jueves, 12 de noviembre de 2009

Lavando pies

Se podría decir que hoy ha sido uno de esos días completitos completitos, empezando por el diluvio universal con el que he amanecido. ¡En mi vida he visto cosa igual! Yo pensaba que en Tailandia había comprobado lo que era un lluvia tropical, pero en realidad eso no fue más que una presentación mediocre de lo que puede llegar a ser. Y lo mejor es que nadie se ha inmutado, como si fuese muy normal pasar de deshidratarse a morirse ahogado, así que he deducido que esto debe ser bastante habitual por estos lares...

Para continuar, me he ido al comedor por la mañanita temprano para que los niños no tuviesen que esperar en la calle, y efectivamente estaban todos en la puerta tiritando de frío y con aspecto de huevo pasado por agua. Pobrecillos... Así que les he hecho un desayuno calentito a base de té con leche y galletas, y se han puesto contentísimos. ¡¡Estos niños son mágicos!!

Para hoy estaba programado un taller de higiene personal, pero debido a la lluvia no ha podido llegar a tiempo Ana -la otra profe-, ni la cocinera, ni nadie, y me he visto sola con 60 niños preparados para que les lavara el pelo. Mientras esperaba a que llegase la hermana Andresa con el champú y los peines para piojos, les he contado el cuento de los siete cabritillos -¡cómo me gustaba que mi madre me contase esa historia cuando era pequeña!-. El caso, es que yo estaba ya casi al final, en la parte en la que el lobo se ha comido a todos los cabritillos menos al pequeño, y me he señalado la tripa diciendo con voz muy grave uy, estos cabritillos son muy pesados, pero qué lleno estoy. Entonces Belén, una de las niñas de unos 5 años, me ha dicho ¿el lobo tenía la panza así de llena como la tuya?. Me ha encantado. Qué deliciosos son los niños. Y claro, la carcajada se ha oído hasta en el edificio del final de la calle, porque esta tarde nos han preguntado qué era tan divertido en el comedor hoy... Qué bien me lo he pasado.

Después de contarles el cuento, he dejado a la mayoría pintando mientras yo me ponía a lavar cabezas, despiojar, cortar uñas y demás menesteres de higiene. Yo creía que las manos se multiplicaban y que había pelos que ya había lavado, pero no, siempre eran nuevos. Y cuando ya estábamos acabando he mirado hacia abajo, y me he fijado en los pies de los niños. ¡Qué sucios! Así que se han puesto en una fila los que querían que se los limpiase, y con un barreño en el suelo, una pastilla de jabón en una mano, y un cepillo en la otra, han pasado los 60 niños para que les limpiara los pies. Hemos acabado todos empapados, cubiertos de espuma, casi como si nos hubiésemos quedado en la calle, pero nos los hemos pasado requetebién...

Me encantan los niños del comedor. Son geniales. Qué pena que ellos no se den cuenta...





3 comentarios:

Yolanda Viveros Márquez dijo...

¡Y tú también eres genial!

Luz dijo...

me parece que las risas llegaron hasta aqui... te leo sonreir!

JOSE LUIS MINGO dijo...

Espe:

Eres genial hasta para despertar los recuerdos perdidos en la memoria.

No hace mucho tiempo, en España éramos bastante pobres había poco de todo y escaseaba el agua.

Además, calentar el agua no era sencillo, por eso, antes de que naciera tu madre, todos los dían, en casa de tu abuela, tus tíos, antes de cenar, pasaban todos, uno por uno, por el barreño.

Tu tía, la monchi, posiblemente también lo recuerde, dile que te lo cuente.

Un beso fuerte.