Amo a mi cuerpo. Merezco y soy capaz de cuidarlo y de respetarlo
Hace unos años, un físico japonés decidió investigar el poder de las palabras, y para ello, empezó recolectando agua de todas las partes del mundo en pequeños frascos. Una vez hecho esto, puso sobre cada una de las muestras una única etiqueta con alguna palabra significativa. Asimismo, dejó al lado otro bote exactamente igual con su palabra antónima. Por ejemplo, amor y odio; felicidad, tristeza.
Utilizó todos los lenguajes que existen sobre La Tierra, para no excluir ninguna lengua.
Después congeló cada uno de los botes, y pasadas unas horas, fue fotografiando una a una todas las muestras. Cuando llegó la hora de revelarlas -aún no existían las cámaras digitales-, se sorprendió al darse cuanta de que aquellos botes cuya palabra era negativa, la foto reflejaba un agua negra y desagradable, mientras que las que representaban conceptos positivos, se habían convertido en reflejos de una belleza casi inigualable. Cabe decir que muchas de ellas se han convertido en algunas de las fotos más bellas de toda la historia.
Nosotros somos un 80% de agua, por lo que os podéis imaginar lo importante que es biendecir, o lo que es lo mismo, hablar con propiedad. Pero no me refiero a ser educado en el lenguaje o en la expresión, sino más bien en centrarnos en pronunciar sólo aquellos conceptos que nos vayan a hacer vibrar todo el cuerpo de una manera feliz y plena.
Siguiendo las instrucciones de este físico japonés -Masaru Emoto se llama-, me he puesto un objetivo que me repito cada día unas 500 veces. En alto, en bajo, e incluso en diferentes idiomas: Amo a mi cuerpo. Merezco y soy capaz de cuidarlo y de respetarlo.
Creo que no hace falta citar los increíbles resultados que estoy empezando a notar sobre mi cuerpo. Desde aquí os animo a todos vosotros a que os pongáis un objetivo, fomentando vuestras infinitas capacidades, y amando por encima de todas las cosas.
Amo a mi cuerpo. Merezco y soy capaz de cuidarlo y de respetarlo.
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