Este fin de semana, una vez más, me he desplazado hasta Duruelo -un pueblecito segoviano- para realizar uno de mis cursos de crecimiento personal. Ya hablé hace poco de mi afición a este tipo de actividades que están muy en la onda en la que yo me encuentro actualmente.
Me encanta compartirme de una manera tan íntima con personas que me comprenden a nivel celular, que me aman haga lo que haga, y que me apoyan en cada decisión que tome. Son como una familia en la que sólo existen cosas buenas, una familia donde no existe el odio, el dolor se cura, y las enfermedades tienen su raíz en algún rinconcito perdido de la mente.
Me encanta cuando cae la noche y Chema nos deleita a todos -alrededor de unos cuantos gin-tonics- con sus más que experimentados relatos verdes, y cada uno va aportando sus ocurrencias, dudas o fantasías. Me encanta cuando Charo nos cocina con tantísimo amor, o cuando Jose nos trata como si fuésemos sus únicos clientes -y más que clientes, amigos-. Me encanta dar y recibir abrazos, me encanta trabajar en mí misma, compartir la mesa cada día con una persona distinta, tomarme un par de vinitos de la casa con casera, me encanta dormirme en los colchones de látex, me encanta echarme la siesta, me encanta el camino en el coche a la ida -y a la vuelta-, me encanta pararme en el trayecto para recoger amapolas del campo, me encanta sentirme contenta, me encanta descubrir a alguien con mirada cómplice, me encantan los abrazos de Cristina, me encanta jugar al corro de la patata, me encanta volver a ser niña, y sobre todo, me encanta ser feliz.
Quiero agradecer especialmente a Alberto porque creo que todo esto no sería posible sin él. Disfruto muchísimo compartiendo estos momentos con todas las personas que se ponen en mi camino a través de estos cursos, con los trabajos que hago de manera directa o indirecta, y de las sensaciones que llego a vivir gracias a todo lo que representa Duruelo para mí.
Quiero hacer también una mención especial a Mª Luisa y Patricia, porque gracias a ellas hoy he descubierto algo que tenía más que anclado en alguna parte de mi estómago. Y también a Tony, por describir mi antigua forma de vida de la mejor manera que yo había escuchado hasta el momento: el Protoculo.
Un beso a todos. ¡Y gracias de nuevo! ¡Por fin he encontrado al verdadero amor de mi vida!
2 comentarios:
Hola Espe, me ha gustado leer tus comentarios del curso de este finde. Estoy de acuerdo en lo que dices del ambiente que creamos, se respira Amor Incondicional. Un abrazo.
Guay el post! muy Albertiano... te comprendo a la perfección. Nos vemos en la aldea.
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