domingo, 7 de febrero de 2010

Un paseo por las nubes

Esta mañana a las 4 de la madrugada, salía yo hacia el aeropuerto de Asunción que, a decir verdad, de aeropuerto tiene sólo el nombre, porque ni siquiera hay arcos de seguridad ni control de portátiles y líquidos, ni nada de nada... El caso es que andaba yo, nerviosa (histérica), pensando en mi inminente nueva aventura por los aires, y me trataba de concentrar en todas aquellas personas a las que les había pedido su ayuda en el intercambio de energías positivas...

Tras un exhaustivo estudio y control de los tres servicios para señoras, me dirigí por el finger hasta mi avión con destino Buenos Aires. Cuando las compuertas se cerraron, y las azafatas empezaron a hacer su demostración de las salidas de emergencia, soluciones ante la despresiurización de la cabina y demás menesteres de los que no quería ni oír hablar, traté de buscar otros recursos para superar el mal trago de la mejor manera posible... Una vez, una amiga me enseñó las virtudes de la autohipnosis (que ya os explicaré en una entrada exclusivamente dedicada al tema), por lo que me centré en todo momento en imaginar determinadas situaciones que me haricieran muy feliz. Y la verdad es que el despegue se me pasó volando...

Durante el trayecto, sólo podía mirar las preciosas nubes que me rodeaban, y cómo me gustaría estar dentro de ellas, jugando, saltando, tirándome en plancha... Oliéndolas, saboreándolas... El amanecer desde las alturas he de reconocer que es absolutamente maravilloso, y las nubes eran tan lindas que casi te daban ganas de saltar al vacío para mecerte sobre ellas. Otra cosa no, pero las nubes de Asunción son las más bonitas que he visto yo nunca...

Ya en el aeropuerto, media hora de turbulencias infernales después, me he concentrado en buscar la puerta de salida de mis visitantes. Pero -siempre hay un pero- me he visto reflejada en un espejo, y me he tenido que ir de inmediato al cuarto de baño a pintarme un poco el ojo, porque realmente estaba decrépita...

Y cuando ya era inminente la llegada de mis señores padres, saqué del bolso mi ipod de 16 Gb., tratando de ambientar un poco el reencuentro con ellos. Una vez, una amiga me dijo que a su primer beso le habían faltado unos cuantos violines de fondo, y la verdad es que entendí a la perfección lo que me quería decir. En las películas, siempre vemos los sentimientos y las emociones como si un Alex Ubago desaborío  estuviese haciéndonos los coros de fondo. Pues bien: yo quería que ese momento fuese mágico, al mejor estilo de cualquiera de las pelis salidas de Yankylandia, así que me programé la banda sonora de Love Actually, y andando... Pero como tardaron una hora y media en salir, al final escuché todo un repertorio de lo más variopinto, siendo la ganadora una de las mayores frikadas de Silvio Rodríguez, titulada "Nada Más"...

Por fin vi a mis papis, después de tres meses y medio fuera, y me emocioné tanto que me costó conter esa lagrimita que siempre me amenaza con salir...

Esta noche nos espera una cena espectacular, con espectáculo de tango en directo. ¡Qué ganas!


1 comentario:

Ana dijo...

Creo que yo más que nadie entiendo este post! cómo mola esa amiga tuya, qué cosas más interesantes dice, no? jejejej ;)