Sophie es una chica joven, de unos veintitantos, rubia, de ojos azules, y que canta como los ángeles. Hace unos años, dejó su prestigioso y lucrativo trabajo en la City londinense para dedicarse por completo a la música.
Yo me alegro enormemente de su decisión, y no sólo porque ahora ella es más feliz, sino porque verla en concierto es un verdadero placer. Se ve que disfruta con lo que hace, y transmite su alegría en cada nota, en cada movimiento, en cada corchea...
Lleva más de un año dando una serie de conciertos por Madrid, pero ha conseguido una beca extraordinaria para perfeccionar su técnica en Boston, y allá que se va. Así que el sábado pasado nos convocó a todos sus amigos en el Orange Café (antiguo Chester) para que pudiéramos verla en directo una última vez, y decirnos adiós de la mejor manera para ella: cantando.
Tengo que reconocer que yo nunca había estado en uno de sus conciertos, pero me encantó descubrir en ella a una Sophie más contenta, entusiasmada, libre, dinámica, creativa y sumamente feliz.
Sophie: deseo que tengas una experiencia extraordinaria en Estados Unidos, y también que cuando regreses renovada, nos invites de nuevo a uno de tus maravillosos conciertos para compartir esa preciosa voz con todos nosotros.
Un beso enorme, princesa.
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