jueves, 12 de agosto de 2010

La interminable clasificación de los besos

Desde que soy muy pequeña siempre me he sentido inclinada a dar besos a la gente, quizá porque tengo una familia enorme, y cada vez que llegaba a casa de mi abuela tenía que dar unos 200 besos para saludar a todos, y otros 200 al despedirme; o puede que siemplemente me guste y punto. Pero el caso es que se podría decir que es uno de mis hobbies favoritos...

Esta mañana, mientras recordaba un beso en concreto, he sido consciente de la clasificación tan extensa de besos que existen: en primer lugar están los filiales, los que te dan tus hermanos por tu cumpleaños, o cuando vuelves a casa después de mucho tiempo lejos. También están los besos de tus padres, que son bastante parecidos a los anteriores, pero con un toque distinto. La diferencia no es fácil de explicar, pero para que os hagáis una idea, es algo así como el sabor de la pasta hervida y punto o la pasta enriquecida con avecrem.

Por otro lado, están los besos pasionales, de esos que salen de las entrañas y suelen ser imposibles de olvidar. Supongo que son los más instintivos, los más urgentes, los más salvajes, y a veces se convierten en besos de tornillo. Pero yo personalmente me quedo antes con la versión dulce de estos que mencionaba, ya que son mucho más sutiles y en ocasiones ni siquiera llegan a rozar sino que dan vuelo a la imaginación a modo de antesala de algo más grande.

Tambíén están los besos de mariposa, esos que se dan los niños pequeños con sus abuelas, o con sus amiguitos de la guardería. Estos son muy tiernos, de los que se hacen una foto y se cuelgan en el salón. Tengo unas cuantas amigas que tienen fotos de estos mismos en sus casas.

El beso del famoso de turno es quizá el más distante para el susodicho pero uno de los más emocionantes para el individuo ávido de besos. Una vez vi a un grupito de adolescentes derretirse literalmente frente a David Bisbal, mientras le sujetaban los carrillos con fuerza para estrujar sus labios compulsivamente contra su cara. A mí me hizo muchísima gracia, pero comprendí perfectamente esa sensación de admiración profunda hacia otro ser. Aunque si os soy sincera, yo no creo que me desviviera por ningún famoso (a excepción claro del poeta Sabina). Me hubiera encantado poder retratar la cara de agobio de Bisbal ante las atenciones de sus admiradoras... ¡Fue la monda!

Tenemos, claro está, el primer beso. Siempre pensé que se le daba muchísima importancia a éste, y que en realidad siempre acababa decepcionando. Yo aún no he conseguido que nadie me hablara de su primer beso como algo extraordinario, sino más bien como una escena en la que sintieron presión, miedo, deseo de agradar... Todo esto es muy bonito, pero creo que hay demasiados mitos en torno a este primer beso, en parte influido por los millones de películas adolescentes made in Hollywood, que nos muestran cenicientas enamoradas del guay del insti, y malotes que encandilan a chicas monjiles...

Existe un beso que a mí personalmente me cae un poco mal. Se trata del beso de despedida, ese en el que sabes que ya no habrá más besos de esa misma persona (al menos por mucho tiempo). A mí una vez se me escapó una lagrimita miestras me despedía de esta manera, y luego pasa lo que pasa, que se trasmite tanta negatividad que se te queda muy mal sabor de boca.

Los besos eróticos centrados en alguna o muchas partes diferentes del cuerpo existen, no se pueden negar, aunque prefiero dejarlos a la imaginación y creatividad del lector...

El beso de película es uno de los más conocidos, básicamente porque es el que más vemos. Se trata de la expresión máxima del amor (después de una serie de obstáculos típicos de comedia romántica de éxito en taquilla), con canciones de Elvis Costello de fondo -o en su defecto violines en directo- tras una cena con velitas en el ático. No voy a negar que este beso tiene su encanto, que llevas desde el minuto 1 deseando que ocurra, y que en ocasiones hasta te dan ganas de darle dos tortas al prota para que se de cuenta de que Anne, la maravillosa filántropa - ratón de biblioteca - escultural aunque discreta con el maquillaje encarnada en el cuerpazo de Jessica Alba, está colada por él. Siempre ocurre, siempre hay carreras por una escalera de incendios, o por un interminable pasillo en el aeropuerto, o por una interrupción en mitad de la boda. Siempre ocurre. Siempre hay beso. Pero tú jamás recibirás uno de estos. Asúmelo.

Creo que podría escribir 15 entradas sobre los besos que hay (para que os hagáis una idea, sólo el Kama Sutra hace una clasificación de 30 en su primera edición). Por eso, voy a dejarlo aquí. Y ya que estamos os diré, que a mí el que más me ha gustado de toda mi vida, es el de mi madre arropándome por la noche, después de contarme un cuento. Supongo que ya sabréis que os hablo del beso en la frente: por excelencia, el beso de madre.

Aún así, por mucho que yo escribiera, hay tantos besos como personas; tantos besos como momentos; tantos besos como quieras.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues yo, Espe, sólo contemplo una clase de besos: los que se dan y reciben con cariño. Todo lo demás, lo puedes poner entre compromisos y lametones, potencialmente infecciosos pero nada interesantes.

Luis Cevallos-Escalera