sábado, 31 de octubre de 2009

Emilia, la nueva Cenicienta

Bueno, pues parece que mi aventura no deja de sorprenderme... Ayer, durante mi caminata nocturna, me hice un nuevo amigo. Se llama Rober y es el dueño de una heladería. Me contó que estuvo viviendo en Mallorca durante muchos años, y que le encanta España. Me quedé charlando con él casi una hora, y me vi como mi abuela Espe, hablando con todo el que se cruza a su paso... Aproveché para preguntarle qué sitios debía visitar ya que estaba aquí, y por supuesto me recomendó Iguazú, Buenos Aires y Río de Janeiro. Pero le conté que estaba preocupada por la seguridad. Y confirmó mis dudas. Yo que estaba paseando tranquilamente con mi chundal del gym, que para ser sinceros, es lo que peor me queda en el mundo, y me dijo que se veía que yo era nena de plata. Vaya usted a saber. Me dijo que me quitara los pendientes, el ipod, las deportivas y la ropa tan linda. Y que si seguía saliendo así, me asaltarían en pocos días. Así que he cambiado mi dinámica y ahora hago una especie de aerobic que me he inventado, mezclado con baile y algo de salsa a lo Gloria Estefan. Y la verdad es que me gusta bastante más. Me quedo en casita segura, me muevo muchísimo, y además disfruto enormemente. ¿Qué más se le puede pedir a una mañana como la de hoy?

El mayor peligro de la zona reside en los niños del semáforo, que en realidad no son más que los chicos que atiendo en el comedor (y unos cuantos más). Les llaman así porque se pasan el día postrados en el semáforo a la espera de que alguno de los conductores les den alguna moneda, mientras esperan a que el disco cambie de color... Aunque algunas no tienen tanta suerte.

Ese es por ejemplo el caso de Emilia, que tiene 8 años, y es más lista que el rayo. Sus padres son alcohólicos y la maltratan en todos los sentidos en los que se puede maltratar a una persona. Cada tarde, a eso de las 6, se queda quieta en una esquinita igual que los otros niños. Pero ella no sólo pide limosna. De repente un señor aparca en doble fila, baja la ventanilla, y se asoma ligeramente. Emilia se acerca hasta el auto, asiente con la cabeza, y se mete en el coche. Media hora después la niña vuelve a su esquinita, dispuesta a repetir la operación tantas veces como haga falta, hasta que llegue la hora de ir a dormir.

Emilia lleva prostituyéndose desde que tiene 5 años. Ahora tiene toda la cara llena de quemaduras de cigarrillos, y anoche apareció con una enorme raja que atravesaba su diminuto pómulo. Cuando estas cosas pasan, siempre es mejor no preguntar. La realidad es que tanto su padre como ella saben que así dará más lástima, y que el pago por sus servicios se doblará con esta pequeña triquiñuela...

Emilia no tiene expresión en los ojos. Emilia viene a comer cada día, porque su padre le obliga a darle todo el dinero que gana para gastárselo en alcohol. Emilia es una niña que nunca había oído el cuento de Cenicienta. Emilia, en realidad, hace mucho que dejó de ser niña. Emilia necesita mucho amor.




viernes, 30 de octubre de 2009

Los Guerrilleros del Espíritu Santo y las Mujeres 10

Parece que en este país la mayoría de la gente es católica, aunque algunos afirman -hay que tener en cuenta que sólo me relaciono por el momento con curas y monjas- que hay mucha incoherencia entre lo que se dice y lo que se piensa. Yo no sé si la gente practica o no, ni si la gente cree o no. Pero la realidad es que se sigue linchando a los homosexuales y la mentalidad es totalmente conservadora. Este es un tema que me interesa bastante, por lo que hago preguntas sin parar. Me siento como una niña pequeña que pregunta constantemente a sus padres ¿y por qué el cielo es azul? ¿y por qué hay pobres? Y ese tipo de cuestiones algo extrañas que a los niños parecen atormentar.

Una de las cosas que más me sorprende es la cantidad de sectas y movimientos que existen. Hoy, una voluntaria alemana ha estado enumerando las diferentes entidades estabilizadas y extendidas por el Paraguay, y yo no hacía más que acordarme de mi padre, y de su infinito deseo de fundar una sociedad llamada Guerrilleros del Espíritu Santo, en la que por supuesto él sería el líder. Yo siempre me emociono cuando lo propone, y sin duda me encantaría ser miembro de su grupo, porque las misas serían muchísimo más divertidas.

Cambiando de tema, no sé muy bien por qué, siempre tiendo a rodearme de Superwomen, o también conocidas como Mujeres 10. Supongo que porque mi madre es una. Mi tía ya ha dicho con un pelín de saña que me está saliendo panza, y me ha mandado a correr por una ciudad en la que las carreteras están empedradas, y la temperatura no baja de los 41º. Pero yo me he reído. Me he reído y me he ido a caminar, que no cansa tanto y puedo disfrutar de la naturaleza de la ciudad. Cuando he regresado me ha sacado las hierbitas para reducir la diabetes, y esta mañana me ha dado la glucosa en 104, que no está mal, pero se puede hacer más, así que llevo dos días a dieta estricta, sin nada de hidrato de carbono (me voy a hacer hidratófoba), ni dulces, ni fritos. Conclusión: sólo como lechuga sin aliñar y fruta. Es lo único que se salva. Ya encontraré una solución al problema...

