lunes, 31 de mayo de 2010

Jirones de un guión

Muchos de vosotros ya sabéis -sobre todo los que me conocéis bien- que hago con bastante frecuencia cursos de fin de semana de Análisis Transaccional. Dado que llevo un tiempo dedicada casi en exclusiva a mi crecimiento personal, suelo trabajar mis emociones todo lo que sé. Y eso es justo lo que hice este finde.

Hay veces en las que resulta muy duro enfrentarse a algunas situaciones, al dolor que tu niña siente en lo más profundo de su alma y que le bloquea tanto que ni lo siente. No quiero exponer toda la teoría del curso porque me eternizaría, pero me encantaría hacer un resumen de lo que he aprendido estos días.

El tema a tratar en este parte del conjunto de cursos era el Guión de Vida. El guión es todo lo que te enseñaron a creer que sería tu vida cuando eras pequeña. Hay algunos muy típicos, como por ejemplo el de casarse y tener hijos. Todo el mundo espera que lo hagas, y si te niegas, se especula o se decepciona a las personas del entorno. Pero es que hay veces, en que hasta los detalles más ínfimos forman parte de ese Guión de Vida -con mayúsculas-.

Yo descubrí hace tiempo ya, una de las veces que hice este curso en diciembre de 2008, que mi guión era el de madre, esposa, ama de casa... Pero mi guión incluía algo que de hecho he ido cumpliendo muy bien hasta ahora: mujer maltratada.

Suena duro, e incluso surrealista. Pero es así de simple y así de cierto: yo estaba destinada -por mi guión- a atraer a mi vida a un hombre maltratador, a obsesionarme, a entrar en una dinámica de autodestrucción, a no respetarme, a fomentar una relación muy insana, a engancharme al sufrimiento de una víctima sin saber salir de esa situación. Estaba llamada a ser una niña sumisa durante toda mi vida.

A algunos les parecerá una barbaridad esto que voy a decir, pero todas las mujeres maltratadas atraen justamente eso, porque es lo que creen que se merecen. Es lo que quieren, para satisfacer su falsa creencia de víctimas, y poder quedarse atrapadas en un rol humillante y desesperanzador.

Yo doy las gracias todos los días al Universo por haber descubierto esto a tiempo, y por estar aprendiendo a cambiarlo. Ya no me siento sumisa, ahora tomo mis propias decisiones, no dependo de las personas que me rodean, y atraigo relaciones sanas de amor incondicional a mi vida.

Cuando pienso en lo que podría haber sido... Cuando pienso en las cosas que he consentido, en las personas que de alguna manera me han maltratado, y en todo lo que he hecho sin querer en realidad, me comprendo. Comprendo que lo único que estaba haciendo era cumplir obedientemente -otra vez de una manera sumisa- con mi guión. Y es que no hay nada más difícil en esta vida que romper con lo que estamos prediseñados a ser. Pero yo, Esperanza de Toro Mingo, merezco y soy capaz de ser feliz, por lo que desde este preciso instante renuncio a mis falsas creencias, rompo con mi guión y atraigo a mi vida sólo relaciones sanas de amor incondicional.

Y lo mejor es que sé que a partir de hoy amaré siempre desde mi Niña, la Libre, con ese ser único, especial y maravilloso que habita dentro de mí, y que cada día se atreve más a tomar decisiones por mí misma.

Me quiero y me acepto tal y como soy. ¡Qué bien sienta decir eso!


jueves, 27 de mayo de 2010

Un viaje en metro

Esta mañana iba yo en metro a las 8 de la mañana. Me subí en Moncloa con destino Sol, para llegar puntual a mi nuevo y brevísimo trabajo temporal. Estaba sentada en uno de los asientos de los laterales, y me fijaba atentamente en toda la gente que compartía aquel vagón conmigo.

Había una madre con su niña pequeña, un grupo de adolescentes uniformados, otro grupo de adolescentes algo anárquicos en el vestir, muchos señores trajeados con fundas de portátil, señoras con tacones altísimos, universitarios leyendo a toda prisa las últimas líneas del temario antes del primer examen, un mendigo que apestaba a vino, un par de veinteañeros que volvían de fiesta -quizá en busca de algún after-...

