martes, 30 de marzo de 2010

Cerrado por vacaciones

Mañana martes 30 de marzo, a las 2 de la tarde, me embarcaré en la que posiblemente sea la mayor aventura durante mi estancia aquí en Paraguay. Mi destino será Pedro P. Peña, la comunidad más pobre que formaron las hermanas con las que vivo. Ellas la consideran una verdadera misión, y consiste básicamente en un poblado indígena en mitad de la selva, a 300 kilómetros de la civilización, y en la que no hay forma humana de comunicarse con el mundo (no hay teléfono, ni cobertura para celulares, ni por supuesto Internet...)

Es una oportunidad única de comprobar lo que es el Chaco profundo, la pobreza indígena, su cultura, su forma de vida... Es una experiencia que me asusta, pero que estoy deseando vivir. 

Estaré fuera una semana entera (con sus días y sus noches), pero en cuanto regrese os prometo mil historias en mi blog, que como siempre, iré reproduciendo fielmente en mi cuaderno marrón, para después copiarlas en Los Mundos de Espe.

¡Un beso y feliz Semana Santa a todos!


lunes, 29 de marzo de 2010

La importancia de llamarse Mingo

He visto ya muchas películas que reproducían a la perfección los pequeños detalles de la vida de diferentes familias numerosas a lo largo de los años. Si no me falla la memoria, la última que vio la luz llevó a Steve Martin a representar a un papá yankie, con Volvo incluido, que se peleaba con sus 14 retoños en una competición estúpida en la que el honor familiar estaba en juego... Pues bien, yo afirmo que hay que nacer en el seno de un clan multitudinario para comprender lo que es realmente pertenecer a un selecto club de miembros de esa índole. 

Yo vi el mundo por primera vez hace 24 años, y siempre fui muy consciente de esta realidad, o lo que es lo mismo: sabía que tenía la increíble suerte de pertenecer a un grupo llamado Mingo. Nunca entendí realmente por qué era importante, pero lo cierto es que, cada domingo, la familia al completo se presentaba en el cuartel general -la casa de los abuelos-, y cada uno tenía que irse directamente a reunirse con sus homónimos. Esto es, el clan se subdividía en categorías.

Al contrario de lo que siempre se pensó, el clan Mingo es un matriarcado, en el que sólo las mujeres tienen voz y voto... Si tuviese que describir a una Mingo, dedicaría al menos cinco días en hacerlo... Mandonas, perseguidoras, extremistas, ordenadas, responsables, frioleras, sobreprotectoras, caguetas, exigentes, indecisas... Pero sobre todo y ante todo, las Mingo son madres. 

Hace unos años yo pensaba que el clan se dividía en tres clases: abuelos, tíos y sobrinos, pero durante los últimos tiempos, he comprobado que en realidad sólo hay dos categorías: o eres madre, o no lo eres.

Evidentemente la primera es la mejor de las dos. Cuando una de las Mingo pasa por la experiencia traumática del parto, automáticamente se convierte en un ser digno de participar de las privadas y exclusivas reuniones que se celebran cada semana en el salón de la Churru (también conocida como Santísima, María Mía, o abuela a secas). 

Cuando yo era pequeña, cada domingo íbamos los más de 70 miembros del clan al cuartel general a merendar pan con chocolate, y a jugar con nuestros primos al escondite. La entrada a la casa estaba terminantemente prohibida, pero yo una vez estaba enferma y tuve que quedarme con mi madre en el salón, muy a mi pesar... Aunque después de todo, tendría el increíble honor de poder escuchar (sin hablar) lo que allí se contaba. ¡Y qué decepción! Casi que hubiese sido mejor quedarme siempre con la duda... La conversación giraba en torno a vómitos de bebés, vestidos de bautizo de bebés, meconios de bebés, tomas de leche de bebés, embarazos complicados de bebés... En resumen: hijos, hijos, hijos e hijos.

Yo pensé que las sobrinas jamás podríamos pertenecer a la categoría A, pero me sorprendí cuando mis primas mayores (o las mujeres de mis primos) empezaron a ser madres, y fueron aceptadas de buena gana en las reuniones con la Churru. Pero es que eso no es todo, porque hay una especie de hormona o aura o energía extraña que se pega a las Mingo cuando tienen su primer hijo: se vuelven mandonas, perseguidoras, extremistas, ordenadas, responsables, frioleras, sobreprotectoras, caguetas, exigentes, indecisas... Pero sobre todo y ante todo, las Mingo se convierten en eso que nosotros -los sobrinos- llamábamos ser madres

Yo siempre me he quejado mucho de la mía, porque a decir verdad hay momentos en los que es, como todas las demás... -no voy a decir pesada- ¡insistente! Pero sí que voy a pronunciar públicamente que sé que ninguno de los miembros del clan Mingo me daría la espalda jamás, hiciera lo que hiciese.

Los Mingo tienen bastantes defectos -como todos, en realidad-: cantan fatal, no tienen ni pizca de sentido del humor, tienen miedo a todos los medios de transporte, son algo exclusivos a la hora de seleccionar a sus miembros y tienen una extraña forma de abrazar dando palmaditas a la espalda (una vez más, como a los bebés). Pero tienen también mil virtudes que suplen con creces todo lo anterior. Son amables, fieles, rectos, comprensivos, líderes, serenos, racionales... Son uno de los clanes más extraordinarios que he conocido en mi vida, con las mejores personas que te puedas encontrar, y con los años, hasta se vuelven cariñosos...

Me siento orgullosa de pertenecer a la familia Mingo, y si el Universo quiere, algún día -en un futuro muy, muy lejano-, podré ascender de categoría por fin, y hasta disfrutar de las apasionantes conversaciones monotemáticas de los hijos. 

Aún así, sólo hay una cosa que prevalece en todos nosotros: la importancia de llamarse Mingo.


Los 13 hermanos Mingo con su abuela el día de la toma de hábitos de mi tía Concha


domingo, 28 de marzo de 2010

Somos novios

He llegado a tal punto de confianza con los niños, que ya me consideran una amiga a la que contar sus problemas. Eso me coloca en una posición de responsabilidad extrema cuando me entero de determinadas cosas que no se pueden consentir y que ellos incluso normalizan... ¡Pero he de reconocer que me encanta!

A veces me siento como si estuviera de nuevo en aquel campamento del 99 en el que conocía los cotilleos de todos los que estaban allí, y me sabía una líder del grupo. Pues bien, una vez más me he convertido en una adolescente radiomacuto y los niños hasta me piden cita para hablar conmigo. Soy una mezcla entre amiga, madre, hermana mayor, referente, colega y consejera de pareja. Y lo más importante, ahora soy la mayor fuente de información para los chicos...

Así que, de esta manera, he descubierto que todos están llenos de novios, que son extremadamente precoces, muy promiscuos, y del todo irresponsables. Hay una pareja que es la que a mí me llama más la atención. El otro día, como quien no quiere la cosa, una niñita se me acercó a charlar conmigo. La conversación fue algo así como:

- Oye Espe, ¿qué haces cuándo...?
- ¿Cuando qué, Mili? -Milagros se puso roja como un tomate y no se atrevió a seguir. Yo me imaginé por dónde iban los tiros, así que me animé a preguntar-.
- Mili, ¿tienes novio?
- Sí.
- ¿Y quién es?
- Denis.
- ¿Denis? ¿El mismo Denis al que he castigado hoy sin postre por tirar toda la comida por los aires?
- Sí. ¿A qué es estupendo?
- Sí, la bomba. ¿Y desde cuándo sois novios?
- Uy, remucho ya. Un mes...
- Ah. Muchísimo, sí... ¿Y cómo empezasteis a ser novios?
- Él me lo pidió.
- ¿Y cómo te lo pidió?
- Me dio una carta de amor. Te la enseño, que la llevo siempre encima...

Yo la leo y me sonrío ante la sarta de cursiladas entre faltas de ortografía, pero me parece muy bonito, y me acuerdo de un novio que yo tuve también a esa edad en el cole... 

- ¿A qué es muy romántico? Nos vamos a casar.
- ¿Ah sí? ¿Y cuándo os vais a casar?
- Cuando tengamos un hijo.

Yo en ese momento empiezo a toser y me entran espasmos. Estos niños tienen 11 años. Veo clarísimamente que esta parejita requiere de una charla urgente.

- Ah ¿Y ya queréis tener un hijo?
- Ahora no, pero como en dos o tres años sí...

¡Ay la madre! A mí ya me caen sudores fríos por la espalda...