Y por último, os cuento el veredicto de mi tía: finalmente no me voy a Capiibary porque es algo complicado. Me voy a quedar en Asunción hasta finales de febrero, y voy a iniciar una nueva misión por las tardes en un hogar de niños abandonados. Para eso ya me han dicho que hay que prepararse... Y eso que no dejo de alucinar. Mañana os contaré la historia de Emilia...

Os dejo de momento. Disfrutad enormemente de este viernes. Yo me iré esta noche a caminar de nuevo. Y mañana os contaré más.

P. D. Tengo a mi tía a mi vera. Está haciendo mermelada. Me cuenta lo que tengo que hacer para adelgazar. Yo le cuento historias de la Churru. Ella se ríe. Pienso que es una Mujer 10.. Definitivamente, me siento en casa.



jueves, 29 de octubre de 2009

La voz que llamaba a Panchito

Hoy he salido a pasear con mi tía, y he podido ver un claro ejemplo del tipo de movimiento que hay aquí. En aproximadamente 6 horas sólo he conseguido un papel en la embajada, y sacar dinero de una de las cuentas de las hermanas. Es lo que yo llamaría una mañana poco productiva, aunque nadie parece compartir mi opinión, porque en tan sólo 6 horas ya he conseguido mi papel (que por cierto tengo que llevar cumplimentado mañana. Es decir, otra mañana más para entregarlo)... En fin... Lo que más me molesta es que no he llegado a tiempo para dar de comer a los niños, y me apetecía muchísimo, pero supongo que es el destino, y contra eso no hay nada que hacer...

Por lo menos me he dado un buen paseo por el centro y me he podido hacer una idea de cómo es Asunción fuera del ambiente marginal en el que se mueven las monchis. Y la verdad es que no está mal. Es una ciudad pequeña, acogedora, muy verde (ya sé que insisto bastante en esto, pero es que me tiene impactada), bastante sucia, algo cutre y completamente llena de mendigos. Todo se vende. Hay miles de señoras con puestos de empanadillas, de zumos, de pan, de chipa (un mejunje repugnante a base de harina y almidón que no le deseo a nadie)... Lo que sea.

Pero hay dos cosas que me llaman especialmente la atención -al margen de la pobreza, por supuesto-. La primera es que la gente no fuma. Me he fijado, y nadie fuma. Nunca hay olor a tabaco, ni siquiera hay carteles de "espacio libre de humos" o "prohibido fumar". Y la verdad es que me gusta. En cambio consumen mate o tereré, que es una especie de perejil con agua, y el nombre varía en función de los grados de temperatura del líquido: el mate se toma caliente mientras que el tereré frío. Lo probé el otro día y no me hizo mucha gracia, pero no me quiero forzar, en primer lugar porque es adictivo (y me veo hecha una súper yonki de las hierbitas estas), y también porque me da aprensión chupar de la misma pipa que cinco o seis personas. No sé, quizá sea mi mentalidad occidental, pero me da un poco de asco. Se lo he comentado a mi tía, y me dice que es normal, pero que con el tiempo se pasa, como si fuera una gripe o algo así... No sé yo...

Y lo segundo que me alucina, es el código de vestir que hay aquí. Desde que te levantas hasta que te acuestas se oye un constante toc, toc, toc, toc... Mi vista siempre sigue el sonido (que por cierto, me encanta) y se cruza con unas bonitas sandalias de tacón de vértigo. Por lo visto, a las mujeres se les exige que lleven zapatos de tacón a sus trabajos, y aunque compadezco a sus pies, tengo que reconocer que todas van hechas un primor.

Por último, contaros una anécdota que no tiene desperdicio. Cuando me he levantado esta mañana, he oído una voz cantarina que decía "Panchito"... No había respuesta. Al cabo de unos instantes hacía un nuevo intento "Panchito"... Nada otra vez. No sabía por qué, pero la situación me resultaba de lo más familiar. Me he acercado y he comprobado que no era más que mi tía llamando al loro, que se llama Pancho (Panchito para los amigos). Me ha recordado a mi madre llamando a mi hermano Gonzalo, también conocido como Pancho, Panchito, Punchis, Punchilín o Miqueridocacahuete. Y me ha gustado sentirme en casa. Supongo que con el tiempo, eso cesará, pero el desgaste emocional que se vive aquí cada día es agotador...

Mañana tendré más historias para vosotros. Con todo mi amor,

Espe.



miércoles, 28 de octubre de 2009

El niño que vendía pan, las madres que vendían hijas

Hace poco, un jueves, uno de los niños del comedor se ausentó de su puesto. Las hermanas preguntaron a los otros chicos si sabían el motivo, y estos le dijeron que había conseguido un trabajo vendiendo pan en el colectivo.

Las hermanas, con cara de resignación, no dijeron nada. Tan sólo un par de horas después, recibieron la noticia de que este niño, cuando hubo terminado su trabajo, bajó del autobús para irse a casa, y un coche que pasaba no le vio. El conductor estaba ebrio. El chiquillo murió al instante. Ya nadie se acuerda.

Esta misma mañana, hemos preguntado que por qué otra de las niñas se había ausentado. La respuesta era simple: estaba en los tribunales declarando, porque su hermano estaba acusado de violación y abuso a menores. Y ya nadie se acuerda.

