sushi, tortilla, pollo asado, tortitas, ensaladas varias, hamburguesas, sandwiches, aperitivos variados...<br />
- Gracias, pero no tenías por qué molestarte. Me hubiese valido cualquier cosa que tuvieras en la nevera -dijo Mariola, realmente impresionada por el despliegue culinario-.<br />
- Créeme, es mejor que yo no me acerque a la cocina. Se me da mucho mejor comer que cocinar.<br />
- En ese caso has hecho bien. No queremos que después de todo resultes tú también herido -ambos se rieron, y Mariola añadió-: ¿eres fan de Los Panchos?<br />
- No mucho, pero esa canción es un clásico. Me gusta la buena música -y sacudió los hombros, demostrando que no le importaba especialmente el tema-.<br />
- ¿Quieres que te ayude en algo? -se ofreció-.<br />
- Quiero que vayas al comedor y te sientes. Como ves, la cena está lista. Yo voy a llevar las cosas. Tengo un vino estupendo, no sé si te apetecerá probarlo... -la pregunta estaba implícita en la frase-.<br />
- Por supuesto -cogió varios platos y se los apoyó en los antebrazos, le guiñó un ojo y se dio la vuelta-. ¿Vienes?<br />
<br />
No hacía falta una respuesta; él simplemente la siguió hasta la mesa, que ya estaba preparada para la cena, y sirvió las dos copas de vino. Mariola se sentía muy seductora, con su camisa masculina, demasiado corta para ser un vestido de mujer. Pero también era muy consciente de que él vigilaba atentamente cada uno de sus movimientos.<br />
<br />
- Espero que te guste. Llevo toda la tarde cocinando para ti -dijo, sonriendo-.<br />
- Seguro que me gusta. ¿Brindamos? -Mariola contestó entre risas-.<br />
- ¿Y por qué vamos a brindar?<br />
- Por tus dotes culinarias. Y también porque el destino me haya traído hoy hasta aquí.<br />
- Brindemos pues -chocaron las copas, y bebieron el sorbo de rigor sin perder el contacto visual-. ¿Crees en El Destino?<br />
- ¿Qué sino me traería aquí ayer?<br />
- Yo creo que tuvo mucho que ver una borrachera descomunal debida a un exceso de alcohol de calidad cuestionable, una lesión leve, y una serie de acontecimientos extravagantes, más bien desafortunados.<br />
- ¿Desafortunados?<br />
- ¿Crees que estás preparada para que te siga contando la historia?<br />
- Claro, por qué no...<br />
- Bien, pues continuaré entonces... ¿Dónde me había quedado? -dijo, mirando al techo tratando de hacer memoria-.<br />
- En que me lesioné el tobillo tratando de hacer una voltereta lateral -inquirió Mariola-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Ah, sí! Te caíste y te torciste un tobillo, pero no debió de dolerte, porque te incorporaste de inmediato. Al poco rato te diste cuenta de que ya no podías bailar como hasta el momento, así que nos explicaste a todos que debías pagar tus consumiciones trabajando en la barra, y como ya no podías continuar, decidiste subastar un beso tuyo. El ambiente cada vez estaba más caldeado, y las pujas empezaron en ese preciso instante. Después de media hora, un tío ganó el premio, pero otro te bajó de la barra y te dijo que trataras de apoyar el pie en el suelo. Toda la gente clamaba que os besarais, pero el que te había bajado de la barra dijo que era médico y que necesitabas ir a urgencias. Tú te acercaste a él, le susurraste algo al oído, y acto seguido le pegaste un puñetazo en la cara. Le gritaste que eso era por Dieguito, así que todos dedujimos que os conocíais. Él se incorporó, se tocó la nariz para comprobar si sangraba, y te levantó en volandas. Pero el resto de los clientes no se lo tomó muy bien, así que varios hombres intentaron frenarle y se organizó una verdadera pelea en el local. Tú te levantaste, cojeando, te acercaste hasta mí, me cogiste de la mano, y me llevaste hasta la barra. Y entre los puñetazos y las botellas por el aire gritaste -dirigiéndote al susodicho- que yo era tu novio, y que no se atreviera a volver a besarte nunca más. La trifulca empezó a ser realmente peligrosa, así que te urgí a que nos marcháramos cuanto antes, pero como la salida estaba bloqueada, se acercó el chico al que habías convencido para que empezara la universidad, y nos ayudó a escapar por la puerta trasera. Tú apenas podías andar, habías perdido los zapatos al principio de tu baile, y cada vez te costaba más mantenerte en pie, así que te cogí en brazos, paré un taxi, y nos llevó a la primera farmacia de guardia que encontramos. Una vez allí, nos abrió una chica joven, de unos 25 años, y nos dijo que nos podía vender una venda pero nos aconsejó que fuéramos a urgencias para que te hicieran una radiografía. Cuando nos íbamos a marchar al hospital, la chica te reconoció desde el taxi, y nos dejó pasar a la trastienda. Te dio un vaso de agua y un antiinflamatorio, y te vendó el pie. Me presentaste como Pablo, tu novio, y ella empezó a contarme que tú te habías portado muy bien con su padre, y que era lo menos que podía hacer por ti. Estuvimos un rato charlando, hasta que nos fuimos definitivamente. Entonces pasó lo del mendigo y el reloj, y tú te enfadaste muchísimo con él y le exigiste que se presentara al día siguiente en el despacho de alguien, un hombre creo, aunque no recuerdo su nombre. Te montaste en el taxi de nuevo, y te apoyaste en mi hombro. Iba a preguntarte dónde vivías para indicarle al conductor la dirección, pero te quedaste dormida al instante, así que te traje a mi casa. Nada más entrar te encerraste en el baño y estuviste vomitando al menos dos horas, y cuando saliste, agotada, te dejé ese camisón sobre la cama. Cerré la puerta, y te quedaste dormida de nuevo. Y lo demás ya lo sabes...<br />
<br />
Mariola estaba sin habla. La noche había resultado del todo surrealista, aunque en el fondo, muy en el fondo, sentía un placer incomprensible por tener una aventura de juventud, la primera de su vida, y poder guardarla como un tesoro vital.<br />
<br />
- Muchas gracias por todo -se limitó a decir-. No sé cómo agradecértelo.<br />
- No hace falta que me lo agradezcas.<br />
- Seguro que cuando saliste de tu casa no pensaste que volverías con una mujer borracha, generadora de broncas, lesionada, y bastante perjudicada.<br />
- Bueno, nadie tiene por qué saber todo eso. Me quedo con la experiencia y con las ganas de seguir conociendo a la excéntrica Mariola...<br />
- Aún tengo una pregunta más...<br />
- Dime.<br />
- ¿Llegué a besar al ganador de la subasta?<br />
<br />
Entonces ella se incorporó de la silla, sin esperar la respuesta. Bordeó la mesa y se colocó delante de él. Acto seguido, le rodeó la cara con ambas manos, acariciando ligeramente sus pómulos, y se inclinó hasta su oído para susurrar: <i>a partir de ahora te llamaré Pancho.</i><br />
<br />
Él la miraba fijamente, a la espera, en silencio. Ella se inclinó, muy despacio, acercando sus labios lentamente a los de él, sin llegar a rozarle. Cada uno podía sentir la respiración agitada del otro, sus respectivos alientos con olor a vino, las pulsaciones aceleradas. Entonces ella finalmente rompió la distancia que los separaba, y empezó a besarle como si ese fuera el último instante de su vida. Parecían dos adolescentes desenfrenados, conociéndose, descubriendo lo desconocido. Y al fin y al cabo, quién podía decir que no lo fueran.<br />
<br />
Entonces Mariola se separó de repente, haciendo caso omiso al aturdimiento que sentía tras el que posiblemente había sido el mejor beso de toda su vida, y volvió a inclinarse para susurrar: <i>Pancho, yo siempre cumplo mi palabra, y creo que anoche me ganaste un beso.</i><br />
<br />
(Continuará...)<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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</div>
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<div style="text-align: justify;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 1</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola.html">aquí</a></b>.</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 2</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-segunda-parte.html">aquí</a></b>.</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 3</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-tercera-parte.html">aquí</a></b>.</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 4</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-cuarta-parte-el-ocaso.html">aquí</a></b>.</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 5</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-quinta-parte-la-conversacion.html">aquí</a></b>.</div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Para leer el <b>capítulo 6</b>, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/03/mariola-sexta-parte-el-encuentro.html"><b>aquí</b></a>.</div>
