viernes, 20 de agosto de 2010

¡No hay huevos!

Ayer por la tarde andaba yo de tertulia en mi casa con mis dos hermanos pequeños, Giuseppe -el novio de mi hermana- y Leonorchi -una amiga de toda la vida que ya es un miembro más de la familia-. Entre risas y charletas decidimos ir a cenar fuera todos juntos. En esto, sonó el teléfono, y tras una hora de reloj de conversación con mi prima Elisa, se sumaron ella, Luz y su novio a la velada.

Quedamos en un restaurante alemán en el Heron City de Las Rozas, y como algunos de nuestros acompañantes andaban algo justos de dinero, decidimos pedir perritos calientes para todos, que costaban poco más de 2€. Hasta ahí todo marchó a la perfección, todos tirados de risa, comentando las azañas del toro volador de Tafalla, el genocidio de Rwanda -de la mano de Eli, claro-, las compras compulsivas de acelgas del Pipo y los múltiples periplos veraniegos de esta familia fitipaldi... Cuando se suponía que todos habíamos acabado, llegó la camarera para ofrecernos un postre, y mis queridos acompañantes -en un ataque al mejor estilo gumia Mingo- pidieron dos selecciones de postres para 4, que resultaron ser dos platos gigantescos llenos de tartas, bizcochos y profiteroles, bañados en salsas varias y toneladas de nata montada. Eso sí, ¡no sobraron ni las migas!

Fue una cena de lo más agradable, en la que me reí más que en el último mes, y que ya prometimos repetir la semana que viene. A la salida, nos quedamos charlando un rato antes de despedirnos, cuando de repente se oye de fondo una voz de pito que dice: ¡no hay huevos!, y acto seguido a mi hermano Álvaro (que al final también se apuntó a la cena) que decía: ¿que no? ya verás.

Lo que pasó durante los diez minutos siguientes resultó de lo más surrealista, a la par que extraño: vi salir a todos corriendo en dirección a la tienda del Vips, y volver al rato con un paquete de pan de molde. Se colocaron en círculo, sacaron un móvil y pusieron el marcador de un cronómetro a cero. Yo no daba crédito a lo que estaba viendo. Al final, Luz explicó: chicos, coged cada uno una rebanada, y el primero que se la coma entera en menos de un minuto gana. Yo pensé que era una idiotez de juego, pero ahí estaban todos, unos tangarullos, metiéndose de golpe una masa aplastada de pan en la boca. A los tres segundos parecían pavos regurgitando los propios panes, y el postre, y el perrito, y hasta la Coca-cola.

Mi hermana y yo, que nos habíamos abstenido de participar en semejante idiotez, les mirábamos entusismadas, incluso cinco minutos después de que acabara el tiempo, cómo seguían todos con sus bolas de pan en la boca, mareándolas de un lado al otro, con caras de entre angustia y ahogo. Yo me sentí de lo más curiosa por aquella experiencia, así que propuse que me hicieran la prueba a mí también, convencida de que no podía ser tan difícil. Belén se sumó, y el resto de arlequines que teníamos por acompañantes, se acercaron a una papelera, tiraron sus pelotas, y empezaron de nuevo con nosotras. Una vez más, un círculo de nueve personas en mitad de un centro comercial:

- Cojan sus rebanadas, pónganlas bien a la vista donde todos podamos verlas, y el tiempo empieza... ¡YA!

Nos mirábamos entre nosotros, unos iban cogiendo poquito a poquito migas, otros probaron la técnica de la bola otra vez, Belén partía el pan pero no se lo metía en la boca, Leonor empezó a tirar pelotillas a los viandantes, y yo sentía que aquel primer trozo había absorbido toda la saliva que me quedaba... -Quince segundos- ... Las prisas se apoderaron de nuestras caras, y las miradas decían que seguían con el trozo anterior en la boca... -Treinta segundos- Nada, que aquello no bajaba ni para un remedio -Cuarenta y cinco segundos- No nos podíamos rendir, por el amor de Dios, ¡¡¡SÓLO ERA UNA REBANADA DE PAN DE MOLDE!!! -Y...¡TIEMPO!-.

Nadie consiguió superar la prueba, y como nos parecía algo tan absurdo, descubrimos que en realidad sólo sería posible hacerlo mojándolo en leche, o untándole Nocilla, o tostándolo... Vi sus miradas, reflejaban competitividad y ganas de demostrar su heroica capacidad de engullir una rebanada de pan de molde en un minuto. Pero lamentablemente, ya habíamos acabado con todo el paquete -y con las ganas de comer pan en un buen tiempo-, así que para la próxima ya se ha definido el reto: ¡No hay huevos...!


1 comentario:

Concha dijo...

Ajajjaja, me ha encantado!!!!!
Oye, cuando surja otra cena llamadme que me apunto! :-)