sábado, 14 de noviembre de 2009

6º No cometerás actos impuros

Cuando yo tenía 18 años, me fui una Semana Santa con un grupo de numerarias del Opus Dei a Torreciudad, la cuna de este movimiento religioso. Mi objetivo no era rezar ni mucho menos, pero estaba muy cerca Selectividad, y ellas me ofrecieron amablemente su casa de Huesca para poder dedicarme al estudio sin tentaciones ociosas de ningún tipo. Y yo fui.

Una vez allí, me encontré con la sorpresa de que debíamos ir a los oficios, confesarnos día sí día no, y rezar sin parar oraciones algo fanáticas que yo desconocía. En una de éstas, yo me dirigí obediente hasta uno de los confesionarios en la parte inferior del santuario, y no sé si fue mala suerte o pura casualidad, pero el sacerdote que me tocó, tras escuchar atento mis pecados -que no eran para nada alarmantes ni fuera de lo común- concluyó diciendo que yo tenía el alma más negra que su sotana. Me disgustó muchísimo esta afirmación, y más aún la penitencia -que no considero conveniente ni mencionar-. Entonces pensé que eso no era bueno, y que no había nada malo en lo que yo le había confesado a ese cura, que por cierto él sí que tenía el alma negra para pensar así.

Mi semana de estudio frustrado acabó y no quise saber más del Opus Dei en mi vida, ni de su obsesión con el sexto mandamiento, ni de casi cualquier cosa que tuviera que ver con la Iglesia. Sé que no todo el mundo es tan radical, pero hay algunas cosas que a mí personalmente me parecen absurdas, y que no quiero tener en mi vida. Y un ejemplo de eso son los Mandamientos. Yo sé que matar está mal, no me hace falta que nadie me lo diga. Pero comparar eso con no ir un domingo a misa, y obligar a confesar los pecados (¿quién demonios inventó los pecados? No pudo ser Dios, eso seguro), a comulgar una vez al año, o incluso ¡¡a impedir que los demás tengan pensamientos impuros, como en el noveno Mandamiento!! ¿Cómo demonios vas a controlar lo que hace otro?

Desde que llegué a Paraguay, traté de liberar mi mente de todos estos prejuicios adquiridos tras mi estancia en Torrecity que en realidad me atan, y que no me hacen ningún bien. Quise abrir mi mente, y dar la bienvenida a todo aquello que me pudiese enriquecer como persona. Pero anoche... Ay, me reencontré una vez más con esa dichosa obsesión por el sexto mandamiento y su relación directa con la Iglesia. Resulta que he organizado una clase de salsa para los viernes por la mañana con los niños del comedor. La semana pasada ya probamos y la verdad es que funcionó bastante bien, pero los chicos me suplicaron que dedicáramos la mitad de la clase a bailar Reggaeton. Yo consentí, y me puse encantada cuando me dijeron las chicas mayores que me iban a enseñar los pasos para que cuando me fuera a una discoteca pudiese bailarlo bien. Y ayer, como si tal cosa, se lo conté a las monchis en la cena.

¡Ay, Dios Santo, que casi se acaba el mundo! De una manera muy políticamente correcta me dijeron que ese baile era sucio, que incitaba a las relaciones sexuales, que se inventó para excitar a los hombres, que luego las chicas se embarazaban y que atentaba directamente contra el sexto Mandamiento. ¿De verdad creerán que lo que hace que las adolescentes aquí se queden embarazadas será el Reggeaton? Me prohibieron tajantemente escucharlo y bailarlo en el comedor, y además me invitaron a enseñarles otro tipo de bailes para evitar que ellos sólo escuchen esa música del demonio. Yo no podía creer lo que estaba escuchando, y entonces me indigné en silencio, traté de comprenderlas a ellas y a sus vidas, me dije a mí misma que son monjas, amén de mayores, y que esa es su labor. Pero aún así, me costó horrores, y siguo sin entender el mal que hay en un baile que sólo es sucio para el que lo mira con ojos sucios. Os dejo un ejemplo aquí.