He descubierto que casi todas las niñas del comedor sufren abusos sexuales. Y lo que es peor: son sus propias madres las que las venden a cambio de dos pesetas. Y luego esas mismas niñas vienen a ti, te agarran fuerte y te piden que les des abrazos...

Cada vez que veo a alguna de ellas, con cara de pena, tapándose modositas... Me dan ganas de coger un palo bien gordo, perseguir a todos esos hijos de puta (porque no hay un término mejor para describirlos) y matarlos a palazos. Pero entonces el Paraguay se quedaría sin población masculina. He estado hablando con la psicopedagoga del cole, que es chilena, y me ha contado que este es el país del mundo con más casos de abusos sexuales en la infancia y de incesto. Y la justicia no hace nada. NADA. Mientras que a nosotros nos preocupan cosas como el evasionismo, la drogodependencia y la conciliación familiar y laboral de la mujer, hay miles de niñas que quieren morirse antes que volver a sus casas. Miles de padres alcohólicos que pegan a sus hijos para aliviar sus frustraciones. Miles de niñas embarazadas. Millones de casos, y no sólo un hecho aislado... A lo mejor hemos encontrado la fuente de inspiración de Almodóvar para sus películas...

Me siento tan impotente, que me dan ganas de gritar de desesperación... De momento sólo sé dar amor a estos niños que ya considero míos, y pedir al Universo para que esta situación al menos se suavice...

Aparte de eso, quiero agradeceros a todos vuestra colaboración con la causa. Hoy ya hemos reunido 20€ gracias a vuestros clicks en los links de mi blog. Cuantas más veces pinchéis, más dinero tendremos para mis niños.

Un beso enorme de todo corazón.

P. D. Y ya, por quitarle un poco de hierro al asunto, sólo deciros que me he convertido en la comida favorita de mosquitos y piojos. Desde mi segundo día, ya tengo la cabeza llena de pipis. Ahora ya sí que me he reencontrado con mi niña... " )



martes, 27 de octubre de 2009

El problema sexual


Esta tarde he estado paseando por el barrio en el que viven los niños del comedor, entre el calor aplastante, el hedor nauseabundo que salía de las chabolitas, y la visión repugnante de miles de viviendas –por llamarlas de alguna manera –medio derruidas, todas negras, diminutas… En cada una viven muchísimas personas, más de las que cualquier país desarrollado consideraría apropiadas en un hogar decente. Y es que esa es una cuestión mayor por aquí.

He estado hablando con la psicóloga esta mañana porque quería saber cuál es el motivo por el que todas las niñas llegan a la mayoría de edad siendo madres, algunas incluso de dos criaturas. Nadie sabe si es el calor, el aburrimiento, la cultura algo más pasional o la escasez de recursos, pero la realidad es que cada día me cruzo con miles de niñas, todas ellas con unos bombos enormes, y algunas no tienen nada más que trece años. Por ponernos así, yo ya podría tener un hijo de 11 años, y no me quedaría nada para ser abuela… No quiero ni pensarlo…

Entonces le he comentado a una de las hermanas que por qué no damos un curso de formación sexual a los niños desde que son muy pequeños, no sólo por el tema del embarazo (que al fin y al cabo no deja de ser siempre una alegría), sino porque existe una realidad aún peor que es la de las enfermedades de transmisión sexual. No sé, estoy dispuesta a ponerme en plan dispensario y repartir preservativos entre los niños yo misma si hace falta. Pero las monchis no quieren, eso les parece una aberración. La solución –según ellas –es la abstinencia. Y yo me pregunto: ¿pero no se dan cuenta de que no se van a abstener? A veces hay que ser más resolutivo y menos ético, ¿no?

Estoy muy preocupada con este tema. Cuando pienso en las 15 personas que viven en cada casita, que no tienen trabajo, no se lavan, no tienen ni para comer, dependen por completo de la caridad de las hermanas… Si hasta tienen que venir aquí a parir porque no se pueden costear las cuatro perras que les cuesta dar a luz en una clínica pública… ¿Y ellas quieren formarles en la abstinencia? Tengo que buscar una solución con la que todos estemos contentos. De momento estoy preparando un mini curso con mucha mano izquierda para presentárselo a mi tía y que no se escandalice. Quizá no hay que hablar de lo que se debe y lo que no se debe hacer, sino simplemente de lo que puede pasar y los riesgos que conllevan nuestros actos. Que a cualquiera le puede suceder, y que no es una de esas cosas que siempre le pasan a los demás

Si alguien tiene alguna idea, sugerencia o iniciativa, le estaría muy agradecida. Mil gracias a todos por vuestro apoyo. Sin él, seguramente yo no estaría aquí.



lunes, 26 de octubre de 2009

La hermana Esperanza y las tres emes

¡Hola a todos de nuevo!

Hoy es el cumpleaños de mi tía Concha, o también conocida en estos lares como hermana Esperanza. Cumple nada más y nada menos que 63 añazos, y parece una pipiola. Desde que se ha levantado no ha perdido ni un solo instante la sonrisa, y me ha dicho que cómo no iba a estar contenta, si tiene la suerte de celebrar un año más de vida acompañada de su Padre. Es emocionante la vida de las hermanas. Mira que a mí las cosas monjiles me dan un poco de repelús, pero es que estas hermanas son tan felices, que hasta duele mirarlas.