En realidad, el metro siempre me pareció un medio de transporte de lo más especial, porque acoge a personas de todo tipo. En el metro no existe el clasismo, ni el racismo, ni la xenofobia, ni nada de nada. En el metro estás tú y el mundo, con tus pensamientos, con la extraña mezcla de perfumes y olores, con el periódico del compañero de al lado, con el café de la rubia de la izquierda, con el hip hop del ipod de un negro gigante, con el acento británico de un par de turistas, y con todas tus dudas existenciales en la mano.

El metro tiene algo mágico que los autobuses no comprenden. En el metro los sueños vuelan. Y no porque lo diga Gallardón, sino porque simplemente es así. Me encanta bajar por las escaleras concentrada en el sonido, y adivinar si habrá llegado ya el tren y es el momento de echarse a correr; o el de apretujarte contra codos, pies y cabezas en busca de algo de espacio vital; o llevarte una enorme alegría cuando de repente un día sin motivo te has subido en un vagón que está vacío. Me gusta imaginar qué estarán pensando todas esas personas que comparten un tiempo de su vida conmigo, qué será de sus vidas, a qué se dedicarán, y quién les esperará por las noches cuando lleguen a sus casas. Me gusta sentir el movimiento en cada curva, en cada raíl algo viejo, en cada parada. Y me gusta sentir que estoy en una gymkana cada vez que salgo y tengo que ir siguiendo las flechas en busca de mi salida correcta.

Pero lo mejor de todo llega cuando asciendes por las escaleras de tu estación, y empiezas a oír el barullo de Madrid, de la ciudad. Las bocinas alteradas, los tacones contra las aceras, los motores a punto, los repartidores de panfletos... Y entonces respiras profundamente, y te llenas de todo eso. Poque no sólo en medio del monte se puede disfrutar de un olor maravilloso, que si bien no es todo lo puro que le gustaría a mis pulmones, sí representa para mí las delicias de saberse en casa.


miércoles, 26 de mayo de 2010

¿Qué quieres ser de mayor?

Ayer tuve clase con uno de mis alumnos predilectos, y pasó algo de lo más extraordinario.

No es un alumno brillante porque no quiere serlo, pero veo en él una inteligencia más allá de lo que nadie podría siquiera llegar a imaginar. Tiene varios profesores particulares y una madre que está bastante encima de él con las clases, los libros, las notas y los exámenes.

Ayer discutieron por algo relacionado con los deberes, y justo después de eso, mi alumno pretendía que empezáramos a hablar sobre el condicional de tipo 3. Yo le miré muy fijamente, y le pregunté: ¿cómo te sientes? Él me sostuvo la mirada durante un buen tiempo, y luego le empezaron a caer lagrimones por toda la cara. Me expresó su tristeza, su rabia, y su profundo sentimiento de incomprensión.

Yo le escuché atentamente, consciente de que esa terapia era mucho más constructiva que todo el inglés que podía enseñarle. Poco a poco fuimos compartiendo energías, hasta que él se relajó, aspiró muy despacio dejando que el aire le recorriera todo el cuerpo, y me dijo en voz muy alta: Espe, yo voy a cumplir mi sueño.

Yo le miré de nuevo, ahora intrigada.

- ¿Y cuál es tu sueño?
- Cuando acabe el colegio, voy a ser paellero.
- ¿Paellero?
- Sí, paellero. Voy a hacer las mejores paellas de todo el mundo, y la gente vendrá hasta mi restaurante desde todos los rincones del mundo para comer mis maravillosas paellas -yo no salía de mi asombro-.
- Pues a mí me parece fenomenal. Yo iré a comer tus paellas allá donde estés. Estoy deseando ver cómo cumples tu sueño. Me encantaría que llegaras a hacerlo.
- A mis padres no les gusta nada la idea, pero es que yo quiero hacer eso, y lo voy a hacer. Voy a ser paellero.

Cada vez que pronunciaba su futuro oficio, una luz inmensa salía de su boca, y los ojos le hacían chiribitas. Yo me contagié de su emoción, de su alegría, de su ilusión, y de esa fe tan extraordinaria que sólo los niños conservan. Y entonces comprendí que realmente ese niño llegaría a ser paellero. Y comprendí también que yo seré sólo aquello que desee ser...

