Una de las cosas más curiosas de la vida de las hermanas, es su forma de comunicarse entre las distintas comunidades. Se ve que los móviles aún no llegaron a las zonas del Chaco paraguayo, y sólo pueden saber lo que pasa a través de una radio. Por eso, aún usan este sistema arcaico aunque divertido. El problema, es que hay que ser un verdadero genio para entender todo lo que pasa al otro lado de la línea...
Todos los días, a las siete y media de la tarde, mi querida tía se sienta en una sillita, enciende la radio, y espera a que salgan las otras hermanas. Yo aún no he entendido muy bien cómo funciona el sistema, pero sé que ella se pone a dar unos gritos horribles diciendo algo así como Seeeeeeiiiiis OOoooooochoooooooo seeeeeeeeiiiiiis Uuuuuunooooooo, y responde una voz femenina tal que así: ksrfghiuwEHFIUwhefuiwhgrir. La primera vez que yo escuché eso pensé que alguien la estaba insultando muchísimo, y rápidamente traté de imaginar qué demonios podía haber hecho mi tía para merecerse semejante gruñido. Pero yo no la veía nada afectada. Ella, tan contenta y con una sonrisa en la boca, se limitó a contestar: síiiiiiiiiiii, me parece bieeeeeeeeeen. ¿¿Y quéeeeeee tal estááááááááán?? Yo no era capaz de captar ni un solo improperio de los que salían de ese aparato, pero aquí todas las hermanas se entienden que da gusto. Y lo peor, es que cuando tú te vas alejando de la máquina, pensando que todo ha acabado, sigues oyendo un molesto akughfuwHFIUwhrgoiherugheg, que siempre acaba en un prolongado jjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj, y que es la señal de que la conversación ha llegado a su fin, y que por fin vamos a cenar.
Durante la cena, mi tía comparte lo que las otras hermanas le han contado a través de la radio. Yo al principio pensaba que se lo inventaba, porque era imposible que hubiese captado nada entre las interferencias, y la mezcolanza de palabras, pero sí, aquí la gente ya no tiene red ferroviaria porque está anticuada, pero se sigue comunicando por radio.
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