jueves, 16 de diciembre de 2010

¡Feliz Navidad a mis Niños!

Hoy les quiero dedicar mi entrada a todas las personas que han compartido este año conmigo en Paraguay, a las hermanas, a mi tiísima, a las profes y voluntarios, a Rosana, a mis amigos, a Ani, y muy especialmente a los niños, que me han ayudado tantísimo en mi crecimiento personal. A todos, ¡Feliz Navidad!

Os dedico este video:

lunes, 6 de diciembre de 2010

La boda de Karen & José Luis

Ayer domingo, 5 de diciembre, mi primo José Luis se casó con su novia Karen. Estábamos todos convocados a las 18.30 horas en casa de la Churru, y allí nos plantamos como siempre la patrulla Mingo al completo -y algunos amigos de los novios-.

Karen nos había pedido a las mujeres que llevásemos un tocado en el pelo, y nos lo tomamos realmente en serio. Yo me iba fijando en unas y en otras, con sus plumas, sus sombreros y sus abalorios varios -la mayoría préstamos socorridos de la misma Churru, y otros un tanto más modernos, fruto de varias tardes de ajetreo por las tiendas de complementos-. 

La verdad es que yo me había comprado un traje largo de diosa griega para el evento. Llevaba ya varias semanas pensando en los zapatos, en el bolso, y cómo no, en el tocado... Empecé a arreglarme después de comer. Que si alisarme el pelo, que si mirar detenidamente el modelito... Pedí a mi hermana que observase mi pase de modelos casero para ofrecerme su sincerísima opinión sobre mi conjunto. Conclusión: acabé poniéndome otro vestido, un traje negro de cóctel, zapatos de salón negros, cartera de mano también negra, y tocado al mejor estilo Viuda Negra, que resaltaba sin lugar a dudas el color de mis ojos, y me daba un toque vintage bastante ad hoc con mi estilo.

Total, que llegué a casa de la Churru, empecé a saludar a mi familia (para quien no lo sepa, mi familia es enorme, y tardas aproximadamente media hora en ir uno por uno dando besos, abrazos y demás arrumacos varios que concluyen con un saludos algo más formal), que si un beso por aquí, que si un qué tal estás por allá... ¡Pero qué tocado más bonito! ¡Pero qué original! ¿Y dónde está el novio? ¿Y quién trae a la novia? ¡Te queda estupendo ese traje!...

Tras la ya citada media hora de rigor de bienvenida, con su correspondiente achuchón y charleta con la Churru -qué mayor está-, me acerqué a la gran puerta de madera de la casa, que se abrió desde fuera, y vi a Karen de blanco, con un traje precioso, y un tocado de flores blancas que le sentaba de maravilla.

La ceremonia civil fue corta pero bonita, con mi tío José Agustín como oficiante, dedicándoles una reflexión profunda y muy valiosa sobre el amor, el matrimonio y la convivencia. ¡¡Me encantó!!

Al final de la ceremonia, Karen dijo unas palabras muy emocionada, y la mayoría de mis primas respondieron con alguna que otra lagrimita discreta, y suspiros de empatía. Yo nunca había estado en una boda civil, y la verdad es que me pareció mucho más emotiva y bastante más amena...

Nos quedamos un rato allí, esperando a que abrieran el restaurante de mi primo -el mismo que se casaba- donde sería la cena. Cuando llegamos, una hilera de mesas esperaba paciente a que todos los invitados ocuparan sus respectivos lugares. Y una vez sentados, esperamos a que nos sirvieran la cena.

Todo estuvo delicioso, los camareros fueron encantadores, y la conversación fue agradable cuanto menos. Se oyeron bromas, chistes y mensajes de enhorabuena. Entre plato y plato, yo me iba haciendo reflexiones que no llegué a compartir, pero concluí con bastante tino que mi familia con los años se va... desatando. Me explico: hace años que vengo observando que cada vez somos más naturales, más acogedores, y bastante más abiertos. Ya no estamos tan encorsetados, con los rollos esos del protoculo (¡¡¡si me escuchasen mis profesores de la carrera!!!), y las rigideces.

Me he dado cuenta de que es mucho más importante disfrutar que estar pensando constantemente si algo es correcto o no, si es una ordinariez, una paletada o estos términos varios que a mí últimamente me resultan tan curiosos. Es cierto que la belleza siempre será bella, y que hay cosas más bellas que otras. Pero... ¿no será mucho mejor aprender a ver belleza allá donde vamos, a depender constantemente de que los demás hagan las cosas según lo que nosotros opinamos que es bello -o correcto, o adecuado, o elegante, o fino-?

El momento cúlmen de la boda llegó cuando los novios -los esposos- cortaron la tarta con una especie de hacha. Un golpe rápido y seco, un discreto que se besen, y lenguas, y tías sonrojadas, y carcajadas generales, y miradas críticas, y amigos divertidos, y gente en general, una familia unida, celebrando una boda, prestando su apoyo, arropando a dos personas empezando una nueva etapa... Y por supuesto, la incorporación formal de Karen a la familia. 

¡Karen, bienvenida al clan Mingo!


Karen con mi tío José Luis

sábado, 6 de noviembre de 2010

A Marta y Caítos

Hoy estamos de enhorabuena porque mi primo Caítos se ha casado con Marta, su novia de toda la vida. Desde la una de la mañana que ha empezado la ceremonia religiosa, hemos estado con ellos, compartiendo este día que representa el fin de una etapa y el inicio de otra.

No voy a negar que la novia estaba espectacular, que el catering estaba delicioso, que el sitio era idílico. Sí, todo salió fenomenal. Pero a mí me gusta quedarme con la esencia de las cosas, y la de hoy tiene mucho que ver con la idea del compromiso... Y sobre todo con el amor.

Estaba yo en la iglesia algo distraída, mirando las columnas barrocas de mármol verde y los frescos del techo, cuando mi primo Jaime -uno de los hermanos del novio- ha leído una especie de oda al amor citando a la Madre Teresa de Calcuta. Según iba hablando, un algo extraño dentro de mí se iba haciendo cada vez más grande, y la curiosidad se apoderaba de cada célula de mi cuerpo.

¡Qué sabia era aquella mujer! ¡Qué sabios todos los que la siguieron! ¡Qué sabios los presentes que escuchábamos aquella lección magistral pseudopóstuma y deseábamos con el alma saber más, seguir escuchando! ¡Qué sabios aquellos que aman!

Creo que no hay palabras para describir esto que siento, que me conmueve, que me lleva a plantearme qué es lo que pueden ver dos personas, la una en la otra, para querer pasar el resto de sus vidas juntos. Me parece verdaderamente admirable.

Enhorabuena a los dos. Y Marta, bienvenida a la familia Mingo ¡Ya eres una más del clan!

Para los que os interese, os dejo las palabras de la Madre Teresa a continuación:


La inteligencia sin amor, te hace perverso.

La justicia sin amor, te hace implacable.
La diplomacia sin amor, te hace hipócrita.
El éxito sin amor, te hace arrogante.
La riqueza sin amor, te hace avaro.
La docilidad sin amor te hace servil.
La pobreza sin amor, te hace orgulloso.
La belleza sin amor, te hace ridículo.
La autoridad sin amor, te hace tirano.
El trabajo sin amor, te hace esclavo.
La simplicidad sin amor, te quita valor.
La oración sin amor, te hace introvertido.
La ley sin amor, te esclaviza.
La política sin amor, te hace egoísta.
La fe sin amor te deja fanático.
La cruz sin amor se convierte en tortura.


La vida sin amor... No tiene sentido.




jueves, 4 de noviembre de 2010

Y seguimos adelante con La Aldea

Hace bastantes entradas ya comentaba yo la idea de La Aldea del Biendecir, aquel lugar en el que todo el que quisiera sería bienvenido; aquel lugar para crear, para amar y para hacer reales cada uno de nuestros sueños. Un lugar mágico en el que todo sería posible.

Pues bien, seguimos adelante con el proyecto. Al principio nos acercamos a Oteruelo de Ocón, un pueblo abandonado candidato a convertirse en nuestra aldea. Desde que esto empezó hemos seguido investigando, averiguando, viajando y barajando posibilidades. Y creo que por fin hemos encontrado el lugar perfecto:

Se trata de una finca de 25 hectáreas, ubicada en la localidad de Jaraíz de la Vera (Cáceres), muy cerquita de Torremenga. Ya la hemos ido a ver un par de veces, y tendremos nuestra primera reunión con el alcalde este mismo mes de noviembre.

El terreno está dividido en dos por la garganta de Pedro Chate, y tiene su propia isla dentro. Es fantástica, muy llanita, ideal para construir un negocio de turismo rural. ¡Seguimos adelante!

