domingo, 30 de octubre de 2011

La Esperanza es lo último que se pierde

Cuando era una niña y me imaginaba lo que sería mi vida, solía pensar que a mi edad ya estaría casada, tendría muchos hijos, un buen trabajo, una casa preciosa y dedicaría la mayoría de mi día a ser la madre perfecta. Me gustaba ponerme un almohadón debajo del vestido y simular que estaba embarazada. Y también me encantaba cambiar los pañales a mis muñecos, hacerles comiditas y sacarles a pasear.

Llevo dos días y dos noches reflexionando sobre esta idea, tratando de averiguar por qué aún no me siento realizada. Toda la vida he estado esperando, de ahí que me llame Esperanza. Qué irónico, ¿verdad? Esperando al trabajo perfecto, al hombre perfecto, a la casa perfecta... Y entonces asumí que realmente he tocado fondo. No entiendo por qué nos han vendido esa estúpida idea de que sólo podemos ser felices cuando se cumplen todas esas cosas. Ni tampoco entiendo por qué tengo tantísimas expectativas respecto a lo que debería ser mi vida y evidentemente no es. 

Tengo 26 años, soy profesora de inglés, y quiero cambiar mi vida radicalmente. Estoy cansada de vivir siempre en el futuro, de esperar algo que quizá nunca llegue, de anhelar que ocurra algo de repente y me lo solucione todo. Estoy también muy cansada de vivir en el pasado, imposible de modificar, que no se puede comprimir ni ampliar, que ya no existe, y que ni siquiera es real. 

Hubo un tiempo en que empecé a sentirme realmente especial por la manera en que yo había decidido vivir mi vida. Siempre sin límites, abierta a todo y a todos, con el alma vestida de colores y sonrisas. Atraía a personas de todo tipo, con las que solía intercambiar experiencias y opiniones, y muy a menudo acababa teniendo una nueva historia fantástica que contar a mis amigos. Ayer fue un día raro, en el que un popurrí emocional me taladraba el ego, y la vida me sorprendía una vez más. Conocí a muchas personas, quizá a más de las que me gustaría, seguí descifrando algunos acertijos, y llegué a casa con un desasosiego de tal calibre que aún me dura.

Hoy es uno de esos días en los que he amanecido con la certeza de haber tocado fondo. Ahora sólo queda comprenderme y empezar a caminar hacia la salida. Ya lo dice siempre mi amiga Ana: de los laberintos sólo se sale volando.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha llamado la atención oyendo y leyendo la letra de una canción (Israel Kamakawiwo Ole - Somewhere Over The Rainbow) que siempre podremos decir “QUÉ MUNDO TAN MARAVILLOSO”. Tenemos que salir de nosotros mismos, de nuestros a priori, para descubrir toda la riqueza de la realidad:

“VEO ÁRBOLES DE VERDE Y ROSAS ROJAS TAMBIÉN
LAS VERÉ FLORECER PARA TI Y PARA MÍ
Y PIENSO PARA MÍ MISMO
QUÉ MUNDO TAN MARAVILLOSO”.