domingo, 29 de noviembre de 2009

Un paseo por el hospital

Ayer por la tarde fui al médico por primera vez desde que estoy aquí. Quería que me atendiera un endocrino para que me controlase todos los temas del hipotiroidismo y la glucemia, por lo que conseguí -¡por fin!-, que mi tía me escuchase y me pusiese en contacto con una doctora.

A eso de las tres de la tarde salimos las dos con toda la solana, con intención de visitar a la médico, a la que yo sólo quería decir "buenas tardes señora, un placer. Me pasa tal, tal y tal, me quiero hacer unos análisis de tal, tal y tal. Gracias y hasta la vista". Pero aquí las cosas no son así...

Primero llegamos a la recepción del centro médico (privado) y una chica con aspecto de Juani paraguaya me pregunta con un chicle en la boca algo así como que cómo me llamo. Le explico lo que quiero, el nombre de la endocrina y le pido que me cobre. ¡Ay, pero qué ingenua fui! Antes de nada tenía que pasar por otro departamento para que me abrieran un expediente. Entonces salí de allí, y me dirigí al lugar que me había indicado, esperando encontrar todo un equipo informático, con una persona experimentada en el tema, que mecanografiaría a toda velocidad y que no tardaría ni un minuto en rellenar la ficha digital. Pero en lugar de todo eso, me topé con una señora con las manos repugnantes, y una carpeta azul de papel, de la que sacó un folio y fue escribiendo todas las preguntas y todas las respuestas. Empieza el interrogatorio... ¿Número de célula? ¿Residencia actual? ¿Número de teléfono? ¿Peso? ¿Alergias? ¿Alguna enfermedad grave?... Después de rellenar dos folios enteros, se le ocurre preguntar ¿nombre? Y yo digo Esperanza de Toro. Claro, que escribió primero Detoro, después D'Toro, y después de dos horas y varios tachones conseguí que mi nombre quedase plasmado de alguna manera más o menos similar a la realidad. Pero claro, cuando ya me iba, me dice extrañada si sólo tengo un nombre. Casi le digo que sí, pero me contuve... Me llamo María Esperanza, dije, a lo que ella contestó, esto ya está muy feo, voy a empezar de nuevo.

Aproximadamente dos horas después, pude empezar con la cajera, que tras hacerme las mismas preguntas, le pagué y me dispuse a esperar mi turno. Pasé por un pasillo larguísimo lleno de enfermos por todos lados, con heridas, brazos colgando, niños con fiebre, y alguna que otra cosa imposible de identificar. Me senté discretamente en un asiento al final del corredor, y cuando oí mi nombre me acerqué hasta la puertecita de la que salía el sonido y me senté, agradecida de salir de aquel lugar que me estaba generando tanta aprensión.

La endocrina, que era encantadora, me volvió a hacer todas las preguntas que las otras dos mujeres ya habían escrito en sendos papeles, aunque quiso ampliar dicha información y estudiar detenidamente mis análisis de los dos últimos meses (gracias a Dios que se me ocurrió llevármelos). Coincidió con la opinión de mi doctora española en cuanto a la mediación que me había recetado, y tras tomarme la tensión, pesarme, y mandarme dieta y ejercicio (da igual el médico al que vayas, eso siempre te lo mandan. En realidad eso, y dejar de fumar, pero como aquí la gente no fuma...), conseguí el dichoso papelito para hacerme los análisis.

Y hoy por la mañana, en riguroso ayuno (12 horas enteritas sin comer), una hora de autobús, dos señoras más preguntándome de nuevo las mismas cosas (a este paso todo el Paraguay me va a conocer a la perfección), y media hora de espera, he conocido a la doctora que me haría los análisis. Y me ha pinchado dos veces haciéndome polvo en ambas ocasiones. Pero mis resultados ya están en camino, y si todo marcha según lo previsto, el miércoles por la tarde sabré qué tal estoy. Aunque no me apetece volver al hospital ese (insisto, era un hospital privado, imaginad cómo debe ser aquí la salud pública), sí que quiero encontrarme todo lo bien que debería. Durante la semana que viene os pondré al día de lo que ha pasado...

¡Un beso enorme!



1 comentario:

Yolanda Viveros Márquez dijo...

Me da mucha pena que las hermanas no puedan mostrarte otra cosa, que tengas que escribir como parte de tu experiencia en Paraguay solo miseria, precariedad y repugnancia; por lo menos es la sensación que tengo después de leer tus dos últimas entradas. No sé a cual hospital privado te habrá llevado la tía monchi, pero te puedo asegurar que existen muchos hospitales privados muy buenos, Lo que podrías hacer es hacerte un seguro mientras estés allí, para que no tengas que pasar con respecto a tu salud ninguna precariedad, los seguros no son tan caros, por supuesto que para las familias con las que tu trabajas es prácticamente inaccesible, pero para una persona de ingresos medios es posible y para alguien que va de europa con la moneda al cambio eso no es nada caro. Te recomiendo un seguro en "Centro médico Santa Clara", en "Reyva", "Promed" y muchos otros que puedes averiguar en la guía telefónica que seguro tienen las hermanas, a estos sitios podrás ir tu sola si es necesario, ya que incluso has podido ir al mercado 4 por lo que he leído en tu entrada anterior, o en caso de urgencia te enviarán una ambulancia muy bien equipada con muy buenos profesionales. Yo comprendo que estés haciendo una labor en medio de la más dura realidad de Paraguay, pero no tienes por qué exponerte a pasar estos tragos con respecto a tu salud. Si necesitas que te aclare más cosas al respecto o cualquier otra que necesites, ya sabes a donde escribirme. Un beso muy fuerte.