Os mantendré informados. ¡Qué ganas tengo de ver La Aldea hecha!


martes, 26 de octubre de 2010

Dispuesta a todo

Hace pocos días me topé con una nueva campaña de publicidad al mejor estilo Below The Line (publicidad no convencional), en la que Hotmail demostraba que su cambio de imagen implicaba también un cambio corporativo importante y real. Para hacerlo efectivo, apadrinó a un tal Alejandro Bustillo, un joven madrileño de 27 años, que quería demostrar a su novia que había cambiado por amor a ella, y por eso crearon él y hotmail de la mano una plataforma llamada 30 días para conquistar a Julia (para ver su web, pincha aquí).

La idea es muy original: hacer durante 30 días una auténtica campaña cibernauta en la que se hace partícipe a los seguidores de las principales redes sociales, de la misión de conquistar a Julia. Tienen su propio blog, web, facebook, twitter... Han montado un mural en mitad de Recoletos con las frases de apoyo de los desconocidos que le mandan mensajes e ideas a su mail, y está saliendo en los principales medios de comunicación. Esta mañana habló en Anda Ya, el programa de las mañanas de Los 40, y algunas cadenas de televisión ya se han rifado su presencia en sus prime times de las noches de Buenafuente y tal y tal.

Os cuento esto en parte porque la idea me parece original, pero sobre todo porque me ha llevado a plantearme hasta qué punto estaría yo dispuesta a hacer lo inimaginable por amor. Y ahora ya tengo la respuesta. Comprendo a ese chico, a Alejandro, porque me veo en él como un espejo. Me siento capaz de colgar mi cara de todos los edificios de Madrid para decirle a alguien que le quiero. Me siento capaz de mandar un mensaje a la Luna, de dejar mensajes en botellas en el Atlántico, de lanzarme en paracaídas o de descongelar los Polos si hace falta por amor. Sé que suena algo cursi, pero es la realidad. Ya me he tirado a la piscina: estoy dispuesta a todo.

¿Qué más se puede pedir?


martes, 19 de octubre de 2010

La comida de los dioses

Aviso importante: esta entrada puede contener expresiones, palabras o mensajes que hieran la sensibilidad del lector por su carácter y su lenguaje ligeramente escatológico (el que avisa no es traidor, ¿eh?).

Ayer estaba hablando yo con una amiga sobre los mocos. Sí, sí, se acerca la época de catarros, gripes y pulmonías, y los mocos se apoderan de las conversaciones a este lado del hemisferio. Recordábamos la época en que éramos unas niñas, en que jugábamos con nuestros compañeros... Hablábamos de las tardes enteras en el parque con mamá, de lo altos que se veían los toboganes por aquel entonces, y por supuesto, remarcamos la idea de lo que disfrutábamos con el mero hecho de sacarnos los mocos, y luego llevárnoslos a la boca -lo sé, a mí al principio también me dio un poco de repelús-.

Si lo pensamos bien, los niños son unos verdaderos maestros para nosotros. No se preocupan, se centran en amar lo que les rodea, cuando quieren comer comen, cuando quieren que su madre les achuche se lo piden, cuando tienen ganas manchan el pañal... A mí me encanta observar a los niños y descubrir lo que hacen cuando no saben que alguien les está mirando, y he comprobado con el paso de los años que una de sus actividades favoritas consiste en llevarse los mini dedos a la nariz, hurgar bien, sacarse un moco verdoso, contemplarlo -como si fuera un tesoro- y en ocasiones incluso saborearlo.

Todo esto era lo que abarcaba mi conversación de anoche con esta amiga. De repente se quedó callada y me dijo: ¿te imaginas que cuando te mueres llegas al cielo y Dios te dice que en realidad los mocos son comida de dioses, de héroes, y que la gente se pelea por conseguir uno?

Yo no me lo podía creer, me parecía un razonamiento extrañísimo, pero me gustó tanto la ocurrencia que me empecé a reír y no paré en al menos diez minutos. ¿Os imagináis realmente que los mocos pudiesen ser comida de dioses? Anda, ¿y por qué no?


jueves, 14 de octubre de 2010

Come Reza Ama

El domingo pasado me acerqué al cine para ver una película que llevaba tiempo queriendo ver: Come Reza Ama. Me habían hablado muy bien y muy mal del guión, pero yo tenía la intuición de que me iba a gustar. 

Este fin de semana una amiga me explicó un poquito el argumento y me terminó de convencer: Julia Roberts encarna el papel de una escritora de éxito, sumergida en una espiral capitalista y posmoderna en plena ciudad de Nueva York. No satisfecha con su vida -ni con su matrimonio, ni con su aventura, ni con su casa, ni con su comida plastificada- se embarca en una aventura de un año en la que quiere aprender a comer, aprender a rezar, y aprender a amar.

Lo primero que quiero destacar es la magia que se percibe en cada escena, la maravilla de los paisajes, la capacidad de transmisión de emociones, de estados mentales, de ganas de progreso. Una aventura que nos representa a todos nosotros, que nos transporta hasta una pizzería de Nápoles, o hasta un centro de meditación en la India, o incluso hasta una playa paradisiaca en Bali.

Hay muchas personas que no llegan a entender el mensaje esperanzador que se camufla entre líneas en manos de una Julia Roberts más joven que en Pretty Woman. Hay quien entra a la sala esperando ver otra típica comedia romántica digna de culebrón. Pero he de decir que hacía mucho tiempo que una peli no me dejaba tanto tiempo meditando, descubriendo, hablando conmigo misma... Comiendo, rezando, amando.

Os dejo el trailer para los que os interese:



lunes, 11 de octubre de 2010

Cambios de estado

Hace pocos días decidí que había llegado el momento de independizarme. Es cierto que aún no tengo un trabajo fijo y que vivir sola implica responsabilidades, gastos, y bla, bla, bla... En cualquier caso, yo me siento preparada para dar ese paso.

Y además noto un gran avance interior al no interpretar este cambio de estado como una huida, sino como una nueva etapa. Ya he vivido 25 maravillosos años junto a mis padres y mis hermanos. He aprendido a compartir, a amar, a recibir y a dar. He aprendido el valor de la familia, el concepto de comunidad, de comunión con otros. Ahora ha llegado el momento de dedicarme a mí, de pasar a otra cosa, de hacerme mayor, y de seguir aprendiendo de la vida y del Universo.

Por ahora he ido a ver un piso, y ya me he enamorado de él. Mi destino inmediato es la Sierra norte de Madrid, a la altura de Guadalix. No sé si acabaré allí, aunque realmente ese es mi deseo. Así que, amigos todos, compañeros, os comunico que posiblemente a principios del año que viene me veréis en mi nueva casita (decorada al mejor estilo Ikea), a la que podréis ir cada uno de vosotros siempre que lo deseéis. 

A partir de hoy publicaré con relativa frecuencia mis novedades en este aspecto, y deseo de todo corazón que me acompañéis en mi nueva aventura tan bien como siempre hasta el momento. Con cariño,

Espe.


miércoles, 6 de octubre de 2010

¡Feliz aniversario de nacimiento!

Hoy me quiero imaginar cómo debía estar mi madre hace justo 25 años, con su recién estrenada maternidad, tras 23 largas horas de parto, y un marido que corría por los pasillos del hospital. 

Quiero imaginar lo felices que debían sentirse ambos, tan jóvenes, tan tiernos, tan recién casados. Quiero dedicarles una entrada a los dos juntos, porque me dieron lo más grande que tengo: la vida. Y también quiero aprovechar para agradeceros a todos vosotros porque sois muchos los que os habéis acordado de mí. ¡Gracias!

Gracias por formar parte de mi vida, por estar siempre, por compartir conmigo, por andar a mi lado, por enseñarme el camino, por dedicarme vuestro tiempo, y por quererme incondicionalmente. A mi familia, a mis amigos, a mis compañeros de trabajos anteriores, a mis alumnos, vecinos, y colegas varios. A los ingleses, los irlandeses, los polacos -y los alemanes, turcos, lituanos, portugueses...- y a los paraguayos. Gracias a todos. ¡Os quiero!


domingo, 3 de octubre de 2010

Un último adiós

Parece mentira que ya haya pasado casi un mes desde que mi abuela Espe dejó esta vida. Parece mentira que todo haya cambiado, que nos guste o no nos enfrentamos a una nueva etapa, que ella dejará un vacío que tendremos que suplir de alguna otra manera, y que ya no estará para hacernos comiditas ricas, ni para hablar por teléfono, ni para hacer una visitilla rápida en su casa de Conde de Aranda.

