domingo, 14 de marzo de 2010

Comprométete

Hoy ha sido un día un tanto extraño, centrado en la truculenta reflexión sobre el compromiso. Esta mañana se ha casado en la capilla de las hermanas una señora de 81 años por tercera vez. Había enterrado ya a dos maridos antes que éste, y al parecer ha encontrado el amor de nuevo. 

Sinceramente yo no entiendo qué atractivos tendrá el matrimonio para la gente, para que lo anhelen así. He visto a personas sufrir muchísimo porque su pareja no se quería comprometer de esa manera con ellas, y en cambio a mí me parece muy coherente. Si no estás seguro, ¿por qué vas a dar ese paso?

Tengo unos amigos (pongamos que se llaman Jorge y Marisa) que son novios desde hace cosa de 4 años, y ella se quiere casar, pero él no (por lo general he observado que la situación es siempre la misma: ella quiere estar con alguien, después quiere un marido, y luego un hijo, y más tarde la parejita; y él nunca está seguro de si están en ese punto de la relación)... Pero el caso es que mis amigos, de los que hablaba, están en la misma coyuntura que la mayoría de las novios en edades casaderas... 

Yo hablé de esto con Marisa hace no mucho, y entendí sus motivos. También comprendí los de Jorge cuando me los expuso razonadamente. Pero la realidad es que hubo un momento en que ella tuvo dudas: no estaba segura de si él era el hombre de su vida, e incluso llegó a plantearse si estaba enamorada de otro chico. La reacción de Jorge fue absolutamente admirable. Habló con ella, y le dijo que él sólo deseaba verla feliz. Su deseo era estar con ella, pero no estaba dispuesto a ser un impedimento en su relación con el otro, si era lo que anhelaba. Cuando yo me enteré de esto, me quedé alucinada, y pensé yo quiero a alguien que me quiera así.

¿De verdad pensáis que un papel, un mero contrato, puede cambiar el sentimiento del amor en su máxima esencia? La realidad es que él dice que no necesita casarse para seguir amándola. Me parece precioso. 

El compromiso no es un trámite burocrático, sino algo que se lleva en el alma, y que surge como consecuencia del amor verdadero e incondicional al otro y a uno mismo. He oído muchas veces decir que uno sabe que está enamorado cuando quiere más a la otra persona que a sí. Y yo pienso ¡qué equivocados están! ¿Cómo demonios vas a querer a otro si no te quieres a ti? Me parece un planteamiento tan surrealista...

Puede que esté hablando por hablar, y es cierto que nunca he estado enamorada, por lo que no sé cómo se siente una al estar en tamañas circunstancias. Pero la realidad es que cuando me llegue el momento, espero no volverme idiota, como parece que le pasa a todo el mundo... Quiero encontrar a una persona con la que poder seguir creciendo día a día, hacerme mejor persona desde el yo y la entrega al otro, pero no desde la idea arcaica e impositiva del ya mítico y odioso para toda la vida. Señores, que la vida es muy larga, y yo no quiero a mi lado a una persona que no es feliz conmigo. ¡Y mucho menos para toda la vida! Me entran sudores fríos sólo de pensarlo... ¿Acaso querríais convivir con alguien que os odia? ¿O que está enamorado de otra persona? ¿O con un gay reprimido que acaba de descubrir su inclinación sexual? O con cualquiera de los mil casos que se dan hoy en día...

Es muy fácil juzgar un divorcio, y mucho más para las generaciones de nuestros padres y nuestros abuelos, que aguantaron de todo por sus hijos, por las apariencias, por el qué dirán, porque la Iglesia no contempla otra cosa, por el para toda la vida, o porque sí. Yo quiero ser feliz, y no estoy exponiendo un discurso posmoderno y hedonista que fomenta la huida del compromiso como pilar, pero tampoco quiero cerrar mis puertas por un maldito contrato...

Yo me comprometo todos los días con muchas personas, pero en realidad no son más que reflejos del constante compromiso que tengo conmigo misma respecto a los demás. Antes me asustaba que los otros pensasen como yo ahora, pero gracias a mis dos buenos amigos de antes, y también -tengo que confesarlo- a Ana y a Jesús, he aprendido que el amor va más allá de las firmas y las promesas... Qué bonito es sentirse tan libre, incluso dentro de la más sagrada de las uniones. Qué bonito es el amor...


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