Durante el desayuno, que ya le gustaría al Ritz tener la fruta que aquí tienen, se han repartido los regalos. Un mantelito para la capilla para la exposición del Santísimo, un poco de dinero que ha donado una vecina, y una tarjeta muy antigua escrita por los lados. Y cómo miraba sus regalos, alucinada, como si fueran auténticas joyas. A mí se me rompía el corazón, así que me he ido a una pastelería con la hermana Andresa que es la más joven y es la monda. He comprado una caja de bombones de color verde esperanza, para que la comparta con el resto de las monchis. Y unas pastas para que pueda servir algo a sus invitados (el sacristán, el obispo, la madre franciscana... En fin, la alegría de la huerta). Y claro que sí, una torta, que es una tarta sólo que mucho más grande. Y me dice Andresa: ¿Querés una tienda muy chuchi para comprarle algo a su tía? Y yo digo que claro que sí. Y me lleva a la mejor pastelería de la ciudad. Ay madre, esas tartas eran dignas de una foto. Una capa de bizcocho, una de dulce de leche, otra de bizcocho de dulce de leche, otra de dulce, otra de bizcocho, otra de merengue, otra de nata, y otra vez volver a empezar. Y así tres veces más. y todo con un cuchillo repugnante, y la pastelera tenía cara de pulpo... Yo la miraba y pensaba en la diabetes de las monjas mayores, en el hígado de mi tía, en el dolor de estómago que eso tiene que dar, y en que si eso era lo mejor, no quería ni pensar en lo peor. Así que dije que de torta nada, que mejor algo ligerito. Y encontré algo parecido... Un lemon pie, que ha resultado estar bañado en azúcar y nata, pero la tía estaba muy contenta, contando anécdotas de su infancia, y con esa sonrisa que iluminaba todo el comedor...

Los niños del comedor tampoco han querido perder la oportunidad de felicitarla, así que se han pasado toda la mañana haciendo un portalápices con forma de ángel. Pero qué lindos. Y cuando se lo he dado a la tía en la comida, casi (sólo casi) se le salta una lagrimita de emoción. Me gusta mi tía. Es genial. A partir de ahora, la asciendo a la categoría de tiísima.

Y bueno, ya sólo como nota decir que ayer las hermanas me preguntaron que cuándo era mi cumple. Se sintieron tan apenadas al ver que ya había sido, que me han regalado miles de rosarios, santos, medallas y demás emblemas místicos, y me he acordado mucho de Juanita y de su santuario, que se ha quedado corto comparado con el mío, así que voy a ver si me entero de dónde hay una oficina de correos para mandarle alguno de mis santitos porque rezó muchísimo por mí, y también para que su querido Alito se ría un poco cuando vuelva de Miami unos días.

Dejando esto aparte, y retomando el tema de mi tía, debo decir que las monchis no están nada puesta en algunas cosas, como por ejemplo en el mundo de Internet. Yo alucino con lo que hacen por no tener una cuenta corriente en el banco, así que ya estoy intentando liar a la tía para que se haga una tarjeta y así comprar los billetes de avión, cargar el skype y demás cosas que les harían ahorrar muchísima plata. Es alucinante las peripecias que llegan a hacer para consumir menos, para no gastar... Aunque desgraciadamente me enfrento a la maldición de las tres emes: mujer, monja y Mingo.





domingo, 25 de octubre de 2009

Un cojín hacia Capiibary


Cuando yo era chica, había muchas palabras que mi madre me corregía al decirlas, porque consideraba que eran inapropiadas. Un ejemplo clarísimo y especialmente importante era el de cojín, que debía sustituirse por almohadón. Y así lo hacía siempre. Pero con el paso del tiempo, acabé convirtiéndome en una verdadera esclava de las palabras. Hoy he decidido liberarme, y he usado la palabra cojín, cuando las hermanas me han subido a un Pick Up de hace dos mil años, han puesto varios cojines por el suelo, y me han tenido espachurrada durante 3 horas y media hasta que hemos llegado a Capiibary, otro de los lugares donde las hermanas tienen sede, y en el que se atiende a las jóvenes parturientas pobres que no tienen dinero suficiente para costearse el nacimiento de su hijo.

La responsable de esta dependencia es una monja india, que vive con otras dos (aunque una de ellas debe tener como doscientos años ya), y he tenido la increíble oportunidad de ver a un niñito recién nacido apenas un par de horas antes. Qué delicia. Ya me ha dicho mi tía que seguramente me mande aquí en unos días, y sorprendentemente, me apetece muchísimo.

Durante el camino de vuelta, también con los cojines por el suelo (qué liberador. Por eso lo repito tanto), y con una monchi al lado subida a una silla de jardín –surrealista, ¿verdad? -, he podido disfrutar de más de 300 km. de paisaje selvático, tan verde, tan frondoso… Tan lleno de serpientes… Estoy algo asustada con ese tema. Bueno, con ese y con la malaria. Aunque poco a poco me iré haciendo con las cosas de acá. Y  También vi que a los lados de la carretera había miles de chabolas donde las personas viven. Cuatro trozos de lo que sea mal puestos, familias llenas de niños, todos descalzos… Pero qué penita da todo esto…

Dejando eso aparte, estoy feliz con mis nuevos championes. Resultó que me traje todo zapatos deportivos y botas de montaña, pero en la zona en la que estoy ahorita, necesito más bien algo abierto. Y ayer agarré a una monjita que se iba a comprar jabón y le pedí que me mostrara dónde comprar unas chanclitas o algo. Y me llevó a comprar championes. Y ahora mis pies respiran, como en los anuncios de Devorolor.

