Hace tiempo que quiero dedicar una entrada a la increíble afición al fútbol que hay en Paraguay. Desde que nacen, ya pertenecen a un equipo u otro, y se generan verdaderos conflictos familiares en torno a este tema.
Los sábados y los domingos giran en torno al partido, y todo el mundo está al tanto de la realidad nacional e internacional futbolera. Como casi siempre, el país está dividido en dos, y sus corazones sólo pertenecen al Cerro Porteño o al Olimpia. Yo aún no sé quién es de uno o de otro, pero aquí parece muy importante saber cuál de los dos te gusta más y por qué.
Cuando yo era pequeña y veía a mi madre y a mi hermano viendo un Madrid-Barça eufóricos, gritando verdaderas barbaridades a jugadores de ambos bandos, y sufriendo con cada gol del equipo contrario, yo me preguntaba qué maldita diferencia habría entre ellos. No entendía por qué un equipo sería mejor, si los dos tenían el mismo número de jugadores, daban patadas a una pelota, y era cuestión de azar o de suerte que despistasen al delantero y acertasen en la portería…
Pues bien, esa dualidad también existe en Paraguay, sólo que multiplicado por cinco. Hasta las hermanas tienen su propia elección, y se chinchan entre ellas. Por ejemplo, yo ayer iba vestida con pantalones negros y camiseta blanca –los colores del Olimpia-, y una monchi me dijo que cómo podía osar ir así. Yo no lo entendí hasta que me lo explicaron, claro…
Pero el colmo de todo esto llegó cuando, hace unos días, el pichichi de la selección paraguaya fue disparado en un bar de México, y quedó en coma. Todo el país estaba consternado, y los diarios sólo hablaban de este tal Salvador Cabañas. A mí me resultaba indignante que se diera tantísima importancia a la noticia, cuando en realidad esas cosas pasan en todas las discotecas del mundo a diario. No quiero quitarle peso al asunto, sino por el contrario, hacer ver el calibre de nuestra ignorancia generalizada, y la idiotez que generan las aficiones a un grupo -ya sea deportivo, político o religioso-.
Imaginaos el punto al que llegan las cosas, que ahora hasta los niños que piden dinero en los autobuses, han empezado a vender estampas del jugador para ganar aún más dinero. Y lo peor es que lo consiguen...
Yo dedico esta entrada a todas aquellas personas que fueron maltratadas de alguna manera en un bar, y no se les dedicó ni una línea, porque el problema no es que ya no haya tantos goles en el Mundial de este año en Sudáfrica, sino que sigue habiendo desgracias en todos los rincones del mundo.
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