lunes, 22 de febrero de 2010

Auf Wiedersehen

Quizá no recordéis a mis amigos alemanes, aquellos con los que fui al concierto maravilloso, y con los que descubrí los misterios de la cerveza germánica tras la Primera Comunión de Clara... 

El caso es que, tras un año entero en Paraguay, les ha llegado el momento de partir hacia su Munich natal, y quisieron compartir con todos sus amigos de esta época los mejores momentos de su experiencia, mediante una presentación fotográfica de lo más curiosa. Y también nos ofrecieron una cena alemana casera, a base de cerdo, caldos y ensaladas de salchichas...

Cuando llegué, Michael me ofreció un chopp paraguayo (o lo que es lo mismo, una caña servida lentamente), y me hizo prometerle que me quedaría con él hasta altas horas de la madrugada tomando una tras otra con el mismo espíritu alegre y dinámico que cualquier español. Lo que él no sabía, es que yo de española no tengo más que el pasaporte, porque llegando las 11 de la noche ya estoy como para el arrastre...

Así que, entre el agobio por el vuelo de mis padres y mi agotamiento acumulado tras dos semanas de compañía hiperactiva y maternal, me encontré mucho antes de lo previsto compartiendo una conversación disparatada sobre el origen de la lengua guaraní con un obispo alemán, y tratando de descifrar el galimatías bíblico de un sacerdote brasileño, que trataba de hacerme entender los misterios del Nuevo Testamento en un idioma más parecido al élfico que a cualquier otra cosa... Y yo sólo podía concentrarme en disimular con mis mejores recuerdos de señorita, una cadena de bostezos que se me incrustaban en la boca sin saber evitarlo.

Pero tras muchos esfuerzos, pude al fin decir adiós a una Monika llorosa, y cantamos entre todos una canción que yo recordaba de mis 6 años de clases de alemán en el colegio. Y sólo acerté a decir, tras dos jarras de cerveza y una jornada agotadora, un tímido Auf Wiedersehen...


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