</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando Mariola se despertó se sentía desorientada. No sabía exactamente dónde se encontraba, y le costó algo más de un minuto adivinar -más bien suponer- lo que había sucedido la noche anterior. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Desde que Joaquín la besó sin previo aviso, unos meses antes, había tomado la firme determinación de dejar de ser la mojigata que todos creían, que ella se consideraba. Ese mismo día, había salido de compras, sola, y había hecho lo que las revistas de moda llamarían <i>una renovación de vestuario</i>. Adiós a las camisas sencillas y a las faldas a la altura de la rodilla. Ella siempre había sabido que no era una Marilyn Monroe ni una Rita Hayworth, pero al fin y al cabo, había pocos hombres de su edad que supiesen quiénes eran esas divas despampanantes. El mundo estaba algo loco, y parecía que la mujer más atractiva era la que más carne enseñaba...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Llegó algo exhausta a casa, con unas ganas locas de meterse en la cama, pero su propósito de dar un cambio radical a su vida se habría visto frustrado, una vez más, por su impertinente sueño, y eso era algo a lo que no estaba dispuesta a renunciar esta vez. Se dio una ducha rápida, se peinó cuidadosamente siguiendo las instrucciones de un video casero que había encontrado en youtube, y se maquilló los ojos negros, tan rasgados como los de un gato. Se miró en el espejo para aprobar mentalmente el resultado, y se dio cuenta -muy a su pesar-, de que con ese aspecto jamás conseguiría conquistar a un caballero de los que ya no quedaban, de los que te retiran la silla para que te sientes en un restaurante lujoso, o los que se adelantan al camarero para pedirles, con una simple mirada, que te sirvan otro chardonnay. Pero estaba claro que ella ese día no quería caballeros, sino hombres, y por primera vez en su vida, se dio cuenta de que iba a salir <i>de caza</i>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se sentía extraña, casi díscola, y se atrevió a juzgarse por aquella actitud tan reprobatoria. Oyó a lo lejos la voz de su madre tachándola de fresca -por no usar otra palabra mucho más apropiada-, pero estaba decidida a hacerlo, y al fin y al cabo, no tenía nada que perder. Merecía divertirse, merecía disfrutar de su juventud, y merecía algo más que un puñado de amigas embarazadas, una casa vieja, y sus queridos -aunque poco <i>futuribles</i>- <i>inquilinos</i> del hospital. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cogió uno de los nuevos bolsitos -bastante inútil, por cierto- en el que apenas cabían las llaves, el carnet de identidad, y un billete arrugado de 50€. Pensó que los hombres eran muy caros, ya que ella jamás en la vida se había gastado tanto dinero en un solo día, pero acalló sus pensamientos y se convenció de que al menos la experiencia valdría la pena. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dos horas y 59 minutos después -porque sonaba mejor que decir tres horas exactas- salió de su casa dando un portazo, con la cabeza bien alta, y una duda de lo más inquietante: <i>¿a dónde demonios iría ahora?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Empezó a andar calle abajo, pero en seguida se dio cuenta de que si continuaba caminando, los pies comenzarían a dolerle de un momento a otro a causa de los altísimos tacones de aguja. Miró a su alrededor, y vio que se acercaba un taxi por el sentido contrario. Salió corriendo, casi persiguiendo el coche, hasta que el conductor se percató de su presencia, y frenó en seco. Ella entró rápidamente orgullosa de su recién estrenada espontaneidad, y le suplicó al taxista que le llevara a cualquier sitio en el que hubiera música, alcohol y hombres. Quiso que su voz resultara atractiva, y demostrar una seguridad de la que evidentemente carecía, por lo que puso acento extranjero y fingió que estaba en la ciudad por negocios y necesitaba divertirse. El señor se limitaba a asentir con la cabeza, y condujo al menos diez minutos callejeando con la clara intención de sacarle unos cuantos euros más de los necesarios. Ella se hizo la tonta para confirmar su estúpida nacionalidad indeterminada, simplemente extranjera, y le pidió con su acento indescriptible y macarrónico que se diera prisa. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El taxi paró al final de una calle, justo delante de un local cuyo umbral custodiaban dos negros gigantes, iluminados por lo que debían ser diez millones de luces. Ella bajó del coche, se irguió, y empezó a caminar hacia la entrada con toda la decisión de la que fue capaz. El negro de la derecha le abrió la puerta para que pasara, y se sintió un poco aturdida al entrar debido al ruido y al gentío aglutinado en aquel sitio. Visualizó una de las tres barras que había en ese piso, y se dirigió rápidamente a pedir una copa. El camarero la miró de arriba a abajo, con un aire relativamente insultante. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Whiskey. Solo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se sintió muy atrevida. Era la primera vez que pedía un whiskey, iba a ser la primera vez que probase una bebida con más graduación que el vino, y era también la primera vez que había pedido algo sin decir <i>por favor</i>. Creyó que ser maleducada por una noche iba bien con su recién estrenada personalidad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El camarero no le quitaba los ojos de encima, y preparó su copa sosteniéndole la mirada deliberadamente. Cuando terminó de servirle, dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Algo más... señorita?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, que dejes de mirarme las tetas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mariola no se lo podía creer. Estaba en racha. Cogió el vaso y se lo bebió de un trago, golpeándolo después contra la barra con fuerza a modo de petición tácita de que le rellenara la copa. Cuando el camarero se giró para coger de nuevo la botella, ella abrió la boca todo lo que pudo para intentar expulsar el fuego imaginario que le salía a borbotones de la garganta, pero en cuanto sus miradas se cruzaron una vez más, retomó su actitud desafiante. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mientras cogía la segunda copa de la noche, decidió tomárselo con más calma, en primer lugar porque quería saborear el whiskey para hacer una valoración objetiva de si le gustaba o no, y en segundo, porque quería volver a su casa de cualquier manera excepto en ambulancia. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Echó un rápido vistazo a la discoteca. Había una pista de baile con bastantes personas, en su mayoría mujeres, bailando lo que supuso que serían las canciones de moda, y a lo lejos una pequeña sala con sillones amplios y mesas bajas. Se le antojó sentarse un rato para seguir observando el local desde otra perspectiva, así que anduvo la corta distancia que separaba la barra de la salita, y se sentó en la primera butaca que encontró libre. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Disculpa, pero no puedes sentarte aquí -le dijo un crío, de unos 18 años, vestido con el mismo polo que todos los camareros-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y eso quién lo dice? -se animó a contestar-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Esta es una zona reservada para los vips. </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y qué te hace pensar que yo no soy una de esos vips?</div>
<div style="text-align: justify;">
- No tienes la pulsera amarilla que identifica a las personas que pueden estar en esta zona, así que lárgate. </div>
<div style="text-align: justify;">