No sé cómo explicar todo esto que a veces se me viene grande. Ya la extraño, y no porque la viera muy a menudo, que no. Es simplemente que sentía con ella una conexión suprasensorial, envolvente, mágica. Me sentía muy identificada con su forma de ser, con su manera de relacionarse con el mundo, con sus aficiones, y su curiosa manera de pronunciar las palabras en inglés. 

Me encantaba saber que mi abuela Espe estaba ahí siempre, en su casa (o de paseo, que no era una abuela nada típica). Pero estaba en este mundo al fin y al cabo. La voy a echar muchísimo de menos. Pero aún así sé que de alguna manera ella está siempre conmigo, y le doy las gracias al Universo por haberme cedido la increíble oportunidad de disfrutar de ella durante casi 25 años. ¡Gracias abuela!

Ahora me la imagino joven, bailando por las noches descalza, sintiendo el tacto del césped sobre sus pies desnudos, agarrada de mi abuelo Álvaro, disfrutando de un helado de cinco bolas, escuchando un concierto en directo, soñando...

Ya te hemos dicho todos adiós, pero sabemos que las despedidas nunca son definitivas... Hasta pronto. Hasta siempre.


jueves, 30 de septiembre de 2010

El poder de las palabras

Amo a mi cuerpo. Merezco y soy capaz de cuidarlo y de respetarlo

Hace unos años, un físico japonés decidió investigar el poder de las palabras, y para ello, empezó recolectando agua de todas las partes del mundo en pequeños frascos. Una vez hecho esto, puso sobre cada una de las muestras una única etiqueta con alguna palabra significativa. Asimismo, dejó al lado otro bote exactamente igual con su palabra antónima.  Por ejemplo, amor y odio; felicidad, tristeza. 

Utilizó todos los lenguajes que existen sobre La Tierra, para no excluir ninguna lengua. 

Después congeló cada uno de los botes, y pasadas unas horas, fue fotografiando una a una todas las muestras. Cuando llegó la hora de revelarlas -aún no existían las cámaras digitales-, se sorprendió al darse cuanta de que aquellos botes cuya palabra era negativa, la foto reflejaba un agua negra y desagradable, mientras que las que representaban conceptos positivos, se habían convertido en reflejos de una belleza casi inigualable. Cabe decir que muchas de ellas se han convertido en algunas de las fotos más bellas de toda la historia.

Nosotros somos un 80% de agua, por lo que os podéis imaginar lo importante que es biendecir, o lo que es lo mismo, hablar con propiedad. Pero no me refiero a ser educado en el lenguaje o en la expresión, sino más bien en centrarnos en pronunciar sólo aquellos conceptos que nos vayan a hacer vibrar todo el cuerpo de una manera feliz y plena.

Siguiendo las instrucciones de este físico japonés -Masaru Emoto se llama-, me he puesto un objetivo que me repito cada día unas 500 veces. En alto, en bajo, e incluso en diferentes idiomas: Amo a mi cuerpo. Merezco y soy capaz de cuidarlo y de respetarlo.

Creo que no hace falta citar los increíbles resultados que estoy empezando a notar sobre mi cuerpo. Desde aquí os animo a todos vosotros a que os pongáis un objetivo, fomentando vuestras infinitas capacidades, y amando por encima de todas las cosas.
  
Amo a mi cuerpo. Merezco y soy capaz de cuidarlo y de respetarlo.


martes, 28 de septiembre de 2010

¿Jugamos?

Este fin de semana me fui una vez más a Duruelo, a hacer la primera de cinco partes de un curso de Análisis Transaccional. A decir verdad iba yo sin muchas ganas, esperando aburrirme en las partes teóricas, aunque con ilusión por encontrarme con mis amigos y compañeros de crecimiento personal.

No os voy a contar el curso entero (principalmente porque es mucho mejor vivirlo), pero os puedo decir que me siento increíblemente afortunada de estar en este punto del camino, de tener a las personas que tengo a mi alrededor ofreciéndome todo su apoyo, por tener la mejor vecina de abajo que el Universo me ha brindado, por haberme enseñado a amar mi cuerpo, porque soy capaz de cuidarlo y de respetarlo, y por todo el trabajo duro y constante que estoy llevando a cabo desde hace ya 6 años.

Me estoy reencontrando con mi niña, con ese ser único y maravilloso que soy en realidad, y me doy permiso para sacarlo más a menudo, a cada instante, a cada bocanada, a cada paso. ¡¡Quiero volver a jugar!!

Amo la vida. Simplemente amo.


domingo, 19 de septiembre de 2010

El encuentro

Son las nueve de la noche. Aún es pronto para quedar con mi cita del día. Entro en el primer local que encuentro. Pido una copa de chardonnay y me dejo absorber por aquel lugar encantador. Sin saber cómo ni por qué, me descubro hablando con el dueño. Me cuenta que lleva poco tiempo en el negocio, que es un mal momento, que se acaba de ir a vivir con su pareja -y señala hacia el fondo del bar, donde un hombre barbudo más grande que un oso sonríe de oreja a oreja y me guiña un ojo-. 

Yo me siento la protagonista de un libro de Corín Tellado, y me veo sola, en la barra, dando vueltas de forma distraída a mi copa, ligeramente abstraída entre el humo del tabaco, que se entremezcla en el ambiente con dos o tres perfumes de hombre.

No sé qué hora será ya, pero seguro que llego tarde. Últimamente le estoy cogiendo el gustillo a esto de ir con la soga al cuello. Supongo que como siempre me he caracterizado por ser más puntual de lo que me gustaría, ahora me dejo llevar por mi nuevo sentimiento pseudohippie y me desmeleno quitándome todos los relojes, dejándome llevar por cada uno de los momentos que vivo, como si fuese el último instante de mi vida...

Siento que algo vibra dentro de mi bolso, y sé que es ese señor con el que había quedado a cenar. Ya casi lo había olvidado. Respondo sin ganas, y me sorprendo al descubrir que lleva media hora esperando en el bar de enfrente. Pago al camarero y salgo corriendo, dejando a mi paso un trotar de tacones contra el asfalto. Ahí está, le veo. Yo me hago la coqueta y dispongo los ojos hacia un lado, en un movimiento apenas perceptible. Sé que ya se le ha pasado todo el enfado...

Nos sentamos en una mesa. Se trata de un mesón gallego de bastante buena reputación. No tengo hambre, pero él está tan ilusionado que sonrío a pesar de todo. Habla con el dueño y entre los dos apañan un menú muy ad hoc a mis necesidades alimenticias. Él me habla de sus hijos, de sus años viviendo en Dinamarca, y en el sur de España. Me dice que estudió Bellas Artes pero que jamás llegó a dedicarse al mundillo. Tiene más de 60 años, y yo me siento medio absorta por su sabiduría, por su experiencia y por su forma de expresarse.

Me siento muy frívola, y me excuso explicándole que necesito ir al cuarto de baño. Me miro en el espejo durante más de dos minutos, observando detenidamente cada rasgo de la cara, y por primera vez en mi vida me siento mayor. Me siento adulta. No sé en qué momento vislumbré un ápice de pena en mis gestos, pero olvidé el descubrimiento en el momento en que me tomé la segunda copa de ribeiro

A la hora de los postres, uno de los camareros me trae una rosa francesa, denominada Esperanza hace siglos por un jardinero de Luis XIV. Dentro del envoltorio hay una nota, pero prefiero dejar a la imaginación del lector su contenido. Siento mi rostro enrojecer, le doy las gracias, y hago un amago de bostezo que trata de expresar más sueño que otra cosa.

Me propone ir a tomar unos gintonics, pero prefiero marcar un poco las distancias. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de una conversación, de una compañía, de una cena, de una rosa... Pero considero oportuno mostrar a aquel señor que yo le considero más un abuelito encantador que un pretendiente en potencia. 

Me acompaña hasta el coche, no dejó que pagara nada. Me da un abrazo y me pide que le llame. Creo que sabe que no lo haré, al menos en mucho tiempo. Me siento en el asiento del conductor, giro ligeramente el retrovisor para ampliar mi campo de visión. Me siento extraña, así que me tomo dos segundos para ordenar mis pensamientos. Me pinto los labios una vez más de rojo intenso y vislumbro por el rabillo del ojo a mi acompañante andando calle arriba, probablemente en dirección a su casa. Yo me siento ya tranquila... 

Dos días después no volví a pensar en la cena de aquel día. No volví a pensar en él.


domingo, 12 de septiembre de 2010

La Noche en Blanco

Me miré en el espejo una última vez antes de salir de casa con más prisa de la que me hubiera gustado. Ya llegaba tarde. Había quedado con mis amigos en una nueva crêperie del barrio de Bilbao en Madrid. 