Y ya aparte de eso, sólo decir que aquí comen todo muy mal: hidratos, fritos y bechamel, por aquello de que llene. Pero estoy tomando la mejor fruta de mi vida. Ay las bananas, y los mamones (que es como llaman a las papayas acá).

Mañana les contaré sobre Pancho. Y como será día lunes, también sobre mi nuevo proyecto en el comedor con los niños. Un beso fortísimo. Descansen.

P. D. Como en Capiibary necesitan mucho dinero para costear el precio de los partos con medicinas y demás, he decidido donar todo el dinero que gane con la publi de mi blog de Google Adsense a esta causa, por lo que si queréis colaborar de alguna manera, os agradecería que de vez en cuando os metáis y pinchéis en unos cuantos links para ayudar. ¡¡¡Mil gracias!!!


sábado, 24 de octubre de 2009

El comedor, el colectivo y el escritor alemán

Ayer tuve mi primera aproximación real al mundo paraguayo. Por la mañana, me ofrecieron de desayuno una papaya recién cogida del árbol. ¡Qué cosa más deliciosa!

Justo después, las hermanas se reunieron con un grupo de Alcohólicos Anónimos para ver cómo se podía ayudar a los padres de los niños que vienen hasta aquí cada día, y mientras tanto, yo me fui con una psicóloga jovencita que ofrece apoyo escolar a los chicos de la calle. Me tuvo que dejar sola con todos ellos a mitad de la mañana, y me alegré al darme cuenta de que era perfectamente capaz de llevar la situación. Les conté unos cuentos, y tenían tal cara de felicidad… Cuando llegó la hora de comer, una de las niñas, Natalia, escribió en una pizarra bien grande “Bienvenida Esperanza”, y me hizo muchísima ilusión. Todos los niños me cogían, me abrazaban y me daban besos. Es increíble el amor que dan, y en cambio van medio desnudos, descalzos, con la poca ropa que tienen rota y sucia… Y lo único que comen es lo que se les da aquí de lunes a sábado: un plato de arroz, un trozo de pan y un plátano diminuto. Y lo que es peor: la mayoría de sus padres les pegan, son alcohólicos o les obligan a ensuciarse para dar aún más lástima a los turistas. ¡Y nosotros nos enfadamos porque sólo, SÓLO, tenemos cinco pantalones!

Cuando se cerró el comedor, volví a la casa para comer. Y qué calor. No llegaba al extremo de Tailandia, pero en un par de semanas igual lo supera. Me pasé toda la tarde con la cabeza zumbada, como si no me pudiese centrar. Me llevaron a ver al párroco, y la iglesia es una de las más bonitas que he visto nunca. La estaban preparando para una boda, y era relinda.

A eso de las 7, nos teníamos que ir a una misa en el centro y a la presentación de un libro de un escritor alemán algo extraño. Para llegar nos cogimos el colectivo, o lo que es lo mismo, el autobús. Y yo me quejaba del transporte polaco. Cada vez que coges una curva, toda la gente se cae, corres peligro de muerte en cada bache, y los peatones son algo suicidas. Cuando te quieres bajar, tienes que saltar del coche aún en marcha… Creo que voy a empezar a ir a los sitios andando…

Dejando eso aparte, tuve la oportunidad de darme una vuelta por el centro de Asunción, como en una versión antigua y muy vieja de los actuales City Sightseeing Buses. No me sorprendió ver a miles de personas rebuscando en las basuras del barrio más adinerado, pero me alarmó ver a una niña, rodeada de cristales, y llevándose algo a la boca. Creo que para sobrevivir a esto tienes que ponerte un escudo de acero inoxidable. Casi se me saltan las lágrimas cuatro veces durante el trayecto. Y al lado unas casas de estilo colonial, todas blancas, con alambres en la parte superior de la verja, al mejor estilo de Auschwitz. Podría escribir dos horas sobre esto, pero creo que con eso es suficiente por hoy.

En fin, una vez en la misa, yo me quedé fuera. En parte porque no quería entrar, y también porque necesitaba sentarme y tomar un poco el fresco. El calor era tan sofocante… Cuando acabó, nos llevaron a una sala en la casa parroquial para presentar el libro de un investigador alemán, que se va a quedar un año en Paraguay para intentar demostrar por qué un misionero belga que murió hace años, debería ser canonizado por la Iglesia. Le llamaban Pa’i Puku en indígena, y todos los presentes parecían adorarle. A mí eso me aburrió un poco, y vi claramente que esta gente necesita a alguien que les lleve la comunicación con bastante urgencia. Pero resultó que el alemán era amigo del mejor arpista de todo el Paraguay, y le mandó componer una canción sobre el susodicho santo en guaraní, para que llegara su historia a todas las gentes. Eso fue lo mejor. Me encantó, y ya estoy viendo cómo localizar al escritor para que me pase la grabación del CD.

Después se sirvió una versión chipegüi de lo que sería un vino español, y probé una sopa que parecía un bizcocho (aunque sabía a sopa milagrosamente), unas mediaslunas que eran como un pan sin sal, y unas empanadas que sabían a muchas cosas menos a empanada, y de hecho, yo creo que no tenían nada de pan. En fin, estoy descubriendo muchas cosas, y creo que no me queda mucho para que se me pegue el acentillo este, vos sabés.

