Hace tiempo que ando yo pensando en una idea loca, que una vez Ana me comunicó, y que cada vez va cobrando más vida. Hace años, antes incluso de irnos a Polonia, ella ideó una vida de vuelta a los pueblos y al campo, en el que las personas vivían felices de una manera casi autosuficiente. Una aldea creada para crecer, en el que cualquiera tendría cabida. Un pueblo que promoviera la cultura, con talleres artísticos de todo tipo, con cursos extraescolares para centros educativos, con plazas cubiertas por firmas de visitantes... Un lugar pequeño y grande a la vez, que tuviera plaza e iglesia como antaño, y casa rural, y restaurante, y albergue, y casitas donde poder vivir tranquilamente alejados del humo y el ruido de Madrid.
Hace tiempo que esta idea surgió, y son muchas las personas que a día de hoy quieren formar parte de ella, personas que creen en el proyecto y ya se han buscado su hueco dentro de la aldea. Una señora el otro día me decía que ella iba a arar la tierra, y otra se pedía el puesto de pastora. Todos podemos ir, todos tenemos algo que aportar a la comunidad, y todos tenemos mucho que aprender de los otros.
Llevo ya unos meses moviéndome para enterarme de cómo llevar esta idea al mundo real, y por fin este fin de semana me fui a La Rioja, concretamente a un pequeño pueblito llamado Oteruelo de Ocón, con la intención de ver cada detalle y cada rincón, porque podría convertirse en La Aldea del Biendecir.
El sábado por la mañana salí de mi casa hacia Oteruelo, previo paso por Calahorra donde estaba mi hotel. Conocí a Abraham, el actual dueño del pueblo entero, y me di un paseo por las callecitas, por las casas casi destruidas, por la iglesia en ruinas, por los caminos de tierra, y la fuente entre zarzas. Y entonces lo vi. Vi que ese sería mi pueblo, que pasaría mi vida allí, entre vid y olivo, en el valle de Ocón.
Ya estoy viendo cuál será el siguiente paso. Continuará...
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