- Milagros, pero... ¿tú sabes cómo se tienen los niños? -siento que tengo que tantear el terreno para ver cómo está la mente de esta niña-.
- Sí, claro. ¡Cogen! - téngase en cuenta que la palabra coger en Latinoamérica tiene una connotación sexual explícita, cuyo sinónimo a la española no quiero citar en mi entrada de hoy-. 
- Ah, ya. ¿Y... Tú qué piensas al respecto?
- Pues... Nosotros ya nos damos besos. ¿Para qué están los novios sino?
- Claro, pero los novios no están sólo para eso. Los novios se quieren, y se dan mimitos, y comparten sus alegrías y sus penas, y desean pasar mucho tiempo juntos, y se enamoran... - yo me sentía un poco perdida durante esa conversación. No sabía ni qué decir-. ¿Tú le quieres, Mili?
- Por supuesto que le quiero. Es el hombre de mi vida. Pero tengo algunas dudas, porque hay cosas que no sé hacer...

¡Ay madre! Yo ya estaba visualizando a Milagros embarazada en poco menos de un año. Casi deseé tener ahí a alguien que me diera un manual de qué decir en aquél momento a una niña que necesitaba el mejor de los consejos en ese momento...

- Milagros, ya sé que ahora mismo sientes que Denis es el hombre de tu vida (casi se me escapa una carcajada ante la idea de ellos dos hechos unos abuelitos dándose la mano), pero aún sois muy jóvenes. Yo os invito a dejar las cosas estar, y vivir cada momento cuando corresponde. No hay una edad única para ser mamá, ni tampoco para casarse. Si a ti te preguntan qué quieres ser de mayor, ¿tú qué dices?
- Yo quiero estudiar para poder trabajar fuera de la calle.
- Muy bien. Pues si eres madre a los 12 o a los 13, no podrás seguir estudiando en la escuela a la que vas ahora. Tendrás que buscar un trabajo para poder alimentar a tu bebé. A mí me parece muy bien que si quieres a Denis, le des besos. Dar besos es muy divertido. Pero cuídate, porque las cosas que haces hoy tienen repercusiones en el futuro... -Milagros me miraba como si fuese la primera vez que alguien le contaba eso-. ¿Con cuántos años tuvo tu mamá a tu hermana mayor?
- A los 13.
- ¿Y no te dice ella alguna vez que le hubiese gustado esperar a ser algo mayor para tener hijos?
- Sí, lo dice muy a menudo...
- Ves como hasta tu madre te dice lo mismo que yo...
- ¿Y si Denis...?

Yo podía detectar su cara de angustia, así que deduje que algo estaba pasando. Me arriesgué, y le dije un simple:

- Si Denis de verdad te quiere, esperará el tiempo necesario. Te lo prometo. Y si no lo hace, entonces es que no te quiere. 

Creo que Milagros se fue muy contenta aquel día, pero como yo me había quedado con el runrún en la cabeza, al día siguiente pillé a Denis por banda, y hablé con él a solas:

- Hola Denis. ¿Qué tal todo?
- Muy bien.
- ¿Qué tal en el comedor?
- Muy bien.
- Me he enterado de una cosita...
- ¿De qué? Yo no he hecho nada hoy, ¿eh?
- Ya lo sé que hoy no has hecho nada... Es sólo que me he enterado de que tienes novia.
- Yo no tengo nada de eso -yo ya estaba pensando pues sí que vamos bien-. ¿Quién te lo ha dicho?
- Una señorita encantadora cuyo nombre empieza por M.

Él me miraba alucinado...

- ¿Te lo ha dicho ella?
- Sí.
- Ah, bueno. Pues sí que es mi novia.
- Ah ¿Y qué tal?
- Muy bien. 
- ¿Y... os dais besos?

Me seguía mirando alucinado, como si un alienígena me hubiera poseído...

- ¿Denis...? -yo continué-, ¿estás bien?
- Espe... Sí que nos damos besos, pero yo la quiero. Me voy a casar con ella...

¡Ay madre! Tuve que repetir la conversación con un poquito más de delicadeza, y descubrí que sus miedos eran casi los mismos... Así que se fue también contentísimo. 

Pero se corrió la voz, y todos vinieron a preguntarme sobre novios, y novias, y maridos (como si yo tuviese muchos esposos o algo así), y bebés enfermos, y hombres maltratadores.... Y esta mañana, un niñito de 4 años, se me ha acercado, me ha tirado de la camiseta, y me ha indicado que me agachara hasta su oído para contarme algo. Yo le he hecho caso, y le he dicho:

- Hola príncipe. ¿Qué pasa?
- Espe... Yo tengo 4 novias. Pero no se lo digas a nadie porque si alguien me hincha, le pego. Tengo que mantener mi estatus...

A mí me ha hecho tanta gracia que me he pasado dos horas riendo... ¡Cómo son los niños! La conclusión a la que he llegado es que todos las niñas tienen muchos novios con los que se ven casadas y llenas de bebés, y les hacen competir entre ellos para ver quién se queda con el premio. Y los niños tienen muchas novias a las que no dicen que tienen otras de repuesto. ¿Los tópicos llegan ya a los críos, o no son estereotipos sino realidades? 

Eso sí, ha aprendido que la necesidad apremia, así que la semana que viene les monto un taller de educación sexual. Ya me he preparado hasta un Power Point con vídeos y todo. A ver si sirve de algo...


viernes, 26 de marzo de 2010

El desenlace

Cada mañana se abre el comedor a las 9 para que los niños desayunen, y tengan tiempo hasta las 9,30h., que es la hora a la que el portón se cierra para dar paso a las clases del apoyo escolar. 

Cuando algún niño llega con retraso se le dice que debe esperar en la puerta hasta la hora de comer, o volverse a su casa para no estar ahí en la calle solo... Y hoy, a las 9,45h., estaba el clan Acosta al completo al otro lado del muro, llamándome a pleno pulmón. Rosana -la cocinera- les miraba y en un momento determinado les ha dicho algo así como: lleváis una semana sin hablar a Espe, y ahora que la necesitáis para entrar, bien que la queréis, ¿eh?

Yo me sentía pequeñita, como si hubiese vuelto al cole...  Como si cualquiera de esos niños pudiese aplastarme con una mirada, o incluso como si tuviese que defenderme del mundo entero... Entonces comprendí lo decisivo que sería aquel momento para mi relación con los niños. Evidentemente yo no les iba a forzar a nada, porque lo último que deseaba era fomentar la ira de la abuela, y que lo pagasen estos pobres inocentes... Así que saqué la llave negra del bolsillo derecho de mi pantalón rosado, y la sacudí en el aire. Ellos solo me veían por las rendijas que separaban ambas puertas, pero captaban a la perfección mi tono: está bien, os abriré, pero con la condición de que no vengáis a molestar. Si os quedáis aquí tenéis que hacerme caso cuando os lo pida y no hacer ruido porque el resto de los niños están en clase. Bueno... ¿Queréis jugar a algo conmigo?

Yo contuve la respiración, consciente de que en esa pregunta camuflaba muchas otras. Carlos, Librada y Juan entraron corriendo, sin apenas mirarme a la cara. Traté de no darle la más mínima importancia, y me quedé allí, de pie, observando a Sergio muy fijamente. Llevaba la cabeza cubierta con una gorra enorme para esconder su repentina calvicie. Yo empecé a hablar:

- Sergio, ¿no entras? -él movió la cabeza negativamente-. Sergio... Verás, sé que no quieres hablar conmigo, pero yo deseaba comunicarte que jamás tuve la intención de que sufrieras tantísimo por ese corte de pelo. Yo encontré muchos piojos, y quise eliminarlos, porque eso te iba a hacer enfermar. Pero aún así, yo comprendo tu sufrimiento, y lo siento enormemente. Sergio, príncipe, yo te quiero tanto, que me duele en el alma que ya no quieras ser mi amigo, pero te entiendo, entiendo lo que sientes, entiendo tu rabia, y...

No sé cuánto tiempo estuve allí, diciéndole todo lo que yo le quería y lo mucho que sentía su situación. A cada segundo que pasaba, captaba más su atención, aunque no hizo ni un solo gesto en todo el rato que estuvimos ahí, el uno frente al otro. No sé cuál fue la palabra mágica que dio en el blanco, pero en un momento él levantó la mirada hacia mí. Tenía los ojos totalmente cubiertos de lágrimas, y yo me sentí a morir. Deseaba con todo el corazón alzarle y prometerle que nada malo le pasaría jamás, pero sabía que eso era algo que no le podía decir. 

Ya me estaba dando la vuelta para entrar de nuevo en el comedor y ayudar a Ana con sus clases, cuando sin previo aviso Sergio se lanzó literalmente sobre mí, y me dijo mil veces Espe, no me sueltes por favor. No paró de darme besos, y me dijo lo siento, lo siento, lo siento. Así que yo me arrodillé y le di el abrazo con más amor de toda mi vida. 

Nos quedamos así como dos o tres minutos, hasta que los otros tres se acercaron también y nos rodearon con sus bracitos para sumarse al abrazo. Yo me sentía como en el paraíso, y no podía parar de llorar. ¡Estaba tan emocionada!