Ahora te pregunto -y me pregunto-: ¿qué quieres ser de mayor?


martes, 25 de mayo de 2010

Planes improvisados

Seguro que alguna vez habéis pensado, después de una noche de fiesta pues hoy me iría a Valencia y dormiría en la playa, o pues yo me iría a pasar el día a La Rioja. Eso es a lo que mi amigo Jordi llama planes improvisados, y que en realidad tienen bastante gancho, al menos para personas como yo.

Por supuesto, que hay veces en que no nos damos permiso para convertir esos sueños momentáneos en reales, pero yo ayer, tras tomarme un par de cañas por el centro, ya en el coche de vuelta a casa, a las 11 de la noche, mientras hacía un cálculo rápido de las horas que iba a dormir, mi acompante dijo una de esas frases que empiezan por un pues yo hoy me iba a... y que suelen acabar en meras fantasías.

Yo me quedé mirando fijamente a un punto indefinido de la Carretera de La Coruña, y le dije:

- ¿A dónde te irías?
- Al Escorial, a la silla de Felipe II, a gritar al mundo entero todo lo que se me pase por la cabeza.

Entonces yo respondí un simple:

- ¡Vámonos!

Y allá que nos fuimos, un lunes por la noche, a pesar del futuro madrugón del día siguiente, a pesar de que ni siquiera habíamos cenado, y a pesar de lo que el Padre Crítico (camuflado de sentido común) nos decía.

Me encanta El Escorial. Es un pueblecito mágico, en el que todo es posible, en el que la magia crece de los árboles, emana de los balcones y se esconde en los pequeños cafetitos -como el Croché-, que están  preparados para acoger almas bohemias como la mía.

Fue sin lugar a dudas una experiencia increíble, refrescante y muy espontánea. Y quizá por eso la disfruté tanto. Me encanta hacer cosas con mi Niña Libre. Me encanta ser siempre yo.




lunes, 24 de mayo de 2010

Ser luz

Ayer tuve una revelación. Estaba yo sentada en un sillón, con las piernas cruzadas la una sobre la otra en una simulación algo rancia de la postura del indio, y entonces sentí una fuerza inmensa apoderándose de mí. Creo que no hay palabras para describir esa sensación, pero intentaré expresarme de la manera más descriptiva posible:

Yo hablaba sin cesar sobre la luz, y hablaba con mi niña interior -mi Niña Libre- sobre lo que realmente desea hacer en la vida. Me planteé cómo quiero que sea mi futuro, a qué me quiero dedicar, dónde quiero vivir, y con quién deseo hacerlo. Y entonces vi la luz. Tuve un momento de claridad absoluto, en el que mi mente se abrió al conocimiento, el caos se ordenó, las ideas difusas tenían sentido... Todo tenía sentido.

Y entonces comprendí la vida. Comprendí lo que siento, y comprendí lo que soy. Comprendí la magia que guardo dentro, y deseé compartirla con los demás. Comprendí mi ansiedad y mis miedos. Comprendí todo lo que alguna vez hice sin querer, y lo que no hice queriendo. Comprendí mi alma.

Y entoces me levanté de la cama, me desnudé, y me miré al espejo detenidamente. Y me vi preciosa. Vi belleza dentro de mí. Y lloré. Lloré dos horas seguidas, sintiendo la fuente dento de mí, dejándome acariciar por la luz. Emocionándome con la luz. Fundiéndome con la luz. Siendo luz. 

Deseo con toda el alma que todos vosotros sintáis eso en algún momento de vuestra vida. Es alucinante sentirse luz. Es alucinante estar vivo...


viernes, 21 de mayo de 2010

Chueca de noche

Hace cosa de tres años fui por primera vez en mi vida a Chueca con unas amigas. Me habían dicho que era el barrio de Madrid en el que mejor se comía, y eso a mí siempre me sedujo como carta de presentación. Claro, que tengo que reconocer que tenía muchísimos prejuicios.

No sé por qué, pero sentía que a Chueca sólo iban los homosexuales, que se reunían en sus propios locales, cualesquiera que fuesen: bares, discotecas, restaurantes, peluquerías... Supongo que tenía en mi mente una idea preconcebida del ambiente gay. Imaginaba miles de locas gritando por la calle, pubs exclusivos como oda a la promiscuidad, y marimachos calentonas mirando de manera insinuante a otras señoritas...

La verdad es que me gustó que Raquel me llevase aquella noche a un lugar estupendo, en el que se comía fenomenal y a muy buen precio. Pero sobre todo, me encantó darme cuenta de que ninguna de esas cosas que yo había temido en mi cabeza eran ciertas.

