jueves, 24 de diciembre de 2009

El Gran Día


Hoy también ha sido un día especial, y os voy a explicar por qué.

Por la mañana -antes de que cantase el gallo-, desde el momento en que he abierto el ojo, me he levantado acelerada con cierta inquietud hiperactiva, pensando en todas las cosas que tenía que hacer hoy, el gran día. He hablado con mi señora madre, he desayunado, me han mirado la cabeza, y tras encontrar millones de piojos me he vuelto histérica y he acabado con las provisiones antiparasitarias que existen en toda la casa, y tras el sofocón inicial, me he puesto a construir faldas con papel para la representación de los niños.

Me explico: resulta que hoy era la gran fiesta de Navidad, y los niños iban a representar ante sus padres todo lo que habíamos ensayando los últimos días. Así, hemos organizado un pesebre viviente (con guión de la menda), hemos bailado una salsa con las niñas basado en un tema de Gloria Estefan, y varias danzas paraguayas.

Hemos montado un escenario, un cuarto para que los niños se cambiasen y un vestuario algo extraño extraído de todas partes. Se suponía que la función empezaba a las 10 de la mañana, pero eran las 10,30 y San José (Carlos Acosta) seguía sin aparecer. Yo ya estaba con tal grado de estrés, que me sentía como Carmen Maura en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Entre que no habíamos terminado las faldas, que aparecían y desaparecían niños sin parar, que me hablaban a la vez, y que al parecer todos se habían olvidado de sus respectivos guiones, mi corazón estaba a punto de pararse...


Aún no sé cómo ni por qué, mientras me he marchado dos segundos a quitarme todo el producto matapiojos de la cabeza (porque aún lo tenía puesto, con gorro de ducha incluido), han empezado a solucionarse las cosas solas. Hemos vestido al ángel, y a María, hemos buscado un peluche que ha hecho de embarazo ficticio para Santa Isabel, hemos descolgado las cortinas del comedor para que hicieran de capas de los reyes, las toallas eras turbantes, y algunas sábanas hacían las veces de túnicas para los pastores.


Todavía rezando porque todo saliese bien, hemos dado el aviso de que íbamos a comenzar, y por fin hemos empezado con una primera escena, con Dios en medio, llamando a Gabriel para encomendarle la ardua misión de anunciarse a María. Y cuando me he querido dar cuenta, ya estaban los reyes adorando al Niño Jesús.

Ahí he respirado muy hondo, y he empezado a tranquilizarme. Pero el estrés ha vuelto para incordiarme tan sólo dos instantes después, cuando hemos empezado a vestir a las niñas para los bailes. Todas se han vuelto coquetas de repente y querían monopolizar el cuarto de baño. Que si un poco de maquillaje por aquí, que si los labios estaban muy rojos o demasiado blancos... Ya he tenido que ponerme dura y decirles que estaban preciosas tal cuál. ¡Y menos mal, porque sino todavía estábamos allí esperando!




Después de la coreografía, hemos contemplado diferentes bailes típicos de la danza paraguaya, con sus movimientos femeninos, sus cántaros en la cabeza y esas faldas tan características que consiguen resaltar la feminidad en cada giro.



Por último, han cantado un villancico para sus padres, con la hermana Esther a la guitarra...





Y ya, dos horas después, hemos empezado a servir la comida. El matrimonio alemán, el mismo que me llevó a mí al concierto aquella vez, ha donado hoy la comida, y los niños estaban la mar de contentos. Daba gusto ver sus caras, rodeados de sus padres y de sus hermanos, con la boca llena de restos de salsa y cantando alegres canciones de agradecimiento o aplausos a la cocinera. ¡Han estado realmente fabulosos!

Por si fuera poco, una empresa de la zona ha donado una tarta enorme para que hoy pudiesen tener un postre rico, así que para qué íbamos a pedir más...



Librada y Juan Acosta


Y como broche final, hemos repartido las cestas de Navidad (en realidad, bolsas de Navidad), esas que hemos comprado con vuestras aportaciones y vuestro apoyo. Les hemos ido llamando uno por uno para que formaran una fila, e irlas repartiendo. Estaban nerviosísimos, contando lo que salía de la habitación, intranquilos por miedo a quedarse sin su bolsita... Pero han comprobado finalmente que habíamos contado con todos ellos, y qué contentos se han puesto... ¡Desde luego, todo el esfuerzo ha merecido la pena!



Belén y Tiago

Por último, me gustaría dar las gracias a mi amiga Patricia, de Madrid, que está aquí estos días de vacaciones, y ha venido toda la mañana para ayudarnos con la representación y repartiendo la comida a los niños. ¡Gracias Pati!
Y por supuesto, también felicitar a mi madre, porque hoy es su cumpleaños. ¡Felicidades Marmi!



1 comentario:

Unknown dijo...

Muchas gracias hija. Estoy muy orgullosa de ti, del trabajo que estás haciendo con los niños, de la oportunidad que nos das a los que estamos aquí, de conocer otro mundo tan ajeno a nosotros, gracias a lo que escribes en tu blog. Eres estupenda y te quiero mucho.