Los expertos dicen que para hacerse una idea de cuál es el nivel de vida real de un país, sólo hay que acercarse hasta un McDonald's y consultar el precio del Big Mac. Una vez hecho esto, todo el mundo puede saber cuánto costarán las cosas de una manera aproximada.
Pues bien, yo tuve el placer de preguntar a varios paraguayos por el precio de esta famosa hamburguesa, y me he sorprendido enormemente al comprobar que es poco menos que un lujo que no todo el mundo puede permitirse. Si bien es algo que sólo es accesible para los sujetos afortunados de la clase media y alta, la realidad es que el 80% de Asunción pertenece a una clase que no merece ni la palabra baja, sino más bien ínfima. Para los interesados, os anuncio que el precio final asciende a 8.000 Guaraníes, que es poco más de 1€, claro que el menú completo casi dobla su precio. Aquí casi nadie pagaría tanto por una sola comida.
He descubierto también que la mayoría de las personas que viven en esas chabolitas de las que hablaba hace unos días, son campesinos que viajaron hasta la ciudad con la promesa de una vida mejor, y una vez aquí, se estamparon con algo bien distinto, y se vieron sin casa, sin terrenos, sin trabajo, y casi sin nada que llevarse a la boca...
La vida aquí es my dura. Incluso para mí, que lo tengo todo, no quiero ni imaginar por lo que tienen que pasar estas gentes. Estaba pensando el otro día en que el voto de pobreza es algo muy relativo. Mientras que los religiosos y religiosas deben jurar ser pobres de por vida, en realidad son multimillonarios. Y aquí más aún si cabe. En primer lugar porque comen todos los días en abundancia. Y en segundo, porque no les falta nunca cobijo ni salud. A las hermanas de esta congregación, se les asiste cada necesidad, tienen ropa suficiente, siempre limpia y planchada. Y además son tremendamente felices.
Ayer por la tarde me fui a caminar con mi tía y dimos un paseo bien largo. Ya sabéis que a ella no le gusta tanto mi panza como a los niños del comedor, y se ha propuesto quitármela. Al final del paseo acabamos en un supermercado en el que me compró yogures desnatados para que esté contenta. Y luego me invitó a una Coca-Cola light. Si es que se preocupa muchísimo por mí... Y eso me encanta (¿para qué lo voy a negar?). El caso es que nos sentamos en el banquito de un parque a charlar tranquilamente, y me contó su experiencia como monja, cómo vivía ella su fe, y los problemas que ha tenido a lo largo de su vida. Y al final me confesó que es inmensamente feliz. Que no cabe en sí de dicha. Y que eso lo aprendió aquí.
No sé por qué, pero cada vez que hablo con mi tía acabo con las lágrimas a punto de salir, aunque me contengo. No paro de sorprenderme ni un sólo instante con mi vida aquí. Está siendo muy duro, pero de momento, me gusta.
2 comentarios:
Hola Esperanza, he llegado a tu blog a través del de de José Luis Mingo, soy paraguaya, vivo en España y tu tía concha podrá darte más datos. Es muy impresionante y motivo de agradecimiento para mí que una chica como tú viaje desde tan lejos para compartir y vivir experiencias con la gente más necesitada de Paraguay, es una experiencia dura lo sé y como bien percibes "muy enriquecedora" te hará valorar mucho la vida en todas sus dimensiones y estoy segura de que tu presencia allí es un estímulo muy positivo para los niños y niñas así como para tu tía y para todos los que comparten contigo tu estancia en Paraguay.
Te sugeriría que además de convivir con todo eso conozcas también el centro cultural de españa Juan de Salazar, y la Agencia Española de cooperación internacional en donde encontrarás gente como tú y con quienes podrás compartir y hacer que tu experiencia sea aun más feliz. Un abrazo.
Pues curiosamente a mi tmabién se me saltan las lágrimas cuando hablas de lo que te cuenta la tia...porqué será!!???
Me hace pensar que nosotros nos buscamos las penurias y que podríamos ser mucho más felices simplemente con quererlo desde el corazón.
Gracias por escribir Espe!!
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