miércoles, 14 de abril de 2010

La hermana Esther

Conocí a la hermana Esther el día en que llegué a Asunción, el 21 de octubre del año pasado. Desde el principio congeniamos muy bien juntas, y siempre estábamos bromeando. Pero tuvimos un punto de inflexión, después de Navidad, cuando ella empezó a ser la responsable del comedor -hasta entonces ese cargo lo ostentaba la hermana Andresa-.

Esther es una de las mejores personas que he conocido en mi vida. Tiene 48 años, pero mentalmente sigue siendo una joven de 18, inquieta, activa, con ganas de comerse el mundo. Hace tiempo que empecé a charlar con ella periódicamente, sobre todos los temas que ocupan la mente humana. Y si pudiera la convertiría en una de mis guías espirituales.

Le he contado mis experiencias anteriores con la Iglesia Católica, y también le he expuesto los pensamientos que me ocupan la cabeza en estos tiempos. Y me ha ayudado a comprender muchas cosas. Eso no significa que profesemos la misma fe, pero hemos llegado a un punto de equilibrio perfecto y de respeto mutuo en el que podemos compartir sin necesidad de ofensa. Me encantaría que todos los católicos que conozco no se sintieran ofendidas cuando yo expongo mis creencias, ni se lo tomaran como una falta de respeto a sus personas. 

Me ha llevado a recorrer Asunción, y al Mercado 4, y al de Abastos, y al Bajo, y al río de Villa Hayes, y a Pedro P. Peña. Me ha contado sus secretos, y ha escuchado los míos, ha bailado danza paraguaya para mí, me ha preparado el mejor tereré del mundo, y por encima de todo, me ha comprendido. Me ha defendido, me ha seguido y me ha apoyado. Me ha agradecido, y me ha hecho reír. Jamás me criticó ni me juzgó. 

El otro día compartimos uno de los momentos más especiales desde que estoy aquí... Estuvimos hablando durante un rato muy largo, y al final me dijo que me iba a extrañar muchísimo cuando yo me fuera... Y me di cuenta de que me iba a pasar lo mismo. Para mí Esther es como la hermana mayor que nunca tuve -con todo el respeto a mis hermanos pequeños-. La quiero con todo el corazón. Esther, te adoro. Ya sabes que cuando vengas a Madrid en junio estás más que invitada a mi casa... ¡Mi querida monja cascarrabias!


Con Esther el pasado noviembre

1 comentario:

Yolanda Viveros Márquez dijo...

Por eso en el Colegio la llamaban E.T. porque además de ser como un diminutivo de su nombre, es una especie de monja extraterrestre. jejeeee.