Hoy he tenido a mis cuatro preciosos todo el día pegados a mí. Sólo querían estar conmigo, que fuese yo la que les diese de comer, que les dedicase toda la atención, que sólo jugase con ellos, que les diera besos y les acariciara la cabeza...

Cuando el comedor ha terminado, he sentido que la escena podría haber salido perfectamente de una peli hollywoodiense de esas que siempre están en los rankings de las más taquilleras. Pero esta vez yo era la protagonista de un momento que habría hecho llorar a la mayoría de los espectadores. 

¡Me siento tan feliz de haberme reconciliado con ellos! Me encantan mis tres príncipes y mi princesa. Este fin de semana voy a ir a ver a la abuela para pedirle perdón a ella personalmente, a ver si eso sirve de algo. Y creo que también -no se lo digáis a nadie- les voy a llevar unos croissants para que merienden. Eso sí, os juro que voy a ver cómo se comen hasta la última miga... ¡No quiero seguir costeando la cocaína a esa señora!


jueves, 25 de marzo de 2010

Personas que nos marcan

Ya os había comentado hace unos días, que el jueves pasado retomé la ardua labor de desparasitación de cabezas, con la mala suerte de no estar yo muy versada en el arte de cortar el cabello a los varones, y acabar dejando a Sergio Acosta un poco trasquilado... 

Yo no le di mucha importancia, y le expliqué que el pelo crecía, y que al menos ahora ya no tendría piojos en toda la cabeza. Él se lo tomó más o menos bien, y no dijo nada. Pero al día siguiente no vino al comedor -ni él, ni sus hermanos-. Yo me preocupé, y supe en ese momento que era consecuencia directa de mi mal pulso del día anterior.

El sábado, cuando al fin aparecieron, me acerqué a ellos para preguntarles por su repentina ausencia. Y no me sorprendió que ninguno me dirigiera la palabra. Traté de hablar con Sergio para comprendernos mutuamente, y vi que su abuela le había rapado el pelo por completo hasta dejarle calvo, y que el resto de los niños se estaban metiendo con él... A mí se me partió el corazón.

No tuve tiempo de dedicarles ni un minuto más, así que decidí dejarlo hasta el próximo momento en que tuviese la oportunidad de regalarles el tiempo que necesitaban... Pero el lunes, se repitió la escena una vez más.

Ayer, martes, me acerqué a Librada con intención de darle un beso y un abrazo, pero ella salió corriendo, huyendo de mí. La hermana Esther, que lo vio todo, se sentó a charlar con ella para sonsacarle toda la información posible. La conversación fue más o menos así:

- Librada, pero qué te pasa, ¿por qué no le hablas a Espe?
- Porque se ha portado remal con Checho (que es como ella llama a su hermano Sergio).
- ¿Y por qué se ha portado remal?
- Porque le jugó el pelo a Sergio, y mi abuela se enfadó mucho, y nos castigó a todos, y a él más. Y ahora ya no podemos hablar con ella, lo tenemos prohibido.
- Pero Espe no lo hizo con mala intención. Lo que pasó es que Checho tenía muchos bichitos y ella quería limpiarle la cabecita... Mirá un poco, vamos a solucionar esto ahora mismo... - se giró y gritó en mi dirección: Espe, ven acá-. Espe, ¿verdad que tú les quieres mucho a Librada y a sus hermanos?
- Claro que sí.

Librada corrió detrás del banco, y se escabulló fingiendo que sus zapatos tenían algo impresionante que merecía más la atención que mis palabras... Yo continué hablando:

- Librada, yo os quiero muchísimo, y no fue mi intención que pasara eso. Me encantaría que me dieras un abrazo como todos los días, y yo darte besitos en la nariz. Pero es tu decisión, princesa. Yo te quiero, Librada.

Me miró fijamente a los ojos, muy seria. Y en un instante determinado, se lanzó a mi cuello y me dio un beso enorme. Se me acercó al oído y me dijo muy bajito Espe, yo te amo. A mí se me cayó una lagrimita que traté de disimular ante los otros niños, pero por la noche no me podía dormir de pura emoción recordando aquel momento.

Después de eso, entramos en el comedor a comer, y a los 10 minutos vi a Librada sola en la calle. Me acerqué y le pregunté qué le pasaba. Tuve que esperar una media hora a que dejara de llorar, y sobornarla con un chupa-chups de fresa, pero pude captar la idea: sus hermanos mayores la habían castigado a la calle a comer sola por haber hablado conmigo. Me dijo que si su abuela se enteraba, se enfadaría mucho. Y que tenía miedo.

A mí me hervía la sangre. Me dieron ganas de ir en ese mismo instante a ver a su abuela y decirle que me encargaría personalmente de que no volviese a ver a sus nietos en su vida, pero la rabia nunca es un buen motivo para actuar. Así que le dije a Librada que no se preocupase, que entrase de nuevo, y que ya solucionaríamos el problema...

Esta mañana he hecho un intento de nuevo de hablar con ellos, pero al parecer el asunto está muy negro. He tratado de hablar con Sergio y se ha limitado a decirme que sólo podríamos reconciliarnos en el cielo, porque él no me iba a hablar nunca más en vida. A lo que yo he respondido que no me importaba, que nos veríamos en el cielo entonces...

Tengo un disgusto espantoso... ¿Por qué tienen que seguir los niños el odio de su abuela, que además les maltrata, y que no les quiere como ellos se merecen?

Quiero solucionar esto cuanto antes. Ya se lo estoy pidiendo al Universo con todas mis fuerzas. Ahora sólo espero no haberle creado un trauma al pobre Sergio, y que no me recuerde toda la vida como aquella bruja que me buscó un problema...

¡Por Dios! Pero si hasta llevé a mis padres a su casa. Algunas personas presentan a sus novios... Yo presento a mis niños Acosta. Porque son mis niños...


miércoles, 24 de marzo de 2010

Antología del disparate

Ahora mismo estoy dando clases de muchísimas cosas a diferentes personas. Por las mañanas enseño Matemáticas y Lengua Castellana, por las tardes computación e inglés, y algunos días simplemente lo que se tercie... Como siempre, estoy aprendiendo enormemente de cada uno de mis alumnos, pero no puedo obviar dos historias que me han llamado especialmente la atención.

El otro día, durante una de las clases, estuve sondeando a un niño para sacarle información sobre su vida familiar. Estábamos analizando la acentuación de las palabras, y yo les pedí que remarcaran el golpe de voz en cada una de ellas para que supieran si eran agudas, llanas, esdrújulas o sobresdrújulas. El caso es que poco a poco descubrí que el día anterior había trabajado en la calle hasta la una de la madrugada, que su madre había comprado un televisor de plasma con su dinero, y cosas por el estilo. Al cabo de un rato, Ani -que estaba conmigo- empezó a preguntar:

- Esteban, ¿tu papá toma?

- No.

- ¿Y no toma tereré?

- No.

- ¿Y no toma cerveza?

- No.

- ¿Y qué toma entonces?

- Mi papá sólo toma bebidas alcohólicas -y lo dijo remarcando tanto la o, que Ani y yo nos tiramos de la risa-. 

Pero es que no os lo perdáis, porque hace unos días estaba la hermana Esther en clase de mates con varias niñas, enseñándoles a dividir. Le pareció conveniente empezar por que aprendieran lo que es una unidad, una decena, una centena... Y así sucesivamente. La monchi escribió un número bastante largo en un papel, y les fue indicando uno a uno para que ellas dijesen cuál era cada uno. Así, la conversación se tornó de la siguiente manera:

- 3: unidad, 5: decena, 7: centena, 4: mil, 8:millar...

Las niñas seguían obedientes el dedo de la hermana y repetían al unísono lo que les iba diciendo. Pero hubo un momento en que una de ellas se quedó mirando fijamente a Esther, y le dijo:

- Hermana, ¿después de las centenas de millar... Qué vienen, los dólares?


martes, 23 de marzo de 2010

Tienes un e-mail

Desde hace unos días estoy dando clases de informática a la hermana Rosa, que tiene setenta y tantos y muy buena voluntad. Su verdadera intención era aprender a usar su correo, para así poder comunicarse con su familia, y la semana pasada empezamos...

- Hermana, vete a donde hay una e mayúscula, y le das dos veces, que eso es Internet. No, hermana, tiene que ser más seguido. Así, te voy a mostrar, y luego pruebas tú... (Dos minutos después). ¡Muy bien! Ésta página se llama Google (/guguel/), y es un buscador. Desde aquí puedes buscar perfectamente todo lo que tú quieras. Por ejemplo, como ahora estás interesada en leer tu correo...

