Ayer domingo, 5 de diciembre, mi primo José Luis se casó con su novia Karen. Estábamos todos convocados a las 18.30 horas en casa de la Churru, y allí nos plantamos como siempre la patrulla Mingo al completo -y algunos amigos de los novios-.
Karen nos había pedido a las mujeres que llevásemos un tocado en el pelo, y nos lo tomamos realmente en serio. Yo me iba fijando en unas y en otras, con sus plumas, sus sombreros y sus abalorios varios -la mayoría préstamos socorridos de la misma Churru, y otros un tanto más modernos, fruto de varias tardes de ajetreo por las tiendas de complementos-.
La verdad es que yo me había comprado un traje largo de diosa griega para el evento. Llevaba ya varias semanas pensando en los zapatos, en el bolso, y cómo no, en el tocado... Empecé a arreglarme después de comer. Que si alisarme el pelo, que si mirar detenidamente el modelito... Pedí a mi hermana que observase mi pase de modelos casero para ofrecerme su sincerísima opinión sobre mi conjunto. Conclusión: acabé poniéndome otro vestido, un traje negro de cóctel, zapatos de salón negros, cartera de mano también negra, y tocado al mejor estilo Viuda Negra, que resaltaba sin lugar a dudas el color de mis ojos, y me daba un toque vintage bastante ad hoc con mi estilo.
Total, que llegué a casa de la Churru, empecé a saludar a mi familia (para quien no lo sepa, mi familia es enorme, y tardas aproximadamente media hora en ir uno por uno dando besos, abrazos y demás arrumacos varios que concluyen con un saludos algo más formal), que si un beso por aquí, que si un qué tal estás por allá... ¡Pero qué tocado más bonito! ¡Pero qué original! ¿Y dónde está el novio? ¿Y quién trae a la novia? ¡Te queda estupendo ese traje!...
Tras la ya citada media hora de rigor de bienvenida, con su correspondiente achuchón y charleta con la Churru -qué mayor está-, me acerqué a la gran puerta de madera de la casa, que se abrió desde fuera, y vi a Karen de blanco, con un traje precioso, y un tocado de flores blancas que le sentaba de maravilla.
La ceremonia civil fue corta pero bonita, con mi tío José Agustín como oficiante, dedicándoles una reflexión profunda y muy valiosa sobre el amor, el matrimonio y la convivencia. ¡¡Me encantó!!
Al final de la ceremonia, Karen dijo unas palabras muy emocionada, y la mayoría de mis primas respondieron con alguna que otra lagrimita discreta, y suspiros de empatía. Yo nunca había estado en una boda civil, y la verdad es que me pareció mucho más emotiva y bastante más amena...
Nos quedamos un rato allí, esperando a que abrieran el restaurante de mi primo -el mismo que se casaba- donde sería la cena. Cuando llegamos, una hilera de mesas esperaba paciente a que todos los invitados ocuparan sus respectivos lugares. Y una vez sentados, esperamos a que nos sirvieran la cena.
Todo estuvo delicioso, los camareros fueron encantadores, y la conversación fue agradable cuanto menos. Se oyeron bromas, chistes y mensajes de enhorabuena. Entre plato y plato, yo me iba haciendo reflexiones que no llegué a compartir, pero concluí con bastante tino que mi familia con los años se va... desatando. Me explico: hace años que vengo observando que cada vez somos más naturales, más acogedores, y bastante más abiertos. Ya no estamos tan encorsetados, con los rollos esos del protoculo (¡¡¡si me escuchasen mis profesores de la carrera!!!), y las rigideces.
Me he dado cuenta de que es mucho más importante disfrutar que estar pensando constantemente si algo es correcto o no, si es una ordinariez, una paletada o estos términos varios que a mí últimamente me resultan tan curiosos. Es cierto que la belleza siempre será bella, y que hay cosas más bellas que otras. Pero... ¿no será mucho mejor aprender a ver belleza allá donde vamos, a depender constantemente de que los demás hagan las cosas según lo que nosotros opinamos que es bello -o correcto, o adecuado, o elegante, o fino-?
El momento cúlmen de la boda llegó cuando los novios -los esposos- cortaron la tarta con una especie de hacha. Un golpe rápido y seco, un discreto que se besen, y lenguas, y tías sonrojadas, y carcajadas generales, y miradas críticas, y amigos divertidos, y gente en general, una familia unida, celebrando una boda, prestando su apoyo, arropando a dos personas empezando una nueva etapa... Y por supuesto, la incorporación formal de Karen a la familia.
¡Karen, bienvenida al clan Mingo!
Karen con mi tío José Luis
1 comentario:
Muy bien Espe.
Felicidades José Luis
Bienvenida Karen.
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