Ayer disfruté una vez más de la noche madrileña, con una temperatura de lo más agradable, y miles de etnias y culturas entremezcladas en la Plaza de Santa Ana. Y al final, acabé en Chueca... Me gustó descubrir una vez más que lo importante de mi modelo mental no era el miedo a lo que me pudiese encontrar, y que en caso de que así hubiera sido, a mí me habría importado un real bledo, porque en primer lugar no soy quién para juzgar; en segundo, sólo quiero ser responsable de lo que yo hago, no de lo que hacen los demás; y en tercero, porque al fin he comprendido que la homosexualidad no es una enfermedad, ni una aberración, ni es contagiosa, ni es mala en sí misma, ni tiene la más mínima connotación negativa. Ya ni siquiera opino que haya locas o marimachos, sino seres únicos, maravillosos e irrepetibles...

Al fin y al cabo, ¿quién sabe opinar sobre las vidas ajenas? Yo, al menos, quiero aprender a usar las palabras adecuadas en cada momento. Como dice Ana: ¡qué poder tenemos cuando biendecimos!

jueves, 20 de mayo de 2010

Maniquíes madrileños

Cuando regresé de Paraguay, hace ya tres semanas, me fui con mis amigos a cenar a uno de los restaurantes de moda de Pozuelo. Como había bastante cola, nos quedamos en la puerta del local esperando un buen rato a que alguna mesa quedase libre.

Yo sentía una enorme curiosidad por todas las cosas que me rodeaban. Después de haber pasado tanto tiempo en un país absolutamente paupérrimo, el excesivo derroche que había a mi alrededor me resultaba abrumador. Me fijé en la pareja que nos precedía. Ella vestía pantalones de Armani, camisa de Dior, bolso de Carolina Herrera, y unos Manolos ideales. Hice un brevísmo cálculo mental, y pensé que con lo que se había gastado esa chica (porque era francamente joven) en uno de sus modelitos, yo podría haber alimentado a los hermanos Acosta durante un año entero.

Seguí mirando a las personas que estaban sentadas en aquel lugar, ellos fumaban puros larguísimos, ellas bebían gin-tonics... Hice un esfuerzo enorme por comprenderles, por no criticar su estilo de vida... Porque, al fin y al cabo, esa es justo la manera de vivir a la que yo estaba destinada, al haber nacido -a pesar de la crisis- en uno de los paises más desarrollados del mundo.

Me acordé de todas las veces en que yo deseé comprarme unos zapatos como aquellos, o que gasté más de lo que ahora me gustaría en una comida, o que incluso envidié esa vida. Y entonces fui consciente, una vez más, de lo que Paraguay había influido en mí. Me di cuenta de que esas personas que tantas veces antes me habían parecido dignas de admiración, ahora me resultaban maniquíes, seres de plástico. Y a pesar de que cada persona tiene algo que enseñar a los demás, yo prefería tomar como ejemplo a cualquiera de mis niños.

El pasado lunes tuve la enorme suerte de quedarme durante una hora entera sentada en un banco, mirando a un pájaro comer algunas miguitas de pan del suelo. Yo estaba absorta en mis pensamientos, concentrada en los movimientos de su pico al ingerir la comida, cuando apareció un señor mayor, de unos 70 años, arrastrando la pierna derecha. Llevaba unos pantalones grises con tirantes, como los compadritos de las tanguerías, y apoyaba la mitad de su cuerpo sobre un bastón medio roído. Automáticamente centré mi atención en él.

El señor estaba muy concentrado en una bolsa blanca de escombros. Yo no entendía qué podía encontrar de interesante en aquel montón de restos de pintura y pared. Él se acercó muy lentamente, e hizo un primer análisis de su contenido. Metió la mano que tenía libre, y sacó un trozo de pan. Se notaba que era la parte superior de un bocadillo cuyo dueño anterior había despreciado en su momento. El cojito no dudó en metérselo en la boca, y empezar a masticar ansioso el primer bocado en mucho tiempo.

Entonces yo pensé que realmente no hacía falta irse hasta Paraguay para ver ese nivel tan escandaloso de pobreza. Es cierto que si bien allá la mayoría de la población es indigente, aquí sigue existiendo una realidad a la que yo jamás había prestado atención, porque estaba mucho más ocupada en plastificarme.