Me monté en el coche, cambié la sintonía de la radio, bajé las ventanillas y encendí el motor, convencida de que el mundo no se iba a parar porque yo llegara media hora más tarde de lo previsto. Conduje tranquilamente por los bulevares, disfrutando con cada célula de mi ser del paisaje madrileño y sus gentes, que ya estaban preparadas para pasear por las calles de La Noche en Blanco. 

No sé cuánto tiempo di vueltas por toda la ciudad en busca de algún lugar donde aparcar mi coche, pero al final, tras varios intentos fallidos de subirme en aceras, mover contenedores, y eludir carteles para minusválidos, decidí rascarme un poco la cartera y entrar en un parking público.

En cuanto llegué al Ne me quitte pas, un manantial de personas reían divertidas por las escaleras, brindando con sus maravillosas copas de tintos riojanos, o eligiendo algún plato de la carta, ya preparados para ver el espectáculo que Muna -la dueña del local- había preparado para la ocasión.

No recuerdo el nombre de las artistas, ni de la escritora, pero quiero reconocer que los diálogos que presentaron anoche eran realmente buenos, pícaros, originales, muy bien escritos y sumamente entretenidos. El inicio ideal para una noche en la que el ocio, la cultura y la diversión se fusionan para dar lugar a miles de personas unidas por un interés común.

A eso de la medianoche cambié mi copita de verdejo por un par de botellas de agua, dispuesta a emprender el paseo nocturno que me llevaría a descubrir los misterios de la velada. 

Fui hasta Colón, donde esperaba ver una representación corporal de los poemas más conocidos de Lorca. Me gustó bastante, pero lamenté sentirme tan rodeada; demasiada gente para tan poca actuación.

No sé qué tendrá La Noche en Blanco, pero consigue transmitirme una energía muy especial. Me gusta pasear por la calle, tapada con un pequeño fular, dejando a mi pituitaria deleitarse con los olores de la ciudad, fijarme en los escaparates tan bien iluminados, pensar en aquellas botas que tanto le hubieran gustado a mi abuela Espe...

Mi noche acabó con una sesión de Trivial en casa de mi amiga Bea, y aunque me quedé con ganas de seguir disfrutando de una jornada cultural, creo que La Noche en Blanco es más un evento social, una ocasión especial para airear nuestros cuerpos por mitad de la Castellana sin tráfico, más que un momento para visitar el Prado gratis. Porque seamos sinceros: al que le gusta el arte, paga los 5€ de la entrada y ve Las Meninas tranquilamente, sin riadas de personas alrededor. Pero no todos los días se pueden ver columpios gigantes en la Gran Vía, o un Twister multitudinario en Colón, o una piscina de bolas en la Plaza del Dos de Mayo. 

Un año más, ha merecido la pena. El año que viene repito. Prometido.



jueves, 9 de septiembre de 2010

A mi abuela Espe

Mi abuela Espe murió ayer, miércoles 8 de septiembre de 2010, después de sufrir las horribles consecuencias de un cáncer. 

Mi abuela Espe era una gran mujer, atenta, alegre y feliz, siempre con una sonrisa en la boca y una mirada aún inocente a sus 84 años. Solía dar larguísimos paseos por El Retiro cada mañana, y se paraba a hablar con alguna vecina, o con el mendigo de la esquina, o acariciaba el hocico a un perrito ya mayor, o simplemente disfrutaba con el mero hecho de sentir el viento helado de Madrid en Navidad en sus pronunciados pómulos. 

Mi abuela Espe era la persona más coqueta que yo he conocido en mi vida. Jamás salía de casa con los labios sin pintar, unos zapatos de tacón y su inconfundible olor a abuela Espe. Le encantaba asistir a misa diaria y fue una esposa devota durante todos los años en que estuvo casada con mi abuelo Álvaro. Le encantaba viajar, conocer nuevas culturas, nuevas gentes, aunque siempre fue una auténtica enamorada de Inglaterra.

Le encantaba soñar despierta, y hace apenas un mes me propuso irnos juntas en septiembre de vacaciones a México. Siempre admiraré su carácter tranquilo, su afán de superación, su serenidad, y su indiscutible elegancia. Puedo decir sin un ápice de duda que era la señora más elegante con la que yo me he cruzado, y me siento muy orgullosa de que fuese mi abuela. 

Tenía un algo muy especial que le hacía brillar por sí misma. Cuando entraba en una sala, ya no había nadie más allí, sólo ella. Siento una profunda admiración por ella, y si algún día me llego a casar, me encantaría que mi relación se pareciese al menos en una décima parte a la que tenían mis abuelos. 

Sé que ahora está en un lugar mejor, nuevo, feliz. Y también sé que ella sabe ahora lo que le espera, y que ya no hay lugar para el miedo. Me llevo el increíble recuerdo de sus historias, de sus recetas, de su amor por la música y el arte, de sus tardes en el porche de su casa de Torrelodones, y de las comidas en Madrid, y de los paseos por la muralla del Parador de Baiona... Me quedo con las veces que me dio vasos de agua con Redoxon, y cuando me llevaba con ella a las tertulias con sus amigas siendo yo aún una niña, y cuando me llamaba por mi cumpleaños, o cuando compartíamos el día de nuestro santo... Me quedo con su espíritu, con su sentido del humor, con su dedicación, con su jovialidad, con su amor, y sobre todo, con su ejemplo.

Abuela, siempre estarás presente en mi vida de alguna manera. Y en la de todos nosotros.



Para los que queráis despediros de ella, el funeral y el entierro serán hoy, día 9, a las 18.30h. en la Parroquia de San Ignacio de Loyola de Torrelodones (Carretera de Galapagar S/N).

Os dejo el mapa para que os ubiquéis:




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martes, 31 de agosto de 2010

Conocerás al hombre de tus sueños

Ayer me fui a ver la última peli de Woody Allen: Conocerás al hombre de tus sueños. Como es habitual cada vez que el director estrena película, yo iba emocionada, extasiada, ansiosa por degustar su trabajo más reciente.

Fui con unas amigas, muy animadas todas ellas, a los Renoir de Plaza de España para poder verla en versión original. Y allá que nos fuimos, tan contentas (y emocionadas, extasiadas, ansiosas por degustar su trabajo más reciente).

Tengo que decir que la sala estaba abarrotada, y tuvimos que sentarnos separadas. ¡Yo no sabía que había tanta gente ociosa los lunes por la tarde! Se apagaron las luces, una música muy a lo Woody empezó a sonar, y los créditos blancos sobre fondo negro hacían las veces de prólogo.

La película consistía en un retrato filmado de una realidad eminentemente posmoderna, en la que el dinero, los gurús y el constante deseo de juventud estaban a la orden del día. Me resultó lenta, repetitiva, e incluso clónica, sin rastro del mítico sentido del humor de sus guiones, llegando en algunos puntos a aburrirme. No es ni mucho menos para pasar el rato, sino más bien para verla unas cuantas veces a lo friky y sacar conclusiones filosóficas entre metáfora y metáfora.

No hay protagonistas pero sí muchos personajes bien caracterizados. Cabe destacar, como siempre, la banda sonora, el exquisito toque artístico, y el glamour de lo cosmopolita que tan bien le sale a Woody Allen. Yo os recomiendo en este caso que hagáis uso de pelisyonkis, que tampoco da para mucho más.


lunes, 30 de agosto de 2010

Escucha otros cuentos

Los que me seguís ya conocéis mi afición por la vida ociosa. Por eso hoy voy a compartir con vosotros mi salida del pasado sábado:

Una compañera de trabajo me había hablado de una argentina graciosisíma que contaba relatos eróticos en el Teatro Arenal de Madrid. Me propuso ir a verlos, y allá que nos fuimos. Nada más empezar, una chica esquelética pero graciosa comenzó a hablar, narrando una historia ligeramente acelerada a modo de introducción. A mí me pareció cuanto menos original, y resultó evidente que había captado la atención de todo el público con su acento arrastrado, y su sentido del humor cuanto menos porteño.

En total nos deleitó con cuatro cuentos maravillosos, diferentes e ingeniosos, narrados con suma delicadeza, y aportando los toques humorísticos necesarios para convertir la velada en un constante fluir de carcajadas y sonrisillas distraidas.

Entre historia e historio cantó un tango, bailó una pieza algo parecida a la danza del vientre, imitó a un monstruo ficticio, hizo el ritual de la berenjena, y comentó algunos anuncios de contactos por palabras. La protagonista, Victoria Siedlecki, es una fantástica actriz a la par que brillante comediante. Al final del espectáculo saludó personalmente a todos los espectadores, y yo aproveché para felicitarla por su obra porque de verdad es que no tiene desperdicio.