- Y tú no tienes dos ojos en la cara. Deberías ir a preguntarle a tu jefe si puedo o no estar aquí, y tendrás suerte si no te pone de patitas en la calle.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El chico se quedó mirándola, medio embobado, quizá tratando de recordar aquella cara o poniéndole un nombre. Dudó un par de minutos y se marchó. Mariola sabía que tenía todas las de perder, y si el chaval se decantaba por consultar al responsable, lo más probable fuese que acabaran echándola a patadas de aquel antro, aunque prefirió correr el riego. Al fin y al cabo, nadie la conocía allí y esa era su primera cacería. No entendía cuál sería el concepto de VIP en esa discoteca, quizá un miembro de la aristocracia, o un famoso, o simplemente un cliente habitual, pero estaba claro que ella no era ninguna de esas tres cosas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estaba absorta en sus pensamientos cuando se le acercó un hombre que debía tener algo más de 30 años. Se sentó en la butaca contigua sin pedir permiso, y se inclinó hacia ella con la clara intención de empezar una conversación:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Hola, nena -dijo-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué pasa, acabas de salir de una peli de los 60?</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Perdona?</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué quieres... nene? -contestó Mariola haciendo hincapié en las dos últimas sílabas-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Conocerte.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Por qué?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Porque eres la mujer más guapa que he visto en mi vida.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Eso te funciona con todas?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Con la mayoría. Soy Ricky.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Muy bien, Ricky, ¿por qué no te buscas a una adolescente a la que te puedas camelar con un par de palabras tontas?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Porque me gustas tú.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Mala elección. Respuesta incorrecta.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Por qué no me dices lo que quieres oír para acortar la charla de rigor y nos podemos ir de una vez a echar un polvo? -Mariola dio un sorbo largo a su whiskey, que por cierto no le gustaba en absoluto, pero prefirió tomarse unos segundos para contestar y disimular su sorpresa ante aquella proposición-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ricky, si fueras una nube, ¿dónde lloverías?</div>
<div style="text-align: justify;">
Ricky se rascó la cabeza con los nudillos, posiblemente tratando de encontrar una respuesta ingeniosa a una pregunta que muy probablemente jamás le habían hecho.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué pasa, tía, que te va a bajar la regla y tratas de inspirarte pensando en anuncios de compresas?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Vete a probar en otro sitio, aquí no tienes nada que hacer.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Puedo hacer que te echen del reservado.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Inténtalo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Pero quién coño te crees que eres para rechazarme? ¡Frígida!</div>
<div style="text-align: justify;">
- La señorita te ha dicho que te vayas -una voz grave salió de detrás de ella. Mariola se giró para comprobar quién era aquel hombre que había salido a defenderla, y sintió una profunda decepción al darse cuenta de que no era Joaquín, sino un hombre cualquiera de los muchos que rondaban la ya aburrida sala VIP-. Toma cariño -dijo él refiriéndose a ella-, te he traído la copa, como me pediste -y esa afirmación tan rotunda puso punto final a los aires de gallito de Ricky, dejando un leve aroma a pachulí y a chulo de barrio-.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ese era el último recuerdo que Mariola tenía almacenado en su memoria. Se incorporó ligeramente, apoyándose sobre los codos, y descubrió que no llevaba su atuendo de tigresa, sino un ligero camisón de satén, estaba en una cama que no era la suya, y un hombre -quizá el salvador de la última copa- le miraba desde el otro lado de la habitación.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Para leer el <b>capítulo 8</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/09/mariola-capitulo-8-el-despertar.html">aquí</a></b>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://www.rojaynegra.com/wp-content/uploads/2011/06/ritahayworthfemmefatale.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="272" src="http://www.rojaynegra.com/wp-content/uploads/2011/06/ritahayworthfemmefatale.jpg" width="400" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-90226026802505252352012-07-24T14:11:00.002+02:002012-07-24T14:11:24.826+02:00Nos dijimos adiós, ojalá que volvamos a vernosHacía calor. Un calor pegajoso y aplastante, como solía ser habitual en la cidad de Cáceres durante el mes de julio. Me monté en el coche, y estuve una hora entera dejándome llevar, absorta en el paisaje. De fondo sonaba un canalla cualquiera cantando eso de <i>yo te querré como jamás te quiso quien más te haya marcado</i>. <div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una mezcla entre tangos y malabares me llevaron una vez más a una explanada de arena, de expectación, de nervios, de coincidencias y milagros. <i>Y nos dieron las diez y las once</i>, y una ligera brisa nos regaló un principio imprevisible, un silbido resquebrajado, un Serrat mayor, un Sabina poeta. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los brazos en alto, una espiral de música y humo, tintos y disfraces, ventanas y puertas, cielos e infiernos, caras en el espejo, mañanas y azares. Y empezaron a sonar. Cada canción me recordaba a mí, o a tantos otros a los que alguna vez puse nombre. Cada minuto era mágico, cada segundo me devolvía la esperanza de lo intenso, me vaciaba de todos a cada instante.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Jamás lo había sentido así, impaciente, deseosa, anhelante. Entonces tocaron aquella canción, mi favorita, y cerré los ojos recordando el primer beso que me diste mientras sonaba hacía ya mucho tiempo en otro concierto de Sabina. De repente cobró sentido cada palabra, cada estrofa, cada verso. Y me vi a mí misma en una sucesión de imágenes, como si estuviese visualizando mi vida a través de una película. Vi que <i>nos dijimos adiós, ojalá que volvamos a vernos</i>. Vi también cómo <i>el verano acabó, y el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno. Y a tu pueblo el azar, otra vez, el verano siguiente me llevó y al final del concierto me puse a buscar tu cara entre la gente. Y no hallé quien de ti me dijera ni media palabra. Parecía como si me quisiera gastar el destino una broma macabra... Tu memoria vengué a pedradas contra los cristales; sé que no lo soñé, protestaba mientras me esposaban los municipales... Y empecé esta canción, en el cuarto donde aquella vez me quitabas la ropa</i>... </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres</i>, y ya no hacía calor, sino un frío intenso, pegajoso y aplastante, nada propio del mes de julio. Y a la mañana siguiente me compré unas nuevas entradas para vivir ese trocito de lo que fue, y ver a mi canalla preferido en Madrid el 20 de septiembre. </div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://estaticos03.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2012/07/02/valencia/1341212288_extras_portadilla_0.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="236" src="http://estaticos03.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2012/07/02/valencia/1341212288_extras_portadilla_0.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-27332072083356507112012-07-09T11:25:00.000+02:002012-07-09T11:36:41.409+02:00La Habanera<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Y allí está ella una vez más. Me encanta sentarme en la mesa de la
derecha, la que está tapada con un biombo chino, para poder observarla sin que
se dé cuenta. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Todas las tardes viene al <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Café du
París</i>. Cuando entra en el salón parece que el tiempo se ha parado y es ella
quien lo controla. Sujeta la puerta de cristal durante al menos dos segundos,
inclina la barbilla y alza la mirada hasta el reloj de la repisa para comprobar
que son las siete en punto. Acto seguido, posa su mano enguantada sobre la barandilla
de color oro y baja los tres escalones de la entrada. Anda distraída los siete
metros que la separan de la barra, haciendo sonar exactamente veintiuna veces
sus altísimos tacones de aguja contra el parquet del suelo. Cuando llega a la
fabulosa tarima de caoba, se sienta en la última banqueta de la izquierda. El
contraste del terciopelo verde de las fundas del asiento siempre hace juego con
las ajustadas faldas que lleva día tras día a la altura de las rodillas. Con
ella no hay modas, ni complementos, ni aburrimiento.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Echa un vistazo a su alrededor distraída, aunque nunca mira a nadie realmente.
