A pesar de que todos sepamos que la muerte forma parte de la vida, nadie está jamás preparado para enfrentarse a ella. Este es el caso que os cuento hoy:
Una chica, pongamos que se llama María, empezó la facultad de Derecho encantada. Desde el primer día de clase se enamoró locamente de uno de sus compañeros, pongamos que se llama Pablo. Salieron juntos una temporada, y ella era tan feliz que no tenía palabras para explicar cómo se sentía...
Una mañana empezó a sentirse rara, y pensó "estoy nerviosa por los exámenes". Una semana después seguía nerviosa por los exámenes, y dos meses más tarde decidió acercarse hasta una farmacia para hacerse un test de embarazo. Y dio positivo. Con la cabeza algo aturdida y la cara descompuesta, fue en busca de Pablo para explicarle la situación, pero él no quería saber nada del tema. Somos muy jóvenes, y aún estamos en primero de carrera -dijo-. María no se conformó con esa respuesta, así que corrió hasta su casa, respiró hondo, y abrió la puerta despacio, exprimiendo los segundos que le quedaban hasta que llegase el momento de enfrentarse a sus padres.
En un principio, reaccionaron como cualquier padre cuya hija de 18 años se queda embarazada, pero después del disgusto inicial, le dijeron que la apoyarían decidiese lo que decidiese. Con un simple: hija, es tu vida, no podemos elegir por ti, se acabó la conversación.
María, angustiada, preguntó a sus amigas Lucía y Raquel, y las dos actuaron como sus padres. Entonces ella decidió consultar a Pablo una vez más, y él reafirmó su primera postura.
Cuando llegó a casa, miró en Internet el número de teléfono de alguna clínica ginecológica y pidió cita. Tan sólo dos días después, estaba tumbada en la consulta del doctor. Le explicaron una serie de cosas que ella ni siquiera atinó a comprender, y le dieron una pastilla de color azul que debía tomarse en ese preciso instante. María la miró, dubitativa. Agarró el vaso de agua que tenía frente a ella, abrió la mano en la que sujetaba la píldora y se la metió en la boca. Diez segundos después, estaba llorando, y no hacía más que suspirar por su bebé, al que ella misma había matado...
Desde ese día, María no hacía más que suspirar por su bebita, a la que había puesto nombre. Se llamaba Rocío, y ahora tendría cinco años.
Nadie le había dicho no lo hagas, y ahora ya era demasiado tarde.
2 comentarios:
Estimada señorita:
Es mi ilusión invitarle a seguir a lo largo de estas semanas, a través de mi humilde blog (www.molestoluegoexisto.blogspot.com), el ensayo que realizo acerca de la dulce obra escrita por el genial Saint Exupery; El Principito. Esta breve creación tiene mucho de profundo. Pero no se trata de una profundidad plomiza, suprametafísica o hiperintelectual, ¡para nada! Todo lo contrario, el mensaje del principito es sencillo, directo y preclaro.
Mi objetivo es que juntos saquemos el máximo jugo a la brillante creación del francés… sin duda esta apasionante labor nos servirá para alegrar nuestros espíritus y crecer un poquito más.
Un animoso saludo desde la isla de Gran Canaria.
Que sabia eres...y otra lagrimita me ha saltado!!
GRACIAS POR COMPARTIR ESTO CON TODOS - Creo que deberías editarlo en un libro...en serio! Eres genial.
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