domingo, 23 de octubre de 2016

Las tinieblas me pican los pies

Todo empezó en diciembre (o en marzo, ya no me acuerdo). Estabas ahí, con ese temblor acompasado que casi asomaba una puerta de mi conciencia. Estaba ahí, con una inquietud casi abominable, rogando un instante de paz tras muchos años de letargo. Puede que fuera egoísta. En realidad, siempre lo fui...

Todo acabó en enero (o en octubre, no lo recuerdo). Comimos ostras en un coqueto bar a las afueras, y alguien me invitó a catar un oloroso algo picado. Cuántas veces me he acordado de esa plaza que tanto me recordaba a los jardines italianos de Velázquez, o a los infinitos muros alemanes, o a los correos descompasados de los polacos. Me quedé inmersa en un sinfín de verdades, de delirios, de mitades, de misterios inconclusos y, quizá, de tres o cuatro ventosidades. Te echo de menos. Y te revivo también con mil planes que, si bien nunca llegan al amanecer, sí que empiezan temprano. Te guardo entre mis notas, y también entre mil mares que crecieron despacio, que aminoraron su paso como la más noble de las aves. Hay que ver qué verborrea tengo...

Y también cambiamos de siglo, y me deshice de aquella pesada mochila que arrastraba todos mis males. Casi 50 kilos pesaba. ¿Te acuerdas? Tampoco recuerdo aquello.

Y sé que llegará el día en que te llamaré amiga, con todas sus letras, hasta con sus iniciales. Y lo sé porque hoy las musas han vuelto, porque me siento en esencia, sin vinos ni edades. Me siento poeta, como aquella otra que me torció tantos males. Y te recuerdo abierta, tendida, soñolienta. Te recuerdo perdida, rectificada, con ese diminuto hueco en el cuello con olor a Dolce&Gabbana. Y por supuesto que te recuerdo dormida, entre besos y sombras, también entre las ramas de un pasado oscuro, con algo de luz entre salas. Porque me has inspirado hasta en el título, que no podía estar más acertado, en este día de reposo y calma. La paz ha llegado tranquila, casi pausada. Pero tú siempre supiste que las tinieblas me picaban los pies. Lo supiste, y por eso simplemente callas. Te quiero amiga, amiga del alma. Te quiero más que a mi galletita, cosa complicada. Te quiero siempre, llena y sana. Te quiero amiga. Avísame cuando llegues a casa.