Yo no puedo cambiar que los padres abusen de sus hijos, no puedo dejar que los niños hagan cosas que quieren o que no quieren, ni tampoco les voy a incitar a que hagan lo contrario, pero en general la Iglesia vive obsesionada con el sexto Mandamiento. Por supuesto que hay que erradicar la violencia sexual del mundo, pero de ahí a prohibir un tipo de música por lo que representa...

Decía mi abuela Espe que Roma se equivoca al no cambiar eso, porque son demasiado exigentes con el tema sexual. A lo mejor, si dejasen de apostar tanto por la razón sólo para cuestiones sexuales y se centraran más en cómo afecta eso a sus feligreses, tendrían las misas de los domingos más llenas. No dudo de la bondad de los actos de los religiosos, ni de las buenas intenciones de los mandatarios decimonónicos que ya mencionaba en la entrada de La Franquicia Espiritual... Sólo propongo una remodelación de los planteamientos morales, porque de la misma manera que los seres humanos tenemos hambre y comemos, tenemos sueño y dormimos, o tenemos sed y bebemos, como humanos también tenemos un instinto sexual innato que es estúpido negar, porque lo que propone la Iglesia es una especie de anorexia sexual, y eso ni siquiera es sano.

Además, cuando un niño hace algo que nos parece mal, solemos decirles con cara de enfado y un dedo juzgador un simple no, eso no se hace. No nos molestamos en explicarle por qué eso no es bueno, y en realidad la mayoría de las veces nuestro disgusto responde a una mera preocupación. Pero cuando nos enfrentamos a un problema con cierto contenido sexual, el tema es diferente. Ahora ya no hay que poner límites porque sí, o porque no, ahora se apela a la racionalidad del ser humano. Como si un niño entendiese que dar salida a lo que él siente es malo porque no es un animal y lo puede controlar. El Sexto Mandamiento es incoherente, y los adultos lo somos aún más.




2 comentarios:

JOSE LUIS MINGO dijo...

Espe:

¿Te has preguntado cuantos de los niños que tienes en el comedor proceden de "los actos impuros" ?

¿Has pensado alguna vez que la mayor parte de los habitantes del mundo,incluidas las monchis, están vivos gracias a la fornicación pecaminosa de sus padres, abuelos o bisabuelos?

Yo doy gracias a Dios porque las mujeres y los hombres, desde que el mundo es mundo, han fornicado pecaminosamente.

Claro que, dicho lo anterior, también sería bueno para todos un poquito más de educación sexual, para evitar muchos problemas a las personas y a las sociedades.

Yolanda Viveros Márquez dijo...

Bueno... no es que esté de acuerdo con las monjas, sé que se pasan y que desde luego la iglesia pinta a un Dios bastante "retrógrado" (por decirlo así muy finamente), pero creo que deberías mirar esta actitud de ellas desde otro punto de vista teniendo en cuenta que trabajas con niños y adolescentes, mentes muy maleables e influenciables y como comunicadora publicista sabes del poder que tienen los mensajes, los gestos, los símbolos en el consciente y subconsciente. Talvez los mensajes y los movimientos del reggaeton no inspiran precisamente una situación de simple diversión, porque obviamente expresan en su mayoría erotismo, sensualidad, sexo, y eso en una mente en formación agregado a una situación de riesgo y precariedad, es peligroso; en una persona con criterio y razonamiento claros como tú no representan peligro porque tienes armas mentales para defenderte más el privilegio de haber vivido una niñez y adolescencia en un ambiente adecuado.
Es complicadillo porque además debes tener en cuenta la cultura, la situación, experiencias personales de cada joven y niño/a, en fin... el problema está en que se necesita primero formar una mente sana para mirar con ojos sanos. Un saludo