El precio es más que accesible (10€), dura una hora y media aproximadamente, y se puede ver en el Café del Teatro Arenal de Madrid (C/ Mayor, 6). Os invito a que os deis prisa porque sé que quedan pocas funciones en cartel.

De verdad, recomendadísimo!!!




viernes, 20 de agosto de 2010

¡No hay huevos!

Ayer por la tarde andaba yo de tertulia en mi casa con mis dos hermanos pequeños, Giuseppe -el novio de mi hermana- y Leonorchi -una amiga de toda la vida que ya es un miembro más de la familia-. Entre risas y charletas decidimos ir a cenar fuera todos juntos. En esto, sonó el teléfono, y tras una hora de reloj de conversación con mi prima Elisa, se sumaron ella, Luz y su novio a la velada.

Quedamos en un restaurante alemán en el Heron City de Las Rozas, y como algunos de nuestros acompañantes andaban algo justos de dinero, decidimos pedir perritos calientes para todos, que costaban poco más de 2€. Hasta ahí todo marchó a la perfección, todos tirados de risa, comentando las azañas del toro volador de Tafalla, el genocidio de Rwanda -de la mano de Eli, claro-, las compras compulsivas de acelgas del Pipo y los múltiples periplos veraniegos de esta familia fitipaldi... Cuando se suponía que todos habíamos acabado, llegó la camarera para ofrecernos un postre, y mis queridos acompañantes -en un ataque al mejor estilo gumia Mingo- pidieron dos selecciones de postres para 4, que resultaron ser dos platos gigantescos llenos de tartas, bizcochos y profiteroles, bañados en salsas varias y toneladas de nata montada. Eso sí, ¡no sobraron ni las migas!

Fue una cena de lo más agradable, en la que me reí más que en el último mes, y que ya prometimos repetir la semana que viene. A la salida, nos quedamos charlando un rato antes de despedirnos, cuando de repente se oye de fondo una voz de pito que dice: ¡no hay huevos!, y acto seguido a mi hermano Álvaro (que al final también se apuntó a la cena) que decía: ¿que no? ya verás.

Lo que pasó durante los diez minutos siguientes resultó de lo más surrealista, a la par que extraño: vi salir a todos corriendo en dirección a la tienda del Vips, y volver al rato con un paquete de pan de molde. Se colocaron en círculo, sacaron un móvil y pusieron el marcador de un cronómetro a cero. Yo no daba crédito a lo que estaba viendo. Al final, Luz explicó: chicos, coged cada uno una rebanada, y el primero que se la coma entera en menos de un minuto gana. Yo pensé que era una idiotez de juego, pero ahí estaban todos, unos tangarullos, metiéndose de golpe una masa aplastada de pan en la boca. A los tres segundos parecían pavos regurgitando los propios panes, y el postre, y el perrito, y hasta la Coca-cola.

Mi hermana y yo, que nos habíamos abstenido de participar en semejante idiotez, les mirábamos entusismadas, incluso cinco minutos después de que acabara el tiempo, cómo seguían todos con sus bolas de pan en la boca, mareándolas de un lado al otro, con caras de entre angustia y ahogo. Yo me sentí de lo más curiosa por aquella experiencia, así que propuse que me hicieran la prueba a mí también, convencida de que no podía ser tan difícil. Belén se sumó, y el resto de arlequines que teníamos por acompañantes, se acercaron a una papelera, tiraron sus pelotas, y empezaron de nuevo con nosotras. Una vez más, un círculo de nueve personas en mitad de un centro comercial:

- Cojan sus rebanadas, pónganlas bien a la vista donde todos podamos verlas, y el tiempo empieza... ¡YA!

Nos mirábamos entre nosotros, unos iban cogiendo poquito a poquito migas, otros probaron la técnica de la bola otra vez, Belén partía el pan pero no se lo metía en la boca, Leonor empezó a tirar pelotillas a los viandantes, y yo sentía que aquel primer trozo había absorbido toda la saliva que me quedaba... -Quince segundos- ... Las prisas se apoderaron de nuestras caras, y las miradas decían que seguían con el trozo anterior en la boca... -Treinta segundos- Nada, que aquello no bajaba ni para un remedio -Cuarenta y cinco segundos- No nos podíamos rendir, por el amor de Dios, ¡¡¡SÓLO ERA UNA REBANADA DE PAN DE MOLDE!!! -Y...¡TIEMPO!-.

Nadie consiguió superar la prueba, y como nos parecía algo tan absurdo, descubrimos que en realidad sólo sería posible hacerlo mojándolo en leche, o untándole Nocilla, o tostándolo... Vi sus miradas, reflejaban competitividad y ganas de demostrar su heroica capacidad de engullir una rebanada de pan de molde en un minuto. Pero lamentablemente, ya habíamos acabado con todo el paquete -y con las ganas de comer pan en un buen tiempo-, así que para la próxima ya se ha definido el reto: ¡No hay huevos...!


lunes, 16 de agosto de 2010

Super Woman sí que existe

Llevo un tiempo observando de cerca el comportamiento de las mujeres. Es algo que me llama muchísimo la atención: a las jovencitas de pantalón corto y camiseta de tirantes, las treintañeras agresivas con trajes de Calvin Klein, las señoras refinadas, y también a las góticas desencantadas. Hay mil estilos, mil clases, mil formas y mil maneras de vestir, de reivindicar una identidad, sentirse cómoda y de ser mujer.

Pero lo que más me alucina es lo poco que ha evolucionado el concepto de la femineidad. Hace años -muchos años ya- las mujeres no eran más que madres, amas de casa, y si eso amantes. En los 80, el mundo terminó por definir la nueva imagen de la mujer trabajadora, y gran prueba de ello son los tratados feministas, e incluso más que eso, el reflejo en el cine de este nuevo boom, como por ejemplo el espectacular papel de Melanie Griffith en Armas de Mujer.

Yo me considero muy afortunada al haber convivido desde pequeña con una madre que se levantaba cada mañana a las 7 para ir a trabajar, y también le agradezco que me haya transmitido el concepto de la libertad económica que da el no depender jamás de nadie, y mucho menos de un hombre. Me encantaba ver a mi madre comprándose sus modelitos para el trabajo: falditas con vuelo, blusas con cuello de nido de abeja y collares a juego con los zapatos de tacón. Me encantaba cuando me llevaba al cole mientras se iba maquillando: giro a la izquierda, un poco de colorete; semáforo en rojo, rímel negro; rotonda, brillo de labios.

Ya han pasado unos cuantos años desde que mi madre me llevaba por las mañanas, pero observando a las mujeres, me doy cuenta de que en realidad nada ha cambiado. Una se levanta mínimo una hora antes de salir de casa, y es que hay que lavarse el pelo, hidratarlo con mascarilla, ponerse el serum para puntas abiertas. Peinarlo, alisarlo y ponerle laca. Después maquillarse, que si el antiojeras, que si la crema especial para pieles secas, que si el antiarrugas, que si el iluminador del rostro...

Esta mañana, en el autobús, me he parado a observar a una señora de unos cincuenta. Iba radiante. He hecho un pequeño cálculo mental del tiempo que habría dedicado a arreglarse, y os aseguro que por lo menos hora y media. Iba de punta en blanco, quizá a una reunión o a un congreso. Cuando hemos llegado a nuestra parada, ella se ha bajado despacito, tratando de evitar caer estrepitosamente por las escaleras con sus altísimos tacones de 10 centímetros. Ya con los pies en tierra firme, ha salido corriendo con una funda para el portátil, el bolso enorme, y la mochila para el gimnasio. Entonces yo me he dado cuenta -una vez más- de la sociedad que estamos creando. Y yo no digo que no nos cuidemos, que evidentemente eso es algo imprescindible hoy en día para estar sanos. Pero el concepto de la mujer trabajadora cada vez está más recargado de exigencias posmodernas.

Supongo que 30 años no son suficientes para cambiar el rumbo de la historia, pero si algo está claro es que aún hay muchas expectativas sobre nuestras cabezas. Todos esperan que estudiemos una carrera, que nos casemos jóvenes, que nos compremos una casa a medias con un hombre (que gane más que nosotras), que seamos madres -que seamos buenas madres-, cariñosas con nuestros hijos, atentas, devotas, que tengamos nuestros hogares como una patena, que nos vayamos de vacaciones a la playa, que saquemos un rato para preguntar la lección a los niños, y otro para llevarles a las mil actividades extraescolares, y que además sigamos ascendiendo a nivel profesional. Pero es que por si esto fuera poco, tenemos que cuidarnos, hacer una hora de ejercicio al día, hacer la cena al maridito, estar radiantes siempre, e invitar a los suegros a comer los domingos... En realidad, la inserción de la mujer al trabajo no es más que la fusión de dos conceptos que desde mi punto de vista son incompatibles entre sí tal y como están planteados. Esto es: ya no sólo eres ama de casa y madre, sino que además tienes que dejarte los cuernos en un trabajo para estar a la altura de él. ¿Pero qué clase de sociedad estamos creando?

