domingo, 21 de febrero de 2010

Belén y Gonzalo

Ahora mismo, mientras escribo, mis padres están volando rumbo a Madrid, previo paso por Buenos Aires. Acabo de dejar en el aeropuerto a una madre nerviosa (con un blister de valerianas en la mano) y a un padre protector. Mientras les veía cruzar el control de inmigración, yo me agarraba al brazo derecho de mi tía, y se me caía una lagrimita por la mejilla hinchada por el llanto. 

He pasado dos semanas estupendas, he conocido mejor este país que me acoge, he visto un tango en directo, he degustado los vinos argentinos, he paseado por las cataratas de Iguazú, he disfrutado de mis padres para mi sola -lo siento por mis hermanos, pero me ha encantado ser hija única temporalmente-, y he estado en tres países distintos...

Mientras les veía alejarse por aquel pasillo largo, yo no podía parar de pensar en lo inmensamente afortunada que soy por tenerles como padres. Me acordaba de todos mis niños del Bajo, de lo que sufren, de lo que pasan, de sus penurias. Pensaba en los padres de Emilia, que la obligan a prostituirse con tan sólo 11 años; en la madre de los Acosta que está missing de manera indefinida; de Leo y su misteriosa desaparición de aquel día... Me acordaba de todos ellos, uno a uno, y de sus historias. Y entonces veía a mi marmi elegantísima con sus vaqueros nuevos y a mi padre con una antigua camisa de mi abuelo Álvaro, y pensaba que son los mejores padres del mundo que yo podía tener.

Me han enseñado todo lo que ahora sé, me han apoyado (casi) siempre, me han seguido hasta cualquier lugar del mundo que me ha dado por descubrir... Me han dado la vida, y eso es lo máximo que se puede dar.

Ahora mismo estoy pasando por un periodo de cambios a nivel interior. Estoy suspendida en un punto similar al de las jornadas de reflexión de las campañas políticas, y eso es también en parte gracias a ellos. Yo ahora mismo no estaría aquí si no me hubiesen dado la posibilidad de hacerlo (sobre todo, por aquello de que mi padre ascendió un día a la categoría de papá cartera y ya nunca consiguió deshacerse de su título).

Me gustan mis padres. Me gustan muchísimo. Así que desde aquí, rodeada de mis monchis -y ahora también de las suyas-, les mando toda la energía positiva que me queda para que tengan un vuelo maravilloso hasta casa, y también les doy las gracias de todo corazón por haber venido hasta aquí para participar y compartir conmigo esta experiencia, que sin lugar a dudas, marcará mi vida para siempre, y espero que a ellos también.

¡Gracias... chicos!


3 comentarios:

JOSE LUIS MINGO dijo...

Espe.

Lloras muy bien, me encanta como lloras de bien.

Tus padres son magníficos, tienes unos hermanos estupendos, una familia que te adora y una tía en Paraguay, muchas razones para que te salgan de los ojos lágimas de felicidad.

Un beso muy fuerte

Concha dijo...

Ay Espe!! Que se me saltan las lagrimas....que bonita eres! :-)

Remando la vida dijo...

Que lindo posteo ¡¡¡

Soy amiga de Ale Parise con las dudas de imprimir ¡¡

Te paso mi blog: remandolavida.blogspot.com

Te seguire leyendo ¡¡