Quiero seguir el proyecto que empecé en el comedor, continuar un proceso de entrega que comenzó hace unos meses y que deseo convertir en mi nuevo proyecto de vida...

Ya sabéis que acepto compañía.


lunes, 17 de mayo de 2010

The Voca People

Ha llegado hasta mis ojos un video que me encantaría compartir con todos vosotros. De verdad, recomendado. 

Os dejo con The Voca People, un grupo de frikys (porque no se les puede dar otro nombre), que dan un verdadero espectáculo mientras cantan. Prestad especial atención a que no utilizan instrumentos, y que son ellos mismos los que simulan con sus bocas los sonidos correspondientes a las diferentes orquestas. Esto sí que es un fenómeno onomatopéyico...

Cuando vengan a Madrid, desde luego que iré a verles. ¿Alguien se apunta?



sábado, 15 de mayo de 2010

Esperando la carroza

Tengo que reconocer que siempre me encantó hacer vida social, y mi madre que tan bien me conoce suele decir que lo que me gusta es estar de acá para allá... Yo no sé si lo describiría así, pero lo cierto es que desde que volví de Paraguay no he parado ni un sólo segundo -y lo que me queda-.

Cada día como o ceno con alguien a quien hace tiempo que no veo, trato de reencontrarme con mis viejas amistades o algún miembro de mi familia, y mi mente está llena de planes alternativos (agenda en mano para que no se me olvide ninguno). El caso es que mi tía Mª Luisa me recomendó una obra de teatro titulada Esperando la Carroza, en la que actúa el padre de su hijo (esto de las situaciones sentimentales y la discreción a veces me hacen sentir algo violenta).

Así que ayer me fui a ver la obra, tan contenta, invitada por Julito, y preparada para divertirme de lo lindo en una producción plenamente argentina, en la que se retrata la mar de bien la vida de cualquier familia de inmigrantes porteños asentados en España desde hace tiempo. Tengo que deciros que me gustó muchísimo, y más después de haber pasado los pasados meses en Paraguay (teniendo en cuenta la increíble influencia que tiene de su país limítrofe).

Creo que aún estará un tiempito en cartelera, en el teatro Arenal (C/ Mayor, nº 6). Sin lugar a dudas, recomendado. Además, está justo enfrente del Museo del Jamón, así que os podéis pasar a tomar una cañita y algún aperitivo de la casa, y le ponéis el broche final a la noche.

Me encanta vivir en España, a pesar de que investigue otros países. Me siento española hasta la médula, y a veces hasta pienso que mis venas están hechas de Rioja más que de otra cosa...

Un beso enorme a todos, y una mención especial a Julio, por invitarme a verle, y por su magnífica actuación.



jueves, 13 de mayo de 2010

¡Tres hurras por Pepelu!

Hoy he tenido el placer de asistir a la inauguración oficial del nuevo restaurante de mi primo José Luis, A Compañía. He de reconocer que llegué algo tarde a la cita (los miércoles sigo yendo a ver a los carismáticos con mi madre, en una búsqueda constante del sentido).

El caso es que me ha sorprendido lo bonito que es el local. Todo pintado en colores atractivos y dinámicos, que invitan a entrar y al menos pedirse una caña. Los camareros estaban atendiendo a las mil maravillas, y el cocinero -al que conocí en persona mientras paseaba un platito con comida- no paraba de sacar cosas para que nos hiciéramos una idea de lo que podríamos degustar en persona si nos acercábamos hasta su restaurant en un futuro.

Lo que más me ha gustado de todo -he de decir- ha sido encontrarme a tantos miembros de mi familia, y no sólo porque llevo sin verles un montón de tiempo, sino porque me ha parecido bonito vernos a todos allí, unidos, para brindarle a Pepelu nuestro apoyo... Me encanta mi familia Mingo.

A partir de las 22.30h el cocktail se ha acabado, y ha empezado su actividad comercial de verdad (mi prima Elisa ha sido la primera consumidora invitándome a una cervecita), y como por lo visto no se van a servir comidas hasta dentro de un par de semanas -por un problema técnico con el distribuidor del mobiliario de la sala-, creo que en unos días me plantaré allí con mis amigos, para empezar a hacer caja. Y entonces os daré una visión mucho más completa del conjunto en su rama gastronómica. Eso sí: os prometo que pediré una de croquetas de puchero. ¡Qué delicia!