Hoy vuelvo al comedor, y ya estoy deseando ver de nuevo a los niños. Y a las dos niñas de 16 años que están embarazadas de 6 meses… Es increíble. Si Polonia parecía España hace 50 años, Paraguay parece España hace 500.



viernes, 23 de octubre de 2009

Mi primer día en Asunción

Y por fin llegó el día. Cuando estaba en el avión de Buenos Aires a Asunción, me dieron el formulario de inmigración. Y me topé con la pregunta: ¿lleva usted algún animal o alimento derivado de un animal? Y yo no podía parar de acordarme de los chorizos, jamones y lomos que llevaba repartidos por las maletas para regalárselos a las monjas, y de lo que me habían dicho las chicas que habían estado aquí este verano “tú pon que todo lo que llevas son objetos personales, porque sino te registran todo el equipaje”. Y así hice. Gracias a Dios nadie se paró a comprobar que lo que yo decía era cierto. Y por fin pude salir del aeropuerto, 24 horas después de mi llegada a Barajas.

Puse mis tres maletas de 50 kg. En un carrito, me colgué la mochila a un hombro, la funda del ordenador a otro, y haciendo tumbos salí al encuentro de mi tía Concha. Y allí estaba, guapísima, vestida de blanco y con un ramo de flores de su jardín. Me dio un beso enorme, y me dijo: “fíjate, Asunción te recibe con sol”. Subimos en la frago que las monchis tienen aquí, y el chófer (sí, tienen un chófer encantador) nos trajo hasta la casa, que resultó ser preciosa, con un porche de lo más acogedor. Mi tía me presentó a las cuatro hermanas que estaban aquí, me enseñó toda la casa, y nos sentamos a comer… Ay, la comida. Mandioca cocida (que es como una patata dura de hace tres días), prolenta o algo que suena parecido (harina de maíz con queso) y por último, hígado. Era la primera vez que comía ambas cosas… Y bueno, ya me acostumbraré a los sabores chipegüis…

Después de comer deshice la maleta (no sabía que llevara tantas cosas encima), y me eché un rato la siesta, porque al final no me había tomado en el avión la súper pasti de Ana, y estaba rota. Y unas 8 horas después se presentó la tía, con una bandeja (como cuando éramos pequeños y mamá nos traía la comida a la cama), y me dijo que no me podía acostar sin cenar. Y eso hice. Me hizo compañía durante toda la cena, y me aconsejó que me cerrara la puerta de la habitación.

Sé que voy a estar fenomenal aquí. Todo es muy verde, la gente encantadora, y sobre todo muy feliz. Hoy empezaré en el comedor con los niños, y mañana ya veremos…

Ya os iré contando cómo va mi aventura. Un beso enorme a todos.

P.D. Lo de la medicina de los brujos y demás es cierta. Ya me han dicho dos personas distintas que me van a curar la diabetes con un té repugnante que extraen de no sé qué planta. Por probar, no pierdo nada. Ya os contaré qué dicen mis análisis la próxima vez…



jueves, 22 de octubre de 2009

La banda sonora de mi viaje a Paraguay

Cuando me voy de viaje a algún sitio, me encanta ponerle una banda sonora para que una vez en casa de nuevo, recuerde los mejores momentos en cuanto escuche alguna de las canciones. La verdad es que al final la B. S. O. se elige a si misma, y es labor del destino decidir cuáles serán las afortunadas.

Por ejemplo, los discos de Mocedades me recuerdan a los viajes veraniegos a Baiona con mis padres. Ska-P, a la época rebelde y pseudoautista de mi hermano Álvaro, en que recorrimos todo el sur de Inglaterra en coche con el Pipo como líder. En Polonia le di a la música judía, por aquello de que pegaba hasta con los edificios grises... Y así con todos mis viajes.

Ahora acabo de aterrizar en Argentina, en una escala de varias horas hasta mi destino final en Asunción. He paseado por el Duty Free y tenido que hacer acopio de todas mis fuerzas para no caer en la tentación de comprarme un alfajor. Y entonces he visto una plataforma gigantesca de CD's especializados en el auténtico tango porteño. Y no lo he podido evitar.

Creo que todos sabemos a qué sonara mi aventura de esta vez. Y tranquilos, que a la vuelta ya compartiré mis nuevas joyas con vosotros.

Un beso enorme con ganas de dulce de leche.



lunes, 19 de octubre de 2009

Una princesa en el castillo



Cuando era pequeña soñaba cada día con que sería una princesa. Pues bien, también desde niña me encantaba visitar castillos, y por eso siempre disfruto cuando estoy en uno. Me siento especial, como una reina. Y da igual si soy una mera turista casi china de las que hacen fotos sin parar y ponen los dedos en señal de victoria. Nada importa, porque estoy en un castillo...


He tenido el enorme privilegio de visitar muchas edificaciones reales a lo largo de mi vida, en parte gracias a mis padres, pero también a mi querido tío Javi, o también conocido como El Pipo, y bueno, a Ana que me ha acompañado en la ruta de los palacios europeos, en una especia de tour durante el año en que vivimos en Polonia.