Deja su bolso como olvidado sobre la
barra y saca un cigarrillo. Es increíble lo bien que queda entre sus dedos… Su
boca se retuerce, mientras su mano se va acercando lentamente para exhalar el
humo del tabaco. Instantes después su rostro desaparece tras una nubecina
envolvente imposible de atravesar. Una vez quise acercarme para percibirla
mejor en ese momento, y sólo pude oler una mezcla de colorete, perfume caro y
un ápice de tabaco de importación.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Unos seis minutos después, apaga la colilla – ahora de color bermellón –
en el cenicero que alguien se ha molestado en hacerle llegar. Levanta la mano
ligeramente, y un camarero jovencito corre a atender su pedido. Ella no habla,
ni siquiera mueve los labios. Se limita a sonreír, y asiente con la cabeza en
un movimiento casi imperceptible. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Al cabo de la mitad de un instante, tiene en las manos una copa de
champaña. Acerca los labios al finísimo cristal de Bohemia, y saborea el
líquido hasta dar su aprobación con la mirada. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Llevo viniendo a este bar cinco años, y siempre la veo allí sentada. Su
ritual no ha variado ni un milímetro desde entonces. Cuando intento
imaginármela en sueños, jamás logro ser fiel a la realidad. Una vez intenté
describirla para mis adentros y no fui capaz. Es la máxima expresión de la
femineidad; tan elegante, tan proporcionada, tan perfecta. Habría sido la gema
más preciada de algún genio como Leonardo o Miguel Ángel. Y dado que ninguno de
nosotros –los que venimos cada día al <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Café
du París</i> a observarla –somos genios, queremos rendir homenaje a nuestros
antecesores artistas con su presencia. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Todos sabemos cuándo entra porque las luces se atenúan y el tocadiscos,
siempre preparado para la ocasión, cambia para dar paso a los mejores momentos
de la Callas en la Scala de Milán. Está claro que sabe hacer justicia a la
melodía, porque sus citados 21 pasos forman ya parte del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Carmen </i>de Bizet; por ese motivo, hemos decidido entre todos
llamarla <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Habanera</i>, en honor al pasaje
que suena siempre a su entrada en el local.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Pero nadie sabe cómo se llama, ni quién es, ni de dónde viene. Después
de tantos años, ella tampoco sabe nada de nosotros, así que nos hemos limitado
a ignorar este hecho y a adorarla de la única manera en que se puede observar
la belleza: de lejos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Le dimos este nombre porque todos los que frecuentamos el local sólo por
queremos verla a ella, porque nos inspira. La mayoría somos artistas, y la musa
ha sido protagonista de sonetos, de esculturas e incluso de un réquiem. No
sabemos por qué, pero esa mirada negra esconde algo cautivador que me
obsesiona. Daría hasta mi propia vida por que me dedicara apenas dos minutos de
su tiempo para encuestarla con la mirada, para beberme sus ojos y degustarlos
como el mejor vino francés. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Hace cosa de un par de meses entró un extraño en el café. Nadie sabía
tampoco de dónde había salido, y evidentemente no era ninguno de nosotros, los
observadores de la Habanera. Se movía de una forma felina, y tras un rápido
vistazo, se dirigió raudo hasta nuestra musa. Yo me sentí muy violento. Hasta
entonces nadie se había atrevido a cruzar esa barrera tácita que la rodeaba,
esa aura maravillosa y mágica que casi la convertía en una diosa digna de su
corte de fieles servidores. El susodicho ni siquiera tanteó el terreno,
directamente la asedió. Ella, al sentirle tan cerca, levantó la mirada, más
sorprendida que otra cosa. Él hizo un gesto al chico de la barra indicándole
que llenara la copa de la señorita. El camarero obedeció raudo, pero la
Habanera tapó la copa con la mano derecha para expresar que estaba servida, y
le brindó a aquel niño –porque no debía de tener más de 12 años- la mejor de
sus sonrisas. El extraño estaba más intrigado si cabe, pero no estaba dispuesto
a rendirse tan fácilmente. Le rodeó la cintura muy decidido, dejando ver unos
brazos fuertes y musculosos. Ella no se apartó, ni mostró desagrado. Todo el
ambiente en el local era de pura tensión. Observábamos aquella escena inusual
con una mezcla de sorpresa y envidia. Yo no podía parar de preguntarme qué
habría pasado si hubiese sido yo el que se hubiera acercado algún día a la
Habanera. Pero a quién pretendía engañar: yo no tenía una actitud felina, ni
desafiante, ni mis brazos estaban cubiertos de músculos. Mi Habanera necesitaba
un hombre, y yo era un artista. Los artistas conocen muchas artes, excepto las
amatorias. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Estaba inmerso en mis pensamientos, cuando oí a lo lejos una voz de
mujer, de timbre cantarín y acompasado. La Habanera había emitido su primera
palabra en cinco años, y yo había sido tan tonto de no prestar atención a ese
momento. Ni siquiera sabía qué era lo que había dicho. Todos estábamos en
silencio, posiblemente compartiendo la misma idea, concentrados en oír de nuevo
un susurro, un ronroneo, o una nueva palabra de nuestra Habanera. No sé cuánto
tiempo nos quedamos allí, inquietos, vacíos, suspendidos en el aire. Entonces
él dijo:<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 36.0pt; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">-<span style="font: normal normal normal 7pt/normal 'Times New Roman';">
</span></span><span lang="ES" style="font-family: Arial;">Querida,
llevo una eternidad buscándote. Vámonos a casa.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;">Ella levantó una vez más la mirada, y se tomó unos segundos para
responder. Miró de soslayo el reloj de la repisa, que le avisaba siempre de en
qué punto de nuestro ritual se encontraba. Cogió con suma delicadeza la copa
vacía, y se la acercó a los labios para reafirmar su feminidad. Se incorporó,
colocando las manos a ambos lados de su cuerpo, y nos miró a todos y cada uno
de nosotros. Entonces, alzó la copa a modo de brindis, bebió el líquido
imaginario, y sin mirar a su acompañante añadió: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">querido, yo ya estoy en casa</i>. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.25pt; text-align: justify;">
<br />
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: Arial;"> <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://images.fineartamerica.com/images-medium/corner-cafe-woman-barbara-yalof.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://images.fineartamerica.com/images-medium/corner-cafe-woman-barbara-yalof.jpg" width="297" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span class="Apple-style-span" style="font-size: 16px;"> </span></div>losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-73910779276022446652012-07-07T00:23:00.001+02:002012-07-07T00:23:26.061+02:00Temblores que matan<div style="text-align: justify;">
