sábado, 31 de octubre de 2009

Emilia, la nueva Cenicienta

Bueno, pues parece que mi aventura no deja de sorprenderme... Ayer, durante mi caminata nocturna, me hice un nuevo amigo. Se llama Rober y es el dueño de una heladería. Me contó que estuvo viviendo en Mallorca durante muchos años, y que le encanta España. Me quedé charlando con él casi una hora, y me vi como mi abuela Espe, hablando con todo el que se cruza a su paso... Aproveché para preguntarle qué sitios debía visitar ya que estaba aquí, y por supuesto me recomendó Iguazú, Buenos Aires y Río de Janeiro. Pero le conté que estaba preocupada por la seguridad. Y confirmó mis dudas. Yo que estaba paseando tranquilamente con mi chundal del gym, que para ser sinceros, es lo que peor me queda en el mundo, y me dijo que se veía que yo era nena de plata. Vaya usted a saber. Me dijo que me quitara los pendientes, el ipod, las deportivas y la ropa tan linda. Y que si seguía saliendo así, me asaltarían en pocos días. Así que he cambiado mi dinámica y ahora hago una especie de aerobic que me he inventado, mezclado con baile y algo de salsa a lo Gloria Estefan. Y la verdad es que me gusta bastante más. Me quedo en casita segura, me muevo muchísimo, y además disfruto enormemente. ¿Qué más se le puede pedir a una mañana como la de hoy?

El mayor peligro de la zona reside en los niños del semáforo, que en realidad no son más que los chicos que atiendo en el comedor (y unos cuantos más). Les llaman así porque se pasan el día postrados en el semáforo a la espera de que alguno de los conductores les den alguna moneda, mientras esperan a que el disco cambie de color... Aunque algunas no tienen tanta suerte.

Ese es por ejemplo el caso de Emilia, que tiene 8 años, y es más lista que el rayo. Sus padres son alcohólicos y la maltratan en todos los sentidos en los que se puede maltratar a una persona. Cada tarde, a eso de las 6, se queda quieta en una esquinita igual que los otros niños. Pero ella no sólo pide limosna. De repente un señor aparca en doble fila, baja la ventanilla, y se asoma ligeramente. Emilia se acerca hasta el auto, asiente con la cabeza, y se mete en el coche. Media hora después la niña vuelve a su esquinita, dispuesta a repetir la operación tantas veces como haga falta, hasta que llegue la hora de ir a dormir.

Emilia lleva prostituyéndose desde que tiene 5 años. Ahora tiene toda la cara llena de quemaduras de cigarrillos, y anoche apareció con una enorme raja que atravesaba su diminuto pómulo. Cuando estas cosas pasan, siempre es mejor no preguntar. La realidad es que tanto su padre como ella saben que así dará más lástima, y que el pago por sus servicios se doblará con esta pequeña triquiñuela...

Emilia no tiene expresión en los ojos. Emilia viene a comer cada día, porque su padre le obliga a darle todo el dinero que gana para gastárselo en alcohol. Emilia es una niña que nunca había oído el cuento de Cenicienta. Emilia, en realidad, hace mucho que dejó de ser niña. Emilia necesita mucho amor.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola en relaidad me conmovio tu post me parece un gesto bonito; comentar esto aver si algun dia; podamos erradicar eso
saludos

te invito ami blogs
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