Tengo que reconocer que este fin de semana he sido una princesa, me he comportado como una princesa, he dormido como una princesa y, por supuesto, he comido como una princesa. ¿Qué más se le puede pedir a un fin de semana? Sólo espero que durante mi estancia en Paraguay, siga sintiéndome princesa en vez de rana...




miércoles, 14 de octubre de 2009

Cosas que hacer antes de morir

Creo que casi todas las personas tenemos una lista -ya sea mental o escrita- en la que plasmamos todas las cosas que desearíamos hacer antes de morir. Pues bien, yo me topé no hace mucho con la que escribí hace unos 5 años, y me complace darme cuenta de que he satisfecho todas excepto dos (y también he de reconocer que no las he hecho porque ahora mi vida ha cambiado mucho y ya no las deseo, sino que anhelo otras bien distintas).

Todo esto me ha llevado a crear una nueva lista, más estudiada y profunda, y que se caracteriza por los toques cosmopolitas como elemento imprescindible de mi personalidad:

1. Asistir a una ópera en la Scala de Milán y llevar unos preciosos guantes blancos.
2. Vivir en París en invierno, y llevar boinas francesas a juego con mis abrigos multicolores.
3. Publicar una novela.
4. Trabajar como organizadora de eventos en una gran multinacional.
5. Conocer Nueva York, y tomarme un café de Starbucks en Central Park.
6. Perder el miedo al avión.
7. Demostrarme a mí misma que puedo sobrevivir en Paraguay.
8. Montar mi propio restaurante.
9. Hacer el recorrido del Orient Express y visitar San Petersburgo.
10. Gastarme los 15 pounds que cuesta la entrada y visitar el Palacio de Buckingham enterito.
11. Volver a disfrutar de unas vacaciones terapéuticas en el Dwór Oliwski de Gdansk.
12. Curar todas mis enfermedades relacionadas con los sistemas endocrino y digestivo.
13. Cambiar mi mentalidad para quererme plena e incondicionalmente.
14. Independizarme y decorar mi cuarto entero de blanco.
15. Tener una conversación sincera con Cristina y otra con Amaya (aunque este punto desgraciadamente no depende en absoluto de mí).
16. Desdomesticarme.
17. Asistir a la fiesta privada de un magnate mexicano en su hacienda.
18. Pasear por los jardines japoneses tradicionales rodeados de cerezos en flor.
19. Empaparme de la cultura árabe durante una temporada.
20. Conservar a mis amigos actuales, y seguir conociendo personas extraordinarias.
21. No permitir jamás que cosas absurdas me separen de mi familia.
22. Conseguir la voluntad suficiente para hacer deporte todos los días.
23. Alojarme al menos una noche en el Palacio de Abu Dhabi.
24. Cenar en El Bulli, Restaurante Arzak, El Akelarre, Martín Berasategui y Maxim's.
25. Hacer una ruta gastronómica de quesos, otra de vinos, y otra regional.
26. Ir a un concierto de Silvio Rodríguez.
27. Hacer un curso de enología.
28. Ver los clásicos del cine sin rechistar (como El Padrino, Ciudadano Kane o Casablanca).
29. Ir al sitio ese de Madrid en el que si te consigues terminar el cocido te regalan un viaje a Canarias, y que mis acompañantes sean Jordi, Maleny, Alberto, Antonio, María, Ana y El Punchis.
30. Pasear por la muralla china nevada.
31. Ir a las Maldivas en un viaje archiespectacular.
32. Darme un paseo de nuevo desde Manufaktura hasta Galeria Lodzka por la Piotrkowska.
33. Aprender a escribir poesía.
34. Hacer una entrada triunfal a lo Rita Hayworth.
35. Comerme un calamar de potera de Espe, un soufflé de patata de mi abuela y un arroz con leche de la Churru.

Creo que eso es todo. Por supuesto que lo primero de mi lista es SER FELIZ, aunque creo que es un poco heavy poner eso como punto en sí mismo, porque esa es, como quien dice, la principal tarea del ser humano.


 Y ahora, ¿cuáles son las cosas que vosotros queréis hacer antes de morir?



lunes, 12 de octubre de 2009

¡Luces, cámaras y acción!







Me gusta muchísimo el cine. Me gusta tanto, que casi cada día veo una película. Y es que para mí lo mejor de Internet es el mail y PelículasYonkis (o su variante también estupenda SeriesYonkis). Supongo que con los años todos aprendemos a diferenciar una buena película de una mala, y dejamos de lado las cursiladas románticas y los thrillers clónicos, para centrarnos en las que realmente merecen la pena ser vistas.



Me encantan las épocas en las que estamos en racha, como ahora. Después de un invierno cuajado de joyas que merecen la pena como El curioso caso de Benjamin Button, Siete Almas, The Reader o El Intercambio, este otoño los grandes directores apuestan fuerte de nuevo con una serie de películas extraordinarias a la par que originales. La verdad es que llevo un mes que no paro de ir al cine, porque no quiero perderme la oportunidad de verlas en una pantalla gigante y un sonido envolvente (vale, esto empieza a parecerse a un publirreportaje). Mis últimos descubrimientos son de lo más variopintos, empezando por Ágora. La he visto hoy, y me complace comprobar que el cine español ya no sólo hace pelis para los pocos frikis que nos dignamos a pagar por verlas. También podemos hacer superproducciones, al estilo de Hollywood pero con mejor gusto y guiones francamente más pulidos y, lo más importante, inéditos. Ágora es la clásica película didáctica que te motiva a llegar a casa y seguir investigando sobre la vida de esas personas que hoy ya pertenecen a la Historia, y también consigue -ojalá- que algunas personas se replanteen sus principios y las cosas en las que creen y por qué.


