domingo, 14 de febrero de 2010

Las Cataratas de Iguazú

He estado en muchos sitios. Ahora mismo me vienen bastantes a la cabeza: el Versalles de Marie Antoniette, el Puente de San Carlos de Praga, las Phi-Phi Islands en Phuket (Tailandia), el Auswitsch de Hitler, la Filarmónica de Viena, el Liverpool de los Beetles... Podría enumerar una lista inmensa de lugares que he conocido y que realmente han merecido la pena. Pero también os digo que nunca en mi vida había visto algo similar a lo de hoy...

Esta mañana, preguntando en el hotel, hemos averiguado que el Parque Natural de Iguazú en realidad estaba en el lado argentino de las cataratas, así que nos hemos dirigido prestos hacia allá, con serias dudas de que lo que fuésemos a ver valiese lo que el chico nos había dicho. Nuestra primera parada (tras varias tiendas de souvenirs, bares, muchachos haciendo instantáneas-recuerdo y demás obstáculos típicos) ha sido la Garganta del Diablo. Al parecer, nunca jamás nadie ha conseguido explorar el fondo de esta catarata debido a la fortísima presión que hay al fondo... Mi padre ha perdido el sombrero, que ha salido volando en cuanto hemos llegado al mirador, y mi madre -en un ataque de valentía- ha intentado recuperarlo, cambiando enseguida de parecer al comprobar lo ridículo e insensato de su idea.

Tengo que reconocer que me ha servido como ejemplo de la magnitud de la visita, y la sensación de vacío, mezclado con las miles de gotas de agua que calaban a cualquiera que pasase a metros de distancia, han conseguido una visión extraordinaria y una experiencia inolvidable...

Siguiendo la ruta recomendada, hemos ido visitando uno a uno los puntos turísticos del parque, y ahora mismo -ya en el hotel- tengo que decir que no me podría quedar con uno solo. Cada paso, cada vista, cada catarata eran únicos e irrepetibles. Creo que realmente es uno de esos sitios que hay que ver antes de morir, porque se puede percibir a la perfección la inmensidad de la naturaleza, y la belleza que la rodea...

Cuando ya estábamos próximos a acabar el recorrido, hemos descubierto que existía la posibilidad -por supuesto previo pago- de hacer una pequeña excursión en zodiac, en la que te llevaban directamente al chorro de algunos de los saltos, y tenías una visión más que completa del complejo. En cuanto lo hemos visto, mi padre y yo nos hemos lanzado a la aventura (mi madre ha preferido esperarnos en una sombra bajo un árbol). ¡Y cómo he disfrutado!

Siempre me gustó el agua, podría decir que es uno de los medios en los que mejor me muevo, y cuando siento la brisa ondeando mi pelo, el agua salpicándome la cara, y esa cascada refrescándome hasta el pensamiento, estoy convencida de que eso es precisamente la felicidad. Me ha encantado mi aventura de hoy. Os la recomiendo a todos desde el principio hasta el final. Y eso que aún me queda la mitad por ver, pero eso lo dejo para mañana, que pasaré el día en el lado brasilero de las Cataratas de Iguazú. Si tan sólo son la mitad de bonitas que las argentinas, os aseguro que no me decepcionarán. 

Qué gusto. Me encanta estar viva. Me encanta estar aquí.


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