viernes, 4 de diciembre de 2009

Los hermanos Acosta (I Parte)

Carlos, Sergio y Librada son tres de los cuatro hermanos Acosta que yo conozco. Son los únicos niñitos rubios del comedor, y de los pocos del Paraguay. Son tan rubios, que hasta parecen finlandeses, y por qué negarlo, a mí me encantan.

Desde que llegué, cogí un cariño especial a esos niños, no sé aún el motivo, pero tenía ganas de saber más sobre ellos. A los pocos días, me enteré de que no estaban matriculados en ninguna escuela, por lo que se pasaban el día vagabundeando por las calles sin nada que hacer, a la espera de que se abriese la puerta del comedor y pudiesen al menos dibujar o leer. Me llamó mucho la atención que Carlos -el mayor, de unos 8 años- siempre cuidaba a Librada de 4. Comían juntos, se encargaba de que ella comiese todo lo del plato, y le decía que si quería ser una chica muy linda debía comer para crecer. Y ella le hacía caso.

El otro día, cuando inauguramos la campaña de despiojamiento, tuve la intuición de que ellos debían ser mi primer objetivo (básicamente, porque tras mi experiencia con piojos, niños y campamentos, sé que a los pipis les gustan más los rubios). ¡Y qué bien hice en mirarles la cabeza, porque salió de todo! Por supuesto liendres vivas y muertas, algún que otro bicho sin identificar y hasta restos de gomaespuma del colchón. Como los tres tenían los mismos trozos verdes, dedujimos que dormían todos juntos en la misma cama, y sin sábanas.

Entonces les pregunté que dónde vivían y con quién, y me enteré de que su madre había ido a la Argentina a trabajar siguiendo la esperanza de una vida mejor (y por lo que tengo entendido, seguramente acabó como prostituta), y ahora viven con su abuela, que al parecer, no les hace ni caso.

Siempre vienen repugnantes, los más sucios, y muchas veces llevan la mima ropa durante días. Cuando les sirves la comida, devoran como si no hubiesen comido en su vida. Les cortamos el pelo a los tres la semana pasada, y los chicos quedaron bastante mal, pero nadie nos ha reclamado nada, prueba que confirma su situación de profundo abandono...

Desde hace unos días, me siento cada día con Librada para darle la comida, le hago el mítico juego del avión, y a cada cucharada le digo que es por un país. Se lo come todo que da gusto, lo que me hace pensar que no es que no quiera comer, sino más bien que prefiere que le hagan caso...

Y esta misma tarde he hecho un descubrimiento de lo más peculiar: resulta que a los chicos del comedor se les da siempre un vaso con zumo, y hoy se trataba de jugo natural de melón -que a los niños les encanta-. A Librada le resulta muy difícil tragar el líquido en los vasos que tenemos, así que sus hermanos mayores le traen una botella de agua de esas que parecen un biberón, y... la rellenan con el zumo de los tres para que ella se alimente más y mejor. Me ha enternecido tanto, que casi me pongo a llorar ahí mismo.

Me encantan los hermanos Acosta. Son muy especiales, y se quieren tanto que me recuerdan a mis propios hermanos. Me han prometido que mañana traerán al pequeño que se llama Juan. Yo aún no le conozco, pero ya os contaré...¡ Qué ganas!



Continuará...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espe, qué post tan bonito. A mí también me gustan los Acosta, y me gusta que cuentes cosas como esta. Te mando un beso desde aquí, que puedes transmitir a los tres rubios.

Fdo.: Pepelu

Anónimo dijo...

pocos rubios en paraguay????, hay muchos rubios en paraguay, no son la mayoria, pero hay bastante.