- ¿Qué correo? ¿Dentro de la computadora me pueden mandar mis cartas? -yo miro al infinito, y empiezo a explicar con toda la paciencia que cabe dentro de mí lo que es el mail-. 

- Hermana, me dijiste que tú ya tenías cuenta de correo en Internet. ¿Dónde?

- Pues, en uno que me puso Esther (otra monchi). Voy a ver...

(Media hora después).

- Hermana, tu dirección está en hotmail. Vamos a ir a esa página.

- ¡Ah! ¿Y qué significa hotmail?

- Correo caliente.

- ¡Uy! ¿Significa eso? ¿Refiriéndose a qué?

- A que llega muy rápido.

- ¿Y llega rápido?

- Sí, ya vas a ver. Vete a la parte que pone "Bandeja de entrada". Así muy bien. Haz click.

- ¿Dónde escribo clip?

- No, hermana, no escribas. Cuando con el ratón presionas un lado, se dice "hacer click".

- ¡Ah! ¿Una vez o dos?

- Una. Muy bien. Ahora dale a "Nuevo". Vamos a escribir un mail a alguien. Por ejemplo, a mí.

- ¿Pero qué te voy a decir, si te tengo aquí delante?

- Hermana, es para practicar. No tienes que decirme nada. Da igual. Vamos a escribir a alguien que tú ya conozcas. ¿Quieres decirle algo a alguien de tu familia?

- Sí, a una sobrina.

- Perfecto. ¿Tienes su dirección de mail?

- Sí, espera que voy a buscarla. (Un rato después) Calle Níscalo, 24...

- Hermana: la dirección de Internet.

- ¡Ah! Esta es. ¿La copio?

- Sí. Ahí, en ese recuadro -dije, señalando la parte del remitente mientras ella empieza a escribir-. No, hermana, todo en minúsculas...

- Pero eso es una falta de ortografía.

- En Internet eso no existe, hermana. Tú hazme caso, ¿de acuerdo?

- Sí, sí, claro. Con minúsculas entonces... c-o-n-c... (Siete minutos más tarde)

- Hermana, ahora aquí escribes lo que quieres decirle a tu sobrina. 

- ¡Ah! Qué bien. Ahora mismo. (Mientras tanto yo mando 4 mails, contesto a varios privados en facebook, chateo con Jesús por el skype, y añado 6 amigos en tuenti). Ya está.

- ¿Ya está? Perfecto. Pues ahora le das a "Enviar". Así, muy bien. Ya está.

- ¿Y cuándo lo recibe ella?

- Hermana, ella ya lo ha recibido. Sólo hay que esperar a que lo lea. Pero si ella ahora mismo se conecta a su correo, ya lo tiene. 

- ¿En serio?

- Sí.

- ¡Milagro!

- ¿Viste, hermana? Ya sabes mandar un mail. Vamos a empezar desde el principio de nuevo. Vete a Google.

- ¿A qué? ¡Aaaaahhh! ¿Y ahora?

(...)

Llevamos varias clases practicando lo mismo. Me lo paso genial en las clases de informática. Sé que conseguiré que la hermana Rosa aprenda a mandar un mail ella solita a su sobrina Conchita (ya veis, se llama como mi tiísima). Me recuerda a una peli de Luis de Funes o algo por el estilo. Ya os iré contando...




domingo, 21 de marzo de 2010

Quiero retomar mi vida

Hoy ha sido un día duro, cuanto menos. Resulta que el jueves retomé mi costumbre de revisar las cabezas de los niños en busca de piojos a los que aniquilar, y me entró la vena proactiva con Sergio Acosta. Así que le lavé el pelo y se lo corté al 2, con la mala suerte de no atinar yo mucho en la puntería, y dejarle algún que otro tranquilón...

Ayer los Acosta no vinieron al comedor, pero hoy han aparecido, y no me han dirigido ni una sola palabra. Al final he conseguido sonsacar a Librada que su abuela regañó muchísimo a Sergio por haberse dejado hacer eso, y les instó a que ya nunca más hablasen conmigo. Por lo visto aquí es una falta de respeto enorme cortar el pelo mal a alguien. Y el resultado fue que la abuela le mandó pelar por completo, así que ahora parece un niñito recién salido de Auschwitz. ¡Y encima no me habla!

Como estoy hipersensible, he llamado a Ana y hemos quedado en pasar la tarde juntas. Hemos visto la peli que ha ganado el Oscar este año (mi opinión ocuparía una entrada entera, así que me la reservo), y nos hemos quedado cenando en un chino con un sauvignon blanc del Valle Central. ¡Qué delicia! 

Tengo que reconocer que la calidad no era ni mucho menos la mejor que he probado, pero he tenido un aperitivo de lo que es mi vida... ¡Quiero volver! Necesito mis amigos, mi familia, mi huevito, y todo lo que allí me espera. Mi día de regresar se está acercando... ¡Realmente extraño mi vida más que nunca! 


sábado, 20 de marzo de 2010

¡No toques a mis niños!

Esta mañana me han llegado noticias nuevas respecto a los Acosta, mis niños, mis preciosidades, mis protegidos. Desde el principio supe que algo raro estaba pasando en esa casa, aunque nunca supe el qué. Pues bien, hace días que Carlos -el mayor- llega tarde, llorando, de mal humor, triste...

Hoy nos ha llegado una información de muy buena mano, que afirma que la abuela de estos niños (con la que viven) es alcohólica y toxicómana, que vende todo lo que le damos, hasta la comida, para costearse los vicios, y que Carlos ya ha amenazado varias veces con suicidarse. Y por si eso fuera poco, les maltrata, y por eso tienen todos la espalda degollada (yo pensé que era una infección por la falta de higiene, pero en realidad es una prueba más de las condiciones tan precarias en las que viven).

La semana pasada les dimos a ellos cuatro cuadernos y lápices para completar sus útiles escolares, y por supuesto ya han desaparecido. ¡Por vender, vende hasta el colirio para los ojitos de Librada! Están siempre sucios, llenos de piojos, con enfermedades dolorosísimas, sin cuidar, el pequeño no tiene ni pañales limpios y almacena en el mismo sus excrementos durante días...

La situación es más que complicada, pero aquí denunciar una realidad resulta peligroso, porque se han dado casos de personas que han aparecido muertas después de hacerlo. Yo ya he dicho que me ofrezco a decir lo que sea a quien sea cuando sea. Ya he quedado con una de las hermanas para ir este fin de semana a hacer una visita sorpresa a la casa, a ver qué nos encontramos...

Por favor, si a alguien se le ocurre algo que yo pueda hacer, que me mande un mail (esperanza_de_toro@yahoo.es) o que deje un comentario. Estoy desesperada... Desde que me he enterado, una especie de pantera rabiosa se ha apoderado de mí, y me dan ganas de ir a la casa de esa señora, pegarle una buena paliza, y llevarme a mis preciosos muy lejos de ella...

 ¿Alguien quiere adoptar a 4 niños?


viernes, 19 de marzo de 2010

Don Gonzalo

Don Gonzalo es un todo un señor de mediana edad, aunque conserva aún muy vivo un niñito diminuto e indefenso en sus espaldas. Desde su alta estatura divisa un mundo musical, en el que las personas a veces giran como corcheas, en un piano perfecto de Chopin. 

Don Gonzalo peina canas casi desde su pubertad, aunque su espíritu es más joven que el de muchos bebés. Una vez le encontré a las ocho de la mañana, jugando con un cachorro alrededor de una mesa. Me enterneció tanto que ahora, cuando pienso en él, me viene siempre a la cabeza de esa manera: con su albornoz blanco, tirado sobre la alfombra persa del salón, lanzando a la perrita por los aires... Y al sentirse descubierto, posar al animal en el suelo de nuevo, y refunfuñar sobre lo sucia que era, y la de pises que había tenido que limpiar esa mañana.

Don Gonzalo es creativo, emprendedor y, por qué no decirlo, es sumamente sabio. Durante las cenas familiares, disfruta viendo a sus cuatro hijos y a su mujer sentados alrededor de la misma mesa, escuchando sus bromas, y compartiendo momentos únicos con sus retoños. Le encanta componer nuevas melodías en su viejo órgano, y algunas veces, cuando se siente nostálgico, se sienta al piano y toca rápido alguna pieza que su memoria alcanza a recordar.

Don Gonzalo tiene una hermana, a la que cariñosamente llama Niña, y cuando habla con ella le cambia la voz. Si te concentras en captar el fragmento de alguna de sus conversaciones, tienes un rato de diversión asegurada. Don Gonzalo es algo despistado, y tiende a olvidar sus cosas en cualquier lado, como los paraguas, las chaquetas, o incluso las caras... No tiene mucha memoria para recordar personas a las que hace tiempo que no ve, pero en cambio, a las que le rodean, las trata todos los días con suma paciencia e infinito amor. Cree que es muy fácil sonreír a los demás, y lo pone cada día en práctica durante su vida.