Tu pulso se empieza a acelerar, un molesto sudor frío te acaricia las manos recordándote que estás nervioso, las palabras huyen asustadas, te vacías de ti, y de todo, y sólo queda ese profundo miedo que te ahoga, que te inunda, que te sacude, que te domina, que te tiene preso...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Unos ojos curiosos, casi desesperados, me ruegan en silencio que lea su alma a través de una simple mirada. Y yo lo hago, pero preferiría cruzar los siete mares a nado antes que aceptar esa infinita deuda disfrazada. Me visto de recelo, me puede la rabia, y un sinfín de lágrimas silenciosas me siguen diciendo que no sabes, que no puedes, que te crees cobarde.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entonces estallo, el ego se apodera de mi ser, desvarío en un bucle de descontrol, de exceso de control quizá, de todos tus ruegos. Estoy vomitando palabras, como antaño. Qué extraño resulta sentir, ver, padecer estas circunstancias del otro lado. Yo te sé capaz, te sé entero, y a pesar de todo te compadezco por esa maldita mirada tuya, ese afán exigente que se cree con derecho a maltratarme injustamente, a decirme que yo soy la única culpable de hasta el más ínfimo de tus rasguños, de tus secuelas emocionales, de tus lamentos más oscuros. Qué extraño resulta quedarse con la eterna duda de saber qué estarás pensando. Qué extraño saberte lejos, atontado, melancólico, delirante, imperfecto, insensible, defectuoso, despedido, humillante. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me despierto una vez más en el ojo del huracán; la curiosidad me ha arrastrado hasta aquí, en un atisbo de locura. Quiero gritarte que te vayas, que me dejes, que me engañaste, que no me mereces, que no eres nadie, que odio este ser que me posee cada vez que no te sueño, que no te veo, que no me callas. Quiero arrancarte los ojos con los dientes, arañarte esa expresión obsecuente que me mata, que me recuerda a cada instante que tú eres yo, y el todo, y la nada. Quiero hablarte de arroces y pollos, y de príncipes que se convirtieron en ranas...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Qué extraño, y qué liberador ser tormenta, escampar mi alma. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_5RIfWZ_8oXiBya8QvuaUz_CwDNf9Kki-i-NVFiGj1u52IwD_YI-hOUDbC8Y1EAhtjww8brsp2j7ek3FMVZlyhzigxtessICTnX066g3ROdFKB9TLnjjVYSiJEqa1zcgj7bCT1KqR6z5u/s320/grito.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_5RIfWZ_8oXiBya8QvuaUz_CwDNf9Kki-i-NVFiGj1u52IwD_YI-hOUDbC8Y1EAhtjww8brsp2j7ek3FMVZlyhzigxtessICTnX066g3ROdFKB9TLnjjVYSiJEqa1zcgj7bCT1KqR6z5u/s400/grito.jpg" width="400" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-44162893661368846712012-07-02T23:24:00.000+02:002012-07-02T23:32:15.611+02:00Manual para panolis y canallas<div style="text-align: justify;">
Érase una vez que se era, en un país muy lejano, había una princesa encerrada en lo más alto de la más alta torre. Nadie le pidió que subiera allí, ni tampoco estaba sometida a un malvado embrujo que debía romperse con un beso de amor verdadero. Simplemente a la princesa le gustaba sentir el placer del viento helado de la mañana en su cara. Pero sobre todo, su actividad predilecta, era bailar el tango. Cada día pasaba horas y horas escuchando las mismas melodías, y danzaba sola al son de ese tono característico y melancólico del bandoneón.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Nadie comprendía que disfrutara con algo tan absurdo, y algunos se atrevieron a confundir su pasión con locura. Fueron muchos los hombres que recorrieron grandes distancias hasta la morada de la princesa. Se vestían con sus mejores armaduras y blandían pesadas espadas, con la irritante presunción de mostrarle lo que había más allá de la torre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al principio, ella les recibía siempre con una actitud cordial, pero distante. Les invitaba a pasar y les pedía que bailaran un tango con ella. Pero al final todos esos supuestos caballeros se negaban, pretendiendo acelerar aquel trámite casi burocrático de besarla para cumplir con su papel en la historia de cuento de hadas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una mañana, la princesa se asomó a su ventana -como cada día- a aprender una nueva lección del viento, y observó a lo lejos a un campesino que le devolvió la mirada. Él segaba los campos de trigo, y ella contemplaba con devoción su labor acompasada, arrítmica, desafiante. Le invitó a pasar, y él obedeció. Todos sabían que nadie podía negarse a los encantos de una princesa. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estaba tardando mucho tiempo en subir los escalones hasta lo más alto de la torre. Pero ella recordó con paciencia que en ocasiones los caminos más sencillos pueden transformarse en auténticas batallas de combate. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando él al fin llegó, se encontró con una puerta entreabierta. Sonaba una canción de fondo, de acento porteño. Llamó discretamente, aunque estaba claro que todas las señales indicaban que aquello era una evidente invitación a pasar. Agachó la cabeza, y se decidió a entrar tras tomarse dos segundos más de lo necesario. No todos los días tenía la ocasión de estar en los aposentos de una princesa, y en realidad no sabía muy bien cómo actuar...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Había oído muchas historias sobre lo que habría allí: príncipes prisioneros, una joven deforme, cadáveres inhumanos, botes repletos de sangre, manuales de brujería... Él no tenía prejuicios, aunque sentía un cosquilleo solemne en el estómago, propio del respeto a lo desconocido. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dio un paso al frente, cruzando el umbral, pero un torrente de luz le obligó a taparse los ojos con el brazo. Cuando se hubo acostumbrado al reflejo, su mirada se topó una vez más con la de la princesa. Ambos se quedaron allí, estupefactos, ensimismados, cada uno en un extremo de la habitación. Se podía oír el breve sonido de sus respiraciones, ambas desacompasadas, interrumpiendo la deliciosa melodía de un tango cualquiera. Ella levantó la mano derecha, dejándola suspendida en el aire, en una actitud coqueta, sin títulos, ni miramientos, ni desaires. Él se adelantó otro metro, acortando una distancia física, hiriente, casi delirante. Un sutil movimiento de cadera, otro paso. Un guiño desafiante, y ya no quedaban pasos que dar.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Él le rodeó la cintura con delicadeza y decisión, y ella se rindió al placer de bailar su primer tango acompañada. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por la mente de la princesa pasaron todos los besos que no dio, que se quedaron en el tintero. Demasiadas palabras tiernas vacías, demasiadas tormentas de juicios errantes y comparaciones envenenadas. Entonces se dio cuenta de que ningún caballero antes le había preguntado cuál era su nombre. Justo después de la última vuelta, se acercó más si cabe a él, le cogió de la mano, y le guió hasta su ventana. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Él miró maravillado las vistas, y ella, al contemplar su ensimismamiento, le susurró al oído traviesa, juguetona, expectante: <i>¿qué te dice el viento?</i></div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A lo que él respondió: <i>que no te deje escapar, Araia</i>.</div>
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<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://www.past-impressions.co.uk/image.php?f=amNhdDk0OF9hcmdlbnRpbmVfdGFuZ28uanBn&w=460" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="330" src="http://www.past-impressions.co.uk/image.php?f=amNhdDk0OF9hcmdlbnRpbmVfdGFuZ28uanBn&w=460" width="400" /></a></div>
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<br /></div>losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-78220594190115535932012-06-18T20:49:00.001+02:002012-07-07T00:34:33.170+02:00La pasión de los peces<div style="text-align: justify;">
Un dedo que se entrelaza con otro, un suspiro, dos miradas cruzadas, el silencio... No existen los relojes ni los tiempos; sólo tú, sólo yo, y esta tormenta que nos tiene presos, paradigmáticos, filarmónicos, inermes, filáticos, aún ilesos... </div>
