Hoy he salido a pasear con mi tía, y he podido ver un claro ejemplo del tipo de movimiento que hay aquí. En aproximadamente 6 horas sólo he conseguido un papel en la embajada, y sacar dinero de una de las cuentas de las hermanas. Es lo que yo llamaría una mañana poco productiva, aunque nadie parece compartir mi opinión, porque en tan sólo 6 horas ya he conseguido mi papel (que por cierto tengo que llevar cumplimentado mañana. Es decir, otra mañana más para entregarlo)... En fin... Lo que más me molesta es que no he llegado a tiempo para dar de comer a los niños, y me apetecía muchísimo, pero supongo que es el destino, y contra eso no hay nada que hacer...
Por lo menos me he dado un buen paseo por el centro y me he podido hacer una idea de cómo es Asunción fuera del ambiente marginal en el que se mueven las monchis. Y la verdad es que no está mal. Es una ciudad pequeña, acogedora, muy verde (ya sé que insisto bastante en esto, pero es que me tiene impactada), bastante sucia, algo cutre y completamente llena de mendigos. Todo se vende. Hay miles de señoras con puestos de empanadillas, de zumos, de pan, de chipa (un mejunje repugnante a base de harina y almidón que no le deseo a nadie)... Lo que sea.
Pero hay dos cosas que me llaman especialmente la atención -al margen de la pobreza, por supuesto-. La primera es que la gente no fuma. Me he fijado, y nadie fuma. Nunca hay olor a tabaco, ni siquiera hay carteles de "espacio libre de humos" o "prohibido fumar". Y la verdad es que me gusta. En cambio consumen mate o tereré, que es una especie de perejil con agua, y el nombre varía en función de los grados de temperatura del líquido: el mate se toma caliente mientras que el tereré frío. Lo probé el otro día y no me hizo mucha gracia, pero no me quiero forzar, en primer lugar porque es adictivo (y me veo hecha una súper yonki de las hierbitas estas), y también porque me da aprensión chupar de la misma pipa que cinco o seis personas. No sé, quizá sea mi mentalidad occidental, pero me da un poco de asco. Se lo he comentado a mi tía, y me dice que es normal, pero que con el tiempo se pasa, como si fuera una gripe o algo así... No sé yo...
Y lo segundo que me alucina, es el código de vestir que hay aquí. Desde que te levantas hasta que te acuestas se oye un constante toc, toc, toc, toc... Mi vista siempre sigue el sonido (que por cierto, me encanta) y se cruza con unas bonitas sandalias de tacón de vértigo. Por lo visto, a las mujeres se les exige que lleven zapatos de tacón a sus trabajos, y aunque compadezco a sus pies, tengo que reconocer que todas van hechas un primor.
Por último, contaros una anécdota que no tiene desperdicio. Cuando me he levantado esta mañana, he oído una voz cantarina que decía "Panchito"... No había respuesta. Al cabo de unos instantes hacía un nuevo intento "Panchito"... Nada otra vez. No sabía por qué, pero la situación me resultaba de lo más familiar. Me he acercado y he comprobado que no era más que mi tía llamando al loro, que se llama Pancho (Panchito para los amigos). Me ha recordado a mi madre llamando a mi hermano Gonzalo, también conocido como Pancho, Panchito, Punchis, Punchilín o Miqueridocacahuete. Y me ha gustado sentirme en casa. Supongo que con el tiempo, eso cesará, pero el desgaste emocional que se vive aquí cada día es agotador...
Mañana tendré más historias para vosotros. Con todo mi amor,
3 comentarios:
Me tiro de risa con tu blog. Lo de Panchito es genial y tan familiar!
A papá le tienes encantado con tus escritos, no hace más que hablarnos de ellos. Eres el tema de conversación en todas nuestras cenas.
Un beso enorme
Siempre hay una llamada de casa cuando uno está lejos para mandarte fuerzas....es la energía!!!!
Muchos ánimos y ¡¡¡a por ello!!!
Que me tienes alucinada con esa fuerza que te caracteriza ¡¡¡Y que orgullosa estoy de decirle a todo el mundo que clickee sin parar!!!
Besazos!
Espe, ¿donde está la publicicidad de tu blog? Ha desaparecido. Un beso de tu primo Luis
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