Mi segunda recomendación es Gordos, un nuevo intento de Daniel Sánchez Arévalo tras AzulOscuroCasiNegro de hacer un retrato social a un determinado grupo de la sociedad, que existe y que es real. Quizá me vea reflejada en algunos de los personajes, y mi gusto no fue más que mi propia proyección, pero las personas que escucharon mi consejo y fueron a verla, salieron bastante complacidas del cine. Qué aproveche.


Mi tercera mención se centra en el genial, único e irrepetible Woody Allen, que en esta ocasión ha tocado fondo. Para mí, Si la cosa funciona es sin duda su obra maestra con diferencia. Es una de esas pelis que te dan mucho gustito mientras las están viendo, y cuando acaban ya estás pensando en cuándo volverás a verla. Es como cuando encuentras un buen libro y no puedes parar de leer, pero por otro lado no quieres que se acabe. Terminas por coger un cariño especial a los personajes, y casi te sientes parte de esa parodia que no es más que una extracción de una vida cualquiera del mundo occidental.


Voy a continuar con otro gran director norteamericano. Se trata de Tarantino, y sus Malditos Bastardos. Tras mi estancia en Polonia he cogido bastante cariño a los judíos y un poco de manía a los nazis, y como la visión de Auschwitz me marcó muchísimo, cada vez que sacan una peli relacionada con la Segunda Guerra Mundial, procuro acercarme a cine a verla. Tarantino nos propone un final interesante, que a manos de Brad Pitt resulta aún más fabuloso. El vestuario y el maquillaje son excepcionales, la realización sumamente original y la banda sonora una joya con la que ya me he hecho.


Por otro lado he de confesar también que el mundo del 3D ha revolucionado el cine infantil, y ahora ya no sólo se ven en las butacas papás y mamás rodeados de miles de niños, sino que somos muchos los fieles seguidores de los dibujos animados. Por eso puedo deciros a todos que no os perdáis las dos pelis que se estrenaron este verano: Ice Age 3, y Up! (y aún más me atrevo a asegurar que el viejito de Up! es una reproducción en miniatura de mi padre dentro de unos años, lo que hace que me enternezca aún más si cabe el personaje).


Y voy a dejar para el último puesto la última obra de Isabel Coixet, que aunque no es la mejor de todas las que he citado, sí que trata el tema más original de todos. La ambientación de Tokio y sus gentes reflejan una ciudad casi cómica (entendiendo cómica como procedente de un cómic), y las actuaciones de los protagonistas son dignas de un Oscar (o un Goya, que suena más español). Hablo de Mapa de los Sonidos de Tokio, y os la recomiendo a todos los amantes del cine español, con un ligero toque de erotismo muy tierno, y un regustillo a tinto riojano o cava catalán.


De momento, no puedo hablar de ninguna más, aunque me quedan pendientes algunas películas que realmente estoy interesada en ver, como Katyn o París. Dadme un par de días...


Espero haberos sido de ayuda, y que realmente disfrutéis con estas fabulosas películas. Hasta la vista...

domingo, 11 de octubre de 2009

Me despido

Queridos todos:


Como muchos ya sabéis, he decidido embarcarme hacia las Américas con el propósito de descubrir mundo y vivir una experiencia única en algún paraje del chaco paraguayo. Es por esto por lo que he decidido escribir un mail a todos mis amigos, familiares y conocidos, a modo de despedida en algunos casos, y también para comentaros que ya he comprado el billete de avión, así que ya tengo fecha de salida.

Algunos insinuaron que ésta era otra de mis ideas algo locas e impulsivas, por lo que tengo el placer de informaros de que al final el día D se ha fijado para el 21 de octubre, miércoles, a las 22 horas. No me gusta mucho la idea de viajar de noche, por aquello de que es mi momento de bajón y las turbulencias las llevo peor, aunque mirándolo por otro lado, así dormiré como un angelito...

Me voy a dedicar a hacer una labor de cooperación al desarrollo durante un año, dando clases en un internado a niños en Paraguay, y ayudando en un comedor. Ya me he descargado un tomo especial reforzado y extenso sobre la Historia de Paraguay (y me agrada matizar que no nos odian tanto como los mexicanos), y también (esperad, que esto sí que es de risa) otro manual de cómo hacer páginas web, porque como no soy inútil ni nada con estas cosas, me voy a poner a promocionar las misiones a través de Internet...

Estoy muy contenta con la decisión que he tomado, aunque si he de seros sincera, también estoy algo nerviosilla. Ayer recibí un correo de mi tía Concha, que para los que no lo sepáis es mi tía monja, la que vive allí, y me dijo que me llevara entre otras cosas una linterna para cuando necesito levantarme a hacer pis por la noche en la selva... En fin, casi se me quitan las ganas de ir, pero para los incrédulos, sé que aunque el principio será duro, al final me adaptaré divinamente, y puede que incluso lance mi propio programa al mejor estilo de El Último Superviviente, o incluso escriba una novela a lo Robinson Crusoe.

Me encantará veros a todos en persona antes de irme si lo deseáis y podéis, que yo sé que la vida es a veces frenética.

Un beso enorme. Os quiero.