domingo, 20 de noviembre de 2011

Oda a los domingos

Nunca entendí por qué a la gente no le gustan los domingos. A mí me parecen días mágicos, llenos de misterio, dignos de devoción. 

Se plantearon como una oda a los dormilones, a los cinéfilos, a los sibaritas, a los aficionados y a los caseros. Hay domingos de todo tipo. A veces fantaseo con algunos de ellos, y en ocasiones hasta he llegado a bautizarlos. 

Hay domingos, como el de hoy -pongamos que se llama Ramón-, que amanecen tristones. Llora el cielo, puede que sean las lágrimas de Dios. Supongo que Ramón se merece que le honre, y que haga todas aquellas cosas que me implora: una chimenea, mirar el fuego durante horas mientras me bebo un café recién hecho, ver una película en blanco y negro, probablemente de Hitchcock, y charlar durante horas con un grupo reducido de amigos... 

Los domingos no tienen normas, ni despertadores, ni epítetos. Hay domingos en que el cine te llama, poseyendo cada uno de tus movimientos para atraerte hacia él, hasta una de sus salas, aportándote dos horas de emociones y escarmientos. Hay domingos en que disfrutas de la paella de la abuela, y de la compañía de tu familia. Hay domingos en que te tomas un coca-cola con esa amiga a la que hace un siglo que no ves. Hay domingos en que decides ordenar tu cuarto, limpiar tu casa, o montar el escritorio que compraste hace un mes en Ikea. 

Hay domingos en que te levantas a la hora de comer porque te encanta remolonear en la cama, y hay domingos en que madrugas para darte un agradable paseo por El Escorial. Hay domingos en que te tomas el aperitivo -tres hurras por el que inventó el aperitivo de los domingos-, y hay otros en los que te quedas en casa descansando. Hay domingos en que pones al día tus emails, y hay domingos en que te echas la siesta. 

Hay domingos en que vuelves de pasar el fin de semana fuera, quizá en alguna capital europea o en una casita rural. Hay domingos en que te vas a un centro comercial, y sumas a tu armario -por fin- aquella gabardina beige que llevas dos meses queriendo comprarte.

Hay domingos en que estudias para prepararte ese examen tan importante que, probablemente, será el lunes. Y hay domingos en que toca trabajar. Pero también hay domingos de piscina y gazpacho, domingos de vacaciones, domingos de regalos y navidades, domingos de ilusión, domingos de esperanza, domingos de felicidad, domingos de reconciliación, domingos de sexo y domingos de amor. 

Quiero agradecer a los domingos su existencia, su razón de ser, su presencia. Son tan bonitos, tan libres, tan especiales... Propongo destinarles un poquito de amor, porque no nos han hecho nada malo. 

¿Qué sería de nosotros sin los domingos?


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