Me encantaría detenerme frente a cada una de estas mujeres y preguntarles si son felices, si les gusta estar siempre estresadas, no tener tiempo para ellas, ser unas marionetas del tiempo que les tocó vivir, hacer siempre todo a medias, nunca llegar al nivel que los demás esperan de ellas, y dedicar su vida a servir a otros. Siempre a otros: al marido, a los hijos, al jefe...

Yo tengo clarísimo que me niego en rotundo a elegir una vida de agobios y horarios al milímetro. Me niego. Creo que cada día te da lo que más te conviene, y así pienso vivir mi vida. Eso sí, estaré agradecida toda la vida a mi madre por pertenecer a esa generación de las Super Woman que iniciaron el cambio de nuestro mundo. ¡Gracias!



jueves, 12 de agosto de 2010

La interminable clasificación de los besos

Desde que soy muy pequeña siempre me he sentido inclinada a dar besos a la gente, quizá porque tengo una familia enorme, y cada vez que llegaba a casa de mi abuela tenía que dar unos 200 besos para saludar a todos, y otros 200 al despedirme; o puede que siemplemente me guste y punto. Pero el caso es que se podría decir que es uno de mis hobbies favoritos...

Esta mañana, mientras recordaba un beso en concreto, he sido consciente de la clasificación tan extensa de besos que existen: en primer lugar están los filiales, los que te dan tus hermanos por tu cumpleaños, o cuando vuelves a casa después de mucho tiempo lejos. También están los besos de tus padres, que son bastante parecidos a los anteriores, pero con un toque distinto. La diferencia no es fácil de explicar, pero para que os hagáis una idea, es algo así como el sabor de la pasta hervida y punto o la pasta enriquecida con avecrem.

Por otro lado, están los besos pasionales, de esos que salen de las entrañas y suelen ser imposibles de olvidar. Supongo que son los más instintivos, los más urgentes, los más salvajes, y a veces se convierten en besos de tornillo. Pero yo personalmente me quedo antes con la versión dulce de estos que mencionaba, ya que son mucho más sutiles y en ocasiones ni siquiera llegan a rozar sino que dan vuelo a la imaginación a modo de antesala de algo más grande.

Tambíén están los besos de mariposa, esos que se dan los niños pequeños con sus abuelas, o con sus amiguitos de la guardería. Estos son muy tiernos, de los que se hacen una foto y se cuelgan en el salón. Tengo unas cuantas amigas que tienen fotos de estos mismos en sus casas.

El beso del famoso de turno es quizá el más distante para el susodicho pero uno de los más emocionantes para el individuo ávido de besos. Una vez vi a un grupito de adolescentes derretirse literalmente frente a David Bisbal, mientras le sujetaban los carrillos con fuerza para estrujar sus labios compulsivamente contra su cara. A mí me hizo muchísima gracia, pero comprendí perfectamente esa sensación de admiración profunda hacia otro ser. Aunque si os soy sincera, yo no creo que me desviviera por ningún famoso (a excepción claro del poeta Sabina). Me hubiera encantado poder retratar la cara de agobio de Bisbal ante las atenciones de sus admiradoras... ¡Fue la monda!

Tenemos, claro está, el primer beso. Siempre pensé que se le daba muchísima importancia a éste, y que en realidad siempre acababa decepcionando. Yo aún no he conseguido que nadie me hablara de su primer beso como algo extraordinario, sino más bien como una escena en la que sintieron presión, miedo, deseo de agradar... Todo esto es muy bonito, pero creo que hay demasiados mitos en torno a este primer beso, en parte influido por los millones de películas adolescentes made in Hollywood, que nos muestran cenicientas enamoradas del guay del insti, y malotes que encandilan a chicas monjiles...

Existe un beso que a mí personalmente me cae un poco mal. Se trata del beso de despedida, ese en el que sabes que ya no habrá más besos de esa misma persona (al menos por mucho tiempo). A mí una vez se me escapó una lagrimita miestras me despedía de esta manera, y luego pasa lo que pasa, que se trasmite tanta negatividad que se te queda muy mal sabor de boca.

Los besos eróticos centrados en alguna o muchas partes diferentes del cuerpo existen, no se pueden negar, aunque prefiero dejarlos a la imaginación y creatividad del lector...

El beso de película es uno de los más conocidos, básicamente porque es el que más vemos. Se trata de la expresión máxima del amor (después de una serie de obstáculos típicos de comedia romántica de éxito en taquilla), con canciones de Elvis Costello de fondo -o en su defecto violines en directo- tras una cena con velitas en el ático. No voy a negar que este beso tiene su encanto, que llevas desde el minuto 1 deseando que ocurra, y que en ocasiones hasta te dan ganas de darle dos tortas al prota para que se de cuenta de que Anne, la maravillosa filántropa - ratón de biblioteca - escultural aunque discreta con el maquillaje encarnada en el cuerpazo de Jessica Alba, está colada por él. Siempre ocurre, siempre hay carreras por una escalera de incendios, o por un interminable pasillo en el aeropuerto, o por una interrupción en mitad de la boda. Siempre ocurre. Siempre hay beso. Pero tú jamás recibirás uno de estos. Asúmelo.

Creo que podría escribir 15 entradas sobre los besos que hay (para que os hagáis una idea, sólo el Kama Sutra hace una clasificación de 30 en su primera edición). Por eso, voy a dejarlo aquí. Y ya que estamos os diré, que a mí el que más me ha gustado de toda mi vida, es el de mi madre arropándome por la noche, después de contarme un cuento. Supongo que ya sabréis que os hablo del beso en la frente: por excelencia, el beso de madre.

Aún así, por mucho que yo escribiera, hay tantos besos como personas; tantos besos como momentos; tantos besos como quieras.


martes, 10 de agosto de 2010

Dime qué escuchas y te diré quién eres

La música siempre fue un elemento importante en mi vida, hasta el punto de convertirse en imprescindible para mí. Hace cosa de un año me compré un iPod de 16 Gb de capacidad, ya que mi objetivo era poder meter toda la música que deserara para llevarla siempre conmigo. Así que me llevé mi nuevo juguete a casa, lo conecté con el iTunes de mi Mac, y me fui a Paraguay tan contenta con mi primer reproductor portatil.

Si me preguntas qué se puede escuchar en mi iPod, te contestaré que los ballets de Tschaikovski, los nocturnos de Chopin, las arias de la Callas, y todas las ediciones especiales en directo de Los Tres Tenores. También tengo la discografía al completo de Joaquín Sabina, y la de Silvio Rodríguez, y la de André Rieu; las mejores canciones de Disney, algo de Fito, unos cuantos temas de Extremoduro, éxitos de los hermanos Flores, Estrella Morente, los Beatles, Mala Rodríguez, Mocedades, Robbie Williams, Russian Red, Alejandro Sanz, los grandes poetas cantados por Serrat, Madonna, la banda sonora de Sonrisas y Lágrimas, varios tangos de Carlos Gardel, música paraguaya, cantantes diversos de R&B como Beyonce, Rihanna o J. Lo... Normalmente me lo pongo en la opción de aleatorio y de esa manera nunca sé cuál será el siguiente tema. Mi iPod es genial, es intrigante, es cosmopolita, es alternativo, es multicultural, es sensible, es exquisito... Mi iPod es como yo.

La semana pasada mi hermana y yo nos cambiamos los iPods por un día. La historia tenía su gracia: era una oportunidad para descubrir nuevos cantantes, nuevas canciones... Me gustó la idea, así que accedí. Me levanté temprano para ir a trabajar, y me acerqué hasta la parada del autobús. Saqué el iPod de Belén del bolso, me puse los cascos, y le di -como siempre- a la opción de aleatorio. Primer single: Zapatillas, de El Canto del Loco. Es cierto que tienen su gracia, pero el pop nacional ha llegado a un punto en que me resulta repetitivo. Paso al siguiente tema: Maldita Nerea, Antonio Orozco, Los Delincuentes, Nena Daconte y una serie de canciones en italiano... No me gustó nada el cambio de iPod por un día, así que decidí devolvérselo a mi hermana en cuanto llegase a casa, y mientras tanto rebuscar en el círculo giratorio en pos de, al menos, algo de Britney...