Don Gonzalo tiene un sentido del humor más bien británico, en parte influencia de su madre, y algunas veces también se ríe con algún que otro chiste escatológico, fruto de la convivencia con su adorado padre. Don Gonzalo monta en bici cada fin de semana, y pasea por un pinar próximo a su casa. Le encanta enlazar los brazos a la espalda, y caminar hasta que el cuerpo aguante.

Don Gonzalo habla muy bien francés, con acento y todo. El inglés le cuesta mucho más, por lo que trató de inculcar a sus hijos las virtudes de aprender este idioma a edades más bien tempranas. Valora mucho el mundo de los sonidos, y disfruta tanto escuchando música, que es casi emocionante verle mirar al infinito, con los ojos perdidos en otra dimensión algo más perfecta. Pero como prefiere disfrutar de Strauss en soledad, con la intimidad de sus altavoces nuevos, esa imagen es algo exclusiva...

Don Gonzalo trabaja en el centro de Madrid, aunque si le diesen a elegir, se quedaría siempre antes en la pequeña casa que tiene en el Valle del Jerte. Adora ponerse un mono azul, subirse en su tractor, y simular que es agricultor por un día. Pero cuando llega el domingo por la noche, vuelve su faceta laboral, el traje a medida, y la sonrisa pletórica disminuye un poquito.

Don Gonzalo disfruta de los aperitivos de los domingos, después de la misa, haciendo vida social. A veces toma cerveza, y otras un vermuth bien frío. Aunque lo que realmente le apasiona, es comprarse diferentes tipos de aceitunas al por mayor, y enseñarlas en casa como si fuesen un tesoro. Él las llama sus chuches...

Don Gonzalo trabaja por y para que nada le falte a su familia, y es una de las mejores personas que existen sobre la faz de la Tierra. Amante de los buenos libros, inquieto espiritualmente e inconformista, es un ejemplo para sus hijos, e incluso para su esposa, a la que en ocasiones sosiega. 

A don Gonzalo le encanta viajar, y ha recorrido buena parte del mundo ya. Ha puesto el pie en cuatro continentes, por trabajo y por placer, y siempre está dispuesto a descubrir nuevas culturas, nuevas gentes, y nuevos libros impresionantes que no dejan de mostrar lección tras lección lo que la vida ha enseñado a otros, y ahora a él.

Yo siempre pensé, cuando era pequeña, que de mayor quería ser como él. Para mí es el mejor ejemplo del mundo, es mi guía espiritual, es un amigo y un líder. Don Gonzalo puso en mí la mitad de lo que hoy soy (y unos cuantos eurillos más), y siempre ha estado a mi lado pasase lo que pasase.

Don Gonzalo estará esperándome en el aeropuerto cuando vuelva... Y entonces podré decirle, personalmente, un muy sentido te quiero, papá.


jueves, 18 de marzo de 2010

¡Te queda muy bien!

Hoy teníamos reunión de padres en el comedor. Una vez al mes se fomentan este tipo de encuentros para estar al día de las novedades de los chicos, establecer contacto con sus titulares, y poner las medidas necesarias para mejorar lo que ya existe.

El caso es que, a pesar de la locura de día, ha habido un momento en que ha llegado Marlene (la misma chica a la que ayer pedí su leche materna para Librada), y me ha pedido que me encargase de su bebé de 2 meses. En cuanto me lo ha puesto en los brazos, he empezado a mirarle sin parar, con cara de atontada. Los niños me preguntaban si era mío (yo no sé qué clase de ideas pasarán por sus mentes para pensar que de repente un día aparezco con un recién nacido, pero bueno)...

Y después de una hora, admirando las manos diminutas, los piececitos, el pelo suave y corto, se me ha acercado Rosana -la cocinera- y me ha susurrado al oído: Espe, te queda muy bien. Yo me he girado y le he preguntado con la mirada a qué demonios se refería. Entonces he agachado los ojos, y me he dado un susto de muerte al comprendersu mensaje. Era el bebé el que me quedaba bien, como si fuese un complemento más, unos pendientes o un bolso nuevo... Me he empezado a agobiar, pero entonces he comprendido que efectivamente me quedaba muy bien. Sé que nací para ser madre, y algún día, si el Universo me escucha, cumpliré ese sueño...


miércoles, 17 de marzo de 2010

Mal de ojo

Ayer me sorprendió muchísimo que Carlos Acosta no trajese al comedor a sus dos hermanitos pequeños -Librada y Juan-, y a pesar de mis deseos por averiguar su paradero, preferí dejarle un día de tranquilidad sin ser el papá de sus tres hijos.

Esta mañana, a las 9 en punto, ahí estaban los cuatro esperando su desayuno. Seguramente llevaban varios días sin comer... En cuanto han visto que he llegado, Librada ha corrido hacia mí para abrazarme y pedirme que la alzara aupa. Yo lo he hecho, como cada día, y le he dado muchos besos en la nariz. Entonces me han llamado la atención sus ojos rojos, llenos de legañas, como salidos del rostro, llorosos y enfermos... Le he preguntado que qué demonios le había pasado, y me ha explicado que tenía mal de ojo.

A mí eso me sonó a maldición medieval o algo por el estilo, pero no dije nada. Me callé, me fui al botiquín atómico que nos acaba de preparar una enfermera, y me dispuse a poner manzanilla a cocer para hacerle friegas con una gasa esterilizada. Pero entonces me ha dicho una de las hermanas que eso sólo se cura lavando los ojos con leche materna. 

Imaginaos mi cara de alucine... ¿Leche materna? ¿Y de dónde demonios sacaba yo leche materna? Pero como aquí la gente es muy sabia, y llevan toda la vida aplicando remedios naturales -y yéndoles divinamente-, pues me he acercado a una de las adolescentes de 17 tiernos años que está recién parida, y le he pedido que se sacase un poco de leche en un vaso para poder curarle los ojitos a Librada. Y entonces Marlene -que así se llama la mamá-, se ha sacado el pecho ahí en medio, en el patio, y ha empezado a verter el líquido en el recipiente. Yo no salía de mi asombro. ¡Eso era aún más impactante que ordeñar una vaca!

Cinco minutos más tarde yo estaba allí, con las manos recién lavadas, un montón de gasas, y un vaso con leche materna. Una niñita de 4 años que apenas pesa 10 kilos, sentada en una mesa, con los ojos cerrados, y lanzando besitos al aire. Sólo me decía me siento mejor, me siento mejor, gracias, gracias. A mí casi se me saltan las lágrimas mientras limpiaba las miles de legañas incrustadas hasta la nariz... 

Cómo es posible que mis niños no sólo no tengan acceso a un maldito colirio, sino que además tengan que depender de la teta de una adolescente para curarse el mal de ojo... ¡La vida es tan injusta! Mañana al menos sabré si la leche de Marlene ha hecho el efecto que debería... ¡Ojalá!


martes, 16 de marzo de 2010

Reciclando ideas

Hace no muchos años, tuve la suerte de participar en una conversación algo animada, en la que dos señores que rondaban los 50, discutían sobre el cambio climático, la alteración medioambiental a través de la construcción de hoteles en primera línea de playa, la educación cívica en países como Alemania, y la ausencia de modales en los jovencitos despreocupados españoles...

Yo me posicioné desde el principio del lado de uno de ellos porque me pareció más coherente su postura, pero más tarde comprendí que en realidad sólo estaba llevando la contraria a su interlocutor para mantener la charla a un cierto nivel. Me di cuenta de que sus argumentos eran una pose, y que él estaba actuando como un buen provocador extremeño. Me recordó un poco a mi abuelo Álvaro...

Unos meses después de aquello, surgió de nuevo el tema, y yo -entre aburrida y curiosa-, comenté que me importaba bastante poco lo que me tuviesen que contar aquella pandilla de progres -que era como yo veía la postura de mis amigos-. Justo ese día, empecé a comprender lo que está pasando en el mundo, la importancia de que cuidemos el planeta, lo fácil que es tirar las cosas a la basura, y reciclar, y ahorrar agua, y adquirir unas medidas mínimas que puedan ayudar a esta causa.

Por eso, he considerado más que conveniente transmitir mi mensaje a los niños, y hoy he empezado mi taller de medio ambiente con ellos. Al principio me sentía un poco perdida, pero enseguida me he dado cuenta de que en vez de hablarles como una adulta coñazo, debía convertirme en una más. Y así me he pasado la mañana, dibujando botellas y cáscaras de naranja, coloreándolas y creando papeleras multicolores. Me lo he pasado como una enana. Ya estoy deseando que llegue de nuevo el lunes que viene para seguir con mi taller. ¡Cómo disfruto con mis niños!


lunes, 15 de marzo de 2010

Sergio

Este año, cuando ha empezado el comedor de nuevo, he tenido la oportunidad de conocer a un muchacho maravilloso llamado Sergio. 