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<br /></div>
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Giro a la izquierda, y ahí estás, en esta noche en que al fin todo huele a España. Me impaciento...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un nuevo suspiro me interrumpe impertinente, me chiva, me malgasta, me transforma, casi melifluo. Dónde estabas aquel día, cuando necesité que me miraras, que me vaciaras y me llenaras simultáneamente. Suenas desacompasado, resuenas, me adulas, me mientes, me engañas. Ojalá no fueras tú, ojalá fueras cualquier otro, alguien a quien convencer con un simple sí, con un eterno no. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Quiero rendirme extasiada, seguir suspirando, morirme en tus brazos, rezarle a la Luna que me lleve, que me nieve, que me pudra. Pero ahí estás, siempre estás, violándome en silencio, marcando las corcheas con toda esta rabia que me consume, que me revuelca entre dos gotas de sangre, que te retuerce en mis lamentos y en tus desaires. No me entierres aún, que soy muy joven, como las parras que darán los mejores caldos. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entonces todo pasa, y me amaino. Y me doy cuenta de lo tonta que he sido, que pasaron la luz, y ese terrible miedo, y todos los aullidos a medianoche que en su día me carcomieron. Y es en ese último silencio, cuando llega la pena, esa profunda pena creativa que me deja pensando durante días, que me revela los peores augurios...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Quiero un beso, sólo uno, y ya me arrepiento. Un disparo, dos, trescientos. Siempre errando, siempre temiendo. Me sé sin ti, me ignoro contigo. Me da miedo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Te espero despierta, maldiciendo cada palabra, cada verso, dispuesta a estropearnos, abierta a los juegos. No me sigas, que ya te avisé de que te temo. No me sigas nunca, que te acabaré consumiendo. No me sigas, no me sigas, marinero.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Vomito una canción y muchos ruegos. Te busco, me persigues, huyo, y no te encuentro. Hazme el amor despacio, ámame sin recelo, besa cada paso que yo te entrego. Hazme volar. Sé el primero.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Te susurro, muy bajito, que tengo miedo. Entonces un dedo se entrelaza con otro, se oye a lo lejos un susurro, nuestras miradas se cruzan, y después... sólo queda el silencio.</div>
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<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://webalia.com/uploads/contenidos_usrs/originales/391576_musica_sensual_nocturna_20110426112100.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://webalia.com/uploads/contenidos_usrs/originales/391576_musica_sensual_nocturna_20110426112100.jpg" width="400" /></a></div>
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<br /></div>losmundosdeespehttp://www.blogger.com/profile/17249254843719777645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7178586958760245583.post-47622658742884522392012-03-18T22:00:00.001+01:002012-09-10T22:32:21.771+02:00Mariola - Capítulo 6 - El encuentro<div style="text-align: justify;">
Para leer el <b>Capítulo 1</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola.html">aquí</a></b>.</div>
<div style="text-align: justify;">
Para leer el <b>Capítulo 2</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-segunda-parte.html">aquí</a></b>.</div>
<div style="text-align: justify;">
Para leer el <b>Capítulo 3</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-tercera-parte.html">aquí</a></b>.</div>
<div style="text-align: justify;">
Para leer el <b>Capítulo 4</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-cuarta-parte-el-ocaso.html">aquí</a></b>.</div>
<div style="text-align: justify;">
Para leer el <b>Capítulo 5</b>, pincha <b><a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/02/mariola-quinta-parte-la-conversacion.html">aquí</a></b>.</div>
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<br /></div>
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Mariola llevaba más de dos semanas sin saber nada de Joaquín. Por un lado estaba agradecida al Destino por brindarle este descanso a su sistema nervioso, pero por el otro, no podía evitar plantearse algunas cuestiones, como por ejemplo la importancia que le estaba dando a algo tan absurdo como la existencia de aquel señor. La ventaja de convivir con la enfermedad era que aprendía muchísimo de cada uno de sus inquilinos. Hasta hacía bien poco, Mariola nunca se había preguntado cómo funcionaba su organismo, o dónde estaba ubicado su páncreas. El mayor drama de su vida había sido la pérdida de sus padres, y a pesar de que en un primer momento fue duro, nunca quiso mostrarse trágica. Al fin y al cabo, todo el mundo asume que algún día perdería a sus progenitores, sólo que ella había tenido que enfrentarse a los hechos un poco antes de lo esperado.</div>
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<br /></div>
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De repente sintió cierta rabia hacia el Ser Superior, al que aún no le había puesto nombre. La palabra <i>Dios</i> le generaba cierto <i>repelús</i>, por resultar del todo aburrida. Si realmente existía un Más Allá -o lo que fuere-, tendría que estar representado por un ser cuyo nombre fuese algo mucho más simbólico, puede que incluso atrevido. <i>Dios</i> no significaba nada, o al menos no para Mariola.</div>
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<br /></div>
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Sentía rabia por motivos totalmente convencionales. Se había sumado a la masa para declararle la guerra al infinito, por la enfermedad de cada persona, por la ausencia total de sentido, por la existencia de la muerte, y del miedo, y de la falta de amor. Y a pesar de todas las cosas que veía a diario, de las historias que vivía cada tarde, sentía un profundo dolor en el pecho cada vez que regresaba a casa y tenía que hacer comida únicamente para ella misma. Llevaba cuatro largos años viviendo sola, siempre a la espera de que algún hombre la rescatara de aquel estado dramático -porque sí, lo único que a Mariola le parecía peor que la enfermedad o la muerte, era la soledad-.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Intentaba convencerse de que estaba bien así, de que la gente del hospital la llenaba más que cualquier otra cosa, de que podía hacer lo que quisiese, sin dar explicaciones, sin compromisos ni responsabilidades... Pero era perfectamente consciente de que todo eso no era más que una pose aprendida para no reflejar ni un ápice de su mayor debilidad, y la cruda realidad era que cada vez que alguien le preguntaba por su vida amorosa, un profundo dolor en el pecho le avisaba durante al menos dos horas de que no había cumplido ni por asomo sus propias expectativas vitales. </div>
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<br /></div>
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Mariola no tenía problemas físicos ni mentales, aún estaba de buen ver, y a pesar de que se consideraba un poco fantasiosa, siempre pensó que algún hombre la querría. Pero al parecer, los hombres olían su miedo y huían, al igual que los animales... Definitivamente -pensó- los hombres eran como los perros. Su gesto se torció aún más, y empezó a refunfuñar en voz baja. Esa era siempre la consecuencia de su frustración: un enfado nada productivo contra el mundo por sus múltiples <i>desgracias</i> inverosímiles. </div>
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<br /></div>
