Hoy ha sido un día duro, cuanto menos. Resulta que el jueves retomé mi costumbre de revisar las cabezas de los niños en busca de piojos a los que aniquilar, y me entró la vena proactiva con Sergio Acosta. Así que le lavé el pelo y se lo corté al 2, con la mala suerte de no atinar yo mucho en la puntería, y dejarle algún que otro tranquilón...
Ayer los Acosta no vinieron al comedor, pero hoy han aparecido, y no me han dirigido ni una sola palabra. Al final he conseguido sonsacar a Librada que su abuela regañó muchísimo a Sergio por haberse dejado hacer eso, y les instó a que ya nunca más hablasen conmigo. Por lo visto aquí es una falta de respeto enorme cortar el pelo mal a alguien. Y el resultado fue que la abuela le mandó pelar por completo, así que ahora parece un niñito recién salido de Auschwitz. ¡Y encima no me habla!
Como estoy hipersensible, he llamado a Ana y hemos quedado en pasar la tarde juntas. Hemos visto la peli que ha ganado el Oscar este año (mi opinión ocuparía una entrada entera, así que me la reservo), y nos hemos quedado cenando en un chino con un sauvignon blanc del Valle Central. ¡Qué delicia!
Tengo que reconocer que la calidad no era ni mucho menos la mejor que he probado, pero he tenido un aperitivo de lo que es mi vida... ¡Quiero volver! Necesito mis amigos, mi familia, mi huevito, y todo lo que allí me espera. Mi día de regresar se está acercando... ¡Realmente extraño mi vida más que nunca!
No hay comentarios:
Publicar un comentario