Sergio tiene 21 años, casi mi edad, pero aún no me ha dicho ni una sola palabra. Me gustaría tanto saber cómo suena su voz... Sergio vive muy cerca de nuestra casa, y viene cada día acompañado de sus dos hermanos pequeños y de su madre: doña Erika.

Sergio es altísimo, tanto como mi hermano Álvaro, y el otro día me atreví -por primera vez- a rozarle la mano. Sergio tampoco me ha mirado nunca a los ojos, porque tiene una malformación de nacimiento y siempre tiene la espalda tan torcida, que le impide mirar de frente a nadie.

Sergio está muy delgado; tanto, que siempre que sobra comida, me acerco hasta él para servirle el doble y que así se engorde un poco, que le hace falta. Sergio es autista, y su madre jamás le aceptó por ello. Le trata fatal, le pega, le menosprecia, le insulta y le escupe. Cuando veo esas reacciones, me dan ganas de matarla. Pero en vez de eso, me acerco hasta ella, le transmito todo el amor que cabe en mi mirada, y a Sergio le digo que es precioso y que yo disfruto de su compañía. Estoy convencida de que le llegan mis mensajes, porque ayer fue él el que me rozó a mí la mano, tímidamente, casi imperceptible... Fue precioso. Fue tan bonito que se me escapó una lágrima, contuve la respiración tres segundos, y entonces le abracé un buen rato. Le abracé todo lo que pude, a pesar de su mal olor, a pesar de su boca llena de comida, y a pesar de estar en ese momento tirado en el suelo, aislado del mundo, en su propia dimensión.

Amo a Sergio con toda mi alma. Le amo de verdad. Se ha sumado a mi lista de personas a las que amaré eternamente. Me gusta estar con él. Tiene tanto que ofrecer... Qué lástima que no todos lo vean... ¡Qué suerte tengo de verlo!


domingo, 14 de marzo de 2010

Comprométete

Hoy ha sido un día un tanto extraño, centrado en la truculenta reflexión sobre el compromiso. Esta mañana se ha casado en la capilla de las hermanas una señora de 81 años por tercera vez. Había enterrado ya a dos maridos antes que éste, y al parecer ha encontrado el amor de nuevo. 

Sinceramente yo no entiendo qué atractivos tendrá el matrimonio para la gente, para que lo anhelen así. He visto a personas sufrir muchísimo porque su pareja no se quería comprometer de esa manera con ellas, y en cambio a mí me parece muy coherente. Si no estás seguro, ¿por qué vas a dar ese paso?

Tengo unos amigos (pongamos que se llaman Jorge y Marisa) que son novios desde hace cosa de 4 años, y ella se quiere casar, pero él no (por lo general he observado que la situación es siempre la misma: ella quiere estar con alguien, después quiere un marido, y luego un hijo, y más tarde la parejita; y él nunca está seguro de si están en ese punto de la relación)... Pero el caso es que mis amigos, de los que hablaba, están en la misma coyuntura que la mayoría de las novios en edades casaderas... 

Yo hablé de esto con Marisa hace no mucho, y entendí sus motivos. También comprendí los de Jorge cuando me los expuso razonadamente. Pero la realidad es que hubo un momento en que ella tuvo dudas: no estaba segura de si él era el hombre de su vida, e incluso llegó a plantearse si estaba enamorada de otro chico. La reacción de Jorge fue absolutamente admirable. Habló con ella, y le dijo que él sólo deseaba verla feliz. Su deseo era estar con ella, pero no estaba dispuesto a ser un impedimento en su relación con el otro, si era lo que anhelaba. Cuando yo me enteré de esto, me quedé alucinada, y pensé yo quiero a alguien que me quiera así.

¿De verdad pensáis que un papel, un mero contrato, puede cambiar el sentimiento del amor en su máxima esencia? La realidad es que él dice que no necesita casarse para seguir amándola. Me parece precioso. 

El compromiso no es un trámite burocrático, sino algo que se lleva en el alma, y que surge como consecuencia del amor verdadero e incondicional al otro y a uno mismo. He oído muchas veces decir que uno sabe que está enamorado cuando quiere más a la otra persona que a sí. Y yo pienso ¡qué equivocados están! ¿Cómo demonios vas a querer a otro si no te quieres a ti? Me parece un planteamiento tan surrealista...

Puede que esté hablando por hablar, y es cierto que nunca he estado enamorada, por lo que no sé cómo se siente una al estar en tamañas circunstancias. Pero la realidad es que cuando me llegue el momento, espero no volverme idiota, como parece que le pasa a todo el mundo... Quiero encontrar a una persona con la que poder seguir creciendo día a día, hacerme mejor persona desde el yo y la entrega al otro, pero no desde la idea arcaica e impositiva del ya mítico y odioso para toda la vida. Señores, que la vida es muy larga, y yo no quiero a mi lado a una persona que no es feliz conmigo. ¡Y mucho menos para toda la vida! Me entran sudores fríos sólo de pensarlo... ¿Acaso querríais convivir con alguien que os odia? ¿O que está enamorado de otra persona? ¿O con un gay reprimido que acaba de descubrir su inclinación sexual? O con cualquiera de los mil casos que se dan hoy en día...

Es muy fácil juzgar un divorcio, y mucho más para las generaciones de nuestros padres y nuestros abuelos, que aguantaron de todo por sus hijos, por las apariencias, por el qué dirán, porque la Iglesia no contempla otra cosa, por el para toda la vida, o porque sí. Yo quiero ser feliz, y no estoy exponiendo un discurso posmoderno y hedonista que fomenta la huida del compromiso como pilar, pero tampoco quiero cerrar mis puertas por un maldito contrato...

Yo me comprometo todos los días con muchas personas, pero en realidad no son más que reflejos del constante compromiso que tengo conmigo misma respecto a los demás. Antes me asustaba que los otros pensasen como yo ahora, pero gracias a mis dos buenos amigos de antes, y también -tengo que confesarlo- a Ana y a Jesús, he aprendido que el amor va más allá de las firmas y las promesas... Qué bonito es sentirse tan libre, incluso dentro de la más sagrada de las uniones. Qué bonito es el amor...


sábado, 13 de marzo de 2010

Pongamos que hablo de Madrid

Con el alma pintada de otoño, y un triángulo de museos en los que conviven Dalí y Velázquez, Madrid es una ciudad mágica que ni siquiera necesita una Tour Eiffel, ni un Taj Majal para atraer al más bohemio de los pinceles.

No recuerdo ni un solo barrio sin su Bar Casa Paco en la esquina, ni tampoco un domingo sin El Escorial en mis intenciones. La Gran Vía reluce en su impacto de luces y teatros, y siempre se oye de fondo el ligero taconeo acompasado de las botas altas de una cuarentona.

Cuando vienen los primeros fríos, las tardes se vuelven sajonas, y la lluvia colapsa hasta la memoria de la Cibeles. Pero cuando vuelve abril, los ánimos florecen en forma de terraza, domingo y aperitivo de Verdejo y berberechos al vapor.

Los lunes al sol bendicen a los amantes, que pasean alegres de la mano por El Retiro, e incluso se emocionan provocando la indignación de los más antiguos señores. Me encanta mirar fijamente las ondas que dejan, a su paso, los remos de las barcas de su estanque.

Todavía es fácil moverse en taxi, pero es aún mejor achucharse cariñosamente en el metro con el rumano de turno, y espiar atento el diario –gratuito- del señor del asiento de al lado. Muchos optan por quedarse en Atocha a vivir el tren con sus colores y sus paradas, pero yo prefiero servirme de mis piernas y de un precioso Paseo del Prado en primavera.

Si me preguntasen, diría que su esqueleto es austriaco, aunque la historia lo maquille mil veces de borbónico y barroco. Muchos reyes se han sentado ya en sus palacios, incluso aunque perdieran el trono. Y todo un desfile de dioses griegos iluminan las principales avenidas con sus gotas de inspiración.

A veces pienso que lo único que le falta es la estatua de un Sabina retirado de tono grisáceo, aunque quizá siempre acabará compensado con un par de clásicos que nunca pasaron de moda, como los churros y el chotis. Sólo os diré, entre comillas, pongamos que hablo de Madrid.



viernes, 12 de marzo de 2010

La historia del Bisolvon

Hace unos años, me entró una tos espantosa en pleno verano. Como no tenía ninguna razón aparente, mi padre me compró un bote de Bisolvon para que me lo tomara en pequeñas dosis, y así aliviar el dolor de garganta. 

