Es cierto que Río tiene muchas atracciones turísticas, lo que hace que miles de personas de todo el mundo se acerquen hasta esta ciudad del Brasil para conocer sus encantos de primera mano...
Desde que soy pequeña, me encanta eso de salir a pasear, hablar con unos y con otros, relacionarme con la gente y aprender de todas esas personas que se cruzan en mi camino. Y he de decir que, una vez más, mi viaje no ha sido una excepción. El primer día, mientras me tomaba una cerveza en la playa con Alan y Ana, conocí a un gallego que estaba sentado en la mesa de enfrente, y le invité a unirse a nuestra animada conversación. Descubrí que acababa de llegar a Río, que era ingeniero aeronáutico y que había ido allí a trabajar un mes entero con recursos eólicos o algo así. Desde el principio congeniamos muchísimo, y dado que se sentía un poco solo allí, al día siguiente por la noche nos fuimos a cenar con él un buen churrasco com feijão y arroz. La verdad es que me lo pasé divinamente y me alegré de haber podido disfrutar de su compañía. Luego no volvimos a encontrarnos, y lamenté no haberme quedado al menos con su dirección de mail...
Al día siguiente, en la piscina del hotel, conocimos a un matrimonio argentino de Tucumán. La verdad es que tengo que decir que no me he topado con personas más encantadoras en mi vida. Durante toda nuestra estancia coincidimos varias veces con ellos tomando el sol, y nos contaron muchas cosas de la ciudad, así como qué ver, cómo llegar, y esos datos útiles que sólo se aprenden estando allí. Gracias a Dios, en esta ocasión sí que intercambiamos nuestros datos para seguir en contacto, y nos invitaron a pasar unos días a su casa durante el próximo invierno. Quién sabe, igual me apunto a ir en mayo o así, cuando tenga que volver a salir del país a sellar mi pasaporte...
Por la noche, ya con ganas de ver caras jóvenes, decidimos recorrer la Avenida Atlántica en busca de un bar con buenas caipirinhas, así que nos sentamos en un chiringuito algo pequeño pero bien puesto. Al instante se nos acercaron dos chicos brasileños: Alla y Nené. Estuvimos charlando con ellos muchísimo tiempo, y se ofrecieron como guías turísticos nocturnos para conocer, literalmente, los secretos de la ciudad. A mí me hizo mucha gracia, pero tanto Ana como yo coincidimos en que no era muy sensato andar por ahí con unos completos desconocidos... Nos dieron sus respectivos números de teléfono, pero nunca les llegamos a llamar. Aún así, nos lo pasamos fenomenal hablando en portoñol con ellos.
Esa misma noche, en el mismo bar, un señor de lo más puesto, militar de profesión, se acercó hasta nuestra mesa con idéntica intención, aunque resultó ser bastante más sutil. Se ve que la experiencia también hace mella en la forma de ligar, y éste era un completo profesional. Había vivido algún tiempo en Buenos Aires, y le salía de vez en cuando un ché boludo de lo más gracioso. También nos llevamos esa noche a casa su dirección de mail, y la promesa de una futura cita en el mismo sitio a la noche siguiente. Realmente nunca pretendimos asistir, así que rezamos por que no se quedase ahí esperándonos con su caipirinha durante mucho tiempo. Pobre...
En el hotel también nos hicimos con un niñito, que me perseguía allá donde iba, y que quería por todos los medios que le diese todos mis datos. Primero empezó por un tímido "¿tienes facebook?" y acabó casi preguntándome mi grupo sanguíneo... La verdad es que era de lo más gracioso, porque como sólo tenía 14 años, andaba algo torpe y no sabía qué decir. En una ocasión le pregunté si sabía dónde podía encontrar un ciber (para comunicarme con todos vosotros y dejar un mensaje en mi blog), e insistió en llevarme personalmente hasta el mejor local que había encontrado. Quiso invitarme también a una copa, pero pensé que era muy joven para andar por ahí ligando con jovencitas y emborrachándose hasta altas horas de la mañana (¡tranquila mamá, que yo no hice eso ni un solo día!), así que le recomendé que se quedase en el restaurante del hotel cenando con sus padres. Supongo que pillaría la indirecta...
Realmente conocí a muchísimas personas. Creo que puedo meter en el pack también a una rusa medio yankie, a las suecas lesbianas, a la paraguaya pesada, a la familia de brasileños inmigrantes... Cada día conocía a gente de lo más variopinta, y cada uno me contaba su historia, a cual más sorprendente. Creo que en el fondo, saqué esa faceta sociable de mi padre, que habla siempre con los taxistas, con las marujas que pasean a sus perros, con los abuelitos que se indignan en las salas de espera de un hospital, con los vecinos, con el compañero de ascensor, con el mecánico del taller, con el técnico del lavaplatos, con los señores a la salida de misa, con el dueño del bar... Y es que cualquiera que me conozca sabe que me gusta hablar más incluso que a mi padre. Le vi en mí, y eso me gustó... Sólo espero seguir conociendo gente de todo tipo, que me cuenten sus historias, y así yo transmitirlas en mi blog. O simplemente, contárselas a alguien durante la cena del día...
Continuará...
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