En primer lugar, siento mucho el retraso en mis entradas, pero ya sabéis todos que las conexiones en estos países no son precisamente un ejemplo de tecnología punta... Os explico:
Ayer, tras horas y horas en el coche para hacer 300 km., decidimos obviar mi reserva en un hotel de la zona de Misiones, para quedarnos en algún lugar próximo a la localidad de Encarnación. Después de buscar cuidadosamente, y de preguntar a varias señoras encantadoras, descubrimos que había un hotel rechurro (o lo que es lo mismo: estupendo) a las afueras de la ciudad.
Cuando llegamos al supuesto parador de cuatro estrellas, decidimos -tácita y unánimamente- que en realidad se trataba de un churro con todas las de la ley. No voy a negar que tenía una piscina muy agradable, y que la tuvimos entera para nosotros tres solos, pero el hotel en sí mismo no valía ni una mención rápida en el diario local. Así que esta mañana, ya arregladitos y vestidos con nuestras mejores galas guiris (gorras, shorts de tenis, camisetas de tirantes y chanclas), nos hemos ido al fin a conocer las famosas reducciones jesuíticas del siglo XVII. No os voy a negar que aquellos sacerdotes tuvieron muchísimo mérito, y que he aprendido bastante sobre construcciones sacras de columnas fitomórficas, pero desde mi punto de vista -que no el de mis padres- no valían mucho.
Una vez terminado el recorrido, a eso del mediodía, con toda la solana, una madre descompuesta por el calor, y un padre un tanto nervioso por el camino que aún nos quedaba por recorrer, hemos dirigido nuestros pasos hacia las famosas Cataratas de Iguazú.
Las carreteras paraguayas -cómo decirlo- son algo rudimentario y prehistórico, en las que las circunvalaciones no existen, las autopistas por supuesto tampoco, e incluso te puedes encontrar zonas sin asfaltar, amén de ser terriblemente peligrosas porque en cualquier momento puede cruzar una vaca suicida, un gallo despistado, un perro acróbata, un coche adelantando por el lado contrario, un niño persiguiendo una mariposa... En fin, una serie de obstáculos de lo más desagradables que requieren de todos los sentidos puestos en la carretera nacional (por llamarla de alguna manera). Y si a eso le sumamos que a la hora de comer hemos tenido que andar durante kilómetros y kilómetros sin encontrar ni un sólo local en el que parar, pues convertimos el agradable viaje en una excursión del Tercer Mundo con todas las de la ley.
Ya por fin, a eso de las 4 de la tarde, estábamos cruzando la frontera. Y menuda odisea: primero hay que bajarse en el lado paraguayo para sellar el pasaporte como "salida", después hacer lo mismo en el brasileño para que te pongan la "entrada". Y como nuestro hotel estaba en la parte argentina de las cataratas, hemos tenido que repetir esa misma operación de nuevo una vez más. Lo que ha supuesto una cola larguísima, señoras haciendo preguntas, documentos para arriba y para abajo... Pero en cuanto hemos llegado al hotel, ha compensado todo.
Ahora mismo os escribo desde un lugar absolutamente paradisíaco, con el inmenso río Paraná de fondo, sentada sobre una cama king size de sábanas blancas, una conexión wifi más que decente, y me acabo de dar un baño en la infinity pool del hotel -por supuesto previo paso por el jacuzzi-. La verdad es que parece mentira que hace dos días estuviese saludando a mis niños del Bajo, todos sucios, malolientes y cochambrosos, y yo esté hoy aquí como una reina, disfrutando de un lugar que sin lugar a dudas es una de las maravillas del mundo.
Es alucinante lo que es la vida. Y os tengo que decir que, a pesar de que Paraguay como país no tenga prácticamente nada, y de que la famosa expresión guay del Paraguay deje bastante que desear de la percepción de su precursor, hay cosas increíbles que sólo se pueden ver si venís a este país -o a sus fronteras-. Y por supuesto, los paraguayos son sin lugar a dudas una de las culturas más estupendas con las que me he cruzado yo en mi vida. Y mis niños... Eso sí que no hay palabras para describirlo con exactitud.
Ya os contaré cómo me ha ido mañana en las Cataratas. ¡Qué ganas!
Misiones de Jesús y Trinidad (Paraguay)
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