En cuanto abrí el jarabe, como no tenía medidor, bebí un poco a ojo, con la mala suerte de acabar ingiriendo medio bote. Y en cuanto mi madre lo vio, se preocupó tanto que hasta me hacía señales con la mano y me preguntaba que cuántos dedos veía (además de otras tantas cosas, todas ellas a consecuencia de su intensa preocupación por su hija)... El caso es que yo acabé con el problema y ya no tuve más tos. Al final mis padres descubrieron que lo único que pasaba era que yo llevaba un año fumando, y punto pelota.

Esta mañana, mi tía me ha comprado un bote de Bisolvon, y me ha venido esa imagen a la cabeza. He estado tentada de tomarme otra vez 10 dosis más de la indicada, pero me he contenido por miedo a la reprimenda de mi tía (y a su posterior sofoco asegurado). Y ahora estoy tomándome mi tercer vasito del día, sin notar apenas resultados en mi tos.

Eso sí, de salud en general estoy mucho mejor. Ya mañana os diré qué tal ha ido el tema del Bisolvon... ¡Y os juro solemnemente que mi catarro no tiene nada que ver esta vez con el tabaco!


jueves, 11 de marzo de 2010

El trol moqueante

Lamento comunicaros que hoy me he transformado en un trol de aspecto costroso, con el superpoder de expulsar su peso en mocos, y además deshidratarse dos veces en el mismo mes.

Sí, sí. Todos aquellos que me conocéis como Espe, la dulce flor del campo, ahora os quedarías impresionados por el despliegue casi bélico que he montado en mi habitación. Algunos ya sabéis que siempre tengo que dormir con un rollo de papel higiénico a mi lado. Pues bien, a media tarde ya he acabado con tres, y el cuarto está a medias. Tengo mil botellas de agua alrededor de la cama, y en la mesilla de noche hay en este instante 7 blisters de diferentes medicamentos (y agradezco al Universo que alguien inventase el Paracetamol de 1 gramo en pastillas efervescentes). 

Como se ha apoderado de mi garganta una especie de alienígena malévolo que me impide pronunciar cualquier tipo de palabra, sonido o deseo, tengo que hacer gárgaras con hoja de guayaba (aquí lo natural aún se lleva mucho). Y como se me ha congestionado toda la cara (pero toda entera, cosa extraña), siento que cuando la muevo para toser y/o estornudar -sí, puedo hacer ambas cosas a la vez- una serie de fluidos algo desagradables acompañan cada movimiento. Claro, que eso sin mencionar que estoy aburridísima, metida en la cama, durmiendo a ratos, leyendo a otros, y escapándome cuando me siento con algo más de fuerzas hasta el salón, para ver si hay alguna novedad emocionante en mi facebook.

Pero lo más extraordinario de todo es que he descubierto que mi tos es ultrasónica. Esto es, tiene el poder de despertar a todo el convento, puede llegar a durar 2 minutos seguidos, y además destrozarme aún más la garganta (y eso que yo pensaba que sería imposible).

Y por si fuera poco, una serie de virus se autorreproducen a mi alrededor, luchando arduamente por conseguir su huequito dentro de mí, esperando que les acoja encantada, como la mejor de las anfitrionas. Y dado que siempre me gustó ser una señora, pues ala, ahí están todos, tan a gusto, montándose una fiesta nocturna a mis espaldas hasta la madrugada, despertándome cada hora, y llevándome como una zombie hasta mis remedios para la tos. Y cuando tengo fiebre, me levanto a por una mantita para paliar el frío, y me da por llorar...

Espero que esto se me pase pronto. No tenía una gripe así desde hace años (ni siquiera en Polonia, cuando dejé de fumar). Y eso que estamos en pleno verano. Imaginaos si llego a estar en el crudo invierno que se está aconteciendo -según mis informantes- en Madrid...

Los niños del comedor ya han preguntado a las hermanas que cuándo iba a volver a estar con ellos. Lo que no saben, es que yo también me hago esa misma pregunta.


miércoles, 10 de marzo de 2010

La Princesa Azul

Cuando yo era pequeña, solía imaginarme a mi Príncipe Azul. Supongo que la visión de Cenicienta saliendo en un carruaje maravilloso del palacio blanco me dejó demasiado marcada como para tratar el tema con indiferencia...

El caso es que yo siempre imaginé a un apuesto galán, en un descapotable rojo, que vendría cada día a buscarme en su Porsche. Pensaba que tendría muchos hijos, y que la mayor sería niña para poder ayudarme en las labores domésticas. Y también soñé con preciosos besos disimulados tras golondrinas habladoras...

Ahora, ya una adulta algo más realista, pienso en el Príncipe Azul, y hasta me hace gracia. Aunque supongo que nunca dejaré de soñar despierta... Mi estilo es tal vez más dinámico, y también más musical. Incluye fines de semana románticos en la Scala de Milán, o cenas a la luz de las velas, e incluso sorpresas a media tarde. 

Pero después de una ligera reflexión rápida sobre el Príncipe Azul, y de lo que me gustaría y lo que no, estuve pensando en que a mí nunca, ningún hombre, me había hablado jamás de la mujer de sus sueños. Y entonces me dije: ¿será que los chicos no piensan en eso? ¿O será que les da vergüenza expresarlo? ¿O simplemente es que las mujeres somos idiotas?

Y, sobre todo, ¿buscarán también a su Princesa Azul?




martes, 9 de marzo de 2010

Doctora por un día

Hoy, de nuevo de vuelta al comedor, os tengo que decir que me he transportado una vez más a mis largos días como alumna de Escolapios. 

Resulta que, como es lógico, mi tía quiere realizar una especie de ficha médica de cada niño, para tener constancia de sus principales datos (tales como enfermedades importantes, altura, peso, alergias, y demás detalles). Y cómo no, yo me he hecho con la coordinación de la noble tarea, he cogido mi peso atómico de mi cuarto, y he organizado una fila con los niños para que fuesen pasando por mi consulta uno por uno...

Al principio se han mostrado un tanto reticentes a acatar mis súbitas órdenes -he de reconocer que no me impongo mucho con ellos, y que prefiero jugar al escondite a gritarles que se estén quietos-, pero enseguida se han tomado la actividad como un extraño elemento de competición entre ellos. Así que les he explicado que nada más entrar debían quitarse las zapatillas, decir su nombre completo (por aquello de facilitar la labor de buscar en la lista), subirse al peso (y mirar al frente), y finalmente apoyarse contra el metro de la pared (con los tobillos juntos y los talones pegados al rellano).

La primera ha sido Claudia, y después Leo, y Sergio Acosta... Hasta que he conseguido los datos de unos 20 niños. Pero ha llegado la hora de la comida, y mi ardua labor se ha visto interrumpida por un puchero con 10 kilos de pasta con tomate... He ayudado como cada día a servir el pan, y el jugo... Y de repente he visto que los niños me han quitado -sin yo siquiera percatarme- una regla que llevaba en el bolsillo izquierdo de mi pantalón corto. La dichosa regla era imprescindible para poder seguir midiendo a los niños, porque algunos miden más de 150 cm. (que era la medida que teníamos pegada en la pared a modo de metro), así que les he pedido en un tono de colegui que me la devolviesen. Pero claro, eso nunca impuso mucho a los niños, sobre todo a los adolescentes (que me preguntaban entre risillas cosas algo indecentes, e incluso me cantaron una canción muy subidita de tono que a mí me hizo muchísima gracia). Y como yo ya estaba desesperada porque los niños se me estaban escapando, me he puesto seria, y les he dicho que no habría postre para las tres mesas en las que podía estar camuflado mi pequeño ladronzuelo, a no ser que me devolviesen mi instrumental médico a tiempo.

La verdad es que la situación me estaba resultando cómica hasta a mí, y de vez en cuando tenía que esconderme en la cocina para reírme durante un rato. Pero misteriosamente mi regla ha aparecido a los dos segundos de amenazar con quitarles sus ansiadas bananas, y yo me he puesto tan contenta de nuevo a apuntar sus respectivos numeritos en la larga lista de niños inscritos en el comedor... Y después, haciendo un balance, me he quedado horrorizar al comprobar el bajo peso que tienen todos... 

Así que, definitivamente, tenemos que añadir más cantidad de comida a nuestras ollas, porque no se puede consentir que haya niños de 5 años que pesen 11 kilos (como mi queridísima Librada). Al menos me consuela pensar que aún estamos a principio de curso... Dentro de un par de meses me disfrazaré de nuevo de doctora, y repetiré la operación para ver si percibimos algún tipo de evolución en nuestros chicos... 

Es irónico... Yo luchando por quitarme kilos, y a la vez soñando con ver cómo ellos engordan... En este lado del mundo, las cosas son al revés.



lunes, 8 de marzo de 2010

Espe en el País de las Maravillas

El viernes me fui a ver la última versión de Alicia en el País de las Maravillas, de la mano del excelentísimo Tim Burton, y de su actual mano derecha Johnny Depp. Tengo que decir que, a pesar de ser una fan incondicional de ambos personajes, hablo con total objetividad al decir que hace falta ser un adulto para entender esa película, y también al recomendarla.