Esa misma tarde, ya en casa, me encontré con Belén y mantuvimos una conversación algo surrealista y llena de sonrisas:

- Belén, dame mi iPod ahora mismo. Me has timado. Tu iPod es un rollo, sólo tiene cantantes de tres al cuarto que aprendieron a tocar la guitarra en el barrio, y llaman música a gritar.
- Tú sí que me has timado. Menudo rollo de música escuchas.
- ¿Rollo? ¿¿¿Rollo??? ¡Pero si tengo de todo! Lo que tú escuchas también lo tengo, pero sólo un poco. Y tengo mucha más variedad.
- ¿Variedad? ¡Pero si sólo tienes cantautores comunistas y violines!

En ese momento me eché a reír y ya no pude parar... ¿Violines? Me hizo muchísima gracia. Sí, tengo violines, y pianos, y chelos, y arpas, y acordeones, y voces únicas, y todas mis canciones...


miércoles, 4 de agosto de 2010

Ese infame vacío castizo

Hoy -como cada día- he salido del trabajo, he esperado pacientemente en el paso de cebra a que el disco se pusiera verde para los peatones, he bajado la calle de Carretas en dirección a la estación de Sol... Hoy he hecho lo mismo de siempre, pero algo estaba distinto en Madrid. 

Me he cruzado con un chino punk, con la vecina del quinto en rulos, y con una exhibicionista en bragas... Nada extraordinario. Pero sus miradas no derrochaban chulería, ni llevaban el pan debajo del brazo, ni corrían por las calles con prisa, ni se colaban en un bar a tomarse un café matinal rapidito. Las terrazas estaban vacías, con los ventiladores apagados, y sus camareros aburridos chupando barra. De las tiendas colgaban carteles de cerrado. No había ni una sola morena de ojos moros dejando una hilera de sonidos de tacón a su paso... 

Entonces sentí ese infame vacío, que es lo único que queda en Madrid durante el mes de agosto. Todos se van, con sus coches, y sus ojeras, y sus ganas de descansar. Todos dejan sus estreses con los jefes, y hasta los jefes se abandonan al placer de las playas mediterráneas, de los fiordos noruegos, de las mariscadas gallegas, o de las magnificencias yankies. Todos se van, y nos dejan tardes de calor sin siestas, botellas de agua helada en la nevera, y esas mismas ganas de huir a cualquier lugar. Y es que Madrid no fue concebida para estar vacía, porque su encanto reside en sus gentes. ¿Dónde están todos?

De repente todo está silencioso... Por no oír, no oigo ni a los vecinos. Hay a quién le gusta eso de no hacer cola, ni tener que reservar mesa los sábados por la noche, y sentarse siempre en el metro en hora punta. Pero es que yo soy una amante de la esencia de las cosas. Si voy a un pueblo, quiero que haya calma, y paz, y sonidos de pájaros al amanecer. Si estoy de cena romántica, quiero velas y vino tinto. Y si estoy en una ciudad, si estoy en mi Madrid, quiero que los coches suenen a todas horas, que la gente paseé por sus calles, que te sirvan tapas en los bares, y que El Retiro no parezca un desierto verdoso... No me gusta este infame vacío castizo.

¿Es acaso mucho pedir?


domingo, 1 de agosto de 2010

Divorciadas, evangélicas y vegetarianas

Una de mis muchas aficiones es la de ir al teatro. Sé que muchos prefieren el cine, y que es un género muy en desuso, pero a mí me apasiona ver la función en directo, saber que la misma obra no es igual dos veces seguidas, y que los actores están actuando en directo, con las emociones a flor de piel, y un guión muy bien estudiado.

Ayer sábado me acerqué hasta el Pequeño Teatro Gran Vía, y vi una obra divertidísima titulada Divorciadas, evangélicas y vegetarianas. Si bien el título no invita mucho, tengo que reconocer que me lo pasé fenomenal, y el tiempo se me pasó volando. 

La obra narra la historia de tres amigas, que se encuentran en momentos de sus vidas algo críticos, y que van progresando a nivel personal a través de las palabras de sus propias amigas. Los personajes están fenomenal caracterizados, y el vestuario no tiene desperdicio. Hay algunos puntazos en los que no puedes parar de reírte, aunque en general la obra entera es un derroche de jovialidad, risa y ternura.

Sin lugar a dudas, recomendada.

Estará en cartel en el Pequeño Teatro Gran Vía (Gran Vía, 66) hasta el 29 de agosto.


lunes, 26 de julio de 2010

La Aldea del Biendecir

Hace tiempo que ando yo pensando en una idea loca, que una vez Ana me comunicó, y que cada vez va cobrando más vida. Hace años, antes incluso de irnos a Polonia, ella ideó una vida de vuelta a los pueblos y al campo, en el que las personas vivían felices de una manera casi autosuficiente. Una aldea creada para crecer, en el que cualquiera tendría cabida. Un pueblo que promoviera la cultura, con talleres artísticos de todo tipo, con cursos extraescolares para centros educativos, con plazas cubiertas por firmas de visitantes... Un lugar pequeño y grande a la vez, que tuviera plaza e iglesia como antaño, y casa rural, y restaurante, y albergue, y casitas donde poder vivir tranquilamente alejados del humo y el ruido de Madrid.

Hace tiempo que esta idea surgió, y son muchas las personas que a día de hoy quieren formar parte de ella, personas que creen en el proyecto y ya se han buscado su hueco dentro de la aldea. Una señora el otro día me decía que ella iba a arar la tierra, y otra se pedía el puesto de pastora. Todos podemos ir, todos tenemos algo que aportar a la comunidad, y todos tenemos mucho que aprender de los otros.

Llevo ya unos meses moviéndome para enterarme de cómo llevar esta idea al mundo real, y por fin este fin de semana me fui a La Rioja, concretamente a un pequeño pueblito llamado Oteruelo de Ocón, con la intención de ver cada detalle y cada rincón, porque podría convertirse en La Aldea del Biendecir.

El sábado por la mañana salí de mi casa hacia Oteruelo, previo paso por Calahorra donde estaba mi hotel. Conocí a Abraham, el actual dueño del pueblo entero, y me di un paseo por las callecitas, por las casas casi destruidas, por la iglesia en ruinas, por los caminos de tierra, y la fuente entre zarzas. Y entonces lo vi. Vi que ese sería mi pueblo, que pasaría mi vida allí, entre vid y olivo, en el valle de Ocón.

Ya estoy viendo cuál será el siguiente paso. Continuará...




jueves, 22 de julio de 2010

Espera, Esperanza, espera...

Hace ya cosa de cinco años que no uso reloj. Un día descubrí que estaba enganchada a las horas, a calcular los minutos, a llegar puntual, a respetar el tiempo como si fuese un semi-dios o algo por el estilo... Después de aquello, empecé a consultar la hora -cuando lo consideraba necesario- en el teléfono móvil. Este sistema, si bien más aparatoso, hizo que disminuyera notablemente mi obesión casi compulsiva por la puntualidad. Se podría decir que hasta el momento yo me había considerado un ser puntual, y llegaba a tal mi paranoia, que había ocasiones en que llegaba a los sitios una hora antes por si acaso.

A día de hoy, he reflexionado muchísimo sobre las esperas. Creo que mi nombre fue premonitorio, y muchas veces me repetía a mí misma una frase para invocar paciencia: espera, Esperanza, espera. No es que me gustase esperar, de hecho es algo que por lo general me pone de bastate mal humor, pero me consideraba una víctima de todos aquellos que me tenían ahí postrada perdiendo el tiempo. Después de 24 años, creo que por fin he aprendido a darle al tiempo el valor que tiene. Me explico:

Yo siempre pensé que la puntualidad era uno de los pilares de la buena educación, y como para mí eso era algo fundamental, llegaba más que puntual a mis citas y reuniones varias. No importaba si tenía que dejar otra actividad a medias, o si interrumpía una conversación, porque yo me tenía que ir. Ahora mismo no haría nada de todo eso. Y es que he aprendido a respetar mi tiempo sin faltar al respeto, he aprendido a decidir cómo invertirlo sin menospreciar al otro, y he aprendido a no esperar en una esquina durante largos e infinitos minutos, mientras mi cabeza generaba historias a cual más negativa sobre las personas que no llegaban puntualmente a los sitios.

Es cierto, sigue sin gustarme esperar, y aún estoy trabajando en el hecho de que me gusta programar mis actividades, pero no pienso volver a repetirme aquella letanía de espera, Esperanza, espera, en primer lugar porque no me gusta nada, y en segundo porque me niego a seguir sentada esperando. Ha llegado el momento de actuar.


viernes, 16 de julio de 2010

Amar lo que es

Esta semana he tenido la enorme fortuna de dedicar unos días a descansar en Torremenga. La verdad es que me fui porque me habían hablado de un doctor buenísimo que estaba en Talayuela -un pueblo muy próximo al lugar en el que está la casa de mis padres allí-.

