martes, 9 de febrero de 2010

Aguas de otros cauces

Cualquiera que me conozca sabe que a mí el rollo barquito me encanta. El año que estuve de erasmus viajé mucho por Europa, y desgraciadamente no pude disfrutar de la increíble oferta de viajes por el Vístula, el Sena y el Danubio. Pues bien, como mi padre tiene gustos muy parecidos a los míos, allá donde vamos, excursión en barco que cae. Y eso fue justo lo que hicimos ayer: desplazarnos hasta las inmediaciones de Buenos Aires, tomar un tren de lo más turístico -que como en todos los lugares por acá, tenía el aire acondicionado a tal temperatura, que se creaba un ambiente polar de lo más desagradable, lo que consiguió que mi garganta se resintiera-, y llegar a la ciudad de Tigre, para atravesar en nuestra experiencia fluvial un delta precioso.

Cuando empezamos el paseo, descubrimos que el río había formado islas a cada uno de sus lados, y los habitantes de ese municipio habían aprovechado para construir sus casitas en cada una de esas mismas islas. Eran monísimas, con una mezcla de estilos -entre un cottage inglés y una casa de la campiña francesa-. Debido a su ubicación, sólo se podía acceder a ellas por agua, lo que significaba que todas tenían su propio embarcadero.

Y para facilitar la situación de los aventureros que vivían allí, el pueblo había puesto a su disposición barcas colecttivo (y barcas taxi, barcas repartidoras de pizzas, barcas heladero, barcas ambulancia...). Tenían cubiertas todas las necesidades que cualquier persona pudiera tener... Además contaban también con la casita escuela, y con una capilla, una biblioteca, un museo, una discoteca, varios hoteles...

Mientras paseaba yo por el pueblo de casas-isla, decidí que me encantaría venirme un verano hasta aquí y alquilar una para pasar mis vacaciones de esta manera. El ambiente que se respiraba era maravilloso, la paz, la tranquilidad... ¡E incluso tenían acceso a Internet! (Lo sé, me confieso adicta a Seriesyonkis y a leer mi mail cada hora).

Me encanta descubrir sitios nuevos. Nunca me cansaré de decirlo, pero es que viajar es -para mí- el mejor regalo del mundo.

Me voy ya a Asunción... ¡Qué lástima!







1 comentario:

JOSE LUIS MINGO dijo...

Espe, ¡Qué lujo visitar Buenos Aires con tus padres!

Me has hecho recordar los días en que el tío Guillermo me enseñó a escuchar tangos y tomar copas escuchando a la vieja Tania en Cambalache o pasar el domiengo en un palafito "de lujo" en el Tigre...¡Añoranzas!

Disfrutad muchísimo...y no tomes, aunque sean los mejores del mundo, demasiados dulces, engordan.

Un beso muy, muy fuerte para los tres.