Son muchas las personas que me han comentado a lo largo de mi vida que ese libro nunca les gustó, o que les aburría, o cualquier cosa nada halagadora. Y tienen razón, porque definitivamente no es un texto para niños. 

Cuando me senté en mi butaca del cine, esperé entre ansiosa y decepcionada a que empezase esa película. Y desde el principio me sentí totalmente atraída por los colores, por las formas, por una niña que pinta las rosas blancas para transformarlas en rojas, persigue conejos blancos pudorosos, y engaña a reinas acomplejadas... Me pareció una moraleja constante, en la que mi mirada no se podía separar del cuento ni un instante por miedo a perder parte de la lección. 

Y entonces, comprendí que en realidad yo tengo mi propio País de las Maravillas; un mundo interior en el que me transporto por las principales ciudades de nuestro planeta, describiendo palacios subterráneos, degustando vinos de otras tierras, aplazando momentos decisivos en pos de una catarata, o de un solitario... Descubrí que amo las palabras, que me absorben, me alimentan, se me atragantan, me besan, me desnudan y me aman. Y también comprendí el infinito sentido de la orientación espiritual de Lewis Carroll, y mi afán por imitarle medio moribunda, dando saltos de arriba a abajo, tomando pócimas que me encojan, y otras que me alarguen, para al fin cruzar las puertas de los árboles...

Creo que nadie podrá jamás franquear el límite de mis pensamientos, ni acceder porque sí a mi País de las Maravillas. Quizá por eso creé Los Mundos de Espe. Es lo más parecido que queda ya de mi niña...



domingo, 7 de marzo de 2010

El Mercado de Abastos

Esta mañana he acompañado, por primera vez, a la hermana Esther en su excursión semanal hasta el Mercado de Abastos (que no Mercado 4), para hacer la compra para el comedor de mis niños. En un primer  momento, yo pensé que iba a ser una experiencia positiva para mí, aunque ahora no estoy tan segura de eso... Os cuento:

Desde que llegamos, tuvimos que ir comprando cada cosa en un lugar distinto-por aquello de abaratar costes-... Así que me ha tenido toda la mañana paseando por miles de pasillos laberínticos, a cuál más estrecho, peleándome por identificar el mejor precio en el tomate de pera, esquivando los miles de carros, señoras y vendedores ambulantes que avasallaban a cada paso, y distinguiendo -a la vez- si había algún lugar donde comprar huevos. Desde el principio ha sido una locura de día, y he de reconocer que a mí eso del Mercado de Abastos no me ha gustado nada.

Después hemos marchado hacia una tienda -dentro del propio mercado- en la que se vendían productos lácteos, y nos hemos llevado como 50 litros al comedor. Yo ya estaba tratando de elaborar un planning mental de ingeniería para poder transportar nuestra compra hasta la camioneta, cuando un niño diminuto ha surgido de la nada y ha empezado a cargar todas nuestras cajas de leche. Yo, nada más verle, se me ha partido el corazón, y he corrido a ayudarle en todo lo que he podido...

Mientras caminábamos hasta nuestro auto, yo le observaba, y me imaginaba los terribles dolores de espalda que debe tener por las noches. Me imaginaba lo que estaría haciendo yo a los 10 años un sábado por la mañana, y me acordé de millones de fines de semana en Torremenga, disgustada porque no quería estar allí, o pesarosa porque la lección de turno sobre la fotosíntesis era un rollo y prefería estar leyendo la Super Pop. Y entonces comprendí lo desagradecida que he sido muchas veces con la vida y con el Universo.

He expuesto mis preocupaciones a la hermana, y me ha intentado explicar que en realidad ese niño está mucho mejor que los nuestros del comedor. Primero porque tiene un trabajo fijo remunerado, segundo porque tiene su propio comedor para empleados, y tercero porque no está en la calle... Y yo pensaba que la teoría es muy bonita, pero que mi corazón seguía roto. Aún ahora, unas 12 horas después, conservo en la mente el retrato de aquel muchacho sonriente, que cargaba litros de leche, y que se marchaba feliz por el aparcamiento con su propina de 2.000 guaraníes (unos 0,30€). Sentí el alma desgarrada... La siento todavía así.

Pero es que no acaba ahí la cosa, porque después de continuar nuestra compra, de seleccionar harina de maíz, carne picada, pollos... Después de comprar todo lo necesario para que coman diariamente más de 100 personas, he ido comprobando que cada local tenía su propio niñito de carga. Y ahí sí que me he rebelado contra el mundo entero... La impotencia que he sentido hoy es absolutamente inexplicable. 

No entiendo por qué existen este tipo de injusticias... Pero desde luego, sé que me duelen, y que quiero seguir dedicándome a paliarlas en la medida que me sea posible...


sábado, 6 de marzo de 2010

Aprendiendo a leer

Desde hace unos días, muchos de vosotros me estáis reclamando que siga escribiendo sobre los niños y sus vidas. En cierta medida, yo también lo extraño, pero si no lo he hecho aún, es porque no era el momento de hacerlo.

Ahora mismo estoy empezando de nuevo como quien dice. No sé si os acordaréis de cuando erais pequeños y empezaba el curso: los profesores del año, los compañeros de turno... Aún no conozco sus historias, ni sus detalles. Y en otras ocasiones prefiero no recordar lo que me cuentan. Yo sigo preocupadísima por mis cuatro Acosta y por Emilia. Y también sigo dando vueltas a la mente para ver cómo mejorar las vidas de todos estos niños. 

Lo único que sí os digo es que estoy planificando el curso para ver en qué me voy a centrar exactamente. Y también que, mientras tanto, estoy apoyando a Ana en sus clases de aprender a leer, y me estoy reencontrando con esa niña de 4 años que habita en mí y, que está redescubriendo las letras como si fuese la primera vez en su vida que ve un abecedario.

Aún así, os apunto también que mi blog jamás dejará de relatar mi experiencia, mi día a día y las lecciones que aprendo con el correr de la vida. Porque al fin y al cabo, por eso surgió Los Mundos de Espe. Y así deseo que siga siendo... 


viernes, 5 de marzo de 2010

Una experiencia tántrica

Ya os he dicho varias veces que cada vez comulgo más con las filosofías orientales, y trato de aproximarme al mundo de los chakras, y el karma, y el hinduismo. El caso es que esta tarde me he ido a ver a una numeróloga para ver en qué consistía exactamente esto de la numerología

En cuanto me he sentado en su despacho zhen, me ha empezado a explicar los conocimientos básicos sobre este inmenso tema, y yo he entendido a la perfección cada uno de los pasos que me contaba. Era como que mi mundo entero encajara con el suyo, y he sentido un intercambio de energías potentísimo. En ese preciso instante, tenía unas ganas locas de llorar de pura emoción, y se me ha erizado hasta el pelo de la nuca...

Yo seguía escuchando, admirada. No perdía cuenta de un solo comentario, de un simple movimiento de sus manos, o de su turbante, o de cualquier cambio en sus facciones...

Después de su clase magistral de una hora sobre el funcionamiento del Universo, hemos empezado a analizar mis números basándonos en mi fecha de nacimiento. ¡Y qué grandioso!
Resulta que soy una persona con muchísima fuerza interior, y con un nivel altísimo de intuición. El único problema es que, en ocasiones, me acobardo por mis miedos y no me hago caso, cuando en realidad sé exactamente cuál es la respuesta.

Actúo de manera dominante y controladora, y tengo alma de líder. Sólo me relaciono con personas a las que considero iguales a nivel espiritual, y las que no lo están, definitivamente me aburren. En ocasiones me muestro radical, y me aplico un todo o nada muy desacertado -y poco sabio, por cierto-. 

Tengo una claridad mental privilegiada, que debería agradecer cada día por ser un auténtico regalo divino. Mi virtud más marcada es el servicio, y tengo espíritu de madre. Tiendo a cuidar a todas las personas que se cruzan en mi camino, y no necesito que otro ser salga de mí para sentir la maternidad (qué bonito, ¿verdad?).

Proyecto el camino de mi vida de una manera un tanto traviesa, y eso me lleva por el mundo disfrutando hasta del color de las nubes. Siento que me tengo que mover, porque mi Madrid natal se me queda corto. Y jamás tendré una vida convencional, porque yo no soy un ser convencional. 

Soy una fuente de energía positiva infinita... Ya os podéis ir aprovechando de mi inmenso campo de atracción energético. ¡Cómo he disfrutado de mi sesión de hoy! Ahora tengo que cantar cada día 45 minutos mirando al sol unos cánticos hindúes de captación de energía. ¡Pero qué ganas!