lunes, 7 de diciembre de 2009

Un día de pájaros

Hoy me he ido de paseo con la hermana Esther (la más progre de todas las monchis). Me ha llevado a comer a casa de unos parientes, y así he podido conocer más de la cultura paraguaya.


Desde bien temprano, hemos salido hacia la casa de su primo, ubicada en un barrio residencial a las afueras de Asunción. Y tras una larga hora de colectivo, he descendido (recordad, con el coche aún en marcha) en un lugar muy diferente a lo que yo conocía hasta el momento. Las casas eran mayores y hasta se podría decir que tenían historia... Como aún era muy pronto, nos hemos dado un paseo larguísimo por un mercadillo bastante parecido al Mercado 4 pero en miniatura, y a la hora de comer, nos hemos ido ya a la residencia de estos señores.

Al final ha resultado que tenían dos hijos, un chico y una chica -que tenía más o menos mi edad-, así que hemos hecho muy buenas migas desde el principio y ya hemos intercambiado todo lo intercambiable para poder contactar en un futuro y quedar cualquier otro día para salir.


Y cuando ya nos hemos sentado a la mesa para comer, me han sorprendido con un asado paraguayo, que es como una barbacoa pero mejor. Unas chuletas, unas chistorritas, un pollo cajún, todo ello acompañado de varias ensaladas, mandioca, chipa guazú y demás comidas típicas del país... Todo estaba delicioso (y eso que la señora estaba preocupada por que a mí no me gustase). ¡Como frecuente mucho esa casa voy a volver echa una pelota!

Después de terminar de romper el hielo, y de que dejara de llover (ya comenté en una ocasión que aquí cuando llueve parece que va a volver a venir el diluvio universal, y efectivamente es así), nos han enseñado el jardín de su casa, que estaba lleno de pájaros de todo tipo: loros, pájaros carpintero, avestruces, gallinas... Pero lo que más me ha llamado la atención, es que tenían tres loros de esos de las pelis de piratas, rojos, inmensos, y me ha hecho tanta ilusión que les he pedido que me hiciesen una foto para que ese recuerdo quede para la posteridad. ¡Qué maravilloso!


Supongo que los paraguayos me miran un poco raro cuando ven que me emociono por cosas que para ellos son de lo más normal, pero para mí, cada vez que veo un nuevo animal o planta, me siento como transportada a una película. Y eso resulta ciertamente emocionante.

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