sábado, 20 de febrero de 2010

Cena en el Excelsior

Anoche me fui con mis padres al Hotel Excelsior, sin lugar a dudas el mejor de la ciudad, y asistimos a una cena con posterior espectáculo de danza paraguaya. Yo ya había tenido una breve introducción a las coreografías locales porque las niñas del comedor se habían encargado personalmente de mostrarme los entresijos de sus bailes, pero tengo que reconocer que lo de ayer me gustó mucho más.

A eso de las 8 de la noche, salimos los tres juntos casi por última vez hacia el restaurante, y observamos encantados -y algo impresionados- las diferencias sociales que hay en este país. Puedes pasar de pasear por kilómetros y kilómetros de chabolas inmundas, a sentarte en una terraza climatizada con una piscina espectacular refrescando el ambiente, y un cocinero personalizado de primera... Mi padre se pone malo cada vez que ve cosas de éstas, y yo creo que ni siquiera lo entiende, pero supongo que si se quedase aquí algún tiempo más, lo aceptaría como yo he aprendido a hacerlo...

Cuando nos sentamos en la mesa que teníamos reservada a nombre de mi padre, pedimos un asado completo para dos -teniendo en cuenta que mi madre come como un pajarito-, y nos sorprendimos sobremanera al comprobar que había comida como para 15. Yo no paraba de acordarme de Jordi, de Maleny, de Alberto, de Antonio... En fin, de todos mis amigos de debates, y de lo que disfrutarían comiendo en aquel lugar. Igual les convenzo para que me hagan una visita con la excusa...

El caso es que estábamos nosotros cenando encantados, y a la hora del postre, empezó el espectáculo. Si nos remontamos al principio de mis entradas de la etapa paraguaya, y releéis un poco la que escribí titulada El comedor, el colectivo y el escritor alemán, os haréis una idea de lo que me impactó desde el principio la música paraguaya. Y además resultó que la cantante, Diana Barbosa, era la misma que en aquella ocasión en honor a Pa'i Puku me hizo cerrar los ojos y sentir sus notas hasta en la mismísima piel.

Disfruté enormemente escuchando esa arpa y aquella voz, viendo bailar a una pareja una danza paraguaya estupenda, en compañía de mis padres, y por supuesto, con una copita de countrieau en la mano izquierda.

Me encantó la jornada de ayer. Ya queda menos para que se vuelvan mis padres a España. Mañana les llevaré al Botánico porque no quiero que se pierdan ese regalo de la naturaleza que no deja de maravillarme...

Ahora sólo me queda esperar a que alguien más me visite. Ya sabéis que las monchis os acogerán encantados. Y por supuesto, yo también. Estoy esperando vuestras solicitudes.


2 comentarios:

chachi y pistachi dijo...

espe! me ha hecho mucha ilusion que te siguieras, aunque solo todavia esty pensando sobre que va ir elblog exactamente. no hace falta que lo promocines por todos los mingo, que esues vienen en masa preguntando y esas cosas. y por ultimo ablo en plurar porque en realidad lo hicimos salete y yo, pero aun asi queda muy sofisticado.
pd: te gusta la foto principal de mi blog?

chachi y pistachi dijo...

snob