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Salió del hospital con cara de pocos amigos. Ese día estaba agotada, y lo único que le apetecía era alquilar varias comedias románticas que al menos apaciguaran su necesidad afectiva, al saber que en algún instante remoto y ficticio un hombre fue capaz de enamorarse de una pobre bibliotecaria bastante sosa, o de una solterona adicta a la bebida, o incluso de una prostituta inculta. Se prepararía un bol gigante de palomitas y se alimentaría de las ilusiones ajenas...</div>
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<br /></div>
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Se montó en el autobús, y se bajó dos paradas antes de lo habitual para ir al videoclub. Caminó un par de manzanas hasta el diminuto local de la esquina, y empujó la puerta de cristal. No conseguía abrirla, absorta en sus pensamientos, hasta que se centró en el enorme cartel colocado justo encima del pomo: <i>cerrado por vacaciones</i>. No podía creerse su mala suerte, y alzó los brazos en el aire en un gesto de profunda indignación. Dio la vuelta para volver a su casa. Estaba claro que el Destino no quería que continuase con su plan ligeramente depresivo, por lo que trató de cambiar de actitud, al menos en su mente. Quizá podría darse un baño de espuma con aquellas sales que se compró hace más de un año y que jamás llegó a utilizar. Sí, un baño sonaba fascinante. La idea empezó a cobrar forma en la cabeza, y casi -casi- podía sentir sus músculos mucho más relajados. </div>
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<br /></div>
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Llegó al portal y entró en casa. Se desnudó, siempre fiel al ritual, se acercó al cuarto de baño para encender el grifo, y acto seguido fue hasta la cocina para descorchar un <i>chardonnay</i> con el que acompañar la velada. Ya empezaba a sentirse mucho mejor, y la sonrisa había vuelto a su cara. Cuando el baño estuvo preparado, se metió poco a poco, notando cómo el agua caliente iba desentumeciendo cada parte de su cuerpo. Se colocó cuidadosamente un paño en la cabeza para evitar el contacto de la espuma con su pelo, y repasó la última conversación que había mantenido con Joaquín Ferrero. Él le había dicho que se estaba guardando un as en la manga o algo así. El problema de hablar de estas cosas en presencia de un niño, y encima camuflarlo con cuentos de hadas, era que le generaban cierta confusión a la hora de interpretar las intenciones del otro. ¿Qué tipo de estrategia podía estar preparando aquel granuja? Sus pensamientos fueron derivando en todo tipo de ideas surrealistas, a cada cual más estúpida, por lo que decidió reconducir su mente hacia puertos más seguros, como campos de margaritas, o de amapolas, o de tulipanes amarillos. La nueva imagen la tranquilizó sobremanera, aunque el rostro de Joaquín siempre estaba presente de alguna manera, persistente, inquietante, perenne...</div>
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<br /></div>
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El baño del día anterior había resultado de lo más productivo. Aproximadamente una vez al mes le entraba uno de esos berrinches, y de la misma manera que llegaban, desaparecían. Afortunadamente aquella vez había durado poco, y a la mañana siguiente no quedaba ni un ápice de odio en su interior. Su madre siempre le decía que por la noche los males eran muy negros, pero cuando amanecías la vida ya tenía otro color. </div>
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<br /></div>
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Mariola abrió la ventana de su habitación y se dio cuenta con profunda alegría de que hacía un día muy soleado. Se vistió con un sencillo vestido de algodón de color amarillo, y se fue al centro de la ciudad dando un paseo. Le encantaba caminar cuando hacía buen tiempo, y notar en su piel el calor del sol matutino. </div>
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<br /></div>
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Bajó las escaleras para salir a la calle, y en cuanto llegó a la esquina se percató de que había sido demasiado incauta con su atuendo, ya que aún era marzo y a pesar del sol, corría una brisa heladora. Subió de nuevo a su casa para coger una chaqueta y reanudó su marcha.</div>
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<br /></div>
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Como era sábado, había aprovechado para quedar con Mar, su amiga de la infancia, a la que hacía meses que no veía. Llegó a la cafetería antes de lo acordado, pero no le importó, ya que aprovechó para tomarse un café tranquilamente mientras leía el periódico. En realidad no le importaban mucho las noticias que aparecían en los diarios, pero le hacía sentir como la protagonista de una película antigua, que iba a un café parisino y entablaba conversación con bohemios e intelectuales. A veces llegaba a fantasear con la idea de disfrazarse, y ser cada día una persona distinta, de personalidad marcada y una historia personal fascinante, aunque nunca llegó a hacerlo, por temor a que alguien la reconociera...</div>
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<br /></div>
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A mediodía llegó Mar al bar, y se sentó junto a ella. Estuvieron hablando durante un rato hasta que al final su amiga le confesó que estaba embarazada de su segundo hijo. Se podía percibir la ilusión en su rostro, y Mariola sintió cierta envidia por la noticia, pero compartió su alegría y la abrazó para darle la enhorabuena. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estuvieron juntas poco más de una hora, y salieron de la cafetería prometiendo volver a verse la semana siguiente. Mariola sabía que eso no sucedería, y era más que probable que no quedasen de nuevo hasta que Mar tuviera el bebé. Desde que sus amigas habían empezado a casarse y a tener hijos, estaban demasiado ocupadas con sus nuevas vidas para salir con ella, lo que le parecía comprensible, aunque no significaba que le gustase...</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Aún era pronto, y dado que hacía tan buen día, Mariola se quedó a pasar la tarde por el centro. Siempre le había gustado ver los escaparates, y disfrutar con la infinidad de acentos que se paseaban por su ciudad a cualquier hora del día. Allí el ambiente tenía un <i>algo</i> especial, y ella quería contagiarse de su magia. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se encontró frente a un parque muy bonito, y decidió quedarse a comer en una de las terrazas que había justo al lado. Se sentó en la que más le gustó, y pidió una ensalada de pollo con una copa de vino tinto. Se puso a observar a un grupo de niños que jugaban en los columpios, y pensó que era una verdadera lástima que sus niños del hospital no tuvieran nada de todo eso. Pensó en mil soluciones a esta nueva cuestión que le rondaba la mente y llegó a la conclusión de que le pediría a don Íñigo -el director del hospital- que comprase columpios a modo de pago por su primer mes de trabajo <i>remunerado </i>como <i>conserje</i>. La idea le produjo un enorme placer, y dado que ya estaban casi a final de mes, buscó en el bolso un trozo de papel y empezó a elaborar la lista que le pasaría a don Íñigo para que cubriese las necesidades de su trabajo en el hospital. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Disculpe señorita, ¿le importa si la acompaño?</div>
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<br /></div>
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Mariola se puso tensa al reconocer aquella voz grave.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Joaquín! Bueno, yo... -se había quedado sin palabras-. Estaba esperando a alguien.</div>
