A finales de noviembre mi madre me escribió un día un mail para pedirme la dirección postal de mi casa de Asunción. Yo pensé que querría mandar ropa, o comida, o simplemente se trataba de una necesidad controladora de madre por saber todos los datos de la ubicación exacta de sus hijos. El caso es que no le di la más mínima importancia, y mis días siguieron plácidamente.
Hace muy poco, justo antes de que llegasen mis padres, mi tía apareció con un papel que decía que había un paquete para mí. A mí se me había olvidado el tema por completo, así que me fui con Osvaldo -el chofer de mi tía- a recoger mi sorpresa. Y tras probar en diferentes oficinas de correos, al fin di con la que me correspondía. Me hicieron presentar el pasaporte, una carta de mi tía acreditando que vivía en Paraguay, y no sé cuántas cosas más. Cuando estaba ahí rellenando papeles, reconocí el envoltorio amarillo de los paquetes que vienen de España. Cuando iba a abrirlo, me dijo la mujer que me estaba atendiendo: señorita, llevaba un mes retenido en Sao Paolo por ser considerado mercancía sospechosa... Pero ya está aquí. Son 5.000 guaraníes (unos 0.80€). Y yo no tenía nada de dinero en ese momento...
Estaba tan ilusionada con mi regalito que me sentía como una niña el día de Reyes. ¡Un paquete de España! No quería dejarlo allí para tener que volver más tarde. Y como la necesidad hace el ingenio, me puse a mendigar por toda la oficina de correos. Unos 15 minutos después, ya tenía mis 5.000 guaraníes.
Me sentí especialmente orgullosa de mí misma porque reunir esa cantidad en este país en tan sólo 15 minutos es todo un logro, así que decidí que tenía que dar unas cuantas clases a mis niños del comedor sobre ventas y persuasión.
El caso es que ya en el coche, de vuelta a casa, me centré en mi paquete al fin. Cómo costaba abrirlo... Rompí los bordes, y empecé a sacar las cosas una a una: había un chubasquero de lo más liviano para mis frecuentísimas lluvias tropicales; también una mochila, para cuando me voy de excursión por la selva; y una especie de faltriquera, de lo más útil en este tipo de países... Y ya por último, una tarjeta de felicitación navideña. Leí su contenido atentamente. Esta firmado por mi amiga Bea.
Bea es la amiga más antigua que tengo. Nos conocimos en 5º de Primaria, en Escolapios, y aún hoy conservamos nuestra relación como el primer día. Vino a visitarme a Norwich y a Lodz, hicimos el Camino de Santiago juntas cuando apenas teníamos 18 añitos, y hemos compartido muchísimas cosas en estos 15 años de amistad. Siempre está en mi corazón y en mi mente, y tenía muchísimas ganas de dedicarle una entrada.
Muchísimas gracias, Bea. Estoy usando todos tus regalos, y me están viniendo fenomenal. Me tienes tan mal acostumbrada, que no me sorprendería que cualquier día llamaras diciendo que me vienes a visitar...
Un beso de todo corazón.
Bea y yo en Lodz - Noviembre de 2007
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