Yo andaba algo nerviosa, impaciente por experimentar ese nuevo sistema que estaba a punto de descubrir. Nada más entrar, el doctor me explicó que él apostaba por la medicina holística, y que esto era posible gracias a la Acupuntura de Völl. Me contó un poquito cómo funcionaba, y en seguida me sentó en una silla, con los pies apoyados en una especie de banqueta, y empezó a mirar punto por punto cada una de las partes de mi cuerpo reflejadas en los pies o en las manos.

Yo estaba absolutamente fascinada con el invento, y tras dos horas -que a mí se me pasaron volando-, concluyó que tengo 5 puntos algo descompensados, y que tendría que centrarme en ellos para encontrarme tan bien como me gustaría. Al final me recetó unas plantitas -que compraré este finde en algún herbolario-, y puede que incluso, con el tiempo, deje de tomar mis pastillas para el tiroides.

Han sido tres días maravillosos, en los que no existían los relojes, ni las normas, ni los horarios... Tres días pensados para relajarme, para disfrutar, para descubrir mi auténtico yo, y para abrir mi cuerpo y mi mente al mundo. Tres días para aprender, para compartir, para pensar, y para amar lo que es.

Nunca antes había visto esos campos con los ojos llenos de ilusión, ni me había sentido fascinada por la casa de techos infinitos, ni había paseado por el pueblo deleitándome con cada flor, con cada ladrillo, con cada puerta...

Siento que ahora realmente estoy empezando a vivir. Tengo un amigo muy sabio que una vez me dijo que las personas, desde que nacen hasta los 25 años, son esponjas dispuestas a aprender de cada movimiento que ven, pero que sólo a partir de entonces empiezan a vivir. ¿Será verdad? Le mando un beso enorme desde aquí al Pa'i Jaume, con el que tantas veces me inspiré, y que tantas cosas me enseñó.

viernes, 9 de julio de 2010

Adicta

Cuando yo era pequeña, y veía en la tele alguna escena en la que cualquier alcóholico se reunía en grupo alrededor de un grupo de personas confesando su adicción, a mí me hacía mucha gracia. Recuerdo incluso una vez en que jugué con mis amigas del cole a Alcóholicos Anónimos.

Supongo que siempre he tenido muy presente todo el tema de las adicciones porque mi madre -que es trabajadora social- me ha transmitido su miedo a todo tipo de sustancias. Lo que a mí nadie me contó jamás es que todos podemos ser adictos a cualquier cosa.

Conozco a un chico que no sale de su casa de la adicción que tiene a la PS, y tuve una alumna de inglés que sólo se divertía jugando al Wii Fit. Yo siempre intuí que en realidad era adicta a mil cosas, aunque no me lo quería reconocer a mí misma. Hasta ahora...

Ya desde niña fui consciente de mi adicción a la comida. A día de hoy ya no lo vivo como un problema, ni tampoco como un drama. Sé que no es más que el reflejo de un pensamiento intrusivo que me hace mucho daño, y que curaré con el tiempo, cuando me quiera más.

Unos años después de asentar mi primera adicción, empecé a fumar. Y como además de adicta, tiendo a la compulsividad, no me bastaba con fumar un poco, sino que tenía que hacerlo constantemente, llegando al extremo de consumir cada día 2 paquetes de tabaco, lo que suma un total de 40 cigarrillos diarios. No me siento orgullosa de aquel comportamiento, pero sí de haberlo dejado radicalmente, y hoy puedo decir que llevo 2 años y 7 meses sin fumar.

Durante mi etapa universitaria fui adicta a la Coca-Cola. Eso sí, siempre Light. Hubo un tiempo en que me tomaba cada día entre 4 y 6 litros de Coca-Cola light. Si a eso le sumamos los 40 pitillos, y mi constante adicción a la comida, imaginaos el cocktail molotov que convivía en mi estómago.

Después de eso, me hice adicta a la vida sana. Empecé a hacer deporte, me puse a dieta de sólo como alimentos naturales, y me apunté a un gimnasio (al que iba todos los días sin excepción). Investigué sobre las enfermedades derivadas de la obesidad, y traté de evitar por todos los medios aquellos alimentos que me hacían mal. Adelgacé más de 20 kilos, me puse en forma, y disfruté de aquella etapa que no dejaba de ser -desde mi punto de vista- una adicción más.

Durante mi estancia en Polonia, fui adicta a viajar, y pasaba casi más tiempo en otras ciudades que en Lodz, gastándome todo mi tiempo y mi dinero en buscar aviones, trenes, hoteles, espectáculos, playas, palacios, y puntos de interés.

Cuando ya estaba acabando la carrera, me di cuenta de que había sido adicta a casi todo lo que había pasado por mis manos y no me había dado tanto miedo como para probarlo. Me fui a Paraguay y tuve un punto de inflexión en mi vida para dedicarlo a pensar en todo esto. ¿Por qué mi personalidad, o mi carga genética, o mis pensamientos, o lo que fuera, hacían que me convirtiese en adicta?

He sentido adicción a la comida, al tabaco, a los viajes, a las personas, a salir de fiesta, a quedarme en casa, a estar deprimida, a estar alegre, a correr, a dormir, a llorar, a reír... A día de hoy he logrado mitigar un poco esa sensación esclava de ir hasta el fin del mundo si hiciera falta para satisfacer el mono, como con cualquier droga, pero creo que aún así aún me queda un largo camino por recorrer.

Estoy orgullosa de mí misma porque sé que ya me he encauzado, y lo primero ha sido reconocerme esta faceta a mí misma. Así que hoy, ante todos vosotros, me presento:

Hola, me llamo Esperanza, y soy adicta...


martes, 29 de junio de 2010

Y se hizo el caos...

Esta mañana mi padre, como cada día, me ha dejado en Argüelles. Una vez ahí yo -habitualmente- me voy en metro hasta Sol para llegar a tiempo a mi trabajo en la calle de Atocha. Pero hoy todo se veía diferente. Desde que he salido de casa, un atasco extraordinario asolaba la M-40, y yo -más sorprendida que otra cosa- contemplaba las caras aún dormidas de mis compañeros de autopista.

Un rato después he llegado al fin de mi trayecto en coche, y me he dirigido tan contenta hasta la boca de metro de Argüelles, pero qué sorpresa me llevé al comprobar que no había. Los trabajadores ya habían amenzado con hacer una huelga general, pero nadie pensó nunca que llegarían a cumplirla. He cruzado Princesa con la firme intención de irme en autobús hasta la parada de Preciados, pero nada. Estaba tan lleno que no paraba ni para subir ni para bajar pasajeros. Riadas de gente azotaban las aceras, el olor a café portátil se mezclaba con el sonido de los pasos acelerados de mil señoras que llegaban tarde, e infinitos claxons haciendo verdaderos esfuerzos por hacerse oír entre el barullo.

Dos señores entrajetados han llegado a las manos, y las sirenas de varias ambulancias se mantenían estáticas en Callao, trazando un plan casi militar para evacuar la zona, y dos abuelitas se pegaban a bolsazos luchando por adueñarse de un taxi de los 80. Las caras de las personas se tornaban violentas, unas mochileras lloraban porque perdían su avión a Helsinki, un grupo de turistas japoneses se dejaban engañar por un vendedor ambulante, y los carteristas hacían su agosto entre el gentío y la confusión.

Unos hermanos rumanos se guiñaban el ojo cuando una cuarentona les lanzaba 5 euros al vuelo por sus increíbles dotes musicales, y alguno que otro pagaba sus frustraciones con el móvil, o con el ipod, o con cualquier cosa que sirviera a tal efecto.

Los restaurantes se empezaban a llenar de personas que, cansadas de no poder ni andar, se sentaban a tomar algo mientras pasase la abalancha, y todos hablaban sin cesar por teléfono explicando a sus jefes, a sus hijos o a sus novios por qué no llegaban a sus destinos.

Yo jamás pensé que una huelga de metro pudiese sumir la ciudad en un caos. Pero sí. Ahora sabemos a ciencia cierta lo que es depender de algo tan material como un tren. Yo no quiero vivir en una realidad tan desgastada. Yo me quiero ir de aquí. Nos estamos volviendo todos locos. Las cosas realmente importantes han dejado de serlo, y parece que no hay nada que valga más que el tiempo y el dinero...



P.D. Para los que no lo sepáis, mañana también habrá huelga general, y a partir del día 1 de julio se convoca a los trabajadores a una huelga de duración indefinida.