lunes, 7 de junio de 2010

@hotmail.com


Llevo ya unos días escribiendo entradas algo trascendentales sobre el rumbo de mis pensamientos filosóficos, y la verdad es que hoy me apetece centrarme en algo que, si bien no deja de ser profundo, si que aparentemente puede resultar ligeramente superficial. Se trata de un fenómeno al que he bautizado como El Caso del @hotmail.com. Me explico:

Todos sabemos que la adolescencia es una época difícil de cambios, que sirve como periodo de transición entre la infanicia y la vida adulta. Pues bien, en este periodo los adolescentes hacen cosas que a la larga siempre acaban resultando absurdas, y que ni siquiera comprenden en el momento. Y no hablo sólo de las borracheras, la promiscuidad, la rebeldía política poco fundamentada, la extraña aversión por los adultos o los deseos casi inhumanos por diferenciarse del resto sin rozar el límite de lo correcto por sus homónimos, sino más bien de una especie de fiebre que le entra a uno a los 13 años, y que consiste en tener la dirección de mail más disparatada que se le pueda ocurrir.

Actualmente estoy trabajando en una empresa en la que estoy mucho en contacto con adolescentes y sus direcciones de mail, y la verdad es que no dejo de sorprenderme. El otro día escribí a una chica cuyo nombre era jefa_de_la_tribu, a otro que decía liate_un_porrito, y uno más que rezaba algo así como quiero_un_mimito. Esta realidad me pareció sumamente alarmante porque llegué a la conclusión de que los adolescentes de hoy en día, el presidente del gobierno del mañana, la persona que descubra la vacuna para la malaria, o para el SIDA, el padre del Mozart de nuestro tiempo o el Lorca del siglo XXI... Todas esas personas que ahora mismo están construyendo el futuro, están tan perdidos, que expresan sus emociones en el Messenger.

Anoche me quedé un buen rato planteándome este tema, y me paré a pensar en los nicks que se habían puesto todos mis amigos, cuando yo pertenecía a ese exclusivo clan de adolescentes. Y me acordé de viva_españa_y-nada_mas, de hazlo_siempre_sin_condon, de quiero_tarta_de_queso, de tu_madre_es_calva... Incluso me acordé de mí misma: espeglamour. Y entonces comprendí, al recordar, lo que es pasar por esa época, lo que significaba expresar emociones, y el porqué de esos nombres tan absurdos que, al fin y al cabo, nos hacían diferentes. Lo que nadie sabe -hasta que sale de ahí- es que en realidad todos tienen un mismo origen e idéntico denominador común: su correspondiente coletilla final de @hotmail.com.

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