viernes, 12 de marzo de 2010

La historia del Bisolvon

Hace unos años, me entró una tos espantosa en pleno verano. Como no tenía ninguna razón aparente, mi padre me compró un bote de Bisolvon para que me lo tomara en pequeñas dosis, y así aliviar el dolor de garganta. 

En cuanto abrí el jarabe, como no tenía medidor, bebí un poco a ojo, con la mala suerte de acabar ingiriendo medio bote. Y en cuanto mi madre lo vio, se preocupó tanto que hasta me hacía señales con la mano y me preguntaba que cuántos dedos veía (además de otras tantas cosas, todas ellas a consecuencia de su intensa preocupación por su hija)... El caso es que yo acabé con el problema y ya no tuve más tos. Al final mis padres descubrieron que lo único que pasaba era que yo llevaba un año fumando, y punto pelota.

Esta mañana, mi tía me ha comprado un bote de Bisolvon, y me ha venido esa imagen a la cabeza. He estado tentada de tomarme otra vez 10 dosis más de la indicada, pero me he contenido por miedo a la reprimenda de mi tía (y a su posterior sofoco asegurado). Y ahora estoy tomándome mi tercer vasito del día, sin notar apenas resultados en mi tos.

Eso sí, de salud en general estoy mucho mejor. Ya mañana os diré qué tal ha ido el tema del Bisolvon... ¡Y os juro solemnemente que mi catarro no tiene nada que ver esta vez con el tabaco!


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