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- Perdona, no sabía que estabas acompañada. </div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, mi novio está a punto de llegar -las palabras habían salido disparadas de su boca. No comprendía por qué había mentido tan descaradamente a Joaquín, ni tampoco sabía cómo podía salir de aquel embrollo-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Tu novio? No sabía que salieses con alguien...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Tú y yo no somos amigos, así que no te cuento las cosas que pasan en mi vida.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y cómo se llama ese novio tuyo? </div>
<div style="text-align: justify;">
- Pablo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Pablo? ¿Y a qué se dedica?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Es ingeniero de caminos. </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y cuándo le conociste?</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio? -Mariola temía haber caído en su propia trampa, y ya estaba pensando de dónde podría sacar a un hombre que se hiciese pasar por su novio-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- No, es sólo curiosidad. </div>
<div style="text-align: justify;">
- Ya te he dicho que no somos amigos, y yo sólo comparto mi vida con mis amigos. </div>
<div style="text-align: justify;">
- Bueno, quizá algún día lleguemos a serlo... </div>
<div style="text-align: justify;">
- Señorita -dijo el camarero interrumpiendo la conversación-, aquí tiene su ensalada de pollo. ¿Quiere que le traiga pan?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, gracias -contestó-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y usted, caballero, quiere que le traiga algo? -preguntó a Joaquín-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Pues sí, lo mismo que ella.</div>
<div style="text-align: justify;">
- De ninguna de las maneras -añadió Mariola-. El señor se marcha.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Señor? -insistió el camarero a Joaquín-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Tráigame lo mismo que la señorita, por favor -respondió sosteniendo la mirada a Mariola-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Claro, jefe, en un minuto se lo traigo. Qué nerviosa tiene hoy a la <i>parienta</i>, ¿eh?</div>
<div style="text-align: justify;">
Mariola lanzó una mirada de odio a Joaquín mientras miraba al camarero alejarse entre risas.</div>
<div style="text-align: justify;">
- No soy su <i>parienta</i> -respondió ella indignada, consciente de que ya no podía oírla-. ¿Acaso te resulta divertido? -inquirió a Joaquín, que se estaba riendo a carcajadas-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, mucho.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡No entiendo cómo un niño tan adorable como Diego puede tener un padre tan odioso como tú!</div>
<div style="text-align: justify;">
- Yo también te resulto adorable.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Eso no es cierto en absoluto.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, sí lo es. Sino, ya te habrías ido hace un rato.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Hay gente que tiene modales...</div>
<div style="text-align: justify;">
- Por cierto, si realmente estabas esperando a tu novio, ¿por qué has pedido la comida antes de que llegara él?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Pues porque puede que... -empezó a balbucear- !No tengo por qué darte explicaciones!</div>
<div style="text-align: justify;">
- Es cierto, no tienes que explicarme nada, aunque si fueras mi novia, jamás te dejaría plantada.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Quieres decir como aquella vez que quedamos y llegaste una hora tarde?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Eso es diferente.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Ah sí? ¿Y por qué?</div>
<div style="text-align: justify;">
- En primer lugar porque estaba de guardia. En segundo, porque he dicho <i>si fueras mi novia</i>... Y además porque entonces sólo sabía de ti lo que me habían contado... Ahora es diferente.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Crees que me conoces? -respondió con tono irónico-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sé reconocer algo bueno cuando lo veo, y me hizo falta muy poco para saber que me gustas. </div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Qué te crees, que soy un producto que puedas comprar? -Mariola trató de restar importancia a ese último comentario-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sólo sé que cuando algo me gusta, siempre lo consigo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Eres un soberbio.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Yo prefiero pensar que soy un luchador. </div>
<div style="text-align: justify;">
- Aquí tiene jefe, su ensalada. ¿desean que les traiga algo más? -el camarero había vuelto para traerle a Joaquín su comida-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Querida, ¿quieres algo más? -le preguntó Joaquín con una amplia sonrisa-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡No! -su mirada echaba fuego-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Todo en orden, entonces. Muchas gracias por todo -el camarero desapareció al instante-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡No soy tu <i>querida</i> ni pienso serlo jamás! ¿Te ha quedado claro?</div>
<div style="text-align: justify;">
- Clarísimo. Esta ensalada no sabe a nada. ¿De verdad que te ha gustado? -Joaquín la miraba con aire despreocupado, como si ella estuviese encantada con su presencia-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Se me está haciendo tarde. Creo que me voy a marchar ya... -dijo ella mientras se levantaba-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y tu novio? -dijo él con cierto tono irónico-.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mariola no sabía qué decir. Estaba dispuesta a cualquier cosa antes que reconocer a Joaquín que le había mentido.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Está claro que no ha podido venir. Sus razones tendrá. </div>
<div style="text-align: justify;">
- Sus razones tendrá seguro... -dijo. Él también se incorporó, dejó una cantidad de dinero más que suficiente para pagar la comida sobre la mesa, y se acercó a Mariola para agarrarla por la espalda-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Pero qué estás haciendo? -contestó ella-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Acompañarte -él respondió con total normalidad, como si fuese algo que llevasen haciendo toda la vida-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y a dónde te crees que me acompañas? -Mariola no era en absoluto consciente de que ya estaban andando por el parque. Él la guiaba, con su mano derecha colocada estratégicamente con firmeza y suavidad sobre su espalda. Joaquín la apoyó sobre uno de los árboles que estaban más apartados del barullo de los niños-.</div>
<div style="text-align: justify;">
- A enseñarte de verdad lo que es un cuento de hadas -entonces él se inclinó, y la besó-.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Para leer el <b>capítulo 7</b>, pincha <a href="http://losmundosdeespe.blogspot.com.es/2012/09/mariola-septima-parte-la-caceria.html">aquí</a>.<br />
<br /></div>
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<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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