Y por lo demás, que sepáis que hay una promoción especial con motivo de la inauguración que consiste en un 2 x 1 en desayunos, del 17 al 31 de mayo. ¿Os apuntáis?

Ya sabéis: nos vemos en A Compañía (Avenida de Valladolid, 15 - Torrelodones)


martes, 11 de mayo de 2010

A Compañía

Mañana miércoles, a las 20.30 horas, mi primo José Luis inaugura su nuevo bar A Compañía. Como relaciones públicas de la familia Mingo, me ha pedido que haga llegar el mensaje al mayor número posible de miembros, así que yo, obediente, dejo mi post-invitación para todos aquellos que se den por aludidos, y que deseen compartir este momento tan importante para él.

La dirección es: Avenida de Valladolid, nº 15 (Torrelodones). Podéis ver el mapa de cómo llegar aquí.

Os esperamos. Un beso muy fuerte a todos, y mi más sincera enhorabuena a José Luis.


lunes, 10 de mayo de 2010

La decisión de Sophie

Sophie es una chica joven, de unos veintitantos, rubia, de ojos azules, y que canta como los ángeles. Hace unos años, dejó su prestigioso y lucrativo trabajo en la City londinense para dedicarse por completo a la música.

Yo me alegro enormemente de su decisión, y no sólo porque ahora ella es más feliz, sino porque verla en concierto es un verdadero placer. Se ve que disfruta con lo que hace, y transmite su alegría en cada nota, en cada movimiento, en cada corchea...

Lleva más de un año dando una serie de conciertos por Madrid, pero ha conseguido una beca extraordinaria para perfeccionar su técnica en Boston, y allá que se va. Así que el sábado pasado nos convocó a todos sus amigos en el Orange Café (antiguo Chester) para que pudiéramos verla en directo una última vez, y decirnos adiós de la mejor manera para ella: cantando.

Tengo que reconocer que yo nunca había estado en uno de sus conciertos, pero me encantó descubrir en ella a una Sophie más contenta, entusiasmada, libre, dinámica, creativa y sumamente feliz.

Sophie: deseo que tengas una experiencia extraordinaria en Estados Unidos, y también que cuando regreses renovada, nos invites de nuevo a uno de tus maravillosos conciertos para compartir esa preciosa voz con todos nosotros.

Un beso enorme, princesa. 


sábado, 8 de mayo de 2010

Me importas un pimiento

Hoy me apetece dedicar mi entrada -una vez más- a mi amiga Ana (que para los que andéis algo despistados fue mi compañera en la universidad, y vivimos juntas en Polonia). 

Ana se ha montado en su mini jardín de Las Rozas un huerto casero, en el que hay lechugas, tomates, berenjenas, hierbabuena, lavanda, albahaca, geranios, petunias... Lleva varios días hablando con bastante frecuencia de sus plantitas, emocionada, y las trata como si fueran su magnífica prole.

Esta mañana he ido a su casa con la intención de hablar de algunos temas profesionales, y me he sorprendido cuando he llegado y me ha dicho que antes de ponernos a hacer nada, íbamos a darles los buenos días a todas sus plantas. He salido al jardín, como tantas veces antes, y he visto que cada una de las macetas tenía un nombre, que correspondía al nombre de la flor en cuestión. La mayoría pertenecían a personas que son importantes en la vida de Ana, pero otras eran simplemente conceptos relacionados con el amor incondicional y la alegría de vivir. 

De esta manera, he visto cómo ella decía una a una:

- Buenos días, Paz. Buenos días, Amor. Buenos días, Mamá. Buenos días, Mónica...

Al principio yo la miraba alucinada, con una mezcla entre vergüenza y envidia por desear darme el permiso para hacer exactamente lo mismo. Así que he seguido su recorrido de cerca, y he dado también los buenos días a todas ellas desde mi fuero interno, jurándome a mí misma plantar al menos unas rosas en el jardín de mi casa y practicar el ejercicio de amarlas hasta ese punto.

Pero casi al final, cuando estábamos a un tris de terminar, me ha llamado la atención que en una maceta había tres plantas, y una de ellas tenía mi nombre. A su lado, había dos más: Cris y Ana. Me ha encantado ver que estábamos las tres juntitas en el mismo macetero, como en los viejos tiempos, las mañanas de pellas en la facultad, las tardes de café y piti, los fines de semana en Torremenga, las noches de Coca-cola light, los exámenes... Los miles de momentos que hemos compartido en los 5 años de carrera -desde el primero hasta el último-.

Entonces fue cuando se me ocurrió preguntar:

- Oye Ana, ¿y qué plantas son?

A lo que ella respondió, con una sonrisa de oreja a oreja:

- Pimientos.

Yo no pude parar de reírme durante un rato larguísimo. Me encanta Ana. Es única, especial e irrepetible. En realidad, como todos. Sólo que ella siempre lo supo...


viernes, 7 de mayo de 2010

Concha en el Paraíso

Hoy he tenido la increíble suerte de asistir al concierto de Alejandro Sanz, invitada por mi primísima Concha, en su gira Paraíso Express. A mitad de la tarde me he presentado en su casa, y allá que nos hemos ido las dos, como un par de adolescentes, a hacer cola y así posicionarnos en algún lugar estratégico próximo al escenario. 

Concha estaba nerviosísima. Desde que yo tengo memoria, ella siempre fue la mayor fan del mundo de Alejandro Sanz, y desde el primer momento, he podido percibir en su mirada esa inocencia fascinante de los niños al saber que van a hacer algo que están deseando que llegue...

En cuando han abierto las puertas, hemos acelerado el paso lo máximo posible, y nos hemos sentado en un sitio relativamente cercano (a unos 15 metros del cantante). Hemos disfrutado de una agradable conversación, le he contado mis novedades, mi día -que ha sido ciertamente intenso-, mis inquietudes... Y por fin, a las 21.30h., la primera nota ha sonado en una guitarra eléctrica perfectamente afinada, de la mano de Peter Punk, el primer single de su nuevo disco.

Tengo que reconocer que el repertorio seleccionado para tocar en su gira es de lo mejorcito de su trayectoria profesional, así que he cantado como una loca, he saltado, he votado, y me he quedado sin voz a la altura del Si hay Dios, sin lugar a dudas mi canción favorita de Alejandro Sanz. Además, también han participado Antonio Carmona y Mala Rodríguez, dos estilos totalmente opuestos -que también me encantan-, pero que han conseguido poner el broche al conjunto.

A mitad del concierto he empezado a sentir algo muy raro, como si la realidad y mi mente se fusionaran, y por fin pudiese sentir la plenitud de las cosas. Ha sido la sensación más extraordinaria y maravillosa de toda mi vida. Y la he compartido con mi prima Concha -y con otras 12.000 personas que ocupaban la totalidad del Palacio de los Deportes de Madrid-. Puedo decir sin lugar a dudas, que ha sido el mejor concierto al que he ido, también en parte por mi predisposición a disfrutarlo en su conjunto... Me estoy planteando volver al de 8 de septiembre también en Madrid... ;)

Hoy puedo afirmar que ver a Alejandro Sanz en concierto realmente merece la pena, que me siento afortunada de haber podido verlo, de vibrar al son de los diferentes instrumentos, y de sentir de esa manera tan especial a mi primísima. 

Concha, como él diría: Amiga mía...



martes, 4 de mayo de 2010

Un punto de inflexión en Hervás

Este fin de semana me he marchado a una relajante escapada por el Valle de Ambroz. Desde el viernes hasta hoy, he podido disfrutar del magnífico paisaje extremeño, de manos de mi querida amiga Ana, con los paseos en coche cantando Las Noches de Boda de Sabina, las jaras pringosas, los riachuelos y gargantas, los móviles apagados, los pantanos cargados tras el intenso invierno, las carreteras cubiertas de lavanda, el acento marcado que me recuerda a los domingos en Torremenga, y los aperitivos de cañas y patatas escabechadas.

Hace algo más de tres años fui también con ella a Hervás, y nos alojamos en el mismo sitio: un pequeño apartamento rural en el barrio judío del pueblo. Ahora lo interpreto como una señal premonitoria de lo que sería nuestro futuro: acabamos viviendo juntas un año en Lodz, Polonia. Y sentía dentro de mí la necesidad intrínseca de visitar aquel lugar, de volver con Ana, de pasear una vez más por los caminos empedrados de Segura de Toro, por las cesterías de Baños de Montemayor, por las murallas de Granadilla. Y también deseaba con todas mis fuerzas retomar nuestra amistad en el punto en el que la dejamos.

Me ha encantado descubrir que ambas hemos cambiado, que yo ya no veo la vida con la misma mirada posmoderna -aunque me pese reconocerlo-, y que hay una parte de mí en la que habita una niña de 7 años deseosa de conocer el mundo como si cada paso fuese un nuevo descubrimiento.

He aprendido mucho en este fin de semana, me he divertido, he hecho muchas fotos, he reído, he retomado las sesiones de poesía lorquiana, y las de vinos y quesos, y las de hablar durante horas, y las de dormirme tarde de puro nerviosismo, y las de levantarme pronto para hacer deporte, y las de meditar al sol... 

Y hoy, mientras regresaba a mi casa, he sido plenamente consciente de que había cerrado una etapa de mi vida y empezaba una nueva... Eso sí, con callos en la lengua.


domingo, 2 de mayo de 2010

Mi mamá me mima

Todos sabemos que madre no hay más que una y es que, efectivamente, hay algo que nos une a nuestras respectivas madres que es más grande que el resto de las cosas. Da igual el tiempo que pase, o lo lejos que estés, porque cuando uno está malo, lo que le apetece es que sea su mamá la que le ponga el termómetro y le caliente los pies.

La mía nunca fue mucho de achuchones, en parte porque a ella no se los dieron con mucha frecuencia, pero tiene una forma muy particular de abrazar. Te sienta en sus rodillas como si no pesaras más de 5 kilos, y te da palmaditas en la espalda simulando que eres un bebé al que hay que sacar los gases. Hace unos años me rebelé contra esa situación en ocasiones embarazosa, y mi muy amada madre, cambió el sistema-palmadita, por unas caricias mucho más reconfortantes.

Mi madre es la persona del mundo que más se ríe conmigo, y a menudo la sorprendo observándome en silencio, como preguntándose en qué demonios estaré pensando yo. Y es cierto que nunca me parecí a ella -ni física, ni intelectual, ni emocional, ni espiritualmente-. Pero siempre supe que había una parte de mí que comprendía mejor que nadie. Muchas noches me iba a su habitación, interrumpía su lectura, y se paraba a escuchar atenta mis múltiples dramas adolescentes con una paciencia bendita. No sabría decir cuántas veces me quedé ahí tumbada, llorando desconsoladamente, buscando su cariño. Y ella me lo daba siempre sin dudar.

Como todas las madres, también tiene una vena pesada, de las que repiten quince millones de veces frases del estilo de ordena tu cuarto que parece una leonera, pero creo que aprendió que cada uno de sus hijos es diferente, y que no podemos ser tratados de la misma manera. A mí, con el caso concreto de la habitación, ya no me dice nada. Y no porque no le den ganas -que yo sé que a veces hasta se muerde la lengua de pura tentación-, sino porque sabe que es mejor que lo haga por mí misma.

Mi madre me llevó por primera vez al colegio, me quitó mi primer diente, me compró mi primer vestido de nido de abeja, y mis primeros pantalones en Zara. Mi madre me consoló cuando mis amigas me daban de lado, y cuando no me correspondía aquel chico de mi clase, y cuando tenía ganas de comerme dos tabletas de chocolate. Mi madre se emocionó cuando me fui por primera vez de casa a estudiar inglés en Irlanda, pero la vi aún más emocionada cuando volví y me vio aparecer por la puerta del aeropuerto. Mi madre hace la cena para todos, trabaja por las mañanas, lleva su casa a la perfección, visita a su propia madre, queda con sus amigos, atiende a su marido, y sobre todo, siempre renuncia a sí misma por mí -o por cualquiera de mis hermanos-. Mi madre pasea conmigo a diario, me acompaña a los médicos cuando quiero su presencia a mi lado, busca caminos para orientar mi vida espiritual de la manera que le parece más adecuada, y vela cada día por mi bienestar.

Está claro que todos nos equivocamos, porque somos humanos, pero hoy puedo afirmar que sin lugar a dudas, Belén Mingo es la mejor madre que yo podía tener. Y si me preguntasen, la volvería a elegir de nuevo.

En este día -su día- le digo que estoy encantada de que sea mi madre. 

Es un honor, y te estoy infinitamente agradecida por que me dieras lo más grande que hoy tengo: la vida. Te quiero